¡Hola! Esta vez vengo con algo nuevo; una traducción. La autora del fanfic, Katlynn888 , muy amablemente ha accedido a que esto sea posible. Aquí el link de la historia original:
http : / / www. fanfiction . net / s / 6986436 / 1 / Alls_Fair
(No olvides quitar espacios)
Me enamoré de ella en cuanto leí el primer capítulo, y quería que más gente la conociese. Es mi primera traducción en esta página, así que te agradecería muchisísimo si dejas un comentario con tu opinión!
De momento, esta historia tiene nueve capítulos, a la espera de más. Yo tengo traducido el siguiente también, pero quiero ver qué tal se acepta mi forma de traducir. Y si te intriga tanto como a mí la continuación, ¡por favor, házmelo saber para subir el segundo capítulo tan pronto como sea posible!
Aquí la ficha, la cual decidí dejar prácticamente como la original:
Nombres humanos:
Dinamarca: Mathias Køler
Noruega: Nikolai Sorenson
Islandia: Eirikur Jameson
Pairing: Dinamarca/Noruega, Suecia/Finlandia
Secundarias: ninguna, de momento.
Summary: La Northern High School: un pozo negro de prejuicios, estereotipos y el drama que estos causan. Berwald Oxenstierna sólo quiere llamar la atención del adorable Tino Väinämöinen. Nikolai Sorenson, hermanastro de Tino, sólo quiere sobrevivir a las últimas semanas de año escolar sin un rasguño. Y Mathias Køler se ve envuelto en un lío del que no está muy seguro de querer salir.
Capítulo uno: The New Kid
Caminar a través de la Northern High School era intimidante, en el mejor de los casos. Era enorme; cuatro pisos, dieciséis corredores, no menos de ochenta salas. Dos piscinas, un teatro, un campo de fútbol, otro de béisbol, una biblioteca que pondría a otras instituciones verdes de envidia, una cafetería, cuatro patios, un salón principal y una gran entrada la cual incluía unas grandes escaleras, bastantes cliché, para acceder a ella.
Pero esas no eran las únicas cosas que ponían a Mathias Køler increíblemente nervioso mientras caminaba a través de las puertas de su nueva escuela por primera vez. No, eran la mirada que estaba recibiendo de las hordas de estudiantes quienes parecían congregarse a curiosear a su paso. Para ser una escuela tan grande, este sitio tenía un cuerpo estudiantil más bien pequeño. Tal vez fuera porque solamente los mejores y más brillantes (supuestamente) fueron invitados a asistir a esta escuela. O tal vez se debía a que la matrícula era condenadamente cara aquí. Ambas eran explicaciones razonables.
Aunque, pensaba Mathias mientras miraba a un trío de ineptas rubias tintadas, la última se veía mucho más probable. A juzgar por la expresión en blanco de algunos de los rostros de la población estudiantil, se podría decir que no estaban exactamente calificados para asistir a esta escuela por los resultados de sus pruebas.
Mathias solo con mirarle podía decir que el chico alemán frente a él, guiándole hacia la oficina central, era el rey de los estirados. Se había presentado como Ludwig, solo Ludwig. Mathias no tenía ni idea de si eso era un nombre o un apellido, pero tampoco tenía intención de tener una relación especialmente estrecha con el chico, así que no le dio más vueltas.
-Esta es la oficina central -dijo Ludwig, apuntando a la izquierda. Aunque la escuela pareciera anticuada por fuera, por dentro se veía excepcionalmente moderna. La pared frontal de la oficina era de cristal, por lo que se podía ver a las dos secretarías tecleando desde lejos. Había un pasillo a cada lado de la oficina, señalados con dos placas. Por lo que Mathias podía ver, uno de los pasillos conducía al decano de estudiantes y la oficina de subdirectores, y el otro conducía a las oficinas de consejería, así como al directorio deportivo. El director tenía su propia pequeña oficina a la izquierda de la principal, custodiada por un secretario.
En los pocos minutos que tuvo Mathias para recopilar esta información, Ludwig continuó sin darse cuenta de que éste no estaba siguiéndole. Solo miró atrás cuando Mathias gritó:
-¡Hey, espera! -y corrió para alcanzarle.
-Oh, lo siento -entonces Ludwig entendió que a todo lo que había estado diciendo, ya sea porque no se dio cuenta o porque no le interesaba, Mathias no había prestado la más mínima atención. No obstante, fue parcialmente su culpa por pensar que le importaba en algo la historia de la escuela. Todo lo que necesitaba era un poco de ayuda para encontrar sus clases, y el pasillo donde se encontraba su taquilla.
-Ah, no es que esto no sea… muy interesante -dijo Mathias, rascando la parte posterior de su cabeza-, pero… necesito mi horario…
-Sra. Héderváry -dijo Ludwig.
Comprensiblemente, esta declaración no tenía absolutamente ningún significado para Mathias, así que se le quedó mirando y dijo:
-Uh… ¿Eh?
-La señora Héderváry -dijo Ludwig de nuevo, apuntando hacia la oficina-. Eres un senior, ¿verdad? Ella es tu consejera. Te proporcionará tu horario. Puedo mostrarte dónde están tus clases una vez lo tengas, si quieres…
-Uhm… no, gracias. Creo que seré capaz de encontrarlas por mí mismo -dijo Mathias, haciendo señas para que se fuera. Ludwig era lo suficientemente agradable, por supuesto. Pero más bien rígido, y para ser honesto, Mathias no quería continuar siguiéndole por ahí como un perrito abandonado por mucho más tiempo. Tal vez si no se comportase mucho como el chico nuevo, la gente dejaría de cotillear tanto.
Mientras caminaba de vuelta a la oficina, los rumores acerca de él finalmente comenzaron a llegar a sus oídos en ausencia del zumbido del acento alemán la voz de Ludwig.
"¿Es ese el chico nuevo? ¿El que fue expulsado del Sur?"
"He oído que fue expulsado por apuñalar a otro chico."
"Oh, Dios mío… ¿Y murió?"
"No, pero el chico nuevo pasó el último año en un correccional"
"Conozco a un tío cuyo amigo de su novia es primo de este tipo. Me dijo que se comió una ardilla."
"Sí, todo menos la cola."
Mathias suspiró poniendo los ojos en blanco. Su reputación le precedía, parecía ser. Siempre tendía a pasar. No estaba seguro de cuándo comenzaron los rumores; él se había trasladado de escuela toda su vida, había sido un niño del ejército hasta hacía poco. Su madre acababa de divorciarse de su padre el año pasado, y se trasladaron aquí para estar con la abuela de Mathias. Pero alrededor de su quinta o sexta escuela, los rumores acerca de por qué cambiaba tan frecuentemente de escuela comenzaron a volar. De alguna manera, alguien de su escuela anterior siempre se las arreglaba para ponerse en contacto con alguien de la siguiente, y los rumores comenzaban antes de que él llegara allí.
Lo de la ardilla era nuevo. Se preguntó si se trataba del una versión deformada de "el conejillo de indias clavado en una estaca", rumor que lo había estado persiguiendo durante años.
Esta sería la última escuela, probablemente. Estaba allí básicamente para realizar los exámenes finales e irse lo más lejos posible de los estados de California, Nevada y Nuevo México. Estaba pensando en volver a Dinamarca, su ciudad natal, y asistir a la universidad allí. Sabía que no sería fácil, pero estaba seguro de que se sentiría mejor una vez hubiese dejado atrás sus duros años de adolescencia, y encontrara un lugar donde nadie supiese su nombre y pudiese comenzar desde cero, por una vez.
Cuando entró en la oficina, se inclinó sobre el escritorio de la primera mujer y le sonrió con su encantadora sonrisa.
-Hola… -después de una mirada a su placa de identificación, Mathias volvió a levantar la vista-. Señorita Engels. ¿Podría conducirme al despacho de la señora Héderváry, por favor?
La señorita Engels era una mujer joven, y le miró con una mirada inexpresiva.
-A la vuelta de la esquina. A la izquierda. Usted es el chico nuevo, ¿no? ¿El transferido del Sur? He oído que es un delincuente juvenil, señor Køler.
La sonrisa de Mathias se tensó.
-No debería creerse todo lo que oye, señorita. Eso amarillea los dientes y hace que la sangre se vuelva verde.
Luego, haciendo el gesto de quitarse un sombrero imaginario en su dirección, se dirigió hacia el despacho de la señora Héderváry.
La señora Héderváry parecía ser otra mujer más joven, de pelo castaño, ojos verdes y un agradable tono de piel oliva. Estaba tecleando furiosamente en un ordenador portátil, lo que era algo extraño ya que había un ordenador de mesa en su escritorio el cual ella ignoraba por completo. Pero quizá fuese una de esas personas que "solo confía en su propio equipo". Lo único que sabía era que cuando llamó a la puerta, vagamente despegó los ojos de la pantalla para examinarle antes de decir, al fin:
-Solo uuuun segundo… Tengo que terminar este párrafo…
Bueno, está bien entonces. Mathias entró cautelosamente, como si se tratase de un campo de minas a punto de estallar, y se sentó en la silla frente al escritorio de la señora Héderváry. Enseguida comenzó a incomodarle el asiento. Estaba hecho de piel sintética. Odiaba la piel sintética.
-Bien, gracias por la espera -él levantó la vista, dándose cuenta de que la señora Héderváry ya no tecleaba como una loca en su ordenador, ni tenía la cabeza escondida tras la pantalla. Ahora le sonreía-. ¿Qué puedo hacer por ti?
-Ah… Soy Mathias. Køler -le entregó su tarjeta de identificación, la cual había recibido ayer en forma de email, y continuó-. Soy nuevo aquí. Senior.
-¡Oh, oh! Así que tú eres el infame chico nuevo -parecía que le divertía su notoria reputación, más que creérsela. Porque cuando lo mencionó, le guiñó un ojo antes de levantarse de la silla y recoger todos los documentos recién impresos de la impresora-. Uf. Nueve escuelas en doce años. Problemas, padres, ¿qué? -volvió a sentarse y se giró hacia su escritorio. Mathias estaba bastante confuso, pero no era como si fuese a preguntar.
-Padres, supongo -murmuró Mathias-. Mi padre… Él estaba en las Fuerzas Aéreas.
-General Blas Køler, sí -murmuró la señora Héderváry, asintiendo y señalando el papel que sostenía-. Sí, lo dice justo aquí. Niño del ejército, por lo que veo. O, más bien, de las Fuerzas Aéreas -guiñó de nuevo y continuó introduciendo su información en el ordenador. Luego le extendió su horario-. Vamos a ver… Hm… Bueno, no puedo decir que tu expediente no sea impresionante. Tus calificaciones, más bien. Tus exámenes de comportamiento son… interesantes, por lo menos.
Mathias hizo una mueca. Era muy consciente de que sus calificaciones y sus pruebas de comportamiento eran muy contradictorias. Pero honestamente, solo dependían de cómo se sintiese ese día, o si le gustaba el sitio donde su padre le había arrastrado. En la escuela primaria, había sido un niño relativamente feliz. Hasta quinto grado, cuando se mudaron otra vez y Mathias tuvo que dejar a un buen amigo que había hecho en Nuevo México, por una pequeña y extraña escuela de Nevada a la que asistían, casi en su totalidad, niños malvados cuyos padres preparaban para ser máquinas de matar del ejército. Eso, y unas cuantas chicas tímidas que no habían querido tener nada que ver con él.
En la escuela secundaria, le habían hecho asistir a terapia y le habían considerado como un suicida limítrofe después de gritarle a un profesor, "¡A veces solo me gustaría estar MUERTO! ¡Así todos serían más felices!". Esa era la marca en su expediente en la que todos ponían los ojos.
Pero, en realidad, él solo tenía doce años. ¿Acaso nadie se daba cuenta de que los preadolescentes eran justo así?Sin embargo, la escuela había sido un medio ambiente estéril en San Gabriel y no el tipo de escuela que daba la oportunidad a los niños de ser niños.
-Hm… Bueno, de todas formas, aquí está tu horario -la señora Héderváry le entregó el papel que acababa de sacar de la impresora, y le dijo-. Solo estás apuntado a las materias principales, a excepción de mitología. Eso significa que tienes cuatro horas libres, algo poco habitual para los senior. Muchos de ellos no tienen materias selectivas en los dos semestres.
-Cosas de senior -comentó Mathias, sonriendo-. Yo sólo doy algunas de sus asignaturas, ya que no quiero ponerme al día en muchas materias sólo para graduarme en un mes, ¿sabe?
-Entiendo -dijo la señora Héderváry, asintiendo con la cabeza-. Yo tampoco querría -Mathias la observaba mientras ella recogía su ficha de identificación y se la devolvía-. Bueno, señor Køler, bienvenido a la Northern High School.
Patio delantero, 16:00 de esa tarde
Todo lo que tenía que ver con Tino Väinämöinen era adorable, hermoso y perfecto. Desde su piel, impecable y blanca como la nieve hasta su cabello rubio cenizo, pasando por sus pequeño y ligeramente curveado cuerpo. O al menos, esa era la opinión de Berwald Oxenstierna. Había cogido la manía de observar al pequeño finlandés desde lejos, siempre que podía. Por desgracia para Berwald, Tino brillaba por ser totalmente inalcanzable.
La mayoría de los estudiantes allí tenían la impresión de que o Tino era un mocoso totalmente engreído (no es que esa escuela no estuviese llena, excluyendo a Tino), o que era increíblemente tímido. La verdad, la cual Berwald había descubierto, era solamente que al padre del chico no le gustaba que hablase con nadie que no conociese desde hacía un tiempo considerable. Una regla que le causaba bastantes dificultades para hacer amigos, y sobre todo para mostrar su verdadera personalidad, amable y amistosa.
Todo lo que se le podía ocurrir en explicación de este hecho, era que el padre de Tino era un poco paranoico. Nadie conocía el por qué, pero sabían que Tino y su hermano Nikolai no tenían permitido salir con nadie y, especialmente en el caso de Nikolai, no estaba interesado en ello. A Berwald se le hizo difícil saber, y al mismo tiempo darse cuenta de que A: Tino era inaccesible, sin importar qué, y B: Tino no estaba interesado en lo más mínimo. Cualquiera que tuviese ojos en la cara podía ver que el chico estaba recibiendo miradas de Ivan Braginski, y nadie quería meterse en medio de eso.
Ivan Braginski era el capitán del equipo de lucha libre, y los rumores decían que podía meterte en un buen lío. No parecía un mal chico desde el exterior, pero en el interior estaba prácticamente confirmado que era una bomba de relojería llena de rabia y locura. Se decía que esto tenía algo que ver con el hecho de que su tío, un veterano del ejército ruso a quien su sobrino y sus dos sobrinas (las hermanas de Ivan) llamaban General Winter, había manejado la casa como si fuese un campo de entrenamiento. Cosas como esas pueden provocar ciertos comportamientos en los niños.
Suspirando, Berwald apoyó la cabeza en su mano y miró fijamente a Tino. Ese pobre chico, no sabía el peligro que corría por solo parecer agradable a la vista de Ivan.
Berwald no podía llegar tan lejos como para decir que Tino no sabía de su existencia. Eso sonaría demasiado melodramático teniendo en cuenta que hablaban en ocasiones. Sin embargo, no lo suficiente para llamarse a sí mismos amigos, y Tino tenía un propia camarilla (los típicos chicos insípidos y populares que sólo le prestaban atención por tener una casa grande y un hermano que conducía) y Berwald tenía la suya (esos chicos de todas las escuelas que no son realmente un grupo, pero se clasifican en una categoría porque se sientan juntos, en silencio y son intimidantes).
Pero a veces, cuando afuera hacía calor y estaba soleado, y podían pasear por el patio en lugar de dentro de la escuela, Tino se sentaba en la misma mesa que él e intercambiaban algunas palabras. Nada en especial; sólo un hola-cómo-estás. Eso era realmente todo lo que les daba tiempo a decir, antes de que el hermano de Tino apareciera con su Ford sedan azul de segunda mano y le dijese a Tino que parase de romper las reglas de papá y subiese al coche. Tino se ruborizaba, e informaba de que no lo estaba haciendo, antes de despedirse de Berwald tímidamente y subir al coche de su hermano.
-Hola, Berwald.
Berwald levantó la vista completamente sorprendido por la presencia del otro, sentado a su lado. Había estado tan atrapado en sus propios pensamientos -sobre Tino, nada más y nada menos- que no había notado al pequeño finlandés acercarse sigilosamente y sentarse. Se quedó mirándole durante un buen rato, antes de asentir.
-H'la, Tino.
-¿Cómo has estado? No he hablado contigo últimamente. Debería hacerlo más -si hubiera sido cualquier otra persona de la camarilla de Tino, Berwald podría haberse tomado eso como una condescendencia, y seguramente haber sentido la necesidad de levantarse e irse. Pero Tino parecía estar diciéndolo con toda sinceridad, así que Berwald simplemente se permitió creerle.
-Bien.
Hubo un silencio incómodo -y sus silencios eran siempre incómodos porque Tino los odiaba, y Berwald no sabía cómo llenarlos- antes de que Tino dijera:
-La fiesta de graduación es dentro de nada, ¿eh? ¿Nervioso?
-No voy.
Debió de ser un truco de la luz, porque Tino no podía parecer decepcionado por esa información, ¿verdad? Y, bueno, si lo parecía sería sólo porque lo sentía por Berwald. Por perderse una experiencia como ésa, única-en-la-vida y todo eso.
-Oh, eso está muy mal. ¿Por qué?
-Sin p'reja. Ni tr'aje -dijo Berwald, y se encogió de hombros. No tenía muchas ganas de ir al baile, en primer lugar. Sólo otro evento social donde sacaría una cabeza a todos y se sentiría extraño. Pasar la noche puesto allí como una flor de alhelí era probablemente lo que menos le apetecía a Berwald.
-Hm… Bueno… me gustaría verte allí -sonrió Tino, acariciando la mano de Berwald y haciendo temblar un poco al sueco con el contacto-. Y un esmoquin tampoco es tan difícil de encontrar. En serio, tienes que venir. Sólo hay una fiesta de graduación, y si vienes, prometo que bailaré una canción contigo.
A pesar de los prejuicios, la Northern era una escuela muy progresista. Por lo general no estaba mal visto que dos chicos tuvieran una relación, o dos chicas. Era bien sabido que Tino era gay. Berwald no tanto, pero tampoco trataba de mantenerlo en secreto. Los que lo sabían era porque le habían preguntado, y los que no, ni le conocían ni les importaba. El nombre de Berwald no circulaba entre cotilleos normalmente.
Trató de controlar su reacción ante la oferta de Tino, parándose a sí mismo antes de que pudiera levantar la vista demasiado rápido, alzando una ceja, tratando de no poner ninguna cara que pudiera parecer amenazante o molesta. Era muy consciente de que ponía caras extrañas cuando estaba emocionado.
-¿En s'rio?
-¡En serio! -Tino mostró otra gran sonrisa-. Te guardaré uno de los bailes lentos, lo prometo. Pero tú tienes que prometer que irás, ¿vale?
Berwald asintió con la cabeza.
-V'le.
El hermano de Tino escogió ese momento para aparecer.
-Tino, deja de hablar con extraños. Sabes lo que dice papá.
-Nikolai, Berwald es un amigo -dijo Tino, frunciendo el ceño en dirección a su hermano-, y estábamos teniendo una conversación muy agradable antes de que tú llegaras y decidieras ser grosero. Papá nunca ha dicho nada acerca de los amigos.
Nikolai sólo puso los ojos en blanco.
-Lo que sea, Tino. Hoy me voy a casa con Ice. Tú puedes llamar a papá o a un taxi, o pedirle a uno de tus amigos que te lleve en coche. A él no.
Tino frunció más el ceño.
-Berwald ni siquiera conduce.
Eso era mentira, y Tino lo sabía. Berwald sabía que Tino le había visto conducir hacia la escuela por las mañanas, así que se preguntó por qué le habría dicho eso a su hermano. Por lo general Tino era respetuoso con su hermano, a menos que el mayor estuviese siendo particularmente cruel con él, entonces se formaba una batalla entre cuál podía ser mas cruel de los dos. Les gustaba tener la razón, a ambos.
-Hmm -Nikolai volvió a poner los ojos en blanco y se alejó, volviendo a donde su amigo Ice. El nombre del muchacho era en realidad algo así como Eirikur, si Berwald recordaba bien, pero Ice era el apodo por el que todos le conocían. Era un poco misterioso a cuento de qué venía ese apodo. Nikolai era siempre el frío, así que era de lógica que ese fuera su apodo en lugar de el de aquel tímido chico, que era su mejor amigo. Pero él no era nadie para comentar sobre aquello, y seguro que había una razón perfectamente lógica.
En sus mentes.
Una vez que su hermano estuvo fuera de su campo de visión, Tino volvió a mirar a Berwald y dijo:
-Si supiera que conduces, me arrastraría con él y con Ice, y no quiero eso.
Berwald asintió con la cabeza.
-Cl'ro.
-Pero… necesito que alguien me lleve -murmuró Tino, mordiéndose el labio-. ¿Te importaría ayudarme? Tendremos que esperar un poco, ya que si llego antes que mi hermano, sabrá que monté en el coche de un chico; la mayoría de mis amigos son chicas, y ninguna de ellas conduce.
Algo le decía a Berwald que no debía aceptar, pero la mirada tan dulce que le estaba dando Tino le impedía decir no. Así que asintió con la cabeza y se levantó.
-¿Quier's q'vay'm's a l'b'bliot'ca? Podemos p'sar una h'ra 'llí antes d'irnos.
-Oh, está bien -asintió Tino y se puso en pie cogiendo su cartera-. Vamos.
Berwald esperó a que Tino se hubiera dado la vuelta para sonreír de una manera un poco tonta, y procedió a seguirle.
Fin del capítulo
¡Y ese fue el primer capítulo! Ojalá te gustase tanto como me gustó a mí.
Y por favor, recuerda, esto es una TRADUCCIÓN, y todos los derechos le pertenecen a la fantástica Katlynn888.
