Juegos Tontos
Por: Isa Maggy
Sumario: El amor es aquel sentimiento indescriptible que te ciega y te hace hacer lo que nunca pensaste, los más tontos caen al fondo y sin importar el ganar o perder... lo arriesgaran todo.
Nota: Esta historia la comenzamos a escribir, mi amiga Isay yo desde hace unas cuantas semanas (nuestro primer fic de Kaleido Star), pero no habiamos tenido la oportunidad de publicarla. Pero ya que nos decidimos a hacerlo, esperamos que les guste mucho y disfruten leerla tanto como nosotras lo hacemos escribiendola. No quisiera revelarles mucho de lo que va a suceder, eso es algo que ustedes tendran que descubrir a medida que la historia avanza. Sin mas preambulos aqui esta.
Lean, disfruten y no olviden dejarnos sus comentarios.
Capítulo 1
"¡Layla, espera!" La voz del sr. Hamilton retumbó en la habitación, pero la chica rubia hizo caso omiso a los llamados de su padre y salió de la oficina de Kalos azotando la puerta. Necesitaba alejarse de ese lugar, necesitaba aire fresco para liberarse de esa opresión en su pecho que no la dejaba respirar, necesitaba tiempo y espacio para poder digerir la noticia que acababa de recibir.
El médico lo había recomendado, Kalos lo había aceptado y su padre lo había ordenado. Debido a su lesión en el hombro no podría actuar nunca más.
Tendría que renunciar al escenario Kaleido.
Pero el escenario Kaleido era su vida… ¿cómo podría renunciar a su vida?
Desde la primera vez que vio el espectáculo, con la obra Alicia en el País de las Maravillas, supo de inmediato que esto era lo que ella quería hacer, su sueño, su amor. Y desde entonces había luchado por ese sueño, contra todo y contra todos, dando lo mejor de sí y nunca nada la había detenido.
Pero ahora…
No, pensó sacudiendo la cabeza. Esto tenía remedio. Todo en la vida tenía remedio excepto la muerte. Y ella, la gran Layla Hamilton, no se dejaría vencer por una simple dificultad. Pronto encontraría una solución a su problema y volvería a hacer lo que tanto amaba: Actuar en el escenario Kaleido.
Pronto el cielo se nubló y pequeñas gotas de agua comenzaron a caer. Sin embargo eso no detuvo a Layla, quien continuó caminando sin rumbo fijo, a donde sus pies la llevaran, al contrario de los transeúntes a su alrededor quienes ya empezaban a buscar refugio del torrencial aguacero que se avecinaba.
Aún no había terminado de atravesar el parque cuando escuchó a lo lejos que alguien la llamaba. Apretó su bolso y decidió ignorarlo, acelerando el paso, sus pies apenas tocando el suelo. No pasó mucho tiempo antes de que esa persona lograra alcanzarla. Entonces sintió como la jalaban del brazo, haciendo que se detuviera abruptamente. Casi sin aliento, Layla se dio la vuelta dispuesta a descargar a quien fuera el insolente que se había atrevido a detenerla, pero para su sorpresa se encontró con un familiar par de ojos violeta que la miraban con un tanto de preocupación.
"Yuri…" Escapó de sus labios como un susurro.
"Ven conmigo." Le dijo él quitándose la chaqueta y colocándosela a ella sobre los hombros. Caminaron un par de metros hasta donde se encontraba el deportivo rojo de Yuri y ambos abordaron el vehículo.
Después de unos minutos en silencio Layla habló, aunque un poco distraída en sus pensamientos.
"Lo siento." Le dijo en voz baja sin dejar de mirar por la ventana.
"¿Por qué?" Inquirió Yuri un poco confundido por las palabras de ella.
"El asiento está empapado…"
Yuri no pudo evitar reír ante la respuesta de Layla y sacudió la cabeza. Al no obtener ningún tipo de respuesta por parte de ella, volteó a mirarla. Ella seguía viendo por la ventana, inmersa en sus pensamientos.
"Supongo que Kalos ya te dio la noticia." Habló él nuevamente, intentando sacarle conversación mientras esperaba a que la luz del semáforo cambiara a verde. El silencio de Layla confirmó sus sospechas y respiró profundo, poniendo en marcha una vez más el vehículo.
"No quiero ir a casa." Dijo entonces Layla al darse cuenta que Yuri había cruzado en dirección a la mansión Hamilton. El apartó la vista del camino y disminuyó la velocidad. Esta vez Layla lo miraba fijamente a los ojos, con una expresión en su mirada que él no pudo determinar con claridad. "Por favor, Yuri. Llévame a cualquier otro lugar menos a mi casa…"
"¿Quieres venir conmigo entonces?"
"Está bien." Fue lo único que ella respondió antes de volver a hundirse en el asiento, acomodando la chaqueta sobre sus hombros para poder abrigarse mejor.
Minutos más tarde Layla se encontraba del otro lado de la ciudad, en el apartamento de Yuri. La lluvia no había cesado, por el contrario había arreciado y al parecer continuaría así por un largo rato. Al llegar a casa, inmediatamente Yuri le ofreció una toalla y algo de ropa seca para que se cambiara. Ella aceptó en silencio, y una vez en el baño aprovechó para darse una ducha rápida.
Salió de la bañera envuelta en una toalla y tomó la bata de Yuri que colgaba de la barra. Después de secarse, enrolló la toalla en su cabeza y procedió a cubrirse con la bata de baño. Limpiando un poco el espejo empañado por el vapor, se secó el cabello con la toalla y comenzó a peinarlo.
Cuando emergió del baño se encontró con Yuri en la habitación, quien ya se había cambiado y buscaba algo en su closet. Segundos después Yuri le entregaba una muda de ropa limpia para que se pusiera.
"Disculpa por la ropa." Le dijo un poco avergonzado, refiriéndose al mono y la camiseta que le acababa de entregar. "No encontré nada más que pudieras usar…"
"No te preocupes, así está bien." Le respondió y volteó rápidamente, tratando lo posible por evitar su mirada. El simple hecho de que ella se encontrara en la misma habitación con él, y vistiendo solamente su bata de baño y con nada más debajo de ésta la hacía sentir un poco incómoda. Layla le entregó la ropa mojada para que la pusiera a secar y él salió de la habitación nuevamente.
Todo había comenzado hacía unos meses atrás durante un entrenamiento especial llevado a cabo en las montañas. Durante una de las prácticas de impulso con la cuerda solo le bastó perder la concentración por unos instantes para acabar impactando su hombro derecho contra el muro del acantilado. El golpe fue lo suficientemente fuerte como para causarle un dolor agudo casi insoportable. Al principio pensó que solo se trataba de una dislocación, pero aún así prefirió guardar silencio y continuar con el entrenamiento. No estaba dispuesta a cancelar el espectáculo y decepcionar a su público.
No obstante, una vez que regresó a Los Ángeles, lo primero que hizo fue acudir al médico. Nunca pensó que la lesión fuera tan grave, hasta que Kate la examinó y le dio su diagnóstico.
"Tienes fractura del tróquiter en el hombro derecho."
"¿Y eso qué significa?"
"Que el golpe que recibiste fue lo suficientemente fuerte como para fracturar la cabeza del húmero y causar el desplazamiento del fragmento." Le explicó Kate mientras le señalaba la radiografía.
"¿Y qué tan grave es la lesión?" Preguntó Layla, a pesar de que el tono y la expresión seria de Kate le decían mucho.
"Bastante grave." Respondió la joven doctora. "A estas alturas la única manera de corregir el problema es mediante intervención quirúrgica."
Aún así no pudo aceptar las palabras de Kate, las cuales le cayeron encima como un balde de agua fría. Y ella no podía darse por vencida, necesitaba asegurarse que había otras opciones, agotar las posibilidades.
"¿Estás segura que no existe otra opción? Es decir, no puede ser… yo no puedo…" Preguntó un poco agitada. "¿Qué va a pasar con el espectáculo? La presentación de la nueva obra es en una semana…"
"Layla, voy a ser completamente honesta contigo. Es cierto que tu recuperación no va a ser cuestión de días. Luego que te recuperes de la cirugía será necesario que acudas a terapia de rehabilitación; tendrá que pasar cierto tiempo antes de que recobres la completa movilidad de tu brazo y puedas actuar nuevamente. Pero no puedes tomarte las cosas a la ligera. La situación ya es bastante grave y es preferible que tomes medidas ahora y no dejes pasar más tiempo. Si continuas así, los daños pueden ser irreversibles… Estoy segura que Kalos lo entenderàtus compañeros y tu público lo entenderán."
Pero las cosas no habían salido exactamente como se esperaba. La operación había sido exitosa, sin embargo la recuperación había sido lenta, tediosa y dolorosa, muy al pesar de Layla. Había vuelto a la práctica de sus acrobacias pero el desempeño de su brazo derecho no era el mismo de antes, todavía le costaba trabajo controlar sus movimientos y esto no solo le ocasionaba problemas a ella, sino al resto del elenco, además de causar la preocupación de las personas a su alrededor.
Por esta razón el sr. Hamilton se había visto en la necesidad de tomar cartas en el asunto. Con la opinión del médico y el apoyo de Kalos, le había solicitado la renuncia a su amado escenario Kaleido. Por supuesto que, siendo su padre, más que una solicitud amable o una sugerencia había sido una orden que debía ser cumplida sin protesta alguna.
Toda esta situación le causaba una enorme frustración, porque estaba segura que su padre no se había detenido a pensar en sus sentimientos ni a tomar en cuenta su opinión en el asunto, deliberadamente tomando una decisión por ella.
Aún así, Layla no podía dejar de pensar que ella era la verdadera y única culpable de su situación. Si hubiera actuado con tiempo, si no se hubiera extralimitado tal vez las cosas serían distintas ahora…
La llamada a la puerta hizo que ella volviera a la realidad. Se levantó de la cama y cuando abrió, vio que Yuri traía consigo una bandeja con comida.
"Te preparé algo de comer y poco de té." Dijo él colocando la bandeja sobre la cómoda.
"Gracias." Le contestó ella un tanto monótona. "Pero no era necesario que lo hicieras. La verdad no tengo apetito."
"Pero lo necesitas." Insistió él.
"Estoy bien así."
"No puedes quedarte sin comer…"
"¡Ya te dije que estoy bien así!" Layla exclamó en tono exasperado, levantando un poco la voz, pero rápidamente se arrepintió de haberlo hecho.
Yuri respiró profundo y se dio la vuelta. La observó con preocupación mientras ella trataba por todos los medios de ignorar sus atenciones. Sus ojos estaban fijos en sus manos sobre su regazo.
"Layla, yo sé que no deseas hablar sobre esto." Comenzó él y fue hasta la cama, sentándose junto a ella. "Kalos me contó todo…"
"Yuri, por favor…" Intentó detenerlo, pero Yuri se mantuvo firme.
"No, déjame hablar. Puedo imaginar como te sientes. Hemos sido compañeros de trabajo y amigos por mucho tiempo y te conozco; sé lo mucho que amas actuar en el escenario Kaleido, tanto o mucho más que yo. Y trato de ponerme en tu lugar, pero la mera idea de renunciar a todo eso es prácticamente inconcebible para mi."
Layla seguía sin apartar la mirada de su regazo, jugando con el ruedo de la camisa. Estaba nerviosa, inquieta; la cercanía de Yuri le afectaba, mucho más en su actual estado. Su mirada comenzaba a nublarse y temía desmoronarse en cualquier momento. Nunca pensó que Yuri pudiera ver a través de ella y describir sus sentimientos a la perfección, diciendo en voz alta las cosas que ella no podía decir.
"Layla, mírame." Rogó Yuri pero ella se rehusó sacudiendo la cabeza.
"Por favor…" Insistió él, y tomando su barbilla con delicadeza hizo que ella lo mirara.
"¿Layla, acaso te has dado por vencida?" Le dijo mirándola fijamente a los ojos, con expresión firme.
"¡Por supuesto que no!" Exclamó Layla, su mirada celeste desafiante. Pero él no parecía muy convencido.
"Sinceramente tu actitud me da mucho que pensar en este momento. Me estás dando a entender que te estás dando por vencida, y eso no lo haría nunca la Layla que yo conozco. La Layla Hamilton que yo conozco siempre ha luchado por sus sueños sin dejarse vencer por ninguna dificultad, jamás ha perdido las esperanzas, y siempre dando lo mejor de sí. Eso es algo que he aprendido y he llegado a admirar en ti."
"Yuri, yo…" Comenzó a decir Layla, pero su voz se quebró incapaz de contener las lágrimas por más tiempo. Entonces se abalanzó sobre él rompiendo en llanto y escondiendo la cara en su pecho, la incomodidad y la pena que sentía hacía algunos instantes completamente olvidadas ahora. Yuri la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia él, ambos recostándose en la cama.
"Quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea, tienes todo mi apoyo, y aquí estaré siempre que me necesites." Susurró Yuri mientras le acariciaba el cabello suavemente.
"Gracias…" Dijo ella, hipando entre sollozos.
Y así se mantuvieron por un rato hasta que los sollozos de Layla cesaron y ambos se quedaron dormidos, arrullados por el sonido de la lluvia que continuaba cayendo afuera.
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"Bienvenida a Los Ángeles, señorita." Dijo la aeromoza con una amable sonrisa a la joven morena cuando desembarcaba el avión. "¿Disfrutó su vuelo?"
"Sí, fue muy placentero. Muchas gracias." Le respondió la chica, devolviéndole la sonrisa. A pesar del pronóstico de tormenta que habían recibido, el vuelo había transcurrido en relativa calma; y una vez que el avión tocó tierra no había rastro de borrasca alguna en el cielo nocturno, el cual se encontraba totalmente despejado y cubierto de estrellas.
"Gracias a usted por preferir nuestra aerolínea." Con eso la aeromoza le hizo señas para que avanzara y procedió a hacerle la misma pregunta a la persona que venía detrás de ella.
Mientras caminaba, sus ojos verde esmeralda escaneaban todo el lugar en busca de alguna cara familiar. Estaba muy contenta de estar de vuelta a su tierra natal. Hacía mucho tiempo que no pisaba suelo californiano. Tres largos años para ser exactos, desde que se había mudado con sus padres a Nueva York al otro lado del país, y desde entonces no había regresado.
Se detuvo al entrar en la sala de espera, los recuerdos que venían a su mente le causaban nostalgia. Tantas cosas había dejado atrás cuando se marchó: la escuela, sus amigos, su familia… Pero había una persona en particular a quien deseaba volver a ver con muchas ansias.
"Ken…"
