Todo comenzó a principios de 1988 en el Océano Atlántico cerca de las costas de las Islas Canarias y la Costa Africana. Un grupo de busca tesoros se contraba en un barco de carga pequeño mientras utilizaban una grua hidraulica para sacar algo que se encontraba bajo el agua.
-¡L-Lo logramos! ¡Al fin encontramos el tesoro que se hundió hace 100 años!- Decía el capitán del barco. Desde el fondo del agua salió una especie de cofre alargado de color negro el cual estaba cubierto de percebes que se habían adherido al cofre.
-Bien, con cuidado, hazlo despacio- Decía otro de los hombres en el barco mientras veía como su compañero empezaba a subir más el cofre.
-Oigan ¿No les parece un poco raro como para ser un cofre del tesoro?- Dijo el hombre que manejaba la grúa hidráulica.
Habían pasado un par de horas hasta que finalmente lograron subir el cofre el sol empezaba a caer en el horizonte
-Rápido quiero ver que contiene- Dijo el capitán
-Un momento... ¡Hay algo raro aqui! La caja está sellada desde adentro- Dijo el hombre de la grúa
-¡¿A quién mierda le importa?! ¡Abrela a golpes!-
-¡Un momento! Tiene algo inscrito. D-I-O, Dio ¿Será un nombre?-
-¿¡A quien mierda le importa!? Ya va a anochecer , ¡Cuando oscurezca no podremos ver una mierda!-
-Si, tienes razón ¡Iré a buscar el soplete!-
-¡Vamos, apresúrate! ¡No tenemos todo el dia!-
Mientras el hombre de la grúa iba a buscar el soplete a en la cabina del barco, se encontró con un niño de aproximadamente 6 años con cabello blanco.
-¡Oye niño! ¿¡Quien eres tu!? ¿¡Y como te subiste al barco!?- Dijo el hombre sorprendido al ver ese niño. El no respondio, solo se limitó a brindar sonrisa siniestra con sus dientes afilados y con una mirada que desbordaba cinismo, mientras un resplandor parecía provenir de la palma de su mano, lo que resplandecía era un libro, un libro de color blanco que brillaba con intensidad iluminando por completo la oscura cabina y cegando la vista del hombre.
Varias semanas después, encontraron embarcación sin pasajeros. La nave no presentaba desperfectos técnicos ni señales de haber sido atacada, solo había tres tazas de café a medio beber y una lata de atún vacía en una mesa y en la cubierta, una caja de acero abierta junto a un soplete de acetileno. La caja se encontraba vacía y tenía dos compartimentos. A todos les pareció extraño, pues lucía como si esta hubiese alojado a una persona. Se cree que tal vez albergó un tesoro que se perdió hace mucho tiempo, pero luego de unos meses, todo el mundo se había olvidado del asunto.
