Ginny Potter subió las escaleras mirando con preocupación la carta, con decisión se acercó a la habitación de su única hija.

Ya de fuera escuchó los sollozos de la pequeña por lo que supuso que sabía esa noticia.

-Lily, cielo – Ginny se acercó con cuidado a la cama y maternalmente le dijo – no llores mi vida, ahora todo parece mal pero ya veras como con el tiempo todo mejorará.

-No mamá, todo se acabó y ya no hay vuelta atrás. ¿Podrías dejarme sola por favor?

Al ver que su madre era reticente a irse Lily hizo un amago de sonrisa que terminó en una mueca, aun así Ginny dio un suspiro y después de darle un beso en el pelo a su hija salió de la habitación.

Lily sollozó una vez más apretando contra su pecho la carta, esa carta era el punto final a aquella mágica pero corta relación. Y como siempre, ella acababa con el corazón destrozado.

-Es tu culpa por tonta -pensó con rabia y dolor – sabías desde el primer momento que esto acabaría así y sin embargo tu preferiste jugar con fuego y quemarte.

Sin saber porqué cogió su MP3 y buscó esa canción, su canción. Al minuto la encontró y lloró con más intensidad cuando los primeros acordes de True Love Way de Kings of Leon empezaron a sonar.

Pensó en todo, en el porque él se casaba, en porque ella no había sido lo suficientemente buena para él, en porque le dolía tanto cuando ella juraba no amarlo y lo más importante, en porque aun cuando le dolía ella solo podía mirar las fotos que tenían juntos, las cartas que se habían escrito, escuchar todas las canciones que en un día él le dedicó y leer una y otra vez la maldita invitación de boda que le había llegado junto a una carta de él disculpándose por todo y dándole las gracias por esos meses que habían pasado juntos.

-Fueron maravillosos, te quiero Lily -repitió ella con desprecio – ¿si tan maravillosos fueron porque no te quedaste? Puede que hubieses sido feliz conmigo, nunca te diste la oportunidad de saberlo- con rabia tiró el cojín contra la pared, dándole a su lámpara.

Se limpió las lágrimas con frustración, no quería llorar, no por él. Sin embargo, sus ojos pensaban distintos y no dejaban de sacar lágrimas amargas. Se sentía mal, sola, usada y solo tenía ganas de esconderse entre las sábanas y dejar de pensar, dejar de sentir dolor. Pero no lo hizo, ella tenía orgullo y fortaleza así que levantó la cabeza y respiró profundamente. Repitió la acción varias veces hasta que se sintió más calmada y con un amago de sonrisa se dirigió al baño a darse una ducha para limpiar los rastros de lágrimas.

Ella era fuerte, no de dejaría vencer por un desamor y mientras se enjabonaba el pelo y cantaba un trozo de esa canción, le salió una pequeña, pero sincera, sonrisa.

Ahora dolía, pero no sería así siempre, estaba segura que en un tiempo lo que tuvieron sería un recuerdo más en su vida y la haría más sabía y más fuerte.