Disclaimer: Ninguno de los personajes de Inuyasha me pertenecen, sólo los utilizo para la creación de este Fic.

Este Fic participa del Mini-reto estacional del foro ¡Siéntate!

• Mis variables son otoño y asombro


• Además, formará parte de una serie de Fics que planeo subir en torno a ciertas palabras. De ahí su nombre, cuya definición es cuando las nubes adquieren un color rojo al ser iluminados por los rayos del Sol


Arrebol
Por Franela

I

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La niña jugaba con una hoja rojiza entre sus dedos mientras iba de regreso al castillo de su padre. Luego de una larga temporada, finalmente podía volver. Fuera de su transporte, dos columnas de hombres a caballo resguardaban su seguridad y la de su guardiana.

De pronto los caballos comenzaron a hacer mucho ruido, y ambas mujeres se dieron cuenta de que la marcha se volvía cada vez más lenta.

—¿Qué sucede? ¿Por qué nos detenemos? —preguntó su guardiana.

—Nadeshiko-sama, el camino está medio destruido —respondió uno de los hombres que iba a pie—. Algo pasó aquí, miré los árboles.

La niña también miró en la misma dirección. A la izquierda del camino estaba el comienzo de un monte; a su derecha, en cambio, había un bosque cuyos árboles habían sido arrancados de raíz por varios metros, esparciendo sus hojas naranjas por todo el rededor. La tierra tenía grandes surcos, el mayor de ellos estaba rodeado por árboles que continuaban en pie (al menos la mayoría).

La niña se acercó al redondel a espaldas de su guardiana, sorprendida del alboroto de los hombres y curiosa de lo que podría haber sucedido.

—Debe de haber sido una batalla entre yōkais —dijo uno.

—Seguramente se mataron entre ellos —comentó otro.

—¡Quizás estaremos malditos! —exclamó un tercero.

Ella, por el contrario, ahogó una exclamación de sorpresa. Nunca había visto nada parecido, el tamaño del agujero era descomunal. Dejó la hoja con la que había estado jugando a un lado y se empeñó el palpar todo lo que sus dedos pudieran tocar. La tierra tenía una textura diferente en aquel hoyo que junto a los árboles. Las hojas naranjas eran diferentes también, más pequeñas y redondeadas. Entre los tonos cálidos que inundaban aquel paisaje tan nuevo, algo blanquecino llamó su atención.

«Cabello —pensó.» Seguramente sería de alguno de esos demonios que habrían peleado en el mismo suelo que ahora pisaba. Era suave al tacto, más platinado que albino como lo pensó inicialmente, su aroma era...

—¡Hime-sama! —gritó uno de los hombres, alertando de su pequeña escapada.

—¡Izayoi-sama! —le siguió Nadeshiko, corriendo en su dirección—. Izayoi-sama, ¿qué hace aquí?, es peligroso para usted. Volvamos —ordenó la mujer. Lo mismo hizo con los hombres que se habían dispersado—. Este asunto no nos concierne, el Daimyō espera por su hija.

Sin más, los hombres volvieron a formar columnas y retomaron (como pudieron) el camino hacia el castillo. Izayoi sentía la mirada persistente de Nadeshiko en ella, por lo que tendría que esperar a estar de vuelta con su padre, y en la soledad de su habitación, para volver a ver aquel mechón de cabello platinado que había escondido entre sus ropajes.

Algunos días después, en medio de árboles caídos que ya comenzaban a morir, una figura de erguía por sobre el desastre que aún perduraba en aquel bosque. El yōkai había vuelto a su lugar de batalla en busca de pistas que le permitieran encontrar a aquel Oni contra el que peleó algunos días atrás: su aroma había desaparecido como si nada, ya poco quedaba de aquel desagradable olor.

—¿Habrá pasado un grupo de humanos por acá? —preguntó una pequeña pulga que salía entre el cabello del yōkai—. El suelo está lleno de sus marcas. ¿Los habrá atacado el oni que se le escapó hace unos días, Oyakata-sama?

—No, no hay olor a sangre humana. —Frunció el ceño, no le gustaba que Myōga le recordara que ese maldito oni se le había escurrido entre los dedos, y es que aun con su forma real no fue capaz de apresarlo. Entonces algo rojo llamó su atención entre tanta destrucción y paisaje anaranjado.

—Es probable que el oni no se haya cruzado con lo humanos, o bien tomara otra dirección. ¿Qué cree usted, Oyakata-sama? ¿Oyakata-sama? —le llamó Myōga desde su hombro—. ¡Oyakata-sama!

Sin embargo, el yōkai estaba más concentrado en la hoja rojiza que sus garras sostenían que en la molesta pulga que gritaba en su oído. Entre decenas de aromas diferentes, el de aquella hoja era, ciertamente, desconcertante.

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Pues... ¿qué tal?

Hace mucho que quería escribir algo de esta pareja, y bueno, planeo seguir subiendo algunas viñetas más, tengo algo de historia planeada y estos mini-retos me han venido como anillo al dedo jaja

Por lo demás, los invito a leer los otros drabbles y viñetas que también están entrando en este reto, muchas personas se han inscrito y escrito historias preciosas :)

¡Nos vemos~!