Érase una vez, nosotros

Por TokioCristal


ACLARACIONES

Por favor leer antes de comenzar a leer (nótese la redundancia).

*es un universo alterno. Estará ambientado en los 90, porque no existía tanta tecnología absorbente como ahora.

*no está relacionado con mis otros fanfics.

*Darien tiene veinticinco años y Serena veinticuatro años en esta historia.

*estaba esperando a completar la saga "La niña de mis ojos", pero las ganas de publicar otra cosa pudieron más xD

*este fanfic no es ni será parte de ninguna saga.

*puede que tenga un mínimo de seis capítulos o un máximo de dieciocho capítulos (dependerá, como factor principal la inspiración)


*Todos los derechos reservados a Naoko Takeuchi, al fin y al cabo son sus personajes.


"Estás buscando un porro de papá.
Estás buscando un saco de mamá
Porque si nada queda nada da.
Estás buscando un incienso ya.
Estás buscando un sueño en el placard.
Estás buscando un símbolo de paz.
Y damos vuelta a la discoteca
y ya no quedan ganas de sonreír.
Nos divertimos en primavera y en invierno nos queremos morir..."

(Charly García)


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Capítulo I: "Buscando"

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INVIERNO

Año 1997

Jamás en su vida la habían preparado para escuchar lo siguiente.

Terminamos.

Tan decisivo y espontáneo como una bala directo al corazón.

—¿Qué?

No entendió porque preguntó eso, si al fin y al cabo había escuchado bastante bien. Pegó el auricular más contra su oreja, como si con eso se cerciorara de no perderse ningún mínimo detalle de la voz de su novio, o ex, dependiendo de si estaba sorda o no. Escuchó un leve suspiró y finalmente otra vez aquella bala filosa y oxidada ingresó en el núcleo de su alma, aunque en realidad habían sido letras de las más punzantes y dolorosas.

—Terminamos Serena.

Sintió los labios resecos y un incomodo silencio sobrevino.

—Pero —tartamudeó—, yo te estoy esperando en casa desde hace dos horas, vas a venir, ¿no?… —indicó entre tímida e insegura, pero sobretodo como una idiota.

—Lo siento…

Y no pudo aguantar más. Las calientes lágrimas comenzaron a bajar por su rostro y miró sin mirar su sombra en el suelo. Poco a poco comenzó a hipar con pequeños lamentos, que fueron subiendo de intensidad, como una ola a punto de transformarse en un arrasador tsunami.

—¿Estás llorando?...

Inhaló con fuerza. Aquella pregunta ingenua fue lo que bastó para que se desatara el enojo femenino.

—¡Eres un idiota Seiya!

—¡Cálmate!

—¡Vete al diablo!

Y desconectó el teléfono de su lugar, lanzándolo contra la pared. Se mantuvo mirando con furia aquel punto donde había impactado el artefacto, deseando que Seiya estuviera ahí.

¡Nueve años de noviazgo para terminar así de la nada y por teléfono! La verdad, lo menos que sentía en ese momento era angustia, porque la rabia apagaba todo tipo de sentimientos. ¡Dos horas estuvo preparándose para verlo!, ¡además sus padres se habían ido de vacaciones por el fin de semana largo y ahora no tenía con quien compartir la casa!

Buscó el teléfono y volvió a conectarlo al cable de línea.

Discó el número de la casa de Seiya.

Se escuchó la línea ocupada.

Desconectó otra vez el teléfono y lo lanzó hacia la ventana abierta.

Respiró con fuerza, intentando normalizar los descontrolados latidos de su corazón. Miles de fotogramas sobrevolaron en su mente, hundiéndola más y más en un pozo depresivo. Seiya había sido su primer y único novio, desde los quince años. Y ahora con veinticuatro años, de la noche a la mañana, la dejaba.

¿Ahora?

¿Por qué ahora?

¿Por qué había terminado con ella?

Los labios le titubearon y corrió hasta la ventana, sacando la cabeza hacia afuera. Miró el artefacto con sus teclas desparramadas por todos lados. Otra vez comenzó a hipar con lamentos.

¿Y si también se tiraba ella?

Durante tres segundos lo tuvo en cuenta, pero al cuarto segundo se lo replanteó al ver lo alto del panorama.

No, no valía la pena, lo anuló interiormente, además no tenía alas para aterrizar bien.

Suspiró con fuerza. Contó hasta diez, aunque en esa situación necesitaría contar hasta mil. Estaba por entrar en crisis, necesitaba hablar de sus penas con alguien. Se alejó de la ventana y buscó en el escritorio de su habitación el beeper (*). Llamó a la operadora, para enviar un simple y sencillo mensaje al único destinatario capaz de calmarla en situaciones desesperantes.


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—No quiero salir contigo.

Y la tierra se le abrió en dos, y deseó que lo tragara.

Aquella negativa se sintió como un golpe certero en el centro del pecho, como si una flecha oxidada de Cupido hubiese dado de lleno en su corazón, obviando en el camino atajar también el duro y desconsiderado interior de aquella chica.

—¿Por qué? —atinó a decir con los labios titubeantes.

¿Por qué?

Oh, diablos que tonto se había escuchado diciendo eso. ¿Acaso no se le había ocurrido algo mejor que decir?

—No me interesas… —cortante y directa. Sin agregar nada más, la hermosa mujer de cabello castaño se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia la salida, en compañía de la mirada de Darien, que mantenían como un lémur los ojos fijos en ella.

Quiso sacar a flote su orgullo de hombre y exclamarle: "¡Ni que fueras la ultima coca cola del desierto!" Pero la voz en su garganta parecía haberse ido también junto con la muchacha. ¿Dónde había quedado aquella prepotencia y narcisismo de –obviando el acné, la polución nocturna y el desequilibrio hormonal- sus tiernos y jóvenes años púberes? En una década había sido rechazado dos veces por dos mujeres distintas. ¡Dos veces! Para sus veinticinco años eso se podía considerar como un fracaso, ¿no?

Sentía su cuerpo pegado a aquel sillón del restauran. Sólo viró un poco el rostro para ver su confuso reflejo en el vidrio templado que daba hacia la calle.

Camisa blanca, chaqueta oscura y pantalón de jean. Joven. Ojos azules, pelo oscuro, alto, de musculatura acorde a su cuerpo. De profesión medico. Una imagen cuidadosamente estudiada. ¿Por qué lo habían desdeñado de esa forma si él era tan atractivo y perfecto? De repente su imagen se vio atrapada por la figura de aquella mujer que lo rechazó, quien pasó con prepotencia por el otro lado del vidrio, sin siquiera mirarlo.

¡Tú madre si me hubiese querido como yerno!

Deseó gritarle.

Pero ella ya se había ido lejos… tan lejos, junto con los desechos de los pisoteados sentimientos masculinos y con las palabras que él deseó decirle.

Y así se mantuvo como un idiota, mirando hacia la nada.

—Me rechazaron… —musitó luego de un rato, cuando el mozo se acercó para darle la cuenta.

—Oh, que mal… —respondió el hombre con una leve sonrisa oculta detrás de donde anotaba lo que había consumido el cliente.

Darien lo miró serio.

El mozo dejó de sonreír.

No había nada de gracioso en eso. Tenía quince años la primera vez que lo rechazaron (fue un 30 de junio de 1987, plena primavera, día soleado), y ahora con veinticinco años otra vez era rechazado por una mujer diferente. Francamente, eran las dos peores edades para ser desdeñado.

Pagó la cuenta y se fue sin dar propina. Cruzó a la licorería de enfrente. Salió de allí con una bolsa de papel llena de botellas alcohólicas. El mozo lo observaba desde el ventanal del restorán. ¡¿Acaso no tenía nada mejor que hacer qué observarlo como un idiota?! Frunció el ceño como un ogro y luego alzó el rostro con prepotencia, adentrándose en su automóvil último modelo. Hoy iba a desquitar su mal humor con alcohol.

¡No quería saber nada con las mujeres!

Nada.

Escuchó unos pitidos en la cajonera de su auto. La abrió de modo desinteresado, retirando su beeper.

"Ven a casa."

Y al leer ese mensaje, reaccionó saliendo de aquel trance depresivo en el que poco a poco estaba cayendo. No hacía falta decir nada más. Encendió el auto, retiró el freno de manos, puso primera y presionó el acelerador. Y como si Cupido se hubiese emborrachado esa noche (vaya a saber uno donde se había metido), dejó las divagaciones del amor de lado, para ir a ayudar a su mejor amiga tal como solía hacerlo desde que eran niños.

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"Y damos vueltas a la heladera y sólo queda un limón sin exprimir.
Nos divertimos en primavera
y en invierno nos queremos morir…"

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Nota:

*BEEPER: Un mensáfono (en inglés pager o beeper, también llamado dispositivo buscapersonas, de radiobúsqueda, de radiomensajería o dispositivo localizador) es un dispositivo de telecomunicaciones que recibe mensajes cortos. Estos dispositivos alcanzaron una notable popularidad en los años 1990, cuando se inició el uso de los teléfonos celulares, los cuales al principio solo ofrecían servicio de voz. (fuente: wikipedia)