Summary: Yoon ya estaba harto, harto de que esos holgazanes siempre hicieran un alboroto por todo. [Esta historia participa en el "Refranero de madres" del foro El feliz grupo de hambrientos]

Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Mizuho Kusanagi.

Refrán nº 28: A otro perro con ese hueso, propuesto por oxybry.

No recordaba exactamente cómo sucedió. En su memoria tan solo había pequeñas pinceladas sobre lo ocurrido aquel frío día de invierno.

Vagamente, solía acordarse de las frívolas y molestas brisas que hicieron presencia en aquellos días. Y era tras acordarse de ellas, que podía rememorar el motivo de su enfado en aquella ocasión.

Coser la ropa destrozada que le entregaban sus amigos (en especial Zeno), cocinar los almuerzos de todos, hacer ungüentos y medicamentos para tratar las futuras heridas que tendría que tratar... y una lista sin fin de cosas todavía por hacer.

Se encontraba troceando unas semillas para una infusión con anís con la que quería tratar el resfriado del que Jae-ha se había contagiado —y que estaba provocando que estuvieran varados en aquel valle entre montañas que separaba la provincia de Fuuga de Xing—, cuando se dio cuenta de un detalle que había pasado desapercibido ante sus ojos. El cántaro que tanto solía usar y que siempre estaba a rebosar de agua, había perdido gran parte de su contenido mientras él realizaba sus tareas. No tenía más remedio que ir a rellenarlo él mismo, puesto que el único que estaba con él en esos momentos era Zeno. Y por mucho que apreciara su voluntad de querer ayudarlo, en el fondo el chico inmortal era muy torpe para encomendarle esa tarea.

Dejó las semillas troceadas en el tocón que había usado como mesa improvisada y tras avisarle a Zeno de que pronto regresaría, marchó en dirección al río para conseguir agua. Hasta entonces no había ocurrido nada que lo irritara, su enfado estaba reservado para su regreso.

Volvía tranquilamente, con el recipiente lleno entre sus manos y una sonrisa porque había recordado una anécdota graciosa, cuando vio con sus propios ojos lo más horrible que pudo haber visto ese día. O al menos para él así era...

Los granos de anís que con tanto ahínco había cortado y molido, ahora se hallaban manchado la ropa que con tanto esfuerzo había cosido horas atrás y que estaba desperdigada por el suelo, ensuciándose además con la tierra. Y sus causantes todavía estaban peleando como si nada hubiera ocurrido.

Yoon se mordió el labio y los llamó por su nombre: ''Hak, Kija''

No hubo respuesta y él precedió a rechinar los dientes, en un acto amenazante que no pasó inadvertido para sus acompañantes, a excepción de los aludidos claro está.

—Idiotas— fue con el insulto que normalmente usaba que llamó su atención—, ¿se puede saber qué hicieron?— preguntó con una sonrisa forzada que no tardó en convertirse en su mueca de molestia característica.

Ambos, asustados, observaron sus alrededores y fue ahí cuando notaron la causa de su enfado.

—Fue un accidente, Yoon— intentó excusarse Kija en vano.

—¡A otro perro con ese hueso!— gritó, mostrando toda su ira acumulada—. ¡Y ahora limpien ese desastre!

—¡Sí, mamá! —contestaron los dos al unísono, agachándose de inmediato para recoger la ropa lo más rápido que podían.