Desocupado lector, sediento de historias sucias y despojadas de toda moral; sed bienvenido a la más ínfima de las historias, que no por eso deja de ser un relato auténtico y poderoso. La historia de la pasión, el despecho, la depravación, el sueño de las cortesanas mundanas; la historia del del infierno terrenal, que anheló ser paraíso de los pecadores.

"Sedúceme. Escríbeme cartas y poemas. Amo los poemas. Encántame con tus palabras... sedúceme."

-Anne Boleyn, The tudors

El sexo no tiene sentido. Nunca lo ha tenido para ella. Solo quería que la admirasen como a una doncella y le hablasen como si se tratara de una monja. No había palabras sucias o deshonestas con ella. Tan frágil, tan pura, tan blanca, tan irreal… tan irritante.

Ni una vez me dejó rozar su carne tersa y perlada. Nunca dejó que mi ser se adentrara en los misterios que oculta su anatomía de Diosa. Era una ocultista inmersa en el olvido del placer, oculta entre las sombras de un celibato autoimpuesto. Era magnífica. Una ramera en hábitos de monja puritana. La contemplaba a lo lejos, y entre miradas furtivas su cuerpo se abría paso entre mis memorias y se asentaba en lo más profundo de mis deseos carnales. Nunca la tendría enredada en mi depravado lecho, como tantas veces la imaginé en el mundo oculto de los sueños húmedos; o por lo menos eso creía yo.

Mi mejor amigo fue su novio durante largos 2 años. Terminó con ella porque no pudo soportar la falta de pasión, los escases de caricias, lo árido de su tacto y sus besos. Dudo que la hubiese querido realmente. Quizás sí, pero para hombres como nosotros el sexo era un pilar fundamental. Somos ricos, nos podemos permitir putas de clase alta y los mejores vinos; y él detestaba desperdiciar su fortuna y juventud con una mojigata.

"¿A qué íbamos con Hinata? ¿A olernos los gases mutuamente el resto de nuestras vidas?" Dijo una vez, cuando nos emborrachamos en el balcón de mi departamento. Lloró, no por haber perdido a su novia, si no por desperdiciar dos años de su vida sin sexo. Hipócrita. La engañó con cuanta ramera se le cruzaba por delante, pero ella nunca lo supo; y si lo supo, consumía su sufrimiento en el más profundo de los silencios.

Ella se ahogó en su dolor por más de tres meses seguidos. Rompía en llanto con pequeñeces, un concierto de lastimeros gemidos imparables, atropellándose conforme iban saliendo. Un patético espectáculo que no tenía para cuando terminar. Naruto no se daba por aludido. Comenzó una relación apenas un mes después, con una chica ardiente como el sol, llena de vida y de sueños. Era una tarada, pero a él no le importaba qué tan alto era su CI. Realmente a ninguno le interesaba qué tan inteligente era el culo que se estaba follando. Yo no quería a Hinata; solo quería ese pedazo de carne que cargaba bajo su espalda.

Llegó a mi puerta una noche helada de Julio, cerca de las 10 p.m. La pequeña perra faldera de clase alta estaba en mi puerta, de brazos cruzados, realzando sus enormes tetas; y mirándome como si yo estuviese a punto de matarla. "¿Qué quieres?" Mi pregunta la estremeció. El casi imperceptible tono de voz tartamuda que poseía, lograba irritarme hasta la médula (Omitiré sus tartamudeos constantes para que no tengan que tragarse toda esa mierda inútil). "Uchiha, lamento la hora, y todo eso –Suspiró como si se le acabase el aire- La batería de mi auto se averió, y eres la única persona que conozco que vive cerca. Me preguntaba si… ¿podrías ayudarme? ¡Te pagaré, lo prometo!" – Se reverenció frente a mí. El escote de su camiseta se abrió, y me dejó ver una pequeña porción de carne pálida. Te vas a arrepentir de esto, Uchiha…

"-¿Por qué debería ayudarte? ¿Crees que soy una persona solidaria, acaso?" –Hyuuga me miraba como cordero a punto de ser devorado hasta las entrañas. Me calentaba eso. Podía imaginar su cuerpo arqueándose bajo mi pelvis, gritando, ahogándose, desarmándose… Podría apostar que la erección en mi pantalón era notoria, pero no me interesó en lo absoluto.

"-Uh… lo siento si te molesté. Gracias de todos modos… "–se dio la vuelta para retirarse, la sujeté del brazo y la hice entrar al departamento- "¿Uchiha?"

"-Siéntate" –ordené. Obedeció.- Dame solo una razón por la que debería ayudarte… y lo pensaré –Hinata se tambaleó un poco, y pareció pensarlo. Una chica lista, sin dudas. Nadie lo dudaba, y aunque preferiría sacarme las pestañas con un alicate antes que decírselo, Hyuuga era una mujer inteligente; pero sin carácter. "-Te pagaré el 100% del precio de la batería, más lo que te tardes en repararlo "–Me hizo gracia su propuesta. Tierno… asquerosamente tierno.- "Hyuuga, hyuuga, hyuuga… no quiero tu dinero. Digamos que aceptar capital monetario no es mi estilo. Yo quiero otra cosa."-Sus ojos se abrieron de par en par, su rostro se tiñó de rojo intenso; y se levantó como si tuviera un resorte en las nalgas. Se acercó a mí, y me golpeó la mejilla izquierda con toda la fuerza posible. No dolió, pero mi ego se vio descuartizado. "-¡Ah, zorra!" –Corrió a la puerta de salida, aprovechando que había dejado sin llave. Alcancé a sujetarla del brazo antes que abriera, y aporreé su cuerpo delgado contra la madera de roble "-¿Crees que vas a salir intacta de este departamento, después de haber abusado de mi hospitalidad así? ¿Quién te crees que eres?" –Intentó zafarse de mi agarre, sin poder. Busqué su rostro en la tenue luz del departamento, y me acerqué a ella, rozando mi cuerpo contra el suyo. Respiré sobre su cuello (Eso nunca falla), y la besé sin permiso ni aviso previo. La sentí tensarse bajo mi cuerpo, se resistió unos segundos; mas no aguantó la pasión desenfrenada que le entregaba. Un beso cargado de deseo y sexo, sucio e impuro; como todo lo que me rodeaba, sin posibilidad de llegar al paraíso después de la muerte. Así es el curso de los hijos de puta, como yo, como Naruto, como muchos otros.

Se dejó llevar, y me separé de su boca, en busca de oxígeno. Cuando me incursioné nuevamente en el camino a su boca, sentí un nuevo golpe en la mejilla. Zorra.

-"¡Eres un cerdo asqueroso, Uchiha!" –Se safó de mis brazos y salió con un portazo dramático, tal como toda ella: una mosquita muerta dramática. Bueno, me dije, habrá algo bueno que ver en la televisión…

Bientôt à continuer...

Los personajes utilizados en esta historia son propiedad de Masashi Kishimoto, autor de Naruto. La idea de la historia es completamente de mi autoría, y fue originalmente narrada con personajes originales; salvo que me pareció interesante utilizar a los personajes del animé para recrear la historia.

Sed felices.