Un amor verdadero
Capítulo 1: La verdad ante mis ojos
En el hogar de Pony ya estaba todo listo para la llegada de Candy, Albert y los demás habían preparado una fiesta y sólo esperaban con paciencia su llegada, cuando faltaba menos de media hora para la llegada, Albert preparó la sorpresa más importante, se cambió poniéndose la ropa típica de Escocia y encaminándose a la colina comenzó a tocar la gaita.
Candy no podía creer lo que sus ojos veían, era el príncipe de la colina que se dirigía hacia ella, al verlo más de cerca reconoció al joven, era Albert su amigo del alma, corrió a su encuentro y él la recibió con los brazos abiertos.
Mi príncipe de la colina -sonrió feliz- por fin puede verte.
Mi pequeña pecosa -dijo Albert sonriendo- eres más linda cuando ríes que cuando lloras, jamás lo olvides - la miró a los ojos- te quiero tanto.
También te quiero Albert –Candy sonrió y lo miró fijamente- desde ese momento en que te vi, tus lindos ojos azules, tu sonrisa, en una palabra todo tú, te quedaste grabado en mi mente -se sonrojó porque las palabras salieron de sus labios sin pensarlo.
Albert la miró lleno de emoción en verdad era correspondido por su pequeña y eso lo llenaba de una gran dicha.
Mi pequeña tus palabras me emocionan como no te imaginas -se perdió en el verde mirar de sus ojos y Candy se sonrojó- Candy sabía que nuestro amor desde hace tiempo ya no era fraternal.
Albert... –Candy fue callada por un beso de su príncipe que la dejó sin palabras, sólo podía corresponderle y es que ella también lo deseaba desde hacía mucho tiempo-
Candy no digas nada por favor -la abrazó sin querer soltarla- no sabes cuánto desee que llegará este momento pequeña.
Yo también lo deseaba -sonrió correspondiendo- mi príncipe- dijo sonrojada, escondiendo su cara en el bien formado pecho de Albert.
Es hora de volver pequeña -la miró - ya vienen a buscarnos.
En ese momento llegaba Archie, Annie y los demás, que ansiaban iniciar la fiesta y probar tan ricos alimentos.
Al llegar el grupo saludaron a Candy con gran alegría y Annie le mostró a su amiga una revista que alegró a Candy el corazón, en ella se podía ver a un Terry que por fin logró superar la separación y regresaba a Susana y a su pasión que era la actuación, Albert notó que su sonrisa era mucho más intensa y que la felicidad desbordaba por cada uno de los poros de su piel.
Una vez que llegaron a donde los esperaban, se sirvió la comida, el postre y se hizo un brindis a cargo de Candy.
Todo era realmente perfecto para Candy, en especial el haber reencontrado a su príncipe de la colina. Todos pasaron la noche en la casa hogar y al día siguiente partirían a la mansión de Lakewood, Candy deseaba que su Bert no se alejara nunca más de ella pero cómo decírselo, cómo expresarle lo que sentía, él era su padre le gustara o no.
Albert tenía el mismo dilema y no podía creer que su pequeña estuviera tan cerca y a la vez tan lejos, esa noche para los dos fue horrible, Candy se levantó y salió a caminar rumbo a la colina y se subió al padre árbol, Albert también salió pero en lugar de subir se sentó en el pasto, Candy desde arriba lo observaba, se le veía tan abatido -por qué no me atrevo a decirte que te amo pequeña pecosa- dijo dejando escapar algunas lágrimas.
Me ama -dijo Candy sonriendo - en verdad me ama mi príncipe - perdió el equilibrio por la sorpresa de la confesión y Albert volteó al escuchar el ruido de las ramas rompiéndose y para su sorpresa la hermosa rubia cayó en sus brazos.
Que hacías ahí arriba pequeña – Albert le sonrió nervioso- escuchaste todo pequeña - le pregunta viendo sus hermosos ojos verdes.
Candy que aún no se recuperaba del asombro, no puedo formular palabra y sólo se perdió en ese azul cielo de esos ojos que la hacían perder el control.
Mi pequeña pecosa -le dijo con voz amorosa- todo lo que dije es real y está fue la única forma en que podías enterarte -suspiró sin dejar de verla y sin bajarla de sus fuertes brazos- no tenía el valor necesario para confesarlo.
Candy sólo lo miraba sorprendida, era real o un simple sueño, si era así no quería despertar jamás y entonces como si él pudiera leer su mente la besó asegurándole que todo era real.
Por fin Candy pudo reaccionar y mirando los ojos de su amado príncipe sonrió. Oh Albert, mi príncipe de la colina -acarició ese rostro tan perfecto- te amo tanto -exclamó sonriendo mientras él la besaba de nuevo. Pero Albert ¿y tu tía Elroy estará de acuerdo? -suspiró triste- yo nunca he sido de su agrado mi Bert.
Si tú me aceptas Candy -la miró sonriendo- lo demás no importa.
Ella asintió sonriendo mientras bajaba de sus brazos, él le ofreció su brazo y ella lo tomó complacida, llegando ambos a la casa hogar donde se acomodaron en la misma habitación para platicar sobre ellos y sus sentimientos.
Mientras platicaban el deseo del uno por el otro iba en aumento y de un momento a otro, empezaron a besarse sin control Albert intentaba controlarse, pero ella no accedía, ella se pegó más al tan ansiado cuerpo de su príncipe. Él se separó un poco para mirar sus ojos y susurrar con voz entrecortada.
Pequeña ¿estas realmente segura de esto? - Albert la miró fijamente esperando su respuesta.
Nunca estuve tan segura de algo en mi vida -Candy lo comenzó a besar nuevamente.
Él a pesar de ser un caballero no pudo controlarse más y comenzó a desabotonar el vestido de su pequeña que se le entregaba con inocencia. Ella quitó su camisa con cuidado y acarició con sus pequeñas manos el bien formado pecho de su Bert.
De un momento a otro había un cambio de ropa por todo el suelo y un par de almas entregándose en total plenitud el uno al otro.
Cuando ambos alcanzaron el clímax, se quedaron abrazados sin decir palabra, pero sus ojos lo decían todo, poco a poco el cansancio y el sueño los fue vencido hasta quedar completamente dormidos.
A la mañana siguiente Albert despertó creyendo haber tenido un maravilloso sueño, hasta que entre sus brazos sintió un hermoso cuerpo y abrió sus ojos viendo aquellas esmeraldas que ya lo contemplaban desde hacía mucho tiempo, ella le sonrió y le dio un beso rápidamente y se levantó pero antes de que pudiera avanzar Albert jalo su mano y la atrajo hacia él para seguirla besando.
Justo en ese momento se abrió la puerta, era la tía Elroy Andrew que al no saber nada de su sobrino había decidido ir a buscarlo. De la impresión al verlos desnudos y besándose no puedo formular palabra, ellos se separaron al escuchar un grito de sorpresa de la anciana que no daba crédito a lo que veía y menos después de acercarse y ver las sábanas.
Después de tranquilizarse y que ellos se taparon con lo que pudieron al fin puedo hablar.
William Andrew que has hecho -dijo molesta Elroy Andrew- deshonraste a tu hija, ¿cómo pudiste? y tú Candice eres una desvergonzada -dijo tirándole una cachetada.
Albert reaccionó a tiempo evitando que esa cachetada llegara a su destino.
Ni lo intenté tía -dijo Albert visiblemente enojado- no es mi hija de sangre así que nada malo hice -dijo mientras entraban la hermana María y la señorita Pony, que sorprendidas veían tal escena sin decir nada.
William suéltame -grito la mujer, sin poder creer que por defender a esa chiquilla se atreviera a levantar un solo dedo en su contra.
Albert la soltó no sin antes advertirle que respetará a su pequeña y le diera el lugar que a partir de ahora le correspondía, ya que pensaba unir su vida a la de ella de por vida.
Estás loco William Albert Andrew -lo miró fríamente - ni el consejo, ni yo permitiremos tal insensatez de parte del patriarca de nuestro clan.
Ya está decidido -contestó completando la Cláusula que como patriarca y duque escocés usaba al comunicar una decisión tomada- yo el duque William Albert Andrew, me casaré con Candice White, así es y así será.
La tía Elroy se tragó sus palabras, cómo oponerse cuando usaba su título de nobleza, él no sólo era el patriarca del Clan Andrew, sino también era el duque de Escocia, cómo negarse a tal personaje, ni aunque fuera la matriarca podía.
William por Dios recapacita hijo -le pidió de la manera más atenta que pudo ante tal situación.
No tengo nada que recapacitar tía -la miró y luego a SU Candy, si SU Candy - deseo compartir mi vida con quien desde los doce años robó mi corazón.
Candice, estarás muy contenta -la miró con furia- lograste lo que deseabas no es así. William date cuenta que lo único que quiere es tu dinero hijo.
Candy ya no soportó más humillaciones. Se equivoca tía, yo amo a Albert desde antes de saber quién era, aún sin memoria lo amé y cuidé, me entiende -miró fijamente a su príncipe- yo amo al hombre no su dinero o posición, recuerda que eso jamás me interesó y Albert lo sabe perfectamente.
Todos la veían sorprendidos, cómo era que aquella pequeña pecosa reaccionará de esa forma, cuándo maduro tanto, en qué momento dejó de ser aquella pequeña de tanta ternura y en ocasiones tan sumisa, esas cuestiones y más giraban en sus mentes al verla defenderse y defender a ese hombre, SU hombre.
Sin poder formular palabra Elroy Andrew salió de esa habitación para esperar a su sobrino, lo que tenía que decirle era de suma urgencia, motivo que la llevó hasta ese lugar a buscarlo sin poderse imaginar lo que encontraría y sin lugar a dudas aquello complicaba las cosas.
Continuará…
