Disclaimer applied.
Quise reflejar el dolor de Perla y al mismo tiempo la felicidad de Greg con el nacimiento de Steven. Lamento si hay Ooc, espero que les guste c:
La habitación ahora parece muy pequeña y asfixiante. Lo veo, de pie meciendo al bulto en sus brazos, Greg lo aferra contra sí como si olvidara lo que acaba de ocurrir.
Él es el culpable de que todo esto haya pasado y miro a Garnet y a Amatista en busca de comprensión, que estén pensando lo mismo que yo, pero ninguna de ellas muestra reacción alguna más que sorpresa combinada con algo de tristeza. Greg levanta la mirada fijándola en mí, con expresión lastimera, siento un retorcijón en el estómago solo de recordar que de esa manera me miró Rose en los últimos meses. Él da un par de pasos hacia nosotras, las que sobramos aquí, y yo retrocedo sin haberlo pensado.
—¿Quieren verlo?
Los segundos se convierten en un par de minutos y nadie abre la boca para decir algo. No lo entiendo, hacía poco vi a Rose bailoteando en el templo acariciándose esa extraña barriga, tararear canciones y sacudir su cabello rosa al reír de algo dicho por Greg, hacía poco la vi hablando emocionada de lo maravilloso que era tener vida dentro de ella y pasear por Ciudad Playa buscando ropa de tonos chillones, como rosa y amarillo, y muy pequeña. En un segundo un resplandor nos cegó y ella ya no estaba, en su lugar un ser diminuto con apariencia orgánica apareció con un lenguaje insoportable, detesto los gritos.
El hijo vive, la madre no.
—Greg.
La voz de Garnet me hace volver a la realidad y caigo en cuenta de que Amatista tiene lágrimas en los ojos y la primera se encuentra reprimiendo las suyas. ¿No estoy llorando? Siento un vacío enorme dentro de mí misma pero el dolor no termina de llegar.
—Muéstranos Greg, puedes hacerlo.
Él la obedece y con una sonrisa temblorosa extiende a la pequeña criatura, sino fuera por el cuarzo, diamante, en su estómago sería totalmente un humano. Me conozco a mí misma lo suficiente para entender que he llegado al límite y no puedo tolerar un segundo más en este lugar. Me equivoqué, no sobrábamos, soy yo quien no puede pertenecer a la atmósfera donde Garnet acaricia la pequeña cabeza y Amatista sostiene un diminuto dedo.
Los miles de años que pasamos Rose y yo juntas se han diluido. Primero ella fue un hermoso diamante y yo fui su obediente perla, jamás debí de haber superado mi posición y sugerirle visitar la Tierra. Las cruentas batallas que superamos juntas, el dolor compartido por la corrupción de las gemas en el planeta, la estabilidad de una vida nueva aunque nunca me ha gustado del todo este lugar. Detrás escucho las voces de los demás decir mi nombre pero no deseo escucharlos, nadie lo entiende ni logrará entenderme, pensé en Greg como un pequeño inconveniente que pasaría en cuanto Rose se aburriera o mejor aún, él lo hiciera por sus naturalezas tan distintas.
Así había ocurrido con las demás aventuras de Rose. ¿Qué cambió esta vez?
—Llámenlo Steven, Rose y yo escogimos ese nombre para él.
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