Capitulo 1
Soledad en compañia
Alrededor de la hoguera estaban los tres compañeros reunidos, charlando sobre su caza, aunque había uno a parte.
Terass, en esta ocasión sin ningún animal a su lado. Ysisnir y Kaleg se habían quedado en los establos de Ventormenta, pues las Llanuras ardientes eran un lugar demasiado peligroso para ellos, y el avezado cazador no quería que les pasase nada a sus animales.
En esos momentos estaba afilando su espada con una de las múltiples piedras de afilar que le proporcionaba un viejo amigo suyo, un experimentado enano de Forjaz, apartado de los otros tres aventureros… Sintiéndose terriblemente solo.
Siempre estaba de un lado para otro, arrastrado a los sitios que él más odiaba de una manera u otra. Nunca, nunca conseguía estar asentado más de una semana en un sitio… Darnassus o Forjaz, sólo pedía eso, estar con las personas que él apreciaba, como sus compañeros de la hermandad, con Yoru o con los herreros de Forjaz, con los que, curiosamente, se llevaba tremendamente bien para ser un elfo.
Negó para sí e intentó apartar esos pensamientos de la cabeza, aunque no lo conseguía, por que cada vez que lo hacía, siempre caía en las redes de Yoru o de Kathleen. Aquellas dos mujeres se habían cavado un hueco en su corazón, y habían hecho raíces en él, siendo así imposibles de arrancar… a pesar de que estuviesen totalmente fuera de su alcance.
Por ejemplo, Yoru; era la jefa de su hermandad, una experta cazadora y seguida por todos, ella sabía levantar la moral y cómo actuar en todo momento…
"Sin embargo… ¿Yo qué diablos soy? Un insignificante elfo nocturno, que sólo hago de relleno entre las filas de la hermandad, un cazador pésimo, buscabullas y odiado por todo aquel que me ve… las pocas veces que alguien ha mostrado un mínimo interés por mí, siempre ha sido para utilizarme como a un peón en el ajedrez o un señuelo…" Y luego, por la otra banda, estaba Kathleen, aquella humana, tan bella, tan adorable y deseable… sin embargo, la diferencia interracial… le impedía quererla, pues los escasos ochenta años a los que aspiraba a vivir cualquier humano apenas eran un suspiro para un elfo nocturno….
Sacudió la cabeza varias veces con mucha brusquedad. ¿¡Pero en qué demonios estaba pensando!?
Era un cazador, un solitario, y así seguiría siendo, por muy poco que le gustase.
Al menos, así evitaba que le hiciesen daño. Desechó todos esos pensamientos de su fatigada mente y se fijó en la piedra de afilar, ya casi completamente gastada.
Lanzó una furibunda mirada a su espada ya completamente afilada y arrojó la roca al frente, haciendo que ésta cayese en un río de lava. Observó cómo se fundía con rapidez, con toda la calma del mundo.
Suspiró y sacó su arco, examinándole la madera y a continuación sacó un paño para limpiarlo.
Mientras limpiaba, oyó las carcajadas de sus compañeros, y a continuación un quejido seguido de más carcajadas.
Apretó sus dientes, los cuales rechinaron y siguió con su labor, evitando pensar en esos bastardos.
Durante un rato largo, los pensamientos volvieron a llamar a las puertas de su mente una vez más, de nuevo, sobre su soledad.
Ya desde que había nacido, la gente no hacía más que hacerle daño y apartarse de él, desde sus padres, quienes lo abandonaron en las puertas del templo de Elune, hasta los instructores del árbol Teldrassil.
Justo en ese momento, y únicamente en ese momento, se preguntó por primera vez:
"¿Quiénes son mis padres y por qué me abandonaron?" Sus pensamientos empezaron a resonar por todos los recovecos de su mente, como el eco de su voz en una caverna, sin cesar, sin dejar de atormentarle.
Levantó la mirada hacia la redonda y plateada luna, la cual bañaba todo el territorio con su brillante luz plateada, excepto las zonas que estaban cerca de los ríos de lava, los cuales tenían un matiz entre rojizo y anaranjado.
Bajó la mirada y pareció ver que una sombra empezaba a moverse hacia él, aunque al cabo de unos segundos, ésta desapareció y no había nada ni nadie. Pensó que podía ser un efecto visual o un guardián dracónico aislado, pues aquellas escamosas, viles y depravadas criaturas, con débiles vestigios humanos en sus rasgos, aunque eran tan leves, que lo único que les dejó esa herencia impura años atrás era la dudosa "virtud" de empuñar las armas y su torso vagamente humano que se alzaba sobre sus cuatro patas de dragón, mientras una superficie escamosa recubría su piel de tal manera que raramente necesitaban el uso de armaduras.
El elfo mantuvo la mirada fija en donde la pareció ver la sombra, aunque a pesar de que estuvo mirando fijamente, la silueta oscura no se volvió a dejar ver. Pensó que aquello era su mente, que le había jugado una mala pasada.
Al cabo de unos minutos, oyó un violento siseo justo detrás de las rocas en donde había aparecido la sombra.
A la velocidad del rayo, Terass pegó un brinco y se levantó con la agilidad propia de un leopardo, cargando una vez estuvo de pié en su arco una flecha.
-¿Pasa algo?-Preguntó un guerrero humano, embutido en una pesadísima armadura de placas. Era un hombre enorme, con una fuerza equiparable a su tamaño, pues medía casi lo que tres hombres. Era feo, tenía la cara completamente asaltada por una viruela mal curada años atrás, aunque conseguía disimularlo gracias a que se había dejado el pelo largo y le tapaba la mayor parte de las picaduras. Era ya mayor, y se notaba, ya que el pelo moreno presentaba numerosas canas.
-Me ha parecido oír y haber visto algo en aquellas rocas…-El guerrero lo interrumpió.
-Vete a ver.-Terass soltó un bufido de resentimiento y lo miró de reojo de mala gana. Buscó ayuda en sus otros dos compañeros, un ingeniero gnomo tremendamente excéntrico y un enano gruñón, mas ellos asintieron ante las palabras del guerrero.
"Ahora veo a dónde llega el interés de la gente." Pensó con resentimiento. Echó a andar hacia las rocas, mientras escuchaba las carcajadas, hasta que se fueron apagando poco a poco, cuando ya estaba detrás del as rocas. De nuevo, oyó el siseo. Apuntó a todos lados con el arco cargado, aunque no vio nada. De nuevo, otro siseo.
Terass, irritado, decidió darse la vuelta, aunque se encontró con el camino bloqueado por un guardián dracónico. Dos palmos más alto que el elfo, la cara de dragón… un lagarto gigante. Lo poco que se podía ver de humano en él era su torso humano, alzado a las cuatro patas de dragón, completamente recubierto de escamas negras como la noche, acompañadas de unos ojos rojos como la sangre y unas pupilas que podían ser perfectamente rendijas, otorgándole un aspecto muy fiero y amedrentador.
No tenía más armadura que unos brazales oxidados de metal, como acostumbraban a proteger las muñecas, y una lanza como arma, siseó de nuevo y gruñó.
-¡Chicos!-Gritó Terass, mas ninguno de sus compañeros vino a ayudarle, sino que empezaron a oírse gritos de combate provenientes del campamento mientras oía al guerrero rugir:
-¡¡Emboscada!! ¡¡Nos atacan!!-El guerrero dragón rió inhumanamente al ver que su emboscada surtió el efecto que esperaba.
Empezó a cargar contra el cazador. Apenas los separaban cinco metros el uno del otro, aunque Terass, aprovechando que ya tenía la flecha cargada, utilizó su escaso poder mágico para cargarla de veneno con el poder que le confería la naturaleza. Descargó el proyectil, mientras éste era cargado y lanzado, una estela de verde oscuro lo siguió, dando a entender que ya estaba lleno de veneno.
La flecha impactó contra el hombro del dragón y lo hizo retroceder. Éste, enfurecido, se arrancó la flecha, mientras Terass aprovechaba para coger una posición más ventajosa y acribillarle a flechazos, aunque tuvo la mala suerte de que todas rebotaban contra las escamas, sin provocarle ni cosquillas… Estaba perdido, aunque no se rendiría sin luchar.
El guardián volvió a la carga, alzando la lanza por encima de su cabeza y saltó encima del elfo, quien desenvainó la espada con rapidez y desvió la lanzada. Lanzó un tajo rápido, aunque el corte rebotó en las escamas, profiriendo un sonido metálico. "Me falta fuerza…" Pensó con desaliento. El dragón lanzó otro golpe, ésta vez en dirección vertical, tentando darle en la cabeza. Le dio con fuerza con la parte del mástil, haciendo que Terass cayese como un tronco sobre el suelo lleno de cenizas. Éstas se levantaron cuando su cuerpo cayó.
Estuvo unos instantes aturdido, viéndolo todo dando vueltas, aunque pudo percibir que los otros guardias dracónicos ya estaban cerca. A continuación, gritos. Chillidos de esas criaturas, y al cabo de unos segundos, sonidos de cuerpos al caer. Se levantó con la espada en alto y atacó al guardián que estaba erguido sobre él, dándole un severo corte en el brazo izquierdo.
"¡¡Bien!!" Pensó para sí mientras la sangre manchaba su espada y caía al finalizar el mango. Sin embargo, el medio dragón no dudó en coger la espada con la otra mano. Acercó su cara a la de Terass y le rugió.
El cazador lo miró con los ojos abiertos como platos al ver la fiereza de la criatura.
Aunque el dracónico no pudo hacer gala de fiereza durante más tiempo… Una flecha se había clavado en su nuca e hizo que cayese muerto.
Terass se deshizo del peso del guardián y miró a todos lados, buscando a su salvador… bueno, salvadores.
A lo lejos, había dos figuras, encapuchadas y envueltas en mantos negros como la noche, con los arcos en mano.
Terass echó a andar hacia ellos, aunque los dos arqueros se dieron la vuelta y se marcharon, ocultándose entre las sombras con facilidad.
A pesar de que Terass empezó a correr cuando ellos se habían marchado, en su busca, no los encontró.
Volvió a donde se había desarrollado la batalla y se encontró con los cadáveres de sus compañeros y de las bestias. No les dio ninguna lástima, aunque estaba preocupado por los dos arqueros que lo habían salvado. ¿Qué sentido tenía salvar a alguien si no se le va a decir nada? Suspiró y se agachó para arrancar una flecha de los guardianes dracónicos.
Nunca había visto una igual… era una flecha serrada y, en vez de tener dos filos, tenía cuatro, posiblemente hechos para mejorar la penetración, a parte, era más larga que las flechas normales. Desde luego, no era una flecha darnasiana. La guardó en un carcaj a parte, pensando en llevársela a Yoru, tal vez ella supiese qué tipo de flecha era, ya que tenía más experiencia en esas cosas. A continuación, examinó una de las armas de los guerreros, una espada que le había llamado mucho la atención…
El mango era de plata élfica, posiblemente de los altos elfos, antiguos aliados de los humanos, mas la hoja era de mitrhil enano… Dura como una roca y liviana como una pluma. Era sumamente bella, medía aproximadamente lo mismo que su propia espada… parecía haber sido hecha para él. Unos rubíes desprendían una luz rojiza, obviamente dañados, ya que estaban fragmentados en algún punto. Aunque su luz no dejaba de ser bella, mas a la vez… era… rabiosa, como si estuviese transmitiendo odio, rabia y furia. La guardó en su vaina, sustituyendo a su espada larga, aunque ésta la puso al lado derecho de la cintura… a parte de tenerle cariño a su arma, siempre venía bien para una emergencia.
"Rencor de las razas…" Pensó Terass al darse cuenta de la luz de los rubíes y de los sentimientos que le causaba al mirarla.
