Cura ut valeas
Noriyuki no puede aceptarlo. Hasta a penas dos días antes, se besaba con Yomi en el banco de un parque. Hasta hace tres la veía desvestirse con ayuda de uno de sus espíritus. Una semana antes sonreía ante la imagen de ella y Kagura, abrazadas frente a un espejo. Y así han sido las cosas por tantos años que no las imagina de otro modo. Venga, Yomi no será la cabeza de la familia Isayama: se casará con ella y así será parte del clan Izuna. Venga, Yomi está desangrándose en el suelo: llamará al hospital y todo estará bien, porque si no lo está... Venga, Yomi tiene el sistema nervioso destruido, no puede hablar, ve solo de un ojo y ni está en su expectativa volver a ser exorcista. Siempre puede ser su amante-enfermero. Si tan solo su padre le dejara y las rosas arrancadas no se secaran tan rápido, antes de que pueda hacer menos que besarlas como saludo, deshacerlas y arrojarlas al viento para que la brisa se las lleve, en un funeral aéreo. Así fue Yomi y nada más que rabia ha de quedarle dentro.
