ni los personajes ni la historia me pertenecen los personajes son de las fabulosas CLAMP y la historia de jane porter
MARCADA POR LA TRAGEDIA
PREFIERE vivir en un convento antes que casarse conmigo? Shaoran li había hecho la pregunta con expresión de incredulidad. ¿Cómo podía aquella preciosa joven de veintidos años preferir la vida espartana de un convento antes que casarse con él?
—Ya conoce la respuesta —respondió con frialdad Sakura kinomoto—. Ha perdido el tiempo viniendo aquí.
shaoran miró de reojo a la monja que los observaba desde la puerta del jardín. La abadesa había insistido en que sakura llevara una carabina, pero no quería que escuchara la conversación.
—Le dijo a su padre que no se casaría. Pero no me lo había dicho a mí.
shaoran raras veces levantaba la voz. Raras veces tenía que hacerlo. Su tamaño y su autoridad eran suficientemente persuasivos.
Pero a sakura kinomoto no parecía en absoluto intimidada.
—Algunas mujeres encontrarían halagadora tanta insistencia. Pero yo no.
—Entonces, ¿su respuesta es...?
La incrédula risa de sakura lo desconcertó.
— Sé que los chinos son obstinados, pero no sabía que, además, son sordos.
Aquella réplica podría haber hundido a cualquier otro hombre, pero él no era un hombre normal y la señorita kinomoto tampoco era cualquier mujer. shaoran la necesitaba y no pensaba marcharse de tomoeda sin ella.
—¿No le gustan los chinos?
—Algunos.
—Menos mal. Si no nos odia a todos, le será más fácil venir a Hong Kong conmigo. sakura levantó la barbilla, retadora.
—No voy a moverme de aquí, señor li . Y nunca he aceptado un matrimonio impuesto.
Él hizo un gesto con la mano, como quitándole importancia.
—En caso de que eso sea lo que le preocupa, yo me considero japones. Mis padres nacieron aquí, en japon.
—Pues me alegro mucho por ellos —replicó sakura, irónica.
shaoran entendía que su padre estuviera desesperado con aquella chica. Desde luego, sakura no era ni mucho menos una novia feliz.
Shaoran li tenía veinte y cinco años y necesitaba una esposa. Fujitaka kinomoto necesitaba un marido para su rebelde hija. Aquella no era una historia de amor, sino un acuerdo firmado en un banco suizo.
—No sé si les gustará tenerla como nuera, pero se acostumbrarán.
—¿No me diga? Seguro que su madre lo adora.
—Absolutamente. Pero ya sabe que las madres chinas viven para sus hijos.
—¿Y sus hijas? ¿También viven para sus hijas?
shaoran se percató del dolor que había en aquella pregunta y del tono amargo en que había sido pronunciada.
—Estoy seguro de que mi madre adorará a sus nietas. Mire, soy hijo único, el último de los li. Y le he prometido a mis padres que les daría un nieto antes de cumplir los treinta.
—Pero no va a dárselo usted, sino yo. ¿No es eso?
Él tuvo que morderse el interior del carrillo para no soltar una carcajada y sakura apretó los puños. Le hubiera gustado abofetear aquella cara tan arrogante. Nunca había conocido a un hombre más seguro de sí mismo. Excepto su padre, claro.
Lo que no entendía era por qué su padre había buscado un marido para ella al otro lado del mundo. Fujitaka kinomoto despreciaba a los nuevos ricos, de modo que debía estar desesperado. Prácticamente la estaba vendiendo al mejor postor.
Las lágrimas asomaron a sus ojos, pero se contuvo. Su madre nunca habría dejado que su padre hiciera tal barbaridad.
—Hay peores maridos que yo, señorita kinomoto.
—Yo no estoy buscando marido.
—La mayoría de las mujeres quieren casarse.
—Yo no soy como la mayoría de las mujeres. Y, en cualquier caso, si buscase marido, lo encontraría por mí misma.
shaoran sonrió. No se lo estaba poniendo nada fácil.
—No sé cómo va a encontrar un marido si está encerrada en un convento.
—Pues eso debería darle una pista. Insisto, no estoy buscando marido, señor li. Yo sé muy bien lo que quiero.
—Y yo también. Y lo que quiero no es ningún secreto: quiero tener hijos. Necesito tener hijos — dijo él, mirándola de arriba abajo, como si estuviera inspeccionándola—. Usted es joven y sería una madre excelente.
sakura hizo una mueca de contrariedad.
—Yo no quiero ser madre.
—Podemos casarnos hoy —siguió él, como si no la hubiera oído—. Aquí mismo, si le parece. Pero me temo que su padre está fuera del país.
—¿El jefazo no está en el país? Qué pena. Él sonrió, sorprendido e intrigado.
—No se llevan muy bien, ¿verdad?
—Mi padre solo se lleva bien con los números y las cuentas comentes.
—¿Le interesan a usted los negocios?
—Me interesa la competencia. En mi caso, los barcos y el dinero son la competencia.
Fujitaka kinomoto amaba los barcos sobre todas las cosas. Nada podía interponerse entre su negocio y él. Ni su madre. Ni, desde luego, ella.
—Creo que el negocio la aburriría —dijo entonces shaoran, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón—. Contratos, reuniones, cifras... Cosas aburridas.
—¿Para un cerebro pequeño como el mío? — preguntó ella, irónica.
El tono lo había hecho sonreír de nuevo. Aquella mujer tenía espíritu.
—No debería escuchar todo lo que dice su pa¬dre. Solo las cosas buenas sobre mí.
Sakura sabía muy bien por qué shaoran li quería casarse con ella. Quería su dote. Su dote y parte del negocio de su padre. Cuando fujitaka muriese, shaoran heredaría el imperio del famoso armador.
—Está usted muy seguro de sí mismo.
—Eso dicen los que me critican.
—¿Tiene muchos críticos?
—Legiones.
sakura apretó los dientes. Estaba jugando con ella como un gato con un ratón. Pero tenía que contenerse, tenía que seguirle el juego, se dijo.
—Está loco si cree que voy a casarme con usted.
—Su padre ya ha consentido este matrimonio. Y el apoyo financiero que necesitaba ya está en mis manos...
— ¡Pues devuélvalo!
—No puedo hacerlo. La necesito demasiado. Ella levantó la cabeza, con los ojos brillantes.
—A pesar de lo que usted piensa, yo tengo una cabeza sobre los hombros. Pero como parece que tiene problemas de oído, deje que vuelva a repetirlo una vez más: no voy a casarme con usted, señor li. Nunca me casaré con usted. Prefiero vivir el resto de mi vida en este convento.
shaoran tuvo que hacer un esfuerzo para no sonreír. Su padre le había dicho que era una chica difícil, pero no había mencionado lo inteligente que era, ni que tuviera tanto carácter. Que fuera difícil era una molestia, pero que tuviera carácter era algo que él apreciaba. Casarse con ella sería como montar un pura sangre, como jugar un duro partido de tenis con un buen adversario. No había nada más excitante que una mujer con carácter.
—Me parece que me gusta —dijo entonces.
—Pues lamento decirle que el sentimiento no es mutuo.
Él sonrió, observando cómo echaba hacia atrás la cabeza, retándolo.
Con el sol iluminando su rostro, de repente se dio cuenta de que sus ojos no eran castaños como había creído, sino verdes. De un verde muy misterioso como el mar Egeo antes de una tormenta. El pelo rubio como el trigo y ojos como el Egeo. Se parecía mucho a las fotografías que había visto de su madre, una mujer inglesa considerada una de las grandes bellezas de su tiempo.
—Espero que pueda llegar a tolerarme, señorita kinomoto. Le prometo que haré que nuestra vida conyugal sea... soportable.
Los ojos de sakura brillaban, furiosos. Iba a pelear con él hasta el final, estaba seguro.
—Antes dejaría que me pusiera un bocado y una silla de montar.
—Eso suena muy tentador.
sakura se puso colorada hasta la raíz del pelo. Era una mujer preciosa de ojos verdes, cabello dorado y piel bronceada. shaoran se sintió posesivo de repente. Aquella mujer era suya. Aunque aún no lo sabía.
Ella se dirigió hacia el muro del jardín, con los brazos cruzados, respirando agitadamente.
shaoran la siguió despacio, no quería presionarla. Al menos, aún. Furtivamente, se llevó una mano al bolsillo de la chaqueta para tocar el periódico. A ella no le gustaría nada la noticia que habían publicado. Él era el primero en admitir que aquel era un juego de poder en el que sakura se llevaría la peor parte. Pero no estaba dispuesto a perder aquel negocio.
Le había prometido a sus padres que algún día ganaría una fortuna y cada decisión que tomó después de aquella promesa iba destinada a conseguir ese objetivo. Y desde entonces, el destino de su familia había sido muy diferente.
—¿Es que no tiene sentido de la ética? —le preguntó entonces sakura—. ¿Cómo puede casarse con una mujer contra su voluntad?
—No sería contra su voluntad. En realidad, es su decisión.
—¿Cómo voy a casarme con usted? No nos conocemos y solo está interesado en mí por el dinero de mi padre.
—Muy bien. Si quiere, me marcho. Puede volver con su carabina.
sakura miró por encima del hombro y vio a Sor Helena apoyada en la puerta del jardín, sin molestarse en disimular su interés por la conversación.
—Esto es un juego para usted, ¿verdad?
—Es el día de mi boda. ¿Por qué no voy a pasarlo bien? —sonrió él—. sakura, si no se casa conmigo, su padre la desheredará. No solo eso, sencillamente la dejará sin medios económicos. ¿Y qué va a hacer entonces? No tiene dinero, no tiene donde vivir...
—No es usted el primer hombre que rechazo y estoy segura de que no será el último. Llevo aquí tres meses y las monjas son encantadoras conmigo. Francamente, estoy empezando a pensar que este convento es mi casa.
¿El convento su casa? shaoran no la creía. Una mujer de refinada belleza, con pómulos altos, cejas perfectas, ojos verde mar lleno de secretos... ¿Cómo podía resignarse a vivir en un convento?
En realidad, sentía simpatía por ella, pero no la suficiente como para abandonar el juego. Y su juego era la industria naviera, que por el momento le había aportado unas ganancias exorbitantes. shaoran era un hombre de éxito, de enorme éxito en el mundo de los negocios.
—Su casa estará conmigo a partir de ahora. Yo la he elegido, señorita kinomoto. Es parte de mi plan. Y una ,vez que pongo en acción un plan, no abandono nunca. Jamás.
—Pues debería aplicar esas características tan admirables en algo más provechoso.
— Nuestro matrimonio será muy provechoso para ambos.
La suave brisa que movía las ramas de los árboles soltó un mechón de su elegante moño. Ella no intentó sujetarlo y el dorado rizo se quedó flotando alrededor de su cara, como acariciándola.
— Sé quién es usted, señor li. No ignoro que es un hombre de éxito. ¿Quiere que le diga lo que sé?
— Sí, por favor. Me gusta que me cuenten mi historia.
— Sus padres son japoneses, pero nació y creció en un barrio de clase baja en Nueva York. Fue a un colegio público antes de ser aceptado en una de las más prestigiosas universidades americanas...
—Yale —la interrumpió shaoran.
—¿Por qué no Harvard? Se supone que es la mejor universidad del mundo.
—Harvard es para los aristócratas.
—Su padre se marchó de tomoeda arruinado y humillado —siguió sakura.
—Humillado no, solo arruinado. Buscando una vida mejor.
—Trabajó en el puerto de hong kong como soldador.
shaoran tuvo que esconder sus emociones. Él era fieramente leal a su familia, pero particularmente a su padre, cuya moralidad y devoción los había sostenido durante los momentos más duros. Y hubo momentos muy duros durante su infancia.
—Al contrario que a mí, a usted nunca le ha faltado nada. No sabe lo que significa ser pobre.
—Pero usted ya no es pobre, señor li. Ahora tiene tantos barcos como la flota británica. A pesar de sus humildes orígenes, no debe resultarle difícil encontrar una esposa... un poco más dispuesta a aceptar su proposición.
—Sí, pero no puedo encontrar a otro fujitaka kinomoto
—De modo que, en realidad, va a casarse con mi padre.
Era muy lista. shaoran sonrió de nuevo, divertido por la contradicción entre su sereno aspecto y su fiereza interior. De repente, se preguntó cómo sería en la cama. Apasionada como una leona, probablemente.
Observaba el mechón de pelo dorado rozar su cara, acariciar su oreja... y, de repente, sintió el deseo de seguir ese mechón con la lengua, pasarla por su cara, por su cuello...
Aquel deseo lo sorprendió. Le gustaría estar casado con una mujer como ella. La procreación sería un placer.
sakura se apoyó en un banco de piedra, el discreto traje marrón ocultando sus curvas, los ojos semicerrados, escondiendo su expresión.
—¿Conoce bien a mi padre?
—Lo suficiente como para saber lo que es.
Ella sonrió entonces y shaoran observó que tenía un hoyito en la mejilla. También probaría eso después de la boda.
—Me imagino a mi padre frotándose las manos. Se frotó las manos después de firmar el acuerdo, ¿verdad?
Aquella sonrisa, aquellos ojos. La deseaba.
shaoran se inclinó hacia delante y tomó su cara entre las manos. sakura abrió los ojos, atónita, pero no tuvo tiempo de apartarse antes de que él tomara su boca.
El roce de la lengua del hombre sobre sus labios la sobrecogió.
Y a él no le pasó desapercibido que no se apartaba. Eso lo excitó, haciendo que la sangre hirviera en sus venas. A distancia, escuchó una tos. ¡La monja! Tenía que parar. No valdría de nada si lo echaban de allí.
— Sabe de maravilla —dijo en voz baja. sakura se pasó la mano por los labios, como si quisiera borrar la huella del hombre.
— ¡Intente hacer eso otra vez y llamaré a la abadesa!
—¿Y qué va a decirle? ¿Que su marido la ha besado?
— ¡No estamos casados! Ni siquiera estamos
prometidos.
—Pero lo estaremos —murmuró él, intentando descubrir sus pechos escondidos bajo la tela marrón—. ¿Le gusta el juego?
Ella lo miró, desconcertada.
—No.
—Pues a mí me gustan las apuestas y en esta creo que tengo toda las de ganar. Verá, yo sé más cosas sobre usted de las que cree.
Cuando vio la expresión incrédula de la joven, sonrió, satisfecho.
—¿Qué quiere decir?
—Sé, por ejemplo, que con diecisiete años consiguió una beca para estudiar arte en París. Vivió una vida bohemia con media docena de compañeros apelotonados en un pequeño estudio y cuando se quedó sin dinero, trabajó en lo que pudo. En una panadería, en una tienda de ropa. El trabajo que más le duró fue el de niñera para un famoso diseñador y su familia.
—Eran trabajos respetables —murmuró ella, pálida.
—Muy respetables, pero un gran cambio para una niña a la que habían criado entre algodones.
—¿Adonde quiere llegar?
—Lleva cuatro años intentando escapar de su padre, señorita kinomoto. Ella lo miró, retadora.
—¿Y qué?
—Durante un tiempo, fue libre. Pintaba, viajaba, tenía un interesante círculo de amistades. Pero entonces se puso enferma y su padre la llevó a un hospital en Berna. Desde entonces, le pertenece en cuerpo y alma.
—Mi alma solo es mía —replicó sakura orgullosa.
De nuevo el carácter, el espíritu que tanto le gustaba. shaoran sentía una afinidad con ella que no había sentido con muchas mujeres.
— Piénselo, señorita kinomoto. Su padre es un magnate a la antigua usanza, el cabeza de familia, la autoridad absoluta. Ha decidido buscarle un marido y, si no está de acuerdo, le hará la vida imposible. Usted no sabe vivir sin dinero porque nadie le ha enseñado a hacerlo y su padre impedirá que le den trabajo en tomoeda. Sabe que lo hará.
—Me quedaré en el convento —dijo entonces sakura.
—¿Ah, sí? ¿Se quedará aquí para siempre? —la retó shaoran. Ella contuvo el aliento, los ojos enormes, los labios apretados—. Si se casara conmigo, podría marcharse de aquí hoy mismo. Sería libre.
sakura se quedó en silencio, estudiándolo con atención.
—Usted es igual que mi padre. Y la esposa de un magnate como mi padre nunca es libre.
— Quizá no en tomoeda, pero sí en china. Podría viajar, hacer lo que quisiera, dedicarse a sus aficiones, elegir a sus amigos. Incluso podría volver a pintar.
—Ya no pinto —murmuró ella, apartando la mirada.
—Pero podría hacerlo si quisiera. Me han dicho que es una buena artista.
Ella se cruzó de brazos, como si con aquel gesto quisiera protegerse.
—Los barcos de mi padre deben de ser muy im¬portantes para usted.
—Lo son, efectivamente.
shaoran experimentó una ola de emociones en¬contradas al oír aquello. Se vio a sí mismo tal y como era: calculador, ambicioso, orgullosamente egoísta. Y aquella mujer, aquella joven refinada, sa¬bía que para él solo era otro negocio.
Lo importante era su apellido, su dote. Durante un segundo, shaoran odió el sistema y se odió a sí mismo. Pero pronto dejó a un lado sus objecio¬nes.
Sakura kinomoto sería suya.
En ese momento, ella se inclinó hacia unas flo¬res de lavanda.
—Barcos —susurró, cortando una flor—. Los odio.
—A mí me encantan.
La curva de su cuello, el pelo de color miel, el sol acariciando su cara... aquella mujer era como un hermoso retrato renacentista, pensó shaoran.
—Señor li, ¿se ha preguntado por qué mi padre quiere quitarse a su hija de en medio? —preguntó sakura entonces.
—La verdad es que no.
—¿Quiere que se lo diga yo?
—Por favor.
—Soy mercancía deteriorada. Mi padre no podría encontrar un novio japones para mí aunque quisiera. Me refiero a un novio de su entorno, ya sabe, de las familias importantes.
—¿Mercancía deteriorada? —repitió él, sorprendido.
Más de lo que shaoran li sabría nunca, se dijo sakura a sí misma, aplastando la flor entre sus dedos. Recuerdos desagradables del sanatorio suizo acudieron a su mente entonces. Había pasado catorce meses allí cuando tenía diecinueve años, antes de que su madre fuera a rescatarla y la ayudase a buscar un apartamento en Ginebra.
Le gustó Ginebra. No tenía malos recuerdos de aquella ciudad. Y durante dos años había vivido contenta, trabajando en una exclusiva tienda de ropa. Llamaba a su madre todas las semanas y hablaban sobre cosas sin importancia. Nunca hablaban de nada que pudiera devolverla a... a lo que no quería recordar.
Su madre nunca le recordaba el sanatorio, ni París. sakura no preguntaba por su padre. Pero se entendían la una y la otra porque ambas conocían su dolor.
sakura jamás habría vuelto a tomoeda si no hubiera sido porque descubrieron que su madre tenía cáncer.
El sonido de las campanas hizo que levantara la cabeza. Aquel sonido le recordaba el funeral tras la muerte de su querida madre.
Las campanas seguían tocando, el sonido tan desagradable para ella como el de alguien rascando una pizarra con las uñas. ¡Cómo odiaba el convento! Las monjas habían hecho todo lo posible para que se encontrase a gusto, pero ella no podía soportar otro día con las campanas, los rezos, la soledad...
No quería recordar lo que había perdido. Solo quería seguir viviendo.
Sor Helena, una monja con cara de perro y corazón de oro, le hizo un gesto para que entrase en el convento y la desesperación hizo que sakura apretase los labios con fuerza. No quería entrar de nuevo en el convento, no podía dejar el jardín, la única promesa de libertad.
Como si leyera sus pensamientos, shaoran le ofreció su mano.
—No tiene que entrar. Venga conmigo, señorita kinomoto. Mañana todo será diferente. Vivirá una vida nueva, una vida libre.
sakura deseaba la libertad aunque despreciaba el acuerdo al que shaoran li había llegado con su padre.
Pero si se casaba con él, sería libre.
Podría escapar de su padre atándose a un extraño.
—¿No tiene miedo de mí? —le preguntó entonces.
—¿Debería tenerlo?
— Supongo que mi padre le habrá hablado de mi... salud —dijo sakura, sin mirarlo.
—Me dijo que había estado delicada durante un par de años, pero que ya estaba bien. Y yo creo que tiene buen aspecto, aunque está un poco delgada.
Ella sonrió con tristeza.
—A veces, las apariencias engañan. Shaoran li se encogió de hombros.
—Mis primeros siete barcos tuvieron problemas. Los desguacé y volví a montarlos de nuevo desde la proa hasta la popa. Un año después, ganaba mi primer millón de dólares. Han pasado diez años y siguen formando parte de mi flota.
sakura lo imaginó entonces desmontándola a ella para rehacerla a su manera. La vivida imagen la asustó. Habían pasado años desde la última vez que mantuvo relaciones con un hombre y shaoran li no se parecía nada a sus amantes casi adolescentes.
—Yo no voy a hacerle ganar millones.
—Ya lo ha hecho.
Irritada por el grosero comentario, sakura levantó la barbilla.
—Pues tendrá que devolverlos. Ya le he dicho que no pienso casarme.
—Querrá decir, que no va a casarse «otra vez». Ella se quedó paralizada, su mirada fija en el reloj de sol.
—¿Sabe que he estado casada?
—Se casó antes de cumplir los dieciocho, en París. Él era inglés y tenía seis años más que usted. ¿También era pintor?
sakura volvió la cabeza lentamente, debatiéndose entre la fascinación y el horror al comprobar que conocía tantas cosas de su pasado. ¿Qué más sabría? ¿Qué más le habrían contado?
—No pienso hablar de mi matrimonio con usted —dijo con voz ronca.
Casarse con yukito había sido un error. Un gravísimo error.
—Su padre me dijo que él solo buscaba su fortuna.
—¿Y usted no?
—Yo busco otras cosas.
El brillo en los ojos marrones del hombre la impresionó. Algo le decía que shaoran li no sería fácil de manejar. Era alto, mucho más alto que la mayoría de los japoneses, de hombros muy anchos y brazos musculosos.
—El hijo de un armador japones no querría casarse conmigo.
—Pero yo no soy el hijo de un armador japones. Yo hago lo que quiero y lo hago a mi manera.
Sakura se sorprendió al pensar que ella también podría jugar a ese juego. Shaoran li la quería para lograr sus objetivos comerciales. No tenía nada que ver con el amor, ni con el cariño. Su matrimonio era una transacción comercial, nada más.
¿Por qué no iba a entender ella aquel matrimonio de la misma forma? Él quería el dinero de su padre, sakura quería independencia. Él quería una alianza con la familia kinomoto, ella quería escapar de su padre. Fujitaka kinomoto pertenecía a la vieja tomoeda, la que era un mundo de hombres. Pero ella no tenía por qué aceptar las reglas de un hombre sakura miró entonces a shaoran, calculando las posibilidades. Alto, fuerte, imponente, exudaba autoridad. ¿Podría casarse con él y desaparecer inmediatamente después?
Sakura kinomoto, la pobre niña rica, desaparecería por completo y se convertiría en una mujer normal, con una vida normal. Un trabajo agradable, una casa en el campo, un pequeño jardín...
shaoran, un hombre muy atractivo de pómulos altos, nariz recta y mentón cuadrado parecía más decidido que inflexible. Seguro de sí mismo, no agresivo. Si se escapara de él, ¿qué haría?
¿Ir tras ella? Lo dudaba. Tenía demasiado orgullo. Probablemente esperaría un poco y después anularía el matrimonio. Los hombres como shaoran li no quieren anunciar sus fracasos.
—Todo el mundo piensa que ya estamos casados —dijo él entonces.
—¿Por qué?
shaoran sacó un periódico del bolsillo de la chaqueta y sakura se quedó sorprendida al ver la
primera página. Allí, en la portada estaba la noticia: Boda secreta de la heredera kinomoto.
Rabia, indignación, furia, todas aquellas emociones la desbordaron. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo había podido hacer algo así?
Y entonces, tuvo un momento de inspiración. Por primera vez en muchos meses veía una puerta abierta. Lo único que tenía que hacer era atravesarla. Casarse con él, marcharse de allí. Solo tenía que llevar a cabo su plan y después, desaparecer. Era un plan perfecto y su corazón dio un vuelco. Quizá era demasiado perfecto. Shaoran li no había conseguido el control de la industria naviera japonesa por casualidad. Era un hombre muy inteligente y no se casaría con una mujer para dejarla escapar unos días después. Estaría preparado. Estaría modo que tendría que ir con alarma y la emoción enredaron sus emociones. Podría hacerlo, podría escapar de él, solo tendría que ser más corazón empezó a latir con fuerza, pero sakura intentó disimular. No conseguiría nada si él sospechaba de sus motivos.
—No puede ser —dijo, mirando el periódico.
—Es noticia de primera página.
—No ha habido ninguna boda. ¿Cómo pueden haber publicado esto?
—Léalo usted misma.
Ella lo hizo, leyendo el artículo en el que su padre, supuestamente preguntado por el asunto, decía que no podía confirmar ni negar los rumores de una boda secreta, solo que el magnate chino-italiano shaoran li había estado en tomoeda durante unos días y había visitado a su hija en el convento. Otras fuentes confirmaban que li había sido visto en tomoeda y mencionaban incluso el convento como el sitio donde se había celebrado la boda.
Todo aquello era obra de su padre, sin duda. Él manejaba a la prensa como si fueran muñecos de
guiñol. Increíble. Pero aquella vez, era ella quien controlaría a los muñecos.
sakura hizo una bola con el periódico, como parte de su plan.
—Mi padre y usted forman un equipo perfecto.
—Ha sido idea de su padre, no mía.
—Nadie se lo creerá.
—Todo el mundo lo cree. Los medios de comunicación han tomado el puerto al asalto. Están deseando ver a la ruborizada novia subir al yate esta tarde.
Parecía tan seguro de sí mismo como si hubiera lanzado una red y la hubiera atrapado dentro. Pero se había equivocado. Era ella quien estaba lanzando la red.
Iba a casarse con él. De ese modo, fujitaka kinomoto desbloquearía su cuenta corriente. Y antes de que pudiera impedirlo, sacaría todo su dinero y abandonaría a shaoran. Solo entonces podría empezar a hacer una vida normal en otro país.
De repente, sakura se sintió culpable. Pero ignoró aquel sentimiento, diciéndose a sí misma que shaoran y su padre eran el mismo tipo de hombre: egoísta, frío, sin compasión por los demás.
Ni una sola vez durante la enfermedad de su madre, fujitaka kinomoto había rebajado su horario de trabajo, dejado una reunión, cambiado sus planes de viaje. Ni una sola vez había ido con ella a quimioterapia. Nunca había sujetado su mano, nunca iba a verla por las noches cuando su madre no podía dormir a causa del dolor.
Su padre había actuado como si no pasara nada,ignorando el diagnóstico de cáncer terminal como si fuera un resfriado y simplemente había seguido adelante con su vida, sus barcos, sus negocios, sus alianzas.
sakura maldijo en silencio a su padre y a shaoran había ningún destino peor que ser la esposa de un magnate japones. Pero escondió todos aquellos pensamientos, concentrándose en su objetivo: independencia, vida alejada de las millonarias familias japonesas. Quizás en america , quizás en Londres.
—¿Cuándo nos casaríamos? —preguntó entonces, con el pulso acelerado.
—Ahora mismo. Nos casaríamos aquí, en la capilla.
—¿Y cuáles son sus expectativas? Él la estudió con sus ojos oscuros, la expresión indescifrable.
—Se portará como mi esposa en todo momento. Viajará conmigo y actuará como anfitriona cuando tenga invitados. Nos portaremos como una pareja normal en todas partes.
—Pero solo es un acuerdo entre caballeros.
—Precisamente.
—¿Por qué quiere que nos portemos como una pareja normal?
—Por mis padres.
—Ya.
No quería desilusionar a sus padres. Y sakura casi lo admiraba por ello. , afortunadamente, ella no tenía por qué preocuparse de su familia, ni de sus expectativas. Si se casaban aquel mismo día, solo faltaban unas horas para que fuera libre, unas horas para empezar una nueva vida lejos de japon y de la influencia del apellido kinomoto.
—¿Alguna cosa más? —preguntó con frialdad, intentando que shaoran no intuyera sus intenciones.
Shaoran li vestía de forma elegante, se movía con la agilidad de un atleta y hablaba elocuentemente, pero bajo aquel atractivo exterior era un hombre como su padre. Y su padre, despiadado, crítico, sin corazón, había destrozado a su familia con la misma frialdad con la que destrozaba a sus competidores. Nadie estaba a salvo.
—Espero que tengamos una relación normal en todos los sentidos —dijo shaoran entonces.
Era como si estuvieran negociando un trato en el que ambas partes ponían las cartas sobre la mesa. Solo había que formalizar los detalles. Él lo sabía. Ella lo sabía. Era una decisión amarga, pero no pensaba echarse atrás.
—¿En todos los sentidos?
—Espero que sea una esposa fiel, leal y sincera.
sakura sintió algo dentro de ella, un susurro de su conciencia, pero lo apartó con una sonrisa. Los hombres habían controlado su vida desde que era niña. Por una vez, la controlaría ella misma.
—¿Eso es todo?
—¿Le gustaría que hubiera algo más?
La estaba probando. shaoran sabía que debería haber algo más, mucho más. No habían discutido el aspecto físico del matrimonio y pesaba sobre ellos como una losa.
—Es un matrimonio de conveniencia, ¿no? — preguntó ella, mirándolo a los ojos.
Los del hombre tenían el brillo de un predador. No estaba nervioso. Estaba disfrutando de aquel juego.
—Los matrimonios de conveniencia no producen hijos.
Y yo quiero hijos —dijo entonces .
Pero quiero que esté a gusto, señorita kinomoto, que los dos estemos a gusto. El sexo es algo natural en la vida y debería ser natural entre nosotros.
Unos dedos helados parecieron encoger el corazón de sakura.
—No nos conocemos de nada, señor li.
—Por eso no pienso forzarla. Estoy dispuesto a esperar a que... estemos un poco más acostumbrados el uno al otro antes de tener relaciones íntimas.
Ella se puso colorada. La voz del hombre se había hecho más ronca, más masculina si eso era posible. Por un momento, lo imaginó encima de ella, desnudo...
La idea de hacer el amor con aquel desconocido la obligó a respirar profundamente. Shaoran li poseía una poderosa masculinidad a la que sakura no era inmune.
Cruzándose de brazos para disimular su agitación, intentó negarse a sí misma el estremecimiento que la recorría. Pero había pasado una eternidad desde la última vez que se sintió como una mujer.
No pensaba ni mirarlo. Sería lo mejor.
—Entonces, ¿está decidido a casarse sin amor?
—Estoy decidido a casarme con usted.
Que alguien la quisiera, que alguien la cuidase...La esperanza, una esperanza absurda, encogía su corazón, seducido por la promesa que había en la voz del hombre. ¿Cómo sería ser amada por shaoran li ?
Pero él no había hablado de amor, ni siquiera de deseo. Ni siquiera se estaba comprometiendo con ella, sino con la fortuna de la familia kinomoto, con el dinero de su padre. ¿Cómo podía permitirse aquellos tontos sueños? ¿No había aprendido la lección?
Así fue como yukito consiguió hacer que bajara la guardia. Así fue como ella le ofreció su corazón. No podía volver a hacerlo. La experiencia tenía que haberle enseñado algo. sakura se recordó a sí misma que shaoran li no le importaba nada. Sus promesas no importaban nada. Lo único que importaba era escapar de las manipulaciones de su padre. Eso era lo que su madre hubiera querido para ella. Lo que su madre habría querido para sí misma.
sakura levantó la mirada y la clavó en la pared de piedra que había frente a ella. Todas las ventanas del convento miraban al jardín, ninguna de ellas miraba el mar, el mundo que había al otro lado de los muros...
Pero ella no había olvidado ese mundo aunque su padre se lo había robado unas semanas después de la muerte de su madre. No hubo luto para él. Solo negocios, dinero y barcos.
Tenía un nudo en la garganta, pero intentó disimular.
—Si vamos a hacerlo, no perdamos el tiempo — dijo después de un largo y doloroso silencio.
La ceremonia se celebró en la capilla del convento. Intercambiaron los anillos y las promesas de rigor delante de las monjas y de nadie más. Ni siquiera se besaron.
En la limusina, sakura cerró la mano, intentando ignorar el pesado anillo de diamantes y esmeraldas que llevaba en el dedo. Shaoran le había dicho que no era una joya familiar; los li nunca habían tenido diamantes y esmeraldas. No, el anillo había sido comprado recientemente, para ella. Pero sakura no lo llevaría durante mucho día siguiente estaría fuera de su dedo, se prometió a sí misma.
Una extraña calma la invadió entonces. Por primera vez en muchos años sentía que controlaba su vida, actuando en lugar de reaccionando, tomando decisiones en lugar de sentirse como una prisionera.
Por el rabillo del ojo, observó el perfil de shaoran, la nariz recta, el ceño fruncido. Tenía el pelo castaño desordenado y tirado para todos los lados, suavizaba sus duras y orgullosas facciones.
Se pondría furioso cuando descubriera que se había marchado. No esperaba que lo engañase. Ni siquiera se le habría ocurrido. Muy típico de un hombre japones asumir que todo iría según sus planes.
Estaban pegados el uno al otro en el coche y cuando sakura intentó apartarse un poco, él la miró con una sonrisa irónica en los calor del cuerpo del hombre parecía traspasarla, pero ella no estaba preparada para ese tipo de intimidad, no estaba preparada para ningún de tipo de ningún hombre.
Incómoda, se apretó contra la puerta de la limusina, intentando alejarse lo más posible.
—Se porta como una virgen —dijo shaoran entonces.
sakura se sentía como una virgen. Años y años sin ser tocada por ningún hombre, ni siquiera besada y, de repente, aquello... estar sentada al lado de un extraño que quería que le diera hijos.
Angustiada, se puso los dedos en la boca. ¿Qué había hecho? ¿Cómo podía haberse casado con él? Si no podía escapar, se moriría. A pesar de los consejos de su madre, sakura no quería tener hijos. Jamás.
No podía darle a shaoran li una oportunidad. No dejaría que lo intentase siquiera. Ninguna oportunidad de seducirla. En cuanto pudiera, se escaparía.
—Relájese —le dijo él entonces
- . No voy a atacarla.
sakura lo miró, intentando esconder sus pensamientos. Shaoran parecía lejano, lujoso coche se movía por la estrecha y mal pavimentada carretera y cuando pasaron por encima de un bache, a pesar de que llevaba puesto el cinturón de seguridad, sakura cayó prácticamente sobre las rodillas del hombre .Rápidamente volvió a su sitio, pero tuvo tiempo de ver que él apretaba firmemente los silencio se hizo cada vez más tenso y sabiendo que era ella quien había creado aquel ambiente de hostilidad, buscó algo que decir.
—¿Le gusta Tomoeda?
—Es muy pequeño.
—Como China. shaoran sonrió.
—Sí, como China.
Un segundo después, todo rastro de humor desapareció. La miraba desapasionadamente con sus ojos marrones, como un tratante de arte mira una obra que quiere comprar.
—¿Ha ido alguna vez a China?
—No —contestó ella.
Siempre había querido ir. Sentía curiosidad por conocer Hong Kong y Shanghai, pero nunca había tenido oportunidad. Gracias a su padre, había estado muy ocupada en internados, sanatorios y conventos durante casi toda su vida.
—Esta noche tengo un compromiso en Kyoto y después había pensado que podríamos pasar la luna de miel en algún sitio que le guste.
«Luna de miel».
sakura se puso tensa al oír aquella palabra. Él le había dicho que no la obligaría a nada, que se contentaría con esperar. Pero «luna de miel» conjuraba imágenes de intimidad, de un hombre y una mujer haciendo el amor...
Aquello era un error. Había cometido un error. Debía decirle que dieran la vuelta, que la llevara de nuevo al convento.
—No vamos a volver al convento —dijo él entonces, como si hubiera leído sus pensamientos. sakura lo miró, sorprendida.
—¿Cómo?
—Es usted un libro abierto, «señora li». Las emociones se ven en su cara —dijo shaoran, dándole un golpecito en la mano—. Relájese. No voy a exigirle ningún favor sexual esta noche. Necesita tiempo y yo también. Vamos a intentar que esto funcione, a conocernos un poco. No sé mucho sobre usted.
Irritada por aquel tono tan racional, cuando no había nada racional en haberla forzado a casarse con él, sakura levantó la barbilla.
—¿Quiere saber algo de mí? Yo le contaré cosas sobre mí. Odio a los hombres como mi padre, anticuados magnates que viven en el siglo pasado. Odio que me trate como a una niña, odio que el dinero dé tanto poder a los ricos, creando un sistema de castas. Odio los negocios y los barcos que tan importantes son para usted. Y otra cosa, no sé si lo sabe, pero mi padre detesta china y el dinero chino.
—¿Ha terminado? —preguntó él, levantando una ceja.
—No, no he terminado. Ni siquiera he empezado —murmuró ella, agotada y enferma.
No estaba acostumbrada a las peleas, ni a decir lo que pensaba. Su padre nunca le había permitido decir nada en absoluto. Su padre ni siquiera la había mirado nunca.
—Quizá deberíamos dejar nuestras diferencias filosóficas para más tarde. Esos grandes temas pueden ser abrumadores, ¿no le parece? —sonrió él entonces, con una expresión repentinamente humana
¿Por qué no empezamos por cosas pequeñas? Las cosas que nos gustan y no nos gustan. El desayuno, por ejemplo. ¿Cómo le gusta el café?
Ella lo miró, incrédula.
—Solo —dijo por fin.
—¿Sin leche ni azúcar?
—Sin leche ni azúcar.
—A mí me gusta con un poquito de leche — sonrió shaoran. Hablaba sin rencor, con un tono amistoso—. ¿Se levanta temprano?
—No. Me gusta la noche.
—A mí también.
—Estupendo —murmuró sakura, sin mirarlo—. Estamos hechos el uno para el otro.
La expresión del hombre siguió siendo indescifrable, pero había un brillo de humor en sus ojos.
—Un principio muy prometedor, desde luego — dijo, irónico—. Pero creo que dentro de una semana seremos capaces de mantener una conversación normal. Cuando salgamos de Tokyo voy a tomarme una semana libre para que podamos estar solos.
—Qué conveniente.
—Y otra cosa más, creo que es mejor que empecemos a tutearnos. ¿De acuerdo, sakura?
—Qué remedio —murmuró ella.
Pero eso la asustó aún más. ¿Y si no podía abandonarlo, si no podía escaparse? ¿Y si él no la dejaba sola ni un momento? Estaría atrapada en aquella relación, en un matrimonio que no deseaba. La posibilidad casi la hizo vomitar. No podía esperar mucho tiempo. Tenía que escapar y pronto. Antes de subir al yate. Antes de aparecer en público con su nuevo marido.Él debió notar su pánico porque, de repente, tomó su mano.
—No tienes que odiarme ,sakura —murmuró, besándola en la muñeca.
Un estremecimiento recorrió su brazo al sentir los labios del hombre. sakura intentó apartarse, pero él no se lo permitió.
—Suéltame.
—Hueles a lavanda.
—Suéltame —insistió ella.
—De acuerdo.
shaoran la soltó y sakura escondió la mano. Su pulso se había acelerado y el sitio donde shaoran la había besado estaba ardiendo.
No sabía que pudiera ser tan sensible.
Acongojada, se obligó a sí misma a mirar por la ventanilla, hacia la carretera tortuosa y llena de curvas que llevaba a Tomoeda.
De repente, se le ocurrió un desagradable pensamiento.
—¿Vamos a ver a mi padre?
—No. Ya te he dicho que está fuera del país. sakura se sintió aliviada. Al menos, no tendría que hablar con él.
—No te gusta mucho tu padre, ¿verdad? —preguntó shaoran, mirando su reloj.
—No.
—A mí no me parece tan malo.
— Si te gustan los hombres manipuladores que quieren controlarlo todo a su alrededor...
—Supongo que quiere lo mejor para hizo una mueca de desprecio. Shaoran li no sabía nada. Su padre nunca había querido lo mejor para ella. Solo le importaba él mismo.
Podría perdonarle muchas cosas, pero nunca lo perdonaría por abandonar a su madre cuando estaba enferma. Mientras ella se moría en aquel mausoleo que él llamaba casa, fujitaka kinomoto no dejaba de viajar. Solo volvió a tomoeda para el funeral. Y ni siquiera entonces fue cariñoso con su única hija. Aquel día no intercambiaron más de dos frases.
¿Cómo podía ser tan desalmado?
Con un nudo en la garganta, sakura se concentró en el rocoso paisaje.
—Ojalá hubiera tenido el placer de conocer a tu madre —dijo shaoran.
Ella tuvo que contener las lágrimas que amenazaban con asomar a sus ojos.
—Era una mujer preciosa.
—He visto fotografías suyas. Fue modelo, ¿no?
—Solo para un evento benéfico. Mi madre estaba muy dedicada a ciertas causas. Y si mi padre la hubiera dejado, habría hecho mucho más —contestó sakura, con la voz ronca de emoción.
—La echas de menos, ¿verdad?
—Mucho.
Muchísimo, pensó ella, intentando calmarse. Pero le resultaba casi imposible controlar tantas emociones a la vez. El año anterior había sido muy difícil. Y después, la muerte de su madre...
Era demasiado. A veces, tenía que buscar dentro de sí misma para seguir adelante.
—¿A tu madre le gustaba Japon? —persistió shaoran.
—No mucho —contestó sakura, buscando un pañuelo en su bolso. No poder contener las lágrimas y que él la estuviera mirando con expresión preocupada la hacía sentir aún peor.
—¿Un país demasiado opresivo?
—Demasiado cálido — dijo ella. Su madre odiaba el calor, no lo podía soportar—. A mi madre le gustaban los paisajes verdes y brumosos de Inglaterra.
shaoran sonrió, su expresión sorprendentemente suave. Pero ella no podía ablandarse, no podía correr el riesgo de confiar en él. No era un hombre cualquiera; era el hombre elegido por su padre y eso lo marcaba para siempre. Shaoran li se había casado con ella por dinero.
Era igual o peor que su padre. Tenía que recordar eso.
—Por cierto,, necesitaré mis libros y mi ropa — dijo sakura, siguiendo con su plan.
—Han llevado todas tus cosas al yate. Toda tu habitación ha sido guardada en cajas y colocada en la bodega.
—¿Antes de que aceptara casarme contigo? Estás muy seguro de ti mismo, ¿no?
—Tu padre me ayudó.
—Obviamente —murmuró ella. Pero a su padre nunca le habían gustado los americanos y detestaba el dinero extranjero—. ¿Por qué ha acudido a ti? ¿Qué te hace tan especial?
—Yo tengo lo que él necesitaba. Dinero. Mucho dinero.
—Él también lo tiene. ¿Qué te dio a cambio? Shaoran clavó en ella sus ojos oscuros.
—A ti.
—Pues qué suerte has tenido. Él se encogió de hombros.
—Depende de cómo se mire. Tu padre está contento y no volverá a molestarte. No se lo permitiré.
En aquellas palabras había una promesa y una amenaza a la vez. Por un momento, shaoran li había hablado como un matón. Pero después sonrió tranquilamente y sakura sintió que sus miedos desaparecían. En realidad, agradecía que alguien la protegiera de su padre, que había hecho su vida insoportable desde que era una niña. Tenía que escapar de él. A costa de lo que fuera. Diez minutos después, una serie de villas elegantes aparecieron en la distancia, al lado de las brillantes aguas del puerto. El sol de media tarde iluminaba la bahía.
—Ahí está mi yate —dijo shaoran señalando un barco de proporciones gigantescas.
A sakura no le hizo la menor ilusión. Aquel yate podía convertirse en otra cárcel. Quizá se había equivocado al casarse con aquel hombre.
Pero no podía ser. Tenía un plan y pensaba llevarlo a cabo. Solo necesitaba un poco de tiempo.
El puerto estaba lleno de barcos, motoras y yates, pero el de shaoran los empequeñecía a todos. Sakura estaba acostumbrada a los yates y sabía que aquel debía haber costado una fortuna.
—Es caro, pero no tanto como tú —dijo entonces shaoran, de nuevo como si leyera sus pensamientos.
La indignación hizo que se pusiera colorada.
—A mí no me has comprado. ¡Has comprado a mi padre!
Como él había dicho, los medios de comunicación estaban esperándolos en el muelle, empujándose unos a otros para buscar la mejor posición.
sakura se asustó al ver a aquella armada de fotógrafos y cámaras de televisión.
—Solo será un minuto —dijo shaoran, mirándola con ojo crítico.
De repente, le quitó las horquillas que sujetaban su pelo y cuando la larga melena de color miel cayó sobre sus hombros, enredó los dedos en ella con insultante familiaridad.
—¿Qué haces?
—Así está mejor.
El roce de los dedos del hombre la estremeció. De repulsión, por supuesto. No podía gustarle shaoran li. Era cuando le colocó un mechón detrás de la oreja, sintió que le temblaban las la había tocado en tanto tiempo...Aquella reacción la sorprendía.
—¿Has terminado? —preguntó, fingiendo una frialdad que no sentía.
—Aún no —contestó shaoran , inclinándose hacia ella.
¡No! No, no... No podía hacerlo eso. No podía besarla, especialmente allí, delante de todo el mundo. Todo era demasiado nuevo, demasiado extraño para ella. sakura vio el brillo de sus ojos y respiró el aroma de su colonia masculina. Era una colonia desconocida, un aroma que se le quedó grabado en la memoria.
shaoran buscó su boca y ella seguía respirando aquel aroma tan peculiar...De alguna forma, el beso no parecía tan extraño. Su boca, el calor de su piel, la fuerza de sus brazos... Un estremecimiento recorrió sus venas, creando una ola de sensaciones. Cuando él abrió sus labios con la lengua, otro estremecimiento la recorrió, aquella vez instalándose entre sus piernas. «Más», le pedía sin palabras, su lengua respondiendo a la del hombre. Más, más...El beso era interminable e inconscientemente sakura se acercó a él deseando prolongar el contacto, disfrutando de la dureza de su torso, de su olor a hombre.
Mientras la exploraba con la lengua, sintió un deseo que no había sentido jamás. Era... era... increíble.
De repente, unas voces penetraron su . abrió los ojos, volviendo a la realidad.
Había cámaras apoyadas en las ventanillas de la limusina, docenas de cámaras cuyos fogonazos la cegaban.
—Por favor, tenemos compañía. shaoran sonrió, aparentemente satisfecho consigo mismo.
—Que miren. Después de todo, para eso han venido.
sakura intentó abrir la puerta, deseando alejarse de allí, pero shaoran se lo impidió.
—Sonría a las cámaras, señora Li.
holaaaaaaaaaaa :) bueno esta es la primera historia que queria compartir con ustedes la historia aclaro no es mia es de la escritora JANE PORTER me gusto a si que me pregunte a mi misma como seria esta historia con mis personajes favoritos y pues ahi esta el primer capitulo espero les guste
se despide kobato chan cambio y fuera
