Era uno de esos días en los que Steve se sentía irrevocablemente incómodo.

Habían cerrado un caso de alto perfil —otro amigo de Pat Jameson con pasado turbio involucrado en asuntos de dudosa legalidad acabó bajo sospecha en un crimen— y tras el informe que le había dado a la gobernadora referente a la actuación de Five-0, con la omisión de los detalles que Danny consideraba escandalosos, volver a la oficina representaba más tedio que satisfacción. La burocracia era lo que menos le gustaba de su trabajo pero, en parte, era ineludible y él era el responsable del equipo.

No había sido un caso con final feliz, realmente pocos lo eran, ni le había dejado la sensación del trabajo bien hecho.

Le hizo pensar en lo gastado que se veía su padre al regresar a la casa en sus memorias tempranas, en cómo se marcaban las sombras bajo sus ojos y su boca se veía perpetuamente tatuada en mueca. Sus labios siempre habían cantado las mismas palabras en respuesta a la preocupación de Steve «no es nada hijo» pero la mueca siempre le dijo la verdad.

Por otro lado, con el caso cerrado, Steve tenía poco y nada que hacer. No podía ayudar a las víctimas más de lo que ya había hecho, el sospechoso estaba tras las rejas e imaginaba que sus tres compañeros se habrían entretenido con el papeleo...

Excepto que Chin era el único que estaba en el cuartel cuando llegó. Pese a que Steve se movió en silencio para no molestarle, levantó la vista del tablero y le sonrió.

—Espero que no estés pensando en usar algún movimiento ninja conmigo.

Le sonrió. Solo había dos personas que se referían a Steve como ninja y Chin trabajaba solo con una de ellas.

—Nunca lo haría.

La sonrisa que resplandeció en el antiguo compañero de su padre fue fugaz. —Danny y Kono fueron a corroborar la coartada de un testigo de uno de los casos que nos dejaste.

Steve se interesó en ello. —¿Algo prometedor?

Chin se alzó de hombros. —Eso realmente no lo sabremos hasta que vuelvan de la entrevista. Por otro lado, has sido muy solicitado en tu ausencia.

—¿Solicitado?

—Tienes una llamada en espera. —aseguró Chin y era imposible el no absorber la calma que brotaba de él. Era una de las cosas que siempre aparecía en sus recuerdos de Chin, su aplomo. Su resistencia—. Pero no tengo los detalles, salvo que no es nada malo. Es la tercera vez que llaman preguntando por ti.

Agradeció el recado y caminó hacia su oficina tratando de no pensar en lo que le esperaba.

Por regla general no recibía llamadas personales, no había muchas personas en esa isla con las que Steve tuviera una relación personal, pero Chin tenía una mejor relación con DPH de lo que había tenido en el pasado y le habrían informado si se trataba de un caso. Levantó el teléfono que estaba en su oficina y esperó a que la llamada conectara.

—Este es Steve McGarrett, ¿quién habla?

¡Tío Steve! ¿Está Danno contigo?

Parpadeó por un segundo mientras trataba de darle un rostro a la voz.

No fue difícil.

—¿Gracie?

Sus ojos se fijaron en Chin por un momento, a través del vidrio, y vio que su rostro se relajaba en una sonrisa divertida.

Había sabido que era Grace todo el tiempo.

—Tu Danno no está conmigo —declaró—. Salió con Kono para... hablar con algunas personas. Pero-

No quiero hablar con Danno. Este es el teléfono de tu oficina, ¿verdad?

—Sí —respondió, un poco confundido—. ¿Tu papá te lo dio?

Él me deja muchos teléfonos por si su celular no funciona.

Danny no siempre estaba en buenos términos con la tecnológica por lo que era una precaución inteligente.

—¿Qué sucede, kala? ¿Por qué no quieres hablar con tu papá? ¿Están peleados?

Steve no tenía idea de por qué Grace lo llamaría a él si ese fuera el caso o por qué Danny no había dicho una palabra cuando se vieron en la mañana. ¿Cuánto debería preocuparse?

No —replicó Grace. Se escuchaba asombrosamente parecida a Danny cuando pensaba que Steve había hecho la pregunta equivocada—. Es que no tenía el número de tu casa y no quiero que nadie más lo sepa.

—¿En qué puedo ayudarte entonces?

Es que mañana es el cumpleaños de mi papá...

«Nueve de marzo».

Steve volvió sobre los días, un recuento parcial del tiempo y confirmó el pensamiento aún antes de poder enlazarlo con la idea.

Honestamente, una de las razones por las que recordaba cuál era la fecha de cumpleaños de Danny era porque le había resultado muy curioso que fuese tan próximo a su propia fecha de nacimiento.

Eran tan distintos como el día y la noche lo que aumentaba aún más la gracia de que hubiesen nacido con un día de diferencia.

—¿Y querías darle una sorpresa?

Imaginaba que la pequeña movía la cabeza, asintiendo. —Mamá dice que no puedo faltar a la escuela pero... pero si puedes pasarme a buscar entonces puedo ir con Danno todo el día. Si no tienen que trabajar, claro. ¡Y también haré un pastel!

Steve probablemente le daría el día libre a Danny, la semana entera, si el tiempo lo quería para pasarlo con su hija.

No había mentido cuando le dijo que toda su vida había admirado los sacrificios que hizo su padre al volverse policía pero no era menos cierto que una parte de él siempre había suplicado por algo más. Un poco más de su padre, un poco más de su afecto y de su tiempo.

No dejaría que Grace pasase por eso mismo.

A lo lejos vio que Kono y Danny regresaban con expresiones satisfechas. Uno de los puntos a favor, y también en contra, de que las divisiones entre sus oficinas estuvieran mayormente hechas en cristal era que pocas cosas podían escaparseles. No había privacidad completa. Dependía enteramente de la situación si era algo bueno o algo malo.

—A menos que haya un caso urgente, Gracie, creo que podemos decir que tenemos un acuerdo —dijo, manteniendo sus ojos fijos en Danny. Aunque la sonrisa de su rostro era suave comparada con la victoria exuberante que brillaba en la cara de Kono, la diversión que había dibujada allí hizo que sus músculos se relajaran. Era un excelente día si Danny estaba de buen humor—. Tengo que dejarte, tu Danno está aquí.

¿Quieres el teléfono de mamá para arreglar las cosas con ella?

—No, gracias. Lo tengo. La llamaré cuando vuelva a casa.

¡Eres el mejor, tío Steve!

Sonrió. —Lo sé.

Una pequeña pausa.

Danno dice que no es lindo presumir.

La sonrisa de Steve creció un poco más. Por supuesto que Danny le diría eso a su hija. —No es presumir si es verdad, kala.

Grace no respondió enseguida, pero Steve podía imaginarla con el ceño fruncido al otro lado.

La niña era increíblemente parecida a Rachel, sus ojos tenían el mismo tono y sus maneras eran obviamente aprendidas, pero también había cosas de Danny en ella, destellos. En su sonrisa, en su ceño, en alguno de sus gestos.

Tenía la impresión que Grace había heredado lo mejor de ellos.

—Te veo mañana. Haremos que Danno se sorprenda.

¡Gracias, tío Steve! ¡Hasta mañana!

Apoyó el teléfono por un momento contra su oreja para cerciorarse que Grace había terminado la llamada y luego lo dejó en su sitio.

—¿Con quién estabas hablando? —preguntó Danny. Se había detenido en la entrada de su oficina como si fuese una parada necesaria en su trayecto.

Fingió por un momento que acomodaba los papeles en el escritorio.

—Buenas tardes a ti también, Daniel.

Danny puso los ojos en blanco, algo que hacía con tanta frecuencia en su presencia que era un milagro que no quedasen perpetuamente así.

—Te vi hoy temprano, Steven. Antes de que te hubieras ido a ver a la gobernadora. No voy a saludarte cada vez que nos separemos.

Steve levantó las cejas. —¿Esos modales le enseñas a tu hija? Creí que eras el civilizado aquí.

—Una cosa es ser civilizado y otra cosa es la exageración —respondió Danny, pero todavía sonaba de buen humor. Era una victoria en sí misma, considerando que sus siguientes palabras fueron:—. Rachel es buena con eso.

Steve no sabía los detalles de la pareja, realmente tampoco conocía lo suficiente a Rachel para juzgarla, pero Danny era Danny. Steve estaría eternamente de su lado, aunque no fuese lo justo.

—Y no creas que no me he dado cuenta que ignoraste mi pregunta.

—¿Qué pregunta?

—Sobre la llamada. La llamada que cortaste cuando entré aquí.

—Era Laura —Steve se encogió de hombros, esperando que Danny no estuviese leyendo la mentira obvia—. Quería confirmar algunas cosas que le dije a la gobernadora en nuestra reunión. Reunión en la que me fue muy bien, por cierto.

Danny no pareció satisfecho con esa respuesta. Arrugó el ceño. —Y yo aquí, con el temor paralizante que había llegado el día en que la gobernadora te estaba haciendo saber lo mucho que se arrepiente para darte total inmunidad y medios. Esperaba que se diese cuenta de que fue como haberle dado un arma cargada a un mono.

Steve levantó una ceja. No necesitaba más que eso para hacer que Danny hablase. En realidad su compañero no necesitaba mucho incentivo para continuar hablando.

—Me refiero a tu gusto por trepar y saltar por los edificios —añadió, con tono de jocosa amabilidad.

—¿Está necesidad de venir a molestarme tiene alguna razón más allá de que me hayas extrañado?

—¿Qué te puedo decir, babe? —dijo Danny, gotas de ironía salpicando cada palabra. Su sonrisa era cálida como el sol—. Puedes ver a través de mí.


Kala: princesa.


Notas:

Me encanta que Alex O'Loughlin y Scott Caan hayan nacido con un día de diferencia. Quería reflejar eso con Steve y Danny porque con ellos sería hilarante. Esa es la única razón por la que existe esta historia.