Watashi, koi shiteru.
1.- Pensamientos: El sentimiento de comprender a una persona.
La primera vez que lo vió fue a través de un televisor. Lo recordaba perfectamente, era temporada de Invierno, el aire fuera de casa lograba helarle, a tal punto que no le comparaba con el clima artificial de una pista de hielo. Las personas al igual que él y su familia, como todo Japonés en esas gélidas épocas, se reunían para comer frente al televisor viendo programas que lograban distraerles, aunque sea por un instante, de la rutina diaria que era su vida. No había mejor comodidad que estar en casa bajo un kotatsu donde podía mantener su cuerpo caliente. Sí, había sido en esa época en la que al desviar su mirada, se deslumbró de pronto ante las imágenes que transmitía aquella caja que parpadeaba constantemente con imágenes que duraban poco tiempo. Como cualquier niño que mira alguno de sus héroes, sus ojos brillaron: era un joven de cabellos largos, de un color plateado que sí debía compararlo con algo definitivamente tendría que ser la luna, este brillaba como el traje que portaba su esbelto cuerpo ante los reflectores, brillaba como si fuese una especie de joya en algún cofre de tesoro esperando ser descubierta.
No se percató del tiempo en el que estaba absorto mirando aquel joven deslizándose sobre la pista acompañado de una exquisita melodía de algún extraño idioma del que no sabía de su existencia, el tono en sí era triste al igual que su expresión en cuanto le enfocaron las cámaras con esas luces. Sus piernas se removieron bajo el kotatsu acomodándose para poder observar mejor, su cuerpo se hizo hacia delante con sus brazos sobre la madera de la mesa, cerrando sus pequeñas manos con fuerza, presionando sus labios debido a las emociones que le embargaban. Aquella noche fue la primera ocasión en la que vio a Víctor Nikiforov, la primera ocasión en la que se había sentido tan intrigado hacia algo. Los días pasaron, gracias a aquella demostración pudo tener algo feliz en su vida dejando de lado las constantes burlas de sus pequeños vecinos quienes solían hacerle enojar, y en otras ocasiones llorar. Esto era distinto, ver cada rutina, entrevista de aquel hombre le hizo entregarse por completo a la investigación, sabía detalles de quien se convirtiera de pronto en su héroe.
Su vida cambió tan drásticamente que no sabía cómo sentirse agradecido, más bien, como agradecerle a esa persona aunque él jamás lo supiera, ya que, los atletas como los actores, como cualquier otra figura pública tenían fans por todo el globo terráqueo, era imposible que alguien con la fama de Víctor se molestara en leer su pequeña carta de agradecimiento ¿Verdad? A menos que tuviera suerte, pero vamos, esas cosas suceden únicamente en películas y mangas. No tardó demasiado en encontrar la manera de sacar esa necesidad de agradecimiento, simplemente fue una casualidad cuando conoció a la amable niña del Ice Castle al momento de ir en compañía de sus padres a un pequeño evento de patinaje por insistencia suya. La niña, unos cuantos años mayor no tardó en ganar su confianza. Lucía tan entusiasmada observando desde las bancas a los patinadores de desconocido nombre realizar piruetas que ante los ojos de ella volaban. Pronto hicieron amistad, solían juntarse para ver las competencias, ambos gritaban o lloraban de emoción cuando Víctor ganaba, el hecho de que ella fuese también una fan fue uno de los factores para que ambos se llevasen tan bien, el único inconveniente era aquel otro niño que solía molestarle haciendo caso omiso a las llamadas de atención de la niña. Era curioso, incluso gracioso pensar que esos dos terminarían formando una familia. Así fue su infancia y esto incluía también, a la muerte de su mejor amigo a quien bautizó en honor al hombre quien mostraba una medalla de oro a las cámaras con una sonrisa, al hombre que unos meses atrás le sorprendió en las aguas termales dirigiéndose a él por su nombre, una total falta de respeto si este no fuese extranjero.
Cuando llegó le resultaba difícil de asimilar; su ídolo, su héroe, viviendo bajo su mismo techo, aunque, le seguía poniendo nervioso las proposiciones de su parte, le resultaban extrañas así como su charla aquel día sentados en la arena observando lo apacible que era el mar y todo lo que le rodeaba. Sus cuestiones no pudo responderlas como se debía, por lo menos, no sin asimilarlas con detenimiento.
"¿Entonces como un novio? Lo intentaré"
Ojos castaños observaban con detenimiento la delgada figura que estaba sobre una fría pista de hielo deslizándose de un lado hacia otro. ¿Por cuánto tiempo lo había estado observando con esa admiración que solamente él comprendía? ¿Por cuánto tiempo tendría la oportunidad de mirar la magia de "Victor Nikiforov"? ¿Magia? Realmente lo era, aquel hombre quien le dedicaba en ese instante una amplia sonrisa solía sorprender al mundo con ella.
Su vista no podía retirarla del cuerpo de aquel hombre, hacía lo posible por no pestañear para no perderle de vista. Era solamente admiración ¿Cierto? Se cuestionaba en su yo interno sin percatarse que sus labios se entreabrían un poco más como reflejo, anhelantes. Sentimientos, esas cuestiones no las comprendía, de hecho, para él era realmente molesto pensar en ello. ¿Qué puede saber un hombre de 23 años de edad que, en ese tiempo de su vida no había tenido una relación amorosa? Lo primero que pudo nombrar como "Amor" fue cuando aquella niña con la que solía imitar los números de Victor le dedicaba atención y sonrisas. Eso para él podría contar como tal, pero ahora, en este instante, estaba confundido.
Suspiró con cierto cansancio, intentar comprender esas cuestiones solamente le agobiaban hasta el punto de cansarle. Avanzó hacia la pista deteniéndose en seco al ver cómo aquel hombre de cabellos plateados se le acercaba con una sonrisa diciendo algunas palabras en ruso que no pudo captar antes de usar el idioma en el que ambos se comunicaban. Era sorprendente, incluso en su exquisito acento al pronunciar un Inglés muy fluido lograba impresionarlo. ¿Tanta así era su admiración por él? Por cualquier cosa, minúscula aunque sea, el mayor lograba tener ese efecto en él.
— ¿Yuri? What's happening? / ¿Qué pasa? — Preguntó el hombre quien momentos atrás se encontraba patinando sobre la pista estirando su brazo hasta la altura de su cabeza. El Japonés abrió con sorpresa sus ojos al percatarse de la proximidad de aquella mano, la cual, se había posicionado cerca de su oído haciendo un ligero movimiento en el que pudo sentir como aquellos largos dedos se perdían entre sus cabellos. Como un acto de reflejo al estar sorprendido su cuerpo se tensó haciéndose hacia atrás, esto sorprendió al otro hombre, quien no pudo disimular al abrir los ojos con esta, pasando después a una mirada comprensiva dedicándole una paciente sonrisa.
— Japoneses... Realmente no logran asimilar estos gestos ¿Verdad? —
El asiático alzó su mirada solamente para encontrarse con las orbes azules de aquel hombre quien no dejaba de observarle, sus labios temblaron, quería decir algo sin embargo las palabras no salían, a excepción de una leve exclamación al sentir aquel dedo pulgar sobre ellos, ejerciendo cierta presión, y eso no era todo, la proximidad de aquel rostro hasta el punto de sentir su cálido aliento en combinación con el calor de su piel entremezclado con el frío del lugar sobre su frente lo tensó aún más. Estaba acostumbrado, por supuesto que lo estaba, en otras ocasiones le era tan incomprensible como ahora, incluso sorpresivo en sus constantes invitaciones ¿Acaso pensaba que era como tener una pareja a la cual invitar a sus actividades? Lo llegó a pensar desde el día en el que, por primera vez, le demostró su exasperación y molestia cuando este le preguntó sobre una novia. No planeaba pensarlo demasiado, era cansado, molesto y confuso, así que solamente se limitaría en apartarse lentamente.
— ¡Muy bien Yuri, está decidido! ¡Esta noche saldremos a divertirnos antes de comenzar con el entrenamiento exhaustivo que tengo planeado para ti! ¿Qué te parece? ¿Te agrada la idea? No aceptaré un no como respuesta. Ah, dicen que el restaurante de sushi que está en el centro es tan bueno como su sake que no querrás salir de ese lugar nunca, estoy emocionado, venir aquí fue una muy buena idea, puedo conocer y aprender bastantes cosas, sin mencionar la gastronomía, la historia, la cultura... —
Sí, ése hombre era alguien que realmente sorprendía. En este instante le recordaba a un chiquillo conociendo el mundo, a veces, le costaba asimilar la seriedad y dedicación que mostraba en la pista a la extroversión que expresaba en estos instantes planeando lo que iban a hacer juntos en algunos lugares de la ciudad como cualquier otro extranjero fascinado por la cultura Japonesa.
La noche cayó, las luces de la ciudad comenzaron a hacer acto de presencia decorando cada uno de los recintos, ambos caminaban por las calles observando en silencio su entorno, no había nada que decir, al menos él no tenía algo realmente por lo cual iniciar una conversación, y el que le acompañaba, bueno, él sonreía todo el tiempo volteando de un lado a otro encontrándose con miradas curiosas, recelosas de los habitantes de ese lugar, especialmente personas de la tercera edad. Él pudo percatarse de la atención que lograba atraer, así como se percató de un par de jovencitas ataviadas en sus uniformes escolares que detuvieron su andar para observarlos con detenimiento, ocultando sus labios con sus delicadas manos al cuchichear entre ellas algo acerca del hombre quien estaba distraído con la fachada de un pequeño comercio. Probablemente hablaban de lo atractivo que era puesto que podía percibir las risitas que lanzaban en complicidad, hasta podría jurar que lograba captar un ligero rubor en sus mejillas.
Conforme avanzaban, las personas solamente mostraban cierta sorpresa antes de volver a la rutina diaria de su vida. Llegaron a un pequeño lugar donde podías hospedarte, no le encontraba sentido, si planeaba hospedarse en lugar estaba el negocio de la familia, donde tenía una habitación y el servicio de las aguas termales entre otras comodidades. El pelinegro parpadeó confundido alzando su vista hacia los pocos pisos del lugar con un rostro desencajado sin percatarse de la mano sobre su hombro izquierdo otorgando unas palmadas sobre este.
— Vamos. — Mencionó el ruso dedicándole una sonrisa al avanzar unos pasos dentro del recinto. En cuanto el hombre pasó por su lado pudo percibir un agradable aroma, era de una colonia que había visto en anuncios de televisión, recordaba el aroma ya que lo había logrado oler en una ocasión que estaba en Estados Unidos compitiendo, en ese tiempo lo traía uno de sus conocidos ya que estaba de moda. A decir verdad, las costosas colonias no le llamaban la atención, ni siquiera la marca, sin embargo, esto era diferente, no se trataba de su compañero queriendo lucir como un galán con cierta aroma para impresionar a las feminas, se trataba de la persona quien le estaba ayudando a encontrarse así mismo, se trataba de su héroe, de un atractivo hombre quien podía hacerle sentir extraño. Confundido permaneció de pie fuera del recinto, se veía absurdo e incluso ridículo estar ahí sin mover un solo músculo. Su acompañante fue quien dejó su andar girándose sobre sus talones para encontrarse con la figura del Japonés.
— ¡Yuri! ¡¿Qué estás esperando?! ¡Vamos, entra! —
Definitivamente este hombre le era incomprensible, una parte de él estaba confundido, y la otra le hacia sentir que esa noche, la relación que existía entre ambos estaba por cambiar. Saliendo de su estupor avanzó con cierta inseguridad a los escalones pasando su vista por ellos con la cabeza agachada, estaba hecho un lío queriendo descifrar la razón por la cual estaban ahí, ambos.
Las personas, como cualquier otras suelen ser incomprensibles, tanto en su modo de pensar como en su comportamiento ¿Qué le hacía pensar que el ruso no era diferente?
