"Un millón de palabras no te traerían de vuelta, lo sé, lo sé porque lo intenté. Tampoco un millón de lágrimas, lo sé, porque las lloré."

Suspiro hondamente, antes de beber otro gran trago de vino desde la botella. Sus ojos pardos se entrecerraban a cada momento y sentía el cuerpo pesado, bastante cansado después de pasar tantas noches en vela, pensando en cómo se fueron dando los hechos, como se fue perdiendo lentamente su brillo y como se fue extinguiendo ante sus ojos la vida de su mejor amigo.

El sonido de Florencia se hacía presente durante esa noche, podía escuchar las voces y los sonidos del carnaval por las calles, esa noche era una noche de fiesta en la ciudad, lo cual le resultaba bastante irónico.

Había pasado unas cuantas semanas de esta manera, apartándose del mundo entero y de lo que le ofrecía la noche. Estaba en su taller, sentado en el piso de su cuarto observando todas las obras que había hecho, miro en su mano la cuchilla oculta que tenia, proveniente de una de las invenciones de Leonardo y sintió nostalgia.

Tomo entre sus manos ese muñeco que le regalo, era de madera y se movía para formar poses humanas y así poder pintar mejor algunos de esos cuadros que tanto le solicitaban. Pensó en lo mucho que le gustaba dibujar y en lo mucho que disfrutaba

Paso todo tan rápido que no puedo detenerlo. Repentinamente, la sangre empezó a brotar de su cuerpo casi inerte, provocándole a su mente y a su alma más de una emoción, lentamente la vida se le fue escapando de las manos sin poder controlar un poco la hemorragia que su amigo sufría, como se le escapaba sus últimas palabras antes de partir: "Ezio…"

Todo le parecía acido, todos los recuerdos de sus últimos días le parecían como llamas quemando sus entrañas, eran como un fuego que no podía contener en su interior. Sus ojos se oscurecieron más, las imágenes de sus últimos días con él se agruparon en su mente, sintiéndose mareado y abrumado ante tantos sentimientos: ira, rencor, dolor, desesperación, impotencia, soledad…

Dejo caer su cuerpo derramando el licor sobre el piso, dejando un charco rojizo a su lado. No le importaba nada en absoluto, el estar ebrio le provocaba sueño después de todo. Quizás si dormía esa noche podría soñar con él y sentirle cerca, aun que sea por un instante.

Entro lentamente en el estudio, inspeccionando todo lugar dentro del sitio. Todo lo que miraba a su alrededor era la esencia pura de Leonardo. Se reflejaba en las paredes, en el olor a papel viejo y a pintura fresca recién mezclada, en los retratos y lienzos de las esquinas a medio terminar, en los pergaminos esparcidos sobre la mesa, en los viejos libros de olvidada ciencia acomodados en los estantes, en la iluminación de la enorme ventana que daba un vistazo a la ciudad de Florencia…

Era increíble como un lugar representaba a una persona, como lo más íntimo de su personalidad se reflejaba en sus objetos personales, en su forma tan particular de acomodar las cosas. Parecía estar todo desordenad a primera instancia, pero en realidad estaba todo estratégicamente acomodado en un lugar donde el artista no pudiera perderlo, al ser una persona tan ocupada y atareada no tenía tiempo ni cabeza para andar pensando en donde dejaba las cosas.

Ezio sonrió ante la idea del despistado Leonardo, completamente desesperado por no encontrar un manuscrito importante. La idea no le resultaba nueva, puesto que ya había convivido tanto con él y conocía a la perfección su faceta estresada y agobiada de trabajo.

Tomo uno de los libros de los estantes en la espera de que el pintor apareciera, empezó a ojearlo sin ningún interés aparente, lo suyo no era la lectura después de todo. Escucho unos pasos atrás de sí, y una presencia bastante familiar se acerco lentamente a su persona.

Una mirada azulada y armónica, unas facciones finas y delicadas enmarcadas por una cabellera rubia y un poco rizada, su piel pálida reflejaba unas cuantas pecas bien dispersas en sus mejillas, y con un semblante amistoso, una sonrisa entusiasta apareció entre sus delgados labios. A Ezio esto le parecía una tortura, siempre que Leonardo le sonreía y le miraba de esa forma tan cálida y tan amable sentía como si se agolparan todas sus emociones dentro de sí.

-¡Ezio! ¿Cómo has estado? Me da tanto gusto verte. –El pintor extendió sus brazos, acercándose a su amigo para darle un abrazo que fue correspondido casi al instante. El joven asesino paso sus manos por entre las hebras doradas del pintor, sentía el aroma dulzón de su persona rodeándole y embriagándole, era una sensación extraña que no podía comprende. Lentamente Leonardo fue soltándolo, sus rostros quedaron a una distancia bastante corta, el joven asesino podía sentir el cálido aliento de su amigo golpeando sus mejillas, podía casi saborear el mentol fresco que provenía de entre esos finos labios.

-Ezio, ¿sucede algo? Estas muy callado. –Rápidamente, el joven asesino se separo del rostro de su amigo de forma avergonzada, no era la primera vez que se sorprendía a si mismo estando en esta posición, sintiéndose atraído hacia la idea de permanecer cerca de su persona, de aspirar su aroma, de probar sus labios…
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos, que no se dio cuenta de cuando su amigo despareció de la habitación. Le encontró en la bodega donde guardaba los instrumentos para sus creaciones, donde había algunos cuantos inventos a medio terminar, junto a otros que parecían ya finalizados. Siempre se sentía abrumado ante la inteligencia y el ingenio que tenia Leonardo, hasta cierto punto sentía admiración por su capacidad de crear cosas bellas y útiles, por su ojo crítico y opinión ante los problemas que enfrentaba, realmente le era de mucha ayuda tener a alguien como él a su lado.

-¿Qué estas buscando Leonardo?

-Estoy buscando unas cosas que deje creí aquí, pero al parecer no están aquí. Donde están, donde están…-Leonardo se rasco la cabeza con un gesto confundido en su rostro. El asesino no pudo evitar soltar una sonrisa ante la imagen despistada de Leonardo frente a si, a lo que solo atino a acercársele y mirarle con detenimiento.

-Recuerda los lugares por donde pasaste antes de llegar aquí, eso siempre funciona cuando se pierde algo.

-No es importante, por ahora. Bueno, ya tengo todos los códigos que necesitas de los pergaminos listos, solo déjame ir por ellos, si quieres puedes sentarte en la estancia, no tardo.-Dicho esto, el pintor salió de la habitación de la misma manera en la que había llegado, mientras Ezio esperaba pacientemente a que apareciera de nuevo. Paso el tiempo leyendo un pergamino que le fue entregado con anterioridad por los de la orden, estaba concentrado en eso y en el hecho de que tenía que partir esa misma noche para dirigirse a una nueva misión, cuando apareció repentinamente Leonardo.

-Mira esto Leonardo, tiene las indicaciones y la descripción de la persona que debo ir a buscar. –El pintor empezó a leerlo, cuando se dio cuenta del nombre y cambio su semblante de animado a serio en cuestión de segundos, mostrando una expresión que parecía ligeramente preocupada en su rostro. El asesino se percato de eso, levantándose se su lugar apoyo su mano en el hombro de Leonardo, que permanecía en silencio con la misma expresión.

-¿Qué sucede? Te quedaste muy serio al leerlo.

-No quiero que vayas –soltó de repente el pintor, sosteniendo la mirada ante Ezio que estaba confundido ante tal reacción.


Este es el primer capitulo de esta historia del videojuego Assassian's Creed, el cual trata sobre una orden se asesinos de época. El el segundo juego, la historia se situa en Italia, y el protagonista Ezio Auditore es ayudado por nada mas y nada menos que Leonardo da Vinci, es solo una aclaración para quienes no conozcan el juego.