Cuando la nieve se derrita…

I

-Buenos días, Señorita Miyuki: ¡Qué primavera más extraña: ¿no lo cree Ud.?!

-Buenos días, Sr. En realidad-

-¡El correo! Miyuki, te dije que me dejaras recibir el correo a mí.

El cartero quedó boquiabierto cuando Natsumi le arrebató las cartas de las manos y comenzó a desparramarlas por el suelo, en su afanosa tarea hecha pan de cada día para el pobre hombre que debía entregar la correspondencia en ese sector y pasar por ese departamento cotidianamente. Con resignación, comenzó a ordenarlas junto con Miyuki.

Al poco andar, supo que eran sólo facturas y una que otra carta de citaciones al juzgado (de otra gente…), pero...: nada. Ninguna noticia de-

Una mano en su hombro la desconcertó: Miyuki se hincó en señal de comprensión al ver sus ojos tan perdidos, tan distintos de la mujer que era, pero Natsumi se levantó inmediatamente. Con un leve movimiento de hombros y de cabeza, cambió su gesto y sonrió forzadamente:

-Bueno, será. Ud. se quedará a desayunar, ¿verdad?

-Yo, es que no-

-¡Es que nada!: yo lo molesté arrojándole sus cartas, así que se quedará a desayunar con nosotras…-

Quería desistir, pero el rostro de esa muchacha, aunque oculto, estaba cargado con una pena tan profunda que le fue imposible negarse a la petición. Miyuki, para no cargar otro lastre, le siguió el juego:

-De acuerdo: pondré los cubiertos.

-¡Ahora probarán mi sazón: les aseguro que quedarán encantados!-salió con una gran sonrisa en dirección a la cocina. A medida que se iba alejando del temor de ser delatada por sus propios impulsos, exponiéndose a los demás, su rostro volvió a la melancolía en que estaba sumida.

Tres meses: tres malditos e interminables meses en que no recibía ni una noticia, ni una sola señal de vida. La última carta que recibió la dejó en lo más alto del cielo y, ahora, estaba totalmente desplomada.

Tokairin.

Cerró la puerta, deslizando lentamente la espalda hasta quedar sentada en el suelo. La luz mañanera se colaba por entre las cortinas, otorgando al lugar un ambiente más lúgubre: desolador. Cerró los ojos un momento, un llano momento. Los párpados le pesaban hasta que, en un suspiro, soltó una lágrima que le devolvió el alma al cuerpo. Al abrir los ojos, comenzó a meditar…

-"¿Qué te ocurre, Natsumi?: ¿dónde se encuentra "la mujer de hierro" de la estación Bokutou?...Desde que se fue a los Himalayas que no dejas de pensar en él, te ha dicho cuánto te ama, que, si lo deseabas, te fueras con él y trabajaran juntos…".

Al meditarlo nuevamente, frunció el ceño, extrañada de su propia reacción:

-"¡¡ ¿Pero qué idioteces dices?!!: tienes un futuro brillante por delante en Japón, muchos amigos y la fortaleza para seguir adelante. Sí, lo haré, lo conseguiré: Natsumi Tsujimoto volverá a levantarse, ¡sí, señor!".

Así eran todos los días. Promesa tras promesa, afrenta tras afrenta, explotándose hasta niveles interminables lograba, en cierto modo, apalear la incesante soledad que la amenazaba con sucumbir: pero era de armas tomar cuando se proponía una meta.

Miyuki no tardó en darse cuenta del poco cuidado en su salud: ya casi ni probaba bocado, se mantenía altas horas en vela ejercitándose y su desempeño en la estación no era ni la sombra de lo que alguna vez fue.

Así fue como, en uno de los llamados telefónicos de emergencia, el capitán Kachou los convocó a todos en una reunión distribuidora de roles. Cuando hubo terminado, Natsumi señaló impaciente:

-Disculpe, capitán: ¿Cuál es mi rol? No me nombró en ningún momento.

-No se ha equivocado, Tsujimoto: usted no actuará en esta misión.

-Pe-pero, capitán…dígame, por favor: ¿me he desempeñado de forma incorrecta para que me deje aparte en la expedición?, ¡dígalo, por favor!

Todos quedaron atónitos por la reacción de Tsujimoto, que comenzaron a murmurar. El capitán apoyó el mentón en sus manos empuñadas. Cortante, espetó:

-Déjennos solos y vayan inmediatamente al lugar…

Al darse cuenta de la razón, Miyuki fue la primera en ayudar a evacuar el escritorio. Cuando salieron todos, el capitán aflojó un poco el nudo de la corbata preludiando el ambiente de la conversación.

-Siéntese, oficial Tsujimoto.

Ella aún seguía de pie, pero sin intenciones de contradecir lo que le decía. Momento después, al darse cuenta de la situación, tomó asiento.

-Sé como debe sentirse en estos momentos-

-¿A qué se refiere, capitán? No lo entiendo…-cortó tajante.

-Al parecer, no hago bien si sigo manteniendo suspenso…-suspiró resignado-La razón por la cual no puedes ir a la misión es por que nunca dejaré que uno de mis oficiales se arriesgue a una misión de cuidado sin estar en óptimas condiciones de salud.

-¿Co-condiciones?... ¡Ja, ja, ja!-concluyó con una carcajada-Jefe: me siento mejor que nunca, créame.

El capitán estaba molesto: molesto por su falta de sinceridad, por esa actitud que la llevaba a exigirse demasiado. Se estaba dañando y no se percataba de ello…

-¡¡Ya fue suficiente!!-cortó la escena con un puñetazo en la mesa. A Natsumi casi se le fue el alma con esa reacción: ¿Desde cuándo el capitán perdía los estribos de esa manera?

-Capitán…-musitó sorprendida.

-¡Ya es suficiente de esta escenita: no irá a la misión sin mi consentimiento o la doy de baja inmediatamente!

Era más de lo que su orgullo podía soportar. Otras personas tal vez hubiesen atacado cabeza gacha todo lo que les mandase su superior, pero no se dejaría gritar así nada más…

-¡Quiero que me dé pruebas de lo que dice: o bien lo dice, o bien voy inmediatamente a la misión y me despido de la estación!: sabe perfectamente que cumplo con todo lo que se me ha encomendado-el rictus de su rostro se calmo-…y yo sé perfectamente que Ud. oculta una razón más para exceptuarme de la misión. Yo lo considero un gran capitán: el mejor de todos en Japón: …no voy a acatar órdenes hasta que me diga la verdad, confío plenamente en su criterio.

-Oficial Tsujimoto…-conmovido por aquella sinceridad, decidió explicarle con mayor detalle-: desde hace muchos días, Ud. no se ha desempeñado bien en sus labores concernientes a la estación. Su trabajo no está al nivel con el que solía trabajar: y no le mentiré al decirle que lo atribuyo meramente a una depresión.

Sintió una flecha atravesar su pecho con precisión asombrosa:

-¿Qu-quién?-

-No es lo importante. Tsujimoto: debe saber que la estimo mucho, pues es una de las mejores oficiales con las que me ha tocado trabajar; mas debe entender que lo que le digo es por su bien. No se presentará en esa misión, y mi negación es definitiva.

Empuñó las manos con fuerza: quería llorar de rabia, de impotencia, pero se contuvo. Dio la despedida correspondiente y se fue a su escritorio. Desganada, abrió de par en par todas las ventanas de la oficina, para despejar un poco la mente, hasta que se percató de una persona en la puerta del cuartel: seguramente, al no haber nadie que lo atendiese, optó por retirarse. Con toda la fuerza en sus pulmones, exclamó:

-¡Noooo!, ¡espere!: ¡¿Qué necesita?!

Al escuchar ese vozarrón, corrió a la puerta de entrada y Natsumi hizo lo mismo. La puerta, a pesar de ser de material transparente, no dilucidaba ninguna silueta de ambos. Al abrir la puerta, se encontró con un muchacho alto y rubio, de ojos almendra pero sumamente sucio, lleno de cenizas: Era un bombero.

-Díganos, ¿qué sucede?...

-Señorita, necesito a, a-

-¿Disculpe?

El muchacho iba a explicarle lo sucedido, pero se quedó paralizado al ver a Natsumi: era una mujer muy hermosa, con unos gestos un poco bruscos pero sumamente atractiva. Su mente estaba en la deriva hasta que sus apelaciones lo devolvieron a tierra…

-Oh, sí: lo lamento. Es que yo, ah-

-Palabra que no logro entender absolutamente nada de lo que me está diciendo…-

-E-estamos en medio de una emergencia: necesitamos al oficial...eh, ¿cómo era que se llamaba?-

-¡Tsujimoto!-exclamó con alegría, tanta que el bombero llegó a asustarse.

-Sí, ese era su apellido. ¿Estará por allí?

-¡Por supuesto!: la está mirando en este mismo instante.

Después de un momento de mutismo, el muchacho estalló en una carcajada sin igual: tan fuerte, que Natsumi quedó hasta indignada. Pero ni con esa cara de desaprobación lograba menguar la carcajada cada vez mayor. El muchacho pensaba hablar con un oficial de gran porte, corpulento y, por sobre todas las cosas, un hombre. Éste era el mayor de lo colmos: su furia era tan grande que terminó por espetar sin recato alguno:

-¡¿Qué tanto te ríes, idiota?: yo soy Natsumi Tsujimoto!

-¡Ja, ja, ja! Es Ud. la que debe moderarse y no inmiscuirse en asuntos de hombres.

-¡¿Qué me está insinuando?!

-Que cualquiera que la mirase-la vio de pies a cabeza, sin dejar de sentir un tremendo estremecimiento en su interior-se daría cuenta que no está capacitada para ejercer en casos de extremo peligro…

-Mira: si no te retractas, te daré una tunda que le va a doler hasta a tu madre-lo amenazó, arremangándose la camisa y mostrándole el puño.

-No estoy para bromas: necesito que lo llames, por favor.

-¡Te estoy diciendo que soy yo la persona que estás buscando!

-¡Ah, dios! De acuerdo: ven conmigo.

-No: tú vendrás conmigo-lo tomó del brazo hacia la cochera.

-¡Hey: ¿qué vas a hacer?!

Volteó la cara para encararlo:

-No planeas que vayamos corriendo a lo tonto hasta llegar al lugar, ¿no?

Al estar frente a la cochera, con un solo brazo levantó el cobertizo dejando atónito al joven. La muchacha sonrió mostrando los treinta y dos dientes:

-Ahora, ¿quién es la incapacitada?

Fue directamente a un rincón, donde desempolvó la motocicleta Yamaha: La otra se la había llevado Miyuki en la patrulla.

-Vamos-le habló al joven que se encontraba todavía parado frente a la cochera-súbete y nos vamos.

-¿Nos iremos en la moto?

-¡No, qué bah: nos iremos en limosina! No digas estupideces y súbete luego.

El muchacho, medio convencido, se subió en la moto y se puso el casco.

Al echar a andar la moto, le dijo:

-Afírmate bien de mi cintura: no te vayas a caer.

Como era de esperarse, Natsumi no tenía ni una pizca de vergüenza. No le importaba en lo absoluto, pues era sólo un muchacho…, lo que no sabía era que era un poco mayor que Natsumi y que tenía las hormonas vueltas locas al verla. No pudo evitar darle un vistazo a las piernas longuilíneas de la muchacha, y a ese corte que le mostraba más de lo que sus impulsos podían soportar. Mas, estaban en una misión importante y no podían dejarse llevar por tales pequeñeces.

El muchacho la tomó firmemente de la cintura hasta tenerla apegada a sí. En ese momento, Natsumi se dio cuenta de que no era un muchachito delgaducho, sino un joven de un buen físico y bastante fuerza. No pudo evitar recordar los brazos de Tokairin tomándola tan apasionadamente en el momento de su partida, de esa odiosa partida…, sus mejillas se tiñeron de un leve sonrojeo, pero se despertó de ese mal pensamiento y salió con rapidez hacia el incendio.

Al avistar la columna de humo que se elevaba por sobre los altos rascacielos, el muchacho le indicó con el dedo:

-Es allí: será mejor que nos demos prisa. Las llamas no han menguado.

-De acuerdo.

Con gran fuerza pisó el pedal, haciendo que la moto fuese, a simple vista, casi imperceptible por los peatones. A causa de la rapidez de la moto, llegaron inmediatamente al lugar del siniestro. Dejó la moto estacionada al lado de las patrullas y fue hacia Yoriko.

-¡Yoriko: ya estoy aquí!

-¡Ah, Natsumi: gracias a Dios que llegaste!-le dijo tirándose a sus brazos y sollozando sin parar.

-¡No me asustes: dime, ¿qué te ocurre?!

Después de calmarse, comenzó a explicarle con dificultad. El rostro de Natsumi palideció a más no poder. El bombero se acercó a ella, preocupado.

Estaba cabizbaja, luego, miró hacia el edificio en llamas.

-Miyuki…-musitó desconcertada.

Sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia el lugar a pesar de los gritos de advertencia de sus colegas: tenía que encontrarla.

-¿Qué pasó aquí?

-U-una compañera quedó atrapada en las escaleras del edificio. Alcanzamos a evacuar a todos los residentes, pero ella estaba apresada entre los escombros del edificio. Nakajima intentó rescatarla, pero un panel lo dejó inconsciente. Lo sacamos del lugar…pero ella no- ya no hay nada más que hacer…-concluyó llorando nuevamente.

Movido por algo inexplicable, corrió hacia el lugar a auxiliar a esa muchacha. Los policías ya habían cercado el sector con estricta instrucción de no acercarse al lugar, pero Natsumi y el muchacho misterioso lograron entrar. El edificio no iba a tardar en derrumbarse en cualquier momento. En el momento de adentrarse al lugar, una ola de calor los invadió conjunto con el ambiente denso por el humo. Natsumi se arrancó la camisa, quedando en una sudadera blanca que acostumbraba a usar. Con ella, intentó protegerse de la asfixia. Al escuchar pasos tras ella, miró sorprendida a su lado:

-¡¿Tú qué haces aquí?!

-Es obvio. Vamos, debemos encontrar a tu amiga.

Subieron con sumo cuidado el segundo piso. Revisaron el lugar hasta que dieron con Miyuki. Natsumi la revisó bien: sólo se encontraba inconsciente. La llevó en brazos a pesar de que el muchacho insistía en llevarla. Ella lo miró sonriente:

-Yo vine a buscarla..., además-lo miró de arriba hacia abajo-te podrías aprovechar de ella-terminó con una sonrisa socarrona.

Al bajar de las escaleras, una lámpara estalló sobre sus cabezas. En un acto reflejo, cubrió a su amiga con el brazo derecho, dejándole muy herida. El muchacho fue a verla, pero ella lo hizo a un lado.

-Déjame, estoy bien. Será mejor que nos demos prisa.

-De acuerdo-la miró muy preocupado.

Yoriko estaba expectante, hasta que escuchó una patrulla acercarse: era el capitán.

-¡Capitán Kachou!, ¡gracias a Dios que llegó! Natsumi-

Le dirigió una mirada intrigada, casi desesperada:

-¿Dónde se encuentra la oficial Tsujimoto?

-Ella está dentro del edificio, capitán.

Su rostro se contrajo de la rabia. Estaba por darle un gran reproche, pero un ruido estrepitoso los descolocó a ambos: era el ruido de los vidrios quebrándose a causa de las altas temperaturas. Después de reincorporarse, los bomberos comenzaron a advertir:

-¡¡¡Aléjense del lugar: el edificio se está cayendo!!!

El capitán estaba por ir al lugar, pero dos siluetas aparecieron de las llamaradas: una de ellas le era conocida.

-¡Tsujimoto!-exclamó el capitán.

En efecto, ambos lograron salir del edificio con Miyuki minutos antes del derrumbe. Todos quedaron en estado de shock: si no hubiesen actuado a tiempo, tendrían mucho que lamentar. Los paramédicos atendieron a Miyuki inmediatamente. Todos estaban expectantes, hasta que despertó tosiendo en demasía. Yoriko no paraba de llorar de la emoción.

Natsumi fue hasta el lugar donde se encontraba Nakajima. Estaba sentado en la camilla, sujetándose la cabeza con ambas manos, hasta que la mano de Natsumi lo hizo darse vuelta.

-Tsujimoto, yo-se encontraba llorando, con la voz entrecortada y desesperado por el incidente.

-Shhh…ya: todo está bien. Fuimos a buscarla: está viva y consciente, me atrevería a decir que está mejor que tú, inclusive.

Volvió el color a su rostro, como si le hubiesen devuelto la vida. No podía hablar: las emociones eran muy fuertes. Abrazó a Natsumi con mucha fuerza, cosa muy extraña entre ambos, pero ella lo entendía a la perfección.

-Muchas gracias, Natsumi. Te debo la vida.

-¡Ah, vamos grandote! No te pongas sentimental. Ella es mi amiga, ¿no lo entiendes? Tú también lo eres...: daría mi vida por ustedes, aunque el capitán me diera de baja por mil años.

-Eso lo he comprobado hoy mismo-la voz conocida le recorrió un escalofrío que la hizo temblar entera. El capitán estaba detrás de ella. La muchacha se volteó con actitud sumisa hacia su superior.

-Jefe, disculpe mi desacato: yo no podía-

-¡No diga ni una sola palabra!: con su actuar ya lo dejó totalmente en claro.

Sólo bajó la mirada, no podía decir nada más. El capitán dio un hondo respiro y apaciguó su mirada…

-Es tarea imposible el contenerla cuando es tan férrea a sus ideales. Frente a esta situación en específico no tomaré represalias, pero escúcheme bien: no existirá una nueva oportunidad, ¿he sido claro?

-¡Tan claro como el agua, mi capitán!...¡Auch!-culminó su afirmación con un fuerte dolor en el brazo: estaba sangrando copiosamente. El capitán dio media vuelta y dejó una frase al aire:

-Será mejor que se revise el brazo, oficial...Y no deseo más desacatos…

Lo quedó mirando con nostalgia, hasta que vio al bombero acercarse a su lado. Sonrió exhausta, poniéndose de pie.

-Muchas gracias por la ayuda-

-Fukusawa: Kaede Fukusawa. A sus órdenes-se sacó el sombrero e hizo una pequeña reverencia. Apenas lo miró, comenzó a reír sin parar hasta que otra punzada en el brazo la acalló. La pérdida de sangre y los malos hábitos que fue asimilando la hicieron caer como plomo en el suelo.

Kaede fue hasta su lado, revisando por si se encontraba bien de salud. Puso su cabeza en el pecho de ella tratando de escuchar los latidos, pero se encontró con unos profundos ronquidos: quedó totalmente dormida.

Miró hacia todos los lados: sus amigos estaban revisando a la otra muchacha. Al parecer, la iban a dejar internada en el hospital hasta que se recuperase totalmente de la asfixia. Al ver que nadie se preocupaba por la muchacha, decidió llevarla hasta su casa. Se dirigió hacia Yoriko que estaba preocupada por Miyuki.

-Disculpe, señorita: ¿dónde vive la oficial Natsumi?

-Sí, sí: con cuidado, por favor-señalaba por la camilla que llevaba a Miyuki- Ah, ¿qué me preguntaba?

-Si sabe ud. dónde vive la oficial Tsujimoto.

-Pero, pero ¡qué le pasó a esta niña!-se sorprendió al verla inconsciente en el piso.

-Quedó inconsciente, al parecer por insomnio: será mejor que la lleve a la casa.

-¡Oh, qué amable! Tome-le dio las llaves y un papel-: aquí está la dirección de su casa. Está a unas cuadras de aquí, así que no se perderá.

Al ver la dirección, casi dio un salto de la impresión:

-"Vive al frente de mi departamento…vaya".

-¿Está bien con la dirección?

-Sí, no se preocupe: la conozco perfectamente. No está lejos de aquí…Se lo agradezco-

-¡No!: muchas gracias a Ud. (¡Ah, es muy guapo!)

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La llevó con sumo cuidado en la motocicleta hasta llegar a su apartamento. Como no pesaba casi nada, subió las escaleras con la rapidez que le permitía el llevarla en brazos. Abrió la puerta con algo de dificultad y buscó una cama para recostarla. Una de las habitaciones llevaba un cartelito con su nombre. Con un pequeño puntapié abrió la puerta de la pieza: estaba todo muy desordenado, pero la cama estaba despejada. La recostó con sumo cuidado y, apenas la cubrió, se acurrucó entre las frazadas. Sonrió aliviado.

Al observar más detenidamente el lugar, se encontró con algo que le llamaba la atención. Al acercarse al objeto curioso, casi tropieza con una pesa pequeña. La hizo a un lado y, cuando llegaba al objeto cayó pesadamente en el suelo: una enorme pesa fue la culpable. Frunció el ceño desconcertado.

-"Al parecer, me he encontrado con la hija perdida de Heracles".

La tomó sin dificultad alguna y la dejó en un rincón. Tomó un collage de motocicletas que tenía al lado de su guardarropa: era, sin dudar, una mujer de agallas. Un sonido le hizo voltear la vista hacia la cama: la muchacha se estaba acomodando en el sueño. Se sentó muy cerca de ella y comenzó a hablarle en sueños:

-Eres toda una físico-culturista. Es lamentable que no te cuides en lo mínimo, solo mírate:…ojeras, tez pálida…siendo tan linda deberías alimentarte y dormir un poco más…

En un acto casi reflejo, comenzó a acariciar su rostro: lo llenaba de una ternura inexplicable, no lograba comprenderlo. Se levantó de la cama: eso no estaba bien, no podía-

-"¡Ah, ¿qué demonios me está pasando?! Me estoy volviendo loco…será mejor que le prepare algo de comer para cuando despierte".

Se fue a la cocina e hizo un consomé con pollo y fideos para reanimarla. Al vivir solo, sabía arreglárselas con la cocina. De un momento a otro, el departamento se llenó de un olor dulce y delicioso. Natsumi, media somnolienta, respingó la nariz al olfatear ese delicioso aroma y abrió los ojos complacida, después disgustada:

-Esta niña: todavía ni se recupera y ya me está atendiendo.

Logró sentarse en la cama con mucha dificultad, pues el cuerpo todavía lo sentía muy pesado. Se sacó la falda quedando sólo en interiores. Al intentar levantarse, un revoltijo en el estómago la hizo sucumbir en el piso.

Debido al estruendo, Kaede apagó la olla ya lista con la comida y fue rápidamente a la habitación para encontrarse con la muchacha tumbada en el piso.

-¡Ah!, ¿pero qué planeabas hacer, niña insensata? No te puedes levantar así nada más…-

-¿T-tú qué haces en mi casa? ¿Cómo?-

-No, shhh…tranquila: Yo me encargo.

De un solo movimiento la llevó en brazos de vuelta a su cama. Sus ojos pedían explicación, pero estaba tan débil, tan extrañamente indefensa que no atinaba a decir nada. La sentó y puso muchas almohadas para acomodarla mientras lo miraba detenidamente. Sus miradas se cruzaron y él se puso muy nervioso al tenerla tan cerca. Para desviarse de sus ojos, le contestó:

-Una compañera tuya me entregó unas llaves y tu dirección. Como vivo por los alrededores, no tuve ningún problema en localizarla. Todos estaban preocupados por tu compañera, así que-

-Es cierto, ¡Miyuki!-se iba a levantar, pero sus brazos la detuvieron en el intento.

-Tranquila: llamaron del hospital y dijeron que debía descansar. A pesar de que la rescatamos con bien, todavía debe presentar secuelas a causa de la asfixia. No estás en condiciones de cuidar a nadie: sólo mírate…te dejo unos minutos descansando y estabas de bruces en el suelo.

No comprendía absolutamente nada: ¿la estaba reprochando?, ¿él: un perfecto extraño?

-Bueno, en fin. Te hice una sopa, así que te alimentarás bien y después dormirás como corresponde.

-Muy bien, gracias "mamá"-le contestó con sumo sarcasmo.

A muchos les molestaría esa forma de ser de Natsumi, pero para él era como una especie de coquetería tan atrayente que no lograba sentirse tranquilo a su lado. Sirvió un abundante plato de sopa y un trozo de pan para acompañarlo…se percató de unas flores en un macetero. Picado por un impulso, cortó una flor y la puso cerca de los cubiertos.

-Oye, ¡¿Vas traer el plato o no?!-habló desganada.

-No seas impaciente: el almuerzo va en camino-contestó alegre y un tanto avergonzado.

Con mucho cuidado dejó el plato listo y fue hacia la habitación para acomodarla. A sorpresa suya, se encontraba sentada esperando la comida y mirando una tarjeta con unos ojos sumamente tristes. Unos golpecitos en la puerta le hicieron poner atención a la "bandeja voladora"…

-Erraste de profesión: deberías ser mago-sonrió nerviosa, ocultando rápidamente la tarjeta debajo de las frazadas.

Se percató inmediatamente de ese acto, pero decidió no darle mayor importancia:

-Es que soy "muy bueno" para todas las cosas: es cuestión de mirarme…-

-Es cuestión de verte el ego, se te sale hasta por las orejas-

-Si es una especie de halago, muchas gracias-terminó su sarcasmo con una dulce sonrisa en los labios. Natsumi se sentía incómoda con esa actitud tan gentil de su parte: de hecho, nadie la trataba de esa manera.

Terminó por obviar el comentario y comenzó a engullir lo que tenía a su alcance. Kaede quedó en una sola pieza al ver la rapidez de sus mandíbulas, dejando el plato casi impecable…

-Me retracto: erraste de vocación…deberías ser chef-limpió su boca con la servilleta.

-Me alegro, porque todavía falta la cena…

-No, por favor. No tienes porqué hacer esto: yo puedo arreglármelas sola.

-Lo lamento, pero no acepto un "no" por respuesta. Es sólo un día y mañana me iré cuando vea que alguien pueda hacerse cargo de tu salud…

-De eso me encargo yo.-respondió muy seriamente-Lamento haberte causado problemas, pero-

-Vas a causarte más problemas tú: he dicho que me quedaré a cuidarte hasta que alguien pueda hacerlo por mí. No estás en condición alguna de reproche, así que mejor te acuestas y dejas que yo te cuide.

Natsumi sonrió rendida del cansancio. Se recostó mientras el muchacho recogía los cubiertos: ni siquiera se percató de la flor que colocó en la bandeja. Con mucha curiosidad le preguntó:

-Oye, Kaede: porque así te llamas, ¿verdad?

-Dime…-

-¿No te has detenido a pensar que estás cuidando a una perfecta extraña?

-Mmm…no, no para ser franco.

-Y eso por…

-Ah, no hagas más preguntas tontas y duerme.

-¡Ya lo sé!

-A ver…dímelo-se sentó a los pies de la cama, prestándole toda la atención del mundo.

-Por tus actitudes…creo que…

-¡Ta-ta-tan!: ¡redoble de tambores!

-Porque a ti te gusta mi amiga Miyuki.

-¿Eh?-se sorprendió ante su sinceridad-¿Que yo qué?

-Que a ti te gusta mi amiga…

-No seas boba: si recién la conocí hoy en la tarde. Además, si me interesara como tú dices: ¿no crees que estaría con ella en el hospital?

-A mí no me engañas: tú vives muy cerca de aquí: te he visto ayudar a la casera con las compras…

-A ti no se te escapa una, ¿verdad?

-No…-terminó con una sonrisa en los labios- Lo que quieres es que yo te "haga gancho" con ella, lamentablemente no puedo hacerlo.

-¿Por qué no?-se acercó aún más a ella.

-Porque ya está flechada con otro hombre: y te aseguro que él la corresponde totalmente.

-¡Ah, demonios!-chasqueó los dedos en fingida actitud de derrota, después le respondió-Aun así, voy a quedarme a cuidarte: tal vez me gane unos puntitos con ella.

-¡Ja, ja, ja! Lo dudo.

-Bueno: tú descansarás y yo lavaré los trastes. Hazme caso y no te levantes tan repentinamente.

-Está bien. De todas maneras estarás patrullando que lo haga…

-¡Qué bueno que lo entiendas!...ya, recuéstate y duerme.

Se levantó de la cama en pos de la cocina.

-Espera…-

Se detuvo y diose la vuelta para mirarla.

-Muchas gracias…

-No te preocupes. Me alegro que estés mejor, con eso me conformo.

Salió de la habitación dejando la puerta casi junta. Al terminar con los trastes volvió nuevamente a la pieza, pero se detuvo al pie de la puerta: Solo quería ver por ese resquicio, solo quería contemplarla…algo en su pecho se revolcó y lo llenó de un potente sentimiento que no dejaba de latir con insistencia en su cabeza…

-¿Qué me está pasando contigo, Natsumi?...

Continuará…