¤ Claim: Ryohei/Mukuro.
¤ Advertencia: UST, ligero spoiler del Arc del Futuro (manga) y ubicado en el mismo, pero como si lo de Millefiore no hubiera sucedido, así que semi-au.
¤ Notas: La frase pertenece a una de las tablas de la comu mundo_caotico (del lj) :3.
Mi jardín es mi jardín. Ya es hora de que lo entiendas, y no voy a permitir que nadie más que yo juegue con él
Tres horas. Ese era el tiempo que Rokudo Mukuro había contabilizado desde que esa molesta persona había invadido su preciado y privado jardín (un pequeño espacio protegido entre árboles que Chrome había conseguido fácilmente para él luego de hacerle ojitos a Tsunayoshi Sawada). Todos, absolutamente todos, en la Mansión Vongola sabían que estaba prohibido entrar a ese lugar y que los únicos que contaban con ese derecho eran la Guardiana y su pequeño alumno cuando iba de visita. O, al menos, había creído que todos estaban enterados de eso. Pero al parecer se equivoco.
(Aunque claro, si lo pensaba con detenimiento, era bastante obvio que esa persona no se hubiera enterado o que la prohibición le valiera. Con lo idiota que era, de seguro no había escuchado cuando Sawada lo explicó o no sabía lo que era una 'prohibición').
―¿Cuándo piensas marcharte? ―habló finalmente, al notar como el hombre de cabello plateado detuvo su recorrido para sentarse cómodamente debajo de su árbol favorito.
―No pienso hacerlo. ¡A menos que me de un hambre extrema! Pero creo que regresaría luego de comer ―contestó sonriendo y cerró los ojos, disfrutando de la suave brisa que surgió en ese momento.
Mukuro pudo sentir como una venita palpitaba en su cien. La cual incremento al darse cuenta que ese idiota no había tardado nada para quedarse extremadamente dormido.
Se acercó a él y observó su rostro con detenimiento, sin poder evitar notar que la tranquilidad que mostraba en ese momento pocas veces se veía cuando se encontraba despierto. Aunque, tal vez, lo que más le sorprendía es que pudiera estar tan tranquilo en su presencia.
No pudo evitar sonreír con eso último.
Por un instante, un pequeño instante llegó a considerar que lo dejaría dormir y luego le hablaría a Tsunayoshi Sawada para que se lo llevara. Pero, en vez de eso se acercó más al Guardián del Sol y, sin perder su sonrisa, procedió a encajarle con fuerza en el estomago la punta de la vara de su tridente, despertándolo de golpe.
―Lárgate. Ahora.
Temió estar acertando al pensar que, desde ese día, aquella escena se repetiría constantemente. No que la sonrisa y la negativa enérgica del otro guardián le hayan dado una pista, no.
Las críticas son bien aceptadas.
