DISCLAIMER: Hellsing no me pertenece (por desgracia ¬¬), es propiedad de Kouta Hirano – sensei (que envidia ¬¬) simplemente soy una fan más perdida en el infinito (pero muy feliz de serlo n

DISCLAIMER: Hellsing no me pertenece (por desgracia ¬¬), es propiedad de Kouta Hirano – sensei (que envidia ¬¬) simplemente soy una fan más perdida en el infinito (pero muy feliz de serlo n.n) pero eso no me quita la oportunidad de jugar un poco con mis personajes favoritos (y ponerlos en las situaciones más extrañas que puedan imaginar X3).

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1. Separadas:

Era cercan cerca de las cuatro de la mañana, Arthur Hellsing dormía junto a su esposa, Helena, que contaba con ocho meses de embarazo. Esperaban gemelas, ambas niñas, según les había dicho el médico.

Arthur se movió entre sueños y con su mano alcanzó a sentir la sábana mojada y despertó. Movió un poco a su esposa para despertarla y prendió la luz.

Salió de la cama en un brinco al ver la cama llena de sangre y a Helena sumamente pálida e hirviendo en fiebre.

–Helena –murmuró mientras la levantaba de la cama y salía corriendo por el pasillo con su esposa en brazos con la sangre chorreándole por las piernas. Bajó corriendo por las escaleras principales

–Arthur… por favor, Arthur, me duele –sollozó ella bastante débil y sin abrir los ojos.

–Sir Arthur, escuché pasos ¿Qué sucede?… lady Helena, hay que llevarla a un hospital –le dijo Walter mientras se acercaba corriendo.

Los dos hombres salieron corriendo de la casa y se dirigieron al auto. Arthur dejó a Helena en el asiento trasero y corrió al volante

– ¡vete con ella! ¡Con un demonio! ¡Tu mujer está grave! –gritó Walter mientras se ponía detrás del volante y encendía el auto. Arthur se subió junto a Helena y la acostó en sus piernas mientras su hermano y un par de mucamas salían de la casa.

Walter no se detuvo a mirar la cara de idiota medio despierto de Richard y salió del lugar pisando el pedal a fondo. Salieron volando por las calles prácticamente vacías de Londres hasta que pararon frente al hospital donde estaba programado el parto.

–Ya llegamos… ya vas a estar bien –le murmuró Arthur a su esposa mientras la bajaba en brazos del auto. Entraron corriendo al hospital y unos médicos que estaban de guardia los ayudaron a ponerla en una camilla.

– ¿Helena? ¿Es Helena? ¡Dios mío! Es ella –gritó una enfermera cercándose a la camilla corriendo

–Que llamen al doctor Margot –gritó la enfermera a su compañera mientras ayudaba a estabilizar a la mujer.

–estarán bien ¿Verdad? Digo ella y las gemelas –le preguntó Arthur mientras avanzaba junto a la camilla de su mujer

–no lo sé… haremos lo que se pueda, dulzura, pero te aseguro que están en buenas manos –contestó una enfermera pelirroja de ojos cafés acercándose

–tenemos que operar ya o perderemos a los tres, que Margot se prepare y nos alcance en quirófano no hay tiempo para esperar –dijo uno de los doctores mientras subían a Helena, casi inconsciente a un elevador

–Espera aquí –le dijo la enfermera pelirroja mientras Walter se acercaba corriendo

–ya vine ¿a quirófano verdad? Linda los llevará a sala de espera –les dijo uno de los doctores mientras subía al elevador. Una de las enfermeras de la recepción se les acercó y los subió en otro elevador.

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Helena comenzaba a alucinar por la perdida de sangre, la anestesiaron rápidamente y la limpiaron para operarla. Uno de los médicos tomó un bisturí e hizo una herida en la parte baja de su vientre hasta sus entrañas.

Algunos minutos más tarde se escuchó el llanto de un bebé en el quirófano, el médico lo pasó a una de las enfermeras, que se lo llevó para revisarlo, y volvió a meter sus manos en el cuerpo de la mujer, a los pocos segundos pasó al segundo bebé con la enfermera pelirroja que lo llevó a un rápida revisión y sin que nadie se diera cuenta lo sacó del quirófano.

Otras dos enfermeras llevaron a la niña que quedaba a la sección de neonatología, donde la entubaron y la metieron a una incubadora, regresaron por la otra niña y uno de los doctores las detuvo en la entrada del quirófano

–la otra murió a los pocos segundos, ya la llevaron a la morgue –les dijo, las enfermeras asintieron un poco tristes y comenzaron a ayudar con la operación de Helena mientras el médico salía.

El resto de los médicos atendieron a Helena y detuvieron su hemorragia. Cuando la mujer estuvo estabilizada la sacaron del quirófano en dirección a la sección de recuperación del hospital, donde la esperaban Walter y Arthur.

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Abajo, en el estacionamiento del hospital, la pelirroja se acercaba a una mujer alta y rubia que la esperaba junto a un auto muy fino, debajo de su vestido se asomaba un caparazón que simulaba un embrazo.

–Aquí está, Charlotte, como lo prometí, rubia… además es ochomesina, tendrás tiempo para arreglarte con tu prometido –le dijo la pelirroja, la rubia la miró y sacó un portafolios, plateado del auto

–Y como lo prometí, Sandra, millón y medio de Euros… ahora, dame a mi pequeña "hija" –dijo la rubia extendiendo sus brazos para recibir al bebé. La pelirroja le puso a la niña en brazos y dio un par de pasos hacia atrás y luego la miró.

– ¿Por qué compraste una niña pudiendo quedar embrazada? ¿No hubiera sido menos riesgoso? –preguntó Sandra

-la compré por que me urge retener a este hombre y yo no puedo embarazarme, soy más estéril que un hoyo de arena –contestó Charlotte muy seria acunando a la bebé en sus brazos. La subió al auto, la metió en una silla de bebé y salió del lugar con la niña. Sandra suspiró deprimida y se fue

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Arriba uno de los médicos se acercó a hablar con Arthur,

–señor, debe usted comprender que la situación era grave… tenemos suerte de que su esposa haya sobrevivido, pero debe usted entender que un bebé jamás va a ser tan fuerte como un adulto… lo lamento, perdimos a una de las niñas, no pudimos hacer nada… pero si desea ver a la otra niña, está en terapia intensiva de neonatología –le dijo el médico con la mirada baja.

Arthur comenzó a palidecer y cayó derrumbado en uno de los sillones del cuarto, el médico le dio una palmada en la espalda y salió del cuarto con un leve "lo lamento"

Arthur miró a Walter y luego regresó la mirada al piso con la mandíbula desencajada

–Voy a ver como está Helena –murmuró y entró al cuarto de su esposa. Adentro Helena lo miraba como perdida en sus pensamientos, apenas estaban pasando los efectos de la anestesia

– ¿Cómo sigues? –le preguntó él sentándose en la cama a su lado, ella asintió torpemente

–Las niñas –murmuró mirándolo fijamente, Arthur tomó su mano y la miró

– ¿están bien? ¿Las dos? –le preguntó ella con voz semidormida

–no la he visto, pero voy en cuento estés mejor –le contestó él con una sonrisa forzada

– ¿la? ¿Una? ¿No eran dos? ¿Qué pasó? –preguntó Helena asustada e intentando levantarse

–nada… la hemorragia era muy grave, casi mueres, casi mueren las tres… una de las niñas no logró sobrevivir –murmuró Arthur sin mirarla a los ojos

–vete… déjame sola… vete ya… fuera –le dijo ella mientras sus ojos se empañaban, Arthur se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos, Helena recargó su cabeza en el pecho de su esposo destrozada pero después de algunos minutos levantó la mirada

–Ve a ver a la niña… anda y me dices que tan bonita es –murmuró ella mirándolo fijamente, Arthur la miró, se levantó y salió de la habitación escuchando a Helena llorar de nuevo

–Quédate con ella –le dijo a Walter que lo esperaba en la puerta.

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Arthur salió del lugar y caminó por los largos pasillos del hospital hasta un cuarto donde había varias incubadoras, una enfermera se acercó a él

–Su nombre por favor –le dijo mirándolo fijamente

–Arthur Hellsing –contestó él mirando las incubadoras, casi todas ocupadas,

–Tiene que ponerse el traje –le dijo la enfermera poniendo un camisón desechable y un gorro verde en manos de Arthur, el hombre se colocó el camisón sobre la pijama y el gorro en la cabeza y la enfermera lo guió hasta el fondo.

En una enorme máquina estaba una pequeña criatura que apenas y parecía viva, enteramente roja con un respirador en la nariz y un tubo conectado a su vena. En su muñeca había un monitor y se veía más pequeña por el enorme pañal que usaba.

La enfermera le dio unos guantes de hule y él se los puso

–tenga cuidado, es muy frágil –le advirtió la enfermera mientras él metía sus manos a través de unos agujeros en la incubadora.

Acercó su mano suavemente hacia la mano de la bebé, que de inmediato rodeó su dedo con sus pequeños dedos como una pinza. Arthur sonrió y pasó una mano suavemente por la espala de su hija recién nacida. La bebé movió su mano levemente en respuesta.

–Es hermosa –murmuró Arthur, la enfermera sonrió

–es muy fuerte también, jamás había visto que un ochomesino se estabilizara tan rápido, ni respondiera casi al instante, habrá que esperar un poco antes de que salga, pero creo que en un par de semanas podremos darla de alta –le dijo la enfermera y se alejó para revisar a los otros niños. Arthur estaba extasiado viendo a su hija, que a pesar de las circunstancias era fuerte y sana

–mi adorada Integra –murmuró con una ligera sonrisa mientras la niña abría suavemente los ojos, tan azules como los suyos

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Una mujer pelirroja esperaba en una banca afuera del hospital, sostenía con fuerza un portafolios plateado. Un hombre alto y de cabello negro se le acercó

– ¿la entregaste? –preguntó él sentándose junto a ella

–Obvio, si no, no me habría pagado –contestó Sandra mirándolo, se levantaron y caminaron en silencio alejándose del hospital

– ¿Qué les dijiste, Byron? –preguntó la mujer mirando la banqueta

–Lo que siempre les digo, que uno de los bebés había muerto en el parto… este padre se veía tan miserable que hasta me sentí mal por él, pero bueno, no es la primera vez que lo hacemos, no será la última –le dijo él indiferente

–me estoy cansando de todo esto… no tenemos derecho de hacerles eso ¿crees la niña que estará bien? –preguntó Sandra mirando el cielo

–no lo sé, la verdad, no me interesa, por que no es mi problema… pero, si me lo preguntas, yo creo que sí, para que una mujer pueda pagar millón y medio es por que tiene dinero y si quiere al tipo es por que él tiene más… a esa niña nunca le va a faltar nada, además, aunque no tengamos ningún derecho igual lo hacemos ¿o quieres ir a entregarte y terminar en prisión el resto de tus días? Eso sería romper a más de una familia y lo sabes –contestó Byron y siguieron caminando

–obvio que no quiero romper a esas familias, pero de cualquier manera la bebé sí estaba grave ¿crees que sobreviva? –preguntó Sandra

–piensas demasiado en eso… nosotros tenemos el dinero, la mujer a su bebé, y todos felices, ahora, tú y yo vámonos de Londres, a Paris, Madrid o Timbuktu si quieres –le dijo Byron fastidiado, Sandra asintió y siguieron caminando en silencio

–Esto es muy peligroso, algún día podrían atraparnos –le dijo ella, él la miró indiferente

–es un riesgo, pero en esta vida el que no apuesta no gana… además ya te dije que con este dinero podremos escondernos en donde se nos antoje y mejor nos acomodemos, no te preocupes –contestó Byron, se detuvo y levantó la mano, subieron a un taxi y se fueron.

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Charlotte se estacionó frente a una gran mansión y bajó de un lujoso auto, rodeó el auto y sacó a la niña de una silla para bebé. Estaba completamente roja por el frío, la envolvió en otra cobija y entró a la casa, perfectamente oscura.

Prendió la luz y atravesó una amplia sala con piso de mármol y las paredes color marfil, en el centro había una fina mesa de caoba con un enorme florero. Se dirigió hacia unas escaleras dobles en el fondo y subió rápidamente, con el estorbo del armatoste todavía sobre su vientre

Caminó por unos largos pasillos alfombrados en gris hacia el resto de la casa, y entró en un cuarto blanco decorado peluches y encajes.

El fondo del cuarto había un ventanal con un balcón, junto a él una mecedora, en una de las esquinas la entrada a un enorme baño-vestidor, pegado a una pared un cambiador, en el lado contrario una cama, en el centro, sobre una alfombra de piel, un corral y en una esquina una cuna muy lujosa, con largas cortinas blancas hasta el piso y pequeñas sabanas de seda. Recostó a la bebé en la cuna

–Querida niña, me acabas de hacer perder una fortuna –le dijo desdeñosamente, la bebé apenas y abrió los ojos

–Pero bueno, si contigo aquí logro atar a Drew entonces fuiste una buena inversión –murmuró con una perversa sonrisa

–y si no, siempre habrá un buen orfanato para ti –continuó y se acostó en la cama, a los pocos segundos se quedó dormida.

Charlotte despertó varias horas más tarde, cuando ya era de día, estiró su mano y tomó un celular de la mesilla de noche, marcó un teléfono y esperó.

–Drew ¡hola mi amor! ¡Te tengo noticias!… pero es necesario que regreses de inmediato… recuerdas que cuando te fuiste había yo estado teniendo molestias… pues tuve una emergencia… tranquilo, estamos bien… la noticia es que ya eres papá… hace una semana… no, mi amor, no me dejaron llamar desde el hospital… no, hasta ayer nos dieron de alta y hasta ahora te pude localizar… si, mi vida, lo intenté toda la tarde… ¿regresas hoy?… ¡ay, sí! Que emoción… bueno, adiós… sí papá, te mando un beso… bye –dijo ella y colgó, se levantó y miró a la niña desdeñosamente, que se limitó a mirarla con sus enormes ojos azules,

–Necesitas una nana, no puedo darte mi tiempo y no sé como demonios se cuida a una mocosa como tú… pero mientras consigo la nana y llega tu padre tendré que hacerme cargo –le dijo despectivamente, la tomó en brazos y salió de la habitación.

–deberías agradecerme… te acabo de conseguir un nombre con más prestigio del que probablemente tengan tus padre, los James de Hampshire es una de las familias más célebres de Inglaterra –le dijo a la niña mientras caminaba por los largos pasillos de la mansión, la bebé comenzó a llorar, Charlotte la miró desesperada y trató de calmarla

–vamos ¡cállate ya! –masculló mientras ponía a la niña en uno de los sillones de la sala y tomaba el teléfono, marcó un segundo luego contestaron

–June, hermana ¡necesito que vengas! No sé que hacer con la mocosa –le dijo la rubia desesperada

–no puedo creer que hayas continuado con ese plan tan ridículo… voy para allá –contestó una voz en el teléfono y colgaron. Charlotte continuó intentando calmar a la niña hasta que una hora más tarde su hermana, una mujer de ojos azules y cabello castaño, llegó a la casa para ayudarla a cuidar a la niña