UNA NOCHE INESPERADA (Parte 1)
– ¿Qué hacemos aquí? – Preguntó Blaine confuso.
– Venimos a divertirnos. – Respondió Sam.
– ¿A un bar gay? – Quiso saber el moreno.
– ¿Qué tiene de malo? – Le interrogó el rubio. – Has pasado una mala racha desde que rompiste con... ya sabes. Sólo quiero que te diviertas.
– Tú eres hetero. – le dijo el ojimiel.
Sin decir nada más, ambos chicos entraron en Scandals. No tardaron mucho en advertir la presencia de una persona que conocían muy bien. Blaine, al verlo, quiso salir del local, pero Sam agarró a su amigo por los hombros y lo dirigió a la barra, justo al lado de Sebastian.
– Mira a quienes tenemos aquí, a boca trucha y sexy Blaine. – Dijo el castaño con una sonrisa pícara.
– ¡Sebastian! Cuanto tiempo sin vernos. – El tono que utilizó Sam le hizo pensar al moreno que quizá ese encuentro no era tan casual.
– ¿Cervezas? – Preguntó el Warbler.
– Eso es para nenas... – Dijo el rubio. – Tres chupitos de tequila, por favor. – Le pidió al camarero.
– Que sean 4 – Dijo una voz justo detrás de los chicos. Al volverse, vieron a una joven rubia.
– Hola baby. – saludó su novio dándole un dulce pico en los labios.
– ¿Qué tal Britt? – dijo Blaine.
– Hey bombón – Sebastian añadió.
El camarero sirvió los chupitos y cuando Blaine iba a coger el suyo recibió un manotazo por parte de Sam.
– Aquí sólo hay una manera de tomar tequila. – dijo Britt y puso sal en su mano y la rodaja de limón entre sus labios. Sam chupó sensualmente la mano de su novia, bebió el líquido transparente de su vaso y luego juntó sus labios con los de la rubia para quitarle el limón. Después de eso, intercambiaron los papeles para que fuera la chica la que bebiera el tequila.
– ¿Con quién se supone que tengo que hacer yo eso?, ¡No tengo novio! – Blaine no podía creer lo que veía y mucho menos, lo que sus amigos pretendían.
– Nunca pensé que sería invisible. – Dijo Sebastian, fingiendo sentirse ofendido.
– Que un unicornio te rechace no significa que todos los unicornios lo hagan. Ten cuidado, que parece que no tardará mucho en caerse tu cuerno. Tienes que creer en tu magia. – Brittany añadió.
El moreno no sabía como rebatir eso, Kurt sabía mejor como manejar esas cosas. Pero él ya no formaba parte de su vida. Así que decidió dejarse llevar por una vez en su vida. Cogió la rodaja de limón y la sujetó con los dientes, metió el dedo en su vaso y se lo pasó por el cuello humedeciéndolo un poco con el tequila y puso sal en la parte húmeda. Los ojos de Sebastian se oscurecieron ante el deseo que le producía tener a Blaine. El castaño pasó su lengua por el cuello del moreno chupando toda la sal, bebió el contenido del vaso y luego juntó sus labios para comerse el limón. Sin embargo, el ojimiel no soltó la fruta y el ojiazul no tuvo más remedio que mantener sus bocas juntas mientras se lo comía. Al separarse, una gota de jugo caía de la boca del castaño y antes de que Sebastian pudieran limpiarse, Blaine pasó su lengua. Después, ambos intercambiaron posiciones, pero esta vez, al terminar, los chicos se dieron un beso en la boca largo y profundo. La lengua del moreno acarició el labio inferior del ojiazul, pidiendo permiso para entrar. El castaño abrió la boca y sus lenguas comenzaron una lucha por llevar el control del beso. Cuando se separaron se dieron cuenta de que Brittany y Sam se habían ido y los habían dejado solos. Sebastian tendió su mano y Blaine la cogió y ambos chicos salieron del bar.
Llegaron a casa del castaño y, apenas entraron, comenzaron a desvestirse. Subieron las escaleras dejando tras de sí un rastro de ropa. Cuando llegaron a la habitación, los dos llevaban sólo los pantalones. Se quitaron los pantalones y quedaron en ropa interior. Sebastian tumbó dulcemente al moreno en la cama boca arriba y se acomodó sobre él, teniendo cuidado de no apoyar excesivo peso sobre el ojimiel. Comenzaron a besarse apasionadamente y los dos chicos dieron rienda suelta a su pasión.
Cuando terminaron, se tumbaron boca arriba y volvieron sus cabezas para mirarse directamente a los ojos. Ninguno dijo nada, pero el silencio no era incómodo. No sabían si habían pasado minutos u horas cuando uno de los dos rompió dicho silencio.
– Creo que será mejor que me vaya. – Dijo el moreno. – No creo que Sebastian Smythe pase la noche con sus conquistas...
– Puedes quedarte si quieres. – Comentó sinceramente el castaño.
Blaine no respondió. Simplemente se puso los calzoncillos y los pantalones. El ojiazul imitó sus acciones y salieron de la habitación en busca del resto de las prendas.
Sebastian llevaba en la mano su ropa (a excepción de sus pantalones que los llevaba puestos) y el moreno ya estaba vestido.
– ¿Has visto mi pajarita? – Preguntó el ojimiel.
– No... – Respondió el castaño mirando a su alrededor.
– Será mejor que me vaya. Si la encuentras, ya sabes donde encontrarme.
– Descuida.
Blaine le dio un pico a Sebastian y se marchó. Cuando el castaño cerró la puerta, se apoyó sobre ella y metió su mano derecha en el bolsillo. De él sacó una pajarita roja. Puede que no estuviera seguro de lo que sentía, puede que el gran Sebastian Smythe se haya enamorado, o al menos, le guste alguien lo suficiente como para querer intentar mantener una relación. Lo que sí tiene seguro es que esa pajarita no va a volver a manos de su dueño...
N/A: Esta historia tiene 3 capítulos + 1 que fue secuela y que publicaré junto a los otros, por lo que en total son 4. La calificación es por el último capítulo. Espero vuestros comentarios. Besos
