Disclaimer: Bleach pertenece a Tite Kubo.


— Bueno, entonces son bienvenidos en la Academia Seireitei —habló el viejo director Yamamoto, detrás de un lujoso escritorio—. Espero que sigan con el buen rendimiento que mostraron en su anterior escuela. Afuera hay un estudiante que por el día de hoy les guiará a su salón de clases. Pueden retirarse.

Al frente del escritorio, cinco jóvenes, de no más de trece años, se pusieron de pie y recogieron sus mochilas. Un pelinegro algo bajo y que tecleaba sin cesar en un móvil, un chico de pelo castaño, una pelinegra de serio aspecto, una chica de pelo naranja muy sonriente y un muchacho de alborotada cabellera anaranjada.

Los jóvenes salieron a la recepción, donde sólo estaba el secretario del director y un joven de pelo azul oscuro, de catorce años y expresión tímida sentado en un sofá.

— Buenos días —saludó cordialmente el joven— soy Hanatarou Yamada y seré su guía a su salón de clase, y posteriormente por toda la institución. Pueden decirme sus nombres, si son tan amables.

Los cinco se miraron entre sí, como si se pusieran de acuerdo quien iba a hablar primero, hasta que el joven de cabello castaño se decidió a hablar primero.

— Keigo Asano

— Mizuiro Kojima

— Tatsuki Arisawa

— Orihime Inoue

— Ichigo Kurosaki

— Pues bienvenidos sean a la Academia Seireitei —habló Hanatarou—. Esta es la mejor escuela que hay en la ciudad, lo doy por seguro. Ahora síganme, por favor.

Los seis salieron de la recepción hacia un largo pasillo, lleno de casilleros y estudiantes atareados yendo y viniendo sin detenerse mucho a hablar. La razón era muy sencilla: el inicio de los cursos era el día de hoy. Afortunadamente aún faltaba cerca de una media hora para que dieran las campanadas del comienzo de clase, pero los jóvenes ya querían aplicarse desde el comienzo.

Hantarou, a medida que recorrían el pasillo, platicaba muchas cosas, sobretodo de la escuela. El prestigio, los premios, los clubes que estaban en ella, los profesores. Pasaron enfrente de un grupo de muchachos, un par de años mayores, y de inmediato se escucharon algunas risas.

— ¡Hey tú! ¡Pelos de zanahoria! —gritó uno de ellos, un pelirrojo— ¿No sabes que teñirse el cabello es algo ilegal aquí? —e hizo reír a sus amigos.

Ichigo frunció un poco el ceño, pero siguió caminando e intentó prestar más atención al discurso de Hanatarou.

— ¿Qué acaso no escuchas, pelos necios? —preguntó en voz alta, un rapado— ¡Ya puedes quitarte la peluca!

Y esto provocó más risas entre el grupito de jóvenes, e incluso de algunos curiosos. Pero lo que no se esperaban fue que el niño de pelo naranja corriera rápidamente hacia ellos.

Ichigo saltó y pateó con todas sus fuerzas en la espinilla al chico pelirrojo, haciendo que cayera al piso. El niño iba a propinarle un puñetazo, pero el rapado lo detuvo, deteniéndolo por ambas muñecas. El joven golpeado se levantó con algo de dificultad.

— Ahora si mocoso, te voy a enseñar a respetar a tus mayores —dijo el pelirrojo, y preparó su puño.

— Deberían soltar al niño sino quieren que yo les vuelva a recordar la palabra respeto —habló una voz un poco más grave y de tono serio, y provocó que todo el grupo de jóvenes sudara frío y se diera la media vuelta muy despacio para encontrarse a su dueño.

Un joven como de unos diecisiete años estaba detrás de ellos. Tenía el pelo negro alborotado y sus ojos azul oscuro miraban inquisitivamente a todos.

El calvo soltó a Ichigo, y, tanto él como su compañero, se inclinaron pronunciadamente hasta besar el piso.

— Capitán Kaien Shiba —dijeron los dos al unísono—. Discúlpenos por este mal comportamiento.

— ¿Y bien? ¿Quién de ustedes, Renji Abarai e Ikkaku Madarame, planeaba golpear a mi primo? —cuestionó Kaien, con ambos brazos cruzados y sin alterarse.

Ikkaku se levantó rápidamente: — Renji, señor —respondió, y señaló al pelirrojo—. Él fue el primero en hacerle burla a su primo. Admito que yo lo sujeté pero él estaba a punto de pegarle.

— Por favor señor, no nos expulse del club de esgrima —pidió Renji, con la cara aún pegada al suelo.

Kaien sonrió: — Descuiden. No los expulsaré —dijo. Renji se incorporó y respiró aliviado, al igual que Ikkaku—. Pero esta falta se cobrará en la primera reunión. Así que ya pueden irse, no hay nada que ver aquí.

Todos fueron desalojando el lugar, quedando Kaien, Hanatarou, Ichigo y sus compañeros.

— Y tú, enano —prosiguió Kaien, mirando a Ichigo—. No te metas en problemas, ni seas agresivo. Tienes que portarte bien, o se lo diré a la tía Masaki, ¿eh?

Ichigo frunció el ceño: — De acuerdo

— Bien, te veré en el almuerzo. Ya puedes llevártelos Hanataro —dijo el pelinegro mayor—. Y bienvenidos a la Academia Seireitei, la mejor secundaria de Karakura —y compuso una gran sonrisa.

— Sí, capitán Shiba —dijo Hanatarou, haciendo una reverencia—. Jóvenes, por aquí queda su salón de clase, síganme por favor.

E Ichigo y sus compañeros partieron, dejando a un sonriente Kaien a la mitad del pasillo.


Un joven de no más de trece años iba caminando hacia la Academia Seireitei. Delgado, de pelo azul y de mirada seria tras. Parecía pensativo, pese a que sus padres le comentaron que en la secundaria aprendería más cosas y la pasaría un poco mejor que la primaria.

— ¡Hola, Uryu! —escuchó una voz infantil que lo saludaba con mucho entusiasmo.

Se dio la media vuelta y se encontró a dos personas. Un hombre de pelo negro y expresión bastante seria que cargaba una mochila, y una niña de la edad del chico, más bajita, de pelo negro, y grandes y alegres ojos violetas.

— Buenos días señor Byakuya Kuchiki, Rukia —saludó el joven, inclinándose levemente.

— Buenos días —respondió el hombre.

Rukia se le emparejo a Uryu, y los dos niños comenzaron a caminar. Byakuya los siguió, pero la niña se frenó y lo miró.

— Papá, a partir de aquí puedo irme con Uryu, puedes darme mi mochila —habló Rukia—. Llegarás tarde a tu trabajo.

— ¿Estás segura? —cuestionó el hombre, dándole su mochila—. A tu madre no le gustaría que te dejara sola.

— Pero estoy con Uryu, no estoy sola —reprochó la niña.

El mayor cerró los ojos: — Está bien. Puedes ir con él—dijo—. Te veré aquí a las tres en punto

Antes de que se fuera, Rukia se acercó a su padre y lo abrazó de la cintura.

— Nos vemos, papi —habló la niña—. Te quiero.

El hombre le acarició el pelo: — Yo también te quiero, Rukia —respondió—. Ahora ve, o llegarás tarde. Uryu, buenos días.

— Buenos días señor Kuchiki, nos vemos —dijo el niño, inclinándose un poco mientras la niña se separaba lentamente de su padre y se colocaba a su lado.

Byakuya asintió, se dio la media vuelta y emprendió su camino de regreso. Los niños también avanzaron, con Rukia preguntándole muchas cosas a Uryu acerca de la secundaria.


— Aquí es su salón el 1-E —dijo Hanatarou, después de algunos minutos caminando—. Fue un gusto conocerlos. Si tienen alguna, no duden en buscarme. Nos vemos —se despidió y salió con paso apurado hacia el otro lado del pasillo.

Ichigo y sus compañeros entraron al salón. En él había cerca de veinte mesas con sus respectivas sillas. Algunas ya estaban ocupadas por jóvenes de su misma edad, por lo que se apresuraron a sentarse en las del área media del salón.

Ichigo dejó sus cosas, apoyó su rostro y miró hacia la ventana, mientras sus compañeros ya socializaban con otros niños. Y entonces, luego de algunos minutos volteó a la puerta y vio que un chico de anteojos entraba junto con una niña muy bajita. Ambos llamaron la atención del jovencito, pero más la niña, en especial sus peculiares ojos.

Las campanadas de inicio de clase sonaron y algunos segundos después entró una mujer de unos treinta años de voluptuosa figura y vestida con un traje beige.

— Buenos días, buenos días —saludó la mujer—. Mi nombre es Rangiku Ichimaru, profesora de Ciencias Sociales —dejó sus cosas en el estrado—. Antes que nada, sean bienvenidos a la Academia Seireitei, espero que su estancia durante los próximos años sea la mejor, pero ustedes también tienen que esforzarse, para poner en alto su nombre en primer lugar y luego el de la escuela —pausó un poco—. Así que, ¿por qué no se presentan, eh? No sé si hayan platicado antes, pero sería buena idea que conocieran a los que van a ser sus compañeros por los próximos años.

Uno a uno, los niños y niñas fueron pasando a presentarse, con su nombre y escuela de procedencia. Rangiku puso especial atención en todos los jovencitos, pero le sorprendió un poco cuando Rukia pasó al frente a compartir unas palabras, ya que nunca se esperó que llegara a conocer a la hija de sus viejos amigos.


Chojiro Sasakibe, el secretario del director Yamamoto, se encontraba en su escritorio con bastante trabajo de impresión. Al ser el primer día, necesitaba saber cuáles alumnos estaban inscritos y hacer las listas correspondientes. Conociendo a sus compañeros de trabajo, era mejor estar prevenidos antes de cualquier arranque neurótico por parte de alguno de ellos.

La puerta principal se abrió y por ella entró un joven de unos quince años, de alborotado pelo negro y expresión de fastidio.

— Buenos días, ¿qué es lo que se te ofrece? —cuestionó Chojiro.

— Vengo por un reporte —respondió el muchacho, rascándose la nuca.

Sasakibe sacó un papel con un formato de una gaveta y tomó un bolígrafo.

— Nombre, motivo y profesor que lo levantó —pidió Sasakibe, listo para escribir.

El chico bostezó: — Shuuhei Hisagi —respondió—. Tatuaje el rostro. Nanao Kyoraku, profesora de Literatura.

Mientras escribía, se escucharon algunas campanadas, anunciando el término de la primera hora de clase. Y unos segundos después, la profesora de Ciencias Sociales entró en la recepción.

— Buenos días, Sasakibe —saludó la fémina— ¿Ya tienes la lista de los de primero?

— Buenos días, Rangiku —contestó el hombre, y le tendió el documento correspondiente— ¿Cómo te fue en tu primera clase?

— Muy bien, muy bien —respondió la aludida—. Los niños de primero son un encanto, se nota que aún extrañan la primaria. Lástima que, aunque se pongan guapos o hermosas, pierden su encanto al crecer —y miró burlonamente a Shuuhei. Él sólo frunció el ceño

La mujer se dirigió a una cafetera, se sirvió una taza y le dio un sorbo. Shuuhei se sentó en un sillón de tres plazas a esperar el dichoso reporte.

— ¿Sabes quién está en el grupo de primer grado? —preguntó la mujer, y bebió más café.

— ¿Quién? —preguntó Chojiro, con la atención en las listas recién impresas y el primer reporte del año.

— Rukia Kuchiki —contestó Rangiku algo entusiasmada.

— ¿Rukia Kuchiki? —repitió dubitativo el hombre y miró a su colega— ¿No estará relacionada con Byakuya Kuchiki?

— Sí, es su hija —reafirmó la mujer—. Y te tengo un rumor bastante bueno.

— No, Rangiku, no tus rumores de nuevo —dijo Sasakibe, con fastidio—. Vamos empezando el año ten consideración.

— Pero este es de verdad —reclamó la mujer—. Y yo misma le sugerí a Byakuya y a Hisana Kuchiki como la tuvieran, ya que ellos tenían problemas para tener hijos.

El hombre suspiró: — ¿Y qué tiene de especial la niña? —cuestionó.

— Rukia Kuchiki es una bebé de probeta.

— ¿De probeta? ¿Y cómo es eso posible?

Y mientras Rangiku le explicaba con detalles a Sasakibe, Shuuhei escuchaba atentamente el chismorreo entre la profesora y el secretario. Así que entre los de primero había alguien artificial, ya más tarde se lo contaría a sus amigos, por ahora tendría que esperar a que esos dos dejaran de hablar para largarse de ahí. Sin embargo, no podía negar una cosa.

Este año sería bastante interesante.


Notas del autor:

*Antes que nada ¡Feliz Año Nuevo! Espero que el otro año les haya ido muy bien el año anterior y este sea aún mejor

*Bueno, después de una seria plática con Sumsum RL, aquí estoy con una nueva historia con la ayuda de ella. Algo más ligero y muy diferente a lo que usulamente acostumbro a escribir. Pero, como me platicó ella, hay que experimentar cosas nuevas.

*Como siempre, sus comentarios son bienvenidos

Gracias por leer