Capítulo 1: Muerta en vida.
Emma
Aún resonaban en mi cabeza las sirenas de las ambulancias que se habían acercado al lugar del accidente. Puede que estuviera herida y desorientada en aquél momento pero ese sonido nunca se borraría de mi cabeza. Otra cosa que recordaba con gran nitidez eran las voces de los médicos durante al traslado al hospital y como minutos después dejé de escucharlas cayendo en un sueño profundo.
Con esos sonidos retumbando en mi cabeza desperté y al hacerlo pude ver a mi lado a mi madre que me sonrió con cierta amargura en la mirada.
-¿Y Neal?-pregunté cómo pude al recordar que él estaba conmigo en el coche también en el momento del accidente.
-Hija, es mejor que descanses y que no tes, acabas de salir de una operación muy delicada.
-¿Cómo está Neal?-repetí de nuevo esta vez mucho más nerviosa que anteriormente debido a sus evasivas.
-Hija, Neal… No ha podido superar la gravedad de las heridas-decía secándose las lágrimas.
Tras escuchar aquella respuesta de mi madre, Mary, mi mente se nubló incapaz de procesar la información que acababa de recibir. Mi marido, la persona a la que adoraba y con la que compartía mis momentos más bonitos al igual que mis horas bajas, mi compañero, amigo, amante, mi todo ya no estaría más a mi lado ¿Qué sería ahora de mi vida? ¿Cómo me recuperaría de este golpe que jamás pensé que llegaría a recibir? Y tal vez lo más importante ¿Cómo le diría a mi hijo de 6 años que su padre ya no volvería?
Habían pasado ya unas semanas desde que me formulara todas esas cuestiones que aún, a día de hoy, seguían rondando en mi cabeza incapaces de obtener una respuesta. Entraba acompañada de mi madre y de Robin, mi mejor amigo, a mi casa. Esa casa que ahora más que nunca era un nido de recuerdos y de imágenes que se encargarían de recordarme que a pesar de seguir viva una parte de mí había muerto con él.
-Hija, sé que es difícil pero no te puedes dejar caer, tienes toda la vida por delante y Henry te necesita ahora más que nunca.
-No voy a ser capaz mamá, no voy a poder hacerlo sola-dije cayéndome en el sillón y mirando fijamente una foto que había sobre la mesa de Neal y Henry- ¿Cómo se lo voy a explicar si ni yo misma soy capaz de comprenderlo?-dije ya llorando abiertamente y sin pretender dejar de hacerlo.
-No lo sé hija, no sé qué decirte más que estoy aquí contigo para lo que necesites-me abrazó llorando también.
-Lo mismo te digo, sabes que para mí eres como un hermana pequeña y vas a tenerme aquí siempre que necesites lo que sea-me dijo Robin.
Horas más tarde me encontraba sentada en nuestra cama, oliendo su almohada como quien intenta con esos recuerdos trasladarse a un lugar donde desea estar y al que sabe que de momento no llegará, cuando escuché como Henry llegaba con expresión triste a casa. Había pasado todos los días de mi convalecencia en casa de mi madre y al verme me abrazó con más fuerza de la que recordaba que su cuerpecito frágil hubiera usado nunca antes.
-Te quiero mucho mamá-me dijo.
-Y yo a ti chico. Henry, tú sabes que papá ya no va a venir ¿No?-no quería alargarlo más o no sería capaz de plantearlo.
-Sí, la abuela me dijo que los angelitos se lo habían llevado con ellos al cielo pero yo quiero que venga, le voy a echar mucho de menos.
-Sí, yo también le voy a echar mucho de menos hijo-asentí emocionada y con los ojos vidriosos-Pero cuando cierres los ojos fuerte, fuerte le verás porque él nunca nos va a abandonar ¿Vale?
-¿Y si los cerramos juntos ahora?-me propuso mientras sollozaba.
Agarré su pequeña mano con fuerza y cerramos los ojos a la vez, yo rememorando recuerdos a su lado y él parecía hacer lo mismo a juzgar por la sonrisa que se dibujaba en su rostro acompañada por una lágrima que rodaba por su mejilla y que yo me encargue de secar junto a las mías.
Sabemos que la muerte forma parte de la vida y por lo tanto es una etapa más que debemos pasar, pero a pesar de tener claro de antemano que va suceder nunca terminas de acostumbrarte a ella y menos cuando arrastra con una de las personas más importantes de tu vida condenándote a vivir, o más bien a sobrevivir, con su ausencia todo el tiempo que te reste antes de seguir sus pasos y reunirte con el.
Abrazado a mi hijo y bañado en lágrimas comprendí que por él, por esa criatura indefensa e inocente debía seguir adelante aunque en este momento cada paso que diera me resultara más difícil que el anterior…
Regina
Desperté remoloneando como cada día por robarle cinco minutos más al sueño y sentí como Daniel hacía lo propio a mi lado tras apagar el despertador, se abrazó a mi cuerpo con los ojos aún cerrados y me besó sutilmente. Pero cuando pensábamos que habíamos logrado la postura adecuada para esos cinco minutos más de sueño, sentimos un cuerpecillo trepar por la cama colarse entre nosotros.
-Hola mami-dijo mi hija Belle dándome un beso-Tengo hambre y quiero desayunar.
-Y qué ¿A mí no me saludas?-dijo Daniel haciendo un puchero demandando un beso, consciente como yo de que los cinco ansiados minutos se habían evaporado como un charco de agua en un día de sol.
-Claro papi-dijo alegre mientras lo besaba.
-Bueno voy a preparar el desayuno-me incorporé mientras mi marido y mi hija jugaban a hacerse cosquillas en la cama.
Tras dejar a Belle en el colegio me fui a mi consulta, acababa de llegar hacía un mes de Estados Unidos y todavía estaba ordenando algunos papeles en el despacho cuando escuché mi móvil sonar dentro del bolso. Al ver la pantalla y ver el nombre de Robin, sonreí ampliamente.
-Vaya hasta que te dignas a marcar el número de tu amiga, hace un mes que llegué y aún no tenía noticias tuyas-le dije un poco en broma.
-Ya, lo siento es que no han sido días fáciles últimamente.
-¿Qué ha pasado?-pregunté inquietándome-¿Roland está bien?
-Sí, él se ha adaptado muy bien desde que le adopté y está muy contento por cierto, a ver si le conocéis, Daniel y tú, además seguro que hace buenas migas con Belle.
-Sí, seguro y estoy deseando conocerle pero… si no es por Roland ¿Qué es lo que pasa?
-Verás, es por Emma, mi amiga desde la infancia esa de la que te he hablado alguna vez.
-¿Alguna vez? Pero si sólo me falta saber su grupo sanguíneo-sonreí ante lo cierto de mis palabras, si bien nunca le había visto en persona, sabía bastantes cosas de ella por lo mucho que lo mencionaba Robin-¿Qué le ha pasado?
-Su marido ha fallecido hace unos meses en un accidente de tráfico y ya te podrás imaginar cómo está y encima con un niño pequeño al que sacar adelante cuando a esas edades se necesita tanto de un padre.
-Vaya por dios, que pena tan grande no me quiero ni imaginar cómo lo debe de estar pasando, tiene que ser horrible-dije sintiendo mucha empatía hacía esa persona a la que no conocía pero por el cariño que emanaba de las palabras de Robin cada vez que lo mencionaba, debía de ser una persona excepcional, y también por ese niño que tan pequeño se había quedado sin algo tan importante en nuestras vidas como un padre.
-Pues sí está destrozada y bueno aunque sé que saldrá de esta me preocupa verla tan mal a pesar de los meses que han transcurrido, ya sabes que para mí es como una hermana.
-Sí, lo sé. Bueno si en algo puedo ayudar ya sabes dónde encontrarme.
-Lo sé, bueno que yo llamaba para saber de ti y de tu familia ¿Qué tal todo?
-Pues bien acoplándome de nuevo a Madrid aunque en el fondo lo echaba de menos y bueno Daniel y Belle están muy bien afortunadamente,
-¿Siguen tan tortolitos como siempre?-preguntó en tono de burla.
-Sí, hay cosas que nunca cambian-sonreí.
-Oye y… ¿La Psicóloga más cotizada de los Estados Unidos sacaría tiempo para venir a cenar un día de estos con su amigo?
-Bueno déjame que mire en mi agenda-dije bromeando-Por supuesto que sí ¿Cuándo quieres que nos presentemos en tu casa?
-¿Qué te parece pasado mañana?
-Perfecto, pues allí estaremos que tengo muchas ganas de verte y de conocer a tu niño.
-Y yo de verlos a ustedes, un beso.
-Un beso-dije colgando el teléfono con una sonrisa que se difuminó al recordar lo que me había contado de su amiga Emma, debe ser tan duro.
Emma:
Había llevado a Henry al colegio y aunque aparentaba fortaleza por él, estaba hundida, había decidido tomarme unos meses de baja en el trabajo para dedicarme por completo a mi hijo y por qué no decirlo a mí misma, pues me había transformado en un ser humano que vivía por inercia sin disfrutar de absolutamente nada y que cuando no estaba frete a mi hijo sólo era capaz de llorar abrazada a una foto de mi marido. O simplemente con abrir el armario que compartíamos para vestirme y ver sus prendas en él me volvía a venir abajo sin poder evitarlo.
Estaba sumida en mis pensamientos cuando escuché el timbre sonar y me vi obligada a levantarme y dirigirme hacía la puerta para abrir.
-Hola-saludo Robin con expresión triste al verme.
-Hola-dije retirándome de la puerta para que pasara.
-Emma, no puedes estar así, ya han pasado meses y aunque entiendo que esto sea duro de verdad pero lo vida no se para. Porque tú te pares él no va a volver y Henry te necesita.
-¿Te crees que no lo sé? Pero no puedo, necesito llorar sin parar hasta que sienta que con esas lagrimas se va el dolor y no puedo desahogarme delante de mi hijo ni delante de mi madre porque cuando la miro veo el dolor en sus ojos también y siento que le hago daño por partida doble.
-Ya… No sé cómo ayudarte.
-Nadie puede pero gracias-le abracé-¿Y qué, no tienes nada que contarme? Necesito hablar de otra cosa…
-Pues… Esta mañana estuve hablando con Regina.
-¿Regina?-no recordaba a quién se refería.
-Sí, la amiga mía que estaba en .
-Ah sí-dije recordando a quién se refería.
-Pues ha vuelto a Madrid y bueno hemos estado hablando, tengo ganas de verla.
-Me imagino con la vara que me has dado con ella y sus fabulosas dotes como Psicóloga.
-Sí… Oye he quedado a cenar con ella pasado mañana te podrías venir tú también con Henry.
-Robin, no tengo el cuerpo para cenas y no sería una compañía grata.
-No digas tonterías, necesitas distraerte y no es más que una cena en mi casa no una fiesta ni nada por el estilo, ¿Qué te va a pasar? Sabes que a Neal le gustaría ver que sales de aquí aunque sea por unas horas y dejas de machacarte a cada momento.
-Está bien iremos-dije no muy convencida.
