LLUEVE- MONÓLOGO DE ALPHONSE ELRIC
Llueve.
La lluvia cae, rueda sobre el cristal de la ventana y deforma la visió del paisaje, a estas alturas familiar, de Ciudad Central. La gente corre por las calles, cubriéndose al cabeza con sus manos y tiritando de frío. Siento deseos de salir, de sentir la lluvia sobre mí, el viento, el frío… y recuerdo. Recuerdo que no puedo, que no siento. Que aunque me parara bajo la lluvia, ésta sólo rodaría sobre la superficie metálica de esta armadura, de esta maldita armadura, no de mí.
Pero a fin de cuentas, ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Dónde está mi verdadero cuerpo… suponiendo que aún existe?
Esta última pregunta parece resonar y hacer eco dentro del vacío de mi armadura. Dentro de mí, de esta armadura vacía, un frío extraño se extiende sobre mi alma, una angustia incontrolable, una horrible sensación de vacío. Pero… De nuevo, ¿será cierto? ¿En verdad siento?
Un ronquido rompe el silencio. En una cama cercana, Ed duerme destapado, como siempre. Me acerco y lo cubro con la manta. Al contacto con mi piel, se estremece. Debo estar muy frío, igual que su brazo y su pierna. Fijo la mirada la silueta de estos últimos, y siento cómo me hundo más y más en ese abismo de tristeza que me es tan familiar.
Siento vergüenza, impotencia, angustia… Ed no se preocupa por él. Nunca lo haría, siempre me pone antes que a él mismo en sus prioridades. Pero, ¿Por qué?
Mientras mi hermano intenta devolverme mi cuerpo a toda costa, yo sólo puedo seguirlo de un lado a otro, sólo como una carga para él. No puedo ayudar en absolutamente nada, en nada…
-Al…
Vuelvo la mirada hacia Ed. Aún está medio dormido y me mira con expresión preocupada. Cuando advierte que no ocurre nada, me sonríe y, casi involuntariamente, vuelve a quedarse dormido. Pienso que seguramente tuvo algún mal sueño, en el que estaba preocupado por mí… Pero no. Ya estoy cansado de eso. No quiero quedarme mirando sin poder ayudar. Prometo que no volverá a suceder, Ed no volverá a preocuparse por mí; seré yo quien lo proteja, quien lo ayude a volver a su cuerpo, quien lo ayude a sentirse seguro.
Con renovada esperanza, miro nuevamente la ventana… y todo parece hacerse trizas. La lluvia sigue ahí, como recordándome toda mi reflexión anterior… Veo mi cuerpo metálico reflejado en el vidrio, y me parece imposible advertir siquiera un signo de vida en aquel cuerpo.
Fijo la mirada nuevamente en la lluvia, en la odiada lluvia que parece gritarme que no estoy vivo, que ni siquiera siento…
Ed vuelve a roncar. La lluvia golpea la ventana y las nubes cubren la luna.
Llueve.
