Era un día lluvioso de primavera alrededor de las cuatro de la tarde. El cielo era de un color gris habitual, habitual para los londinenses porque es en Londres en donde transcurre esta historia, en un tranquilo y aburrido barrio no muy alejado del centro de la ciudad.

La poca gente que se encontraba en esos momentos en la calle, caminaba apresuradamente a su destino por miedo a que la ligera, pero molesta llovizna que caía del cielo pronto se convirtiera en un chaparrón. Ya nadie se detenía a observar ese extraño pero divertido error en los números de las casas. En la calle de Grimmauld Place, hacia años, quizá décadas que la numeración de las casas se salteaban el numero 12, se podía ver claramente en la fachada de los edificios el numero 11 seguido del numero 13.

Algo si llamaba la atención si alguien se detenía a mirar en esa dirección, y eso era una joven, quien no aparentaba tener más de 18 años, parada frente a ambos números, con una mirada curiosa y divertida a la vez, como si supiera algo que los demás transeúntes no saben acerca de este tan asimilado error en la numeración de las casas.

No había nada extraño en esta chica, descartando el hecho de que estuviera mirando el número 11 y el 13 consecutivamente desde haría varios minutos. Su vestimenta era como la de cualquier adolescente, dentro de los parámetros, normal. Llevaba un viejo par de jeans ajustados, de un color gris gastado y todo rasgado (y al parecer por ella misma); un par de zapatillas de lona que seguramente eran negras, pero que ahora eran de un color gris oscuro o negro a ratonado en su defecto. También llevaba una musculosa de rayas horizontales negras y blancas y una vieja campera de cuero. En su cabeza, un gorro de lana fina del cual brotaba su cabello largo hasta la cintura y muy ondulado, de color marrón, el cual se mecía suavemente a causa de la brisa del momento. En su hombro, una mochila de color azul oscuro, la cual estaba tan repleta de vallan a saber qué, que en cualquier momento su cerrojo saltaría por los aires, desperdigando por todos lados su contenido.

Nadie lo sabía, pero esta chica había venido desde muy lejos. Y sin que nadie la viera había aparecido con un suave 'plop' segundos antes de que las campanas de una iglesia cercana a la zona anunciaran el cambio de hora.

Suspirando sonoramente dijo 'Es hora' y sujetando fuertemente la correa de su mochila se dirigió a la fachada del numero 12 de Gimmauld Place.


Ahora veamos ¿qué había pasado en estos últimos años?

Tras la desaparición de Lord Voldemort después de asesinar al matrimonio Potter e intentar matar al hijo de la pareja. Sirius juro vengarse de Peter Pettigrew quien siendo el guardián del secreto los había traicionado y entregado al señor tenebroso.

Pero cuando lo encontró, no pudo hacer nada, ya que enseguida intervino Alastor Moody junto a un grupo de aurores y capturaron a Pettigrew, quien fue a Azkaban y nunca más se supo algo de él.

Poco después Sirius fue citado por Dumbledore junto a Remus Lupin y Kingsley Shacklebolt y encomendado a una misión: encontrar y eliminar los horrorcruxes.

Después de muchos años, pudieron concretar su misión eliminando a Voldemort de una vez por todas y poniendo a salvo a toda la comunidad mágica de un posible levantamiento del mismo.

Tras ello Sirius fue reclutado como auror junto a Kingsley y Remus fue nombrado profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts.


Ese día, para Sirius, comenzó como cualquier otro, poca idea tenia de que daría un vuelco tan especial en su vida. Despertó a causa del constante golpeteo de la lluvia contra el amplio ventanal de su habitación, queriendo seguir soñando con chicas lindas, escobas y motos voladoras, se dio vuelta para seguir durmiendo. Pero la maldita lluvia no lo dejaba conciliar el sueño, se conocía muy bien y ya era demasiado tarde para volverse a dormir. Con un movimiento brusco se dio vuelta y quedo mirando el techo, perdido en sus pensamientos a la vez que recorría su habitación con la mirada. Debía admitir que no estaba nada mal después de los cambios que había hecho en ella, las paredes ya no estaban forradas de seda plateada, sino que estaban pintadas de rojo 'Griffindor' como él solía llamarlo; las fotografías estaban intactas, es mas hasta había agregado unas cuantas; hasta los banderines y estandartes de Griffindor seguían allí, decorando su habitación, ' una vez Griffindor, toda la vida Griffindor' solía decir cuando algunos de sus amigos (Remus principalmente) le dirigía esa mirada como reprochándole 'Ya estas grande para tener esas cosas en tu casa', pero Remus también sabía que el único hogar de Sirius había sido y siempre seria Hogwarts.

Resoplando, se incorporo en su ancha cama, se levanto y se fue a asear. Minutos después, en el comedor, un elfo domestico le saludaba felizmente con su vos chillona.

-¡Buenos días señor Sirius Black, padrino del señor Harry Potter! ¡Cualquier amigo del señor Harry Potter es amigo de Dobby, y por eso Dobby espera que el señor Sirius Black haya soñado felizmente!- exclamo emocionado.

-Buenos días y gracias- saludo Sirius cordialmente al elfo a la vez que tomaba haciendo y aceptaba una taza de humeante café que le ofrecía el elfo domestico.

-Hoy ha llegado temprano el diario El Profeta, si el señor Sirius Black quiere hojearlo- agrego Dobby acercándole el diario a Sirius, quien enseguida se puso a leerlo.

El siguiente cuarto de hora se lo paso leyendo y tomando café e ignorando al elfo quien nuevamente hablaba en voz alto sobre lo grandioso que era su ahijado.

-¡Merlín, esta Skeeter ya no sabe que inventar!- comento algo molesto a la vez que dejaba el diario en la mesa y vía la hora en su reloj muñeca, ya era hora de ir al Ministerio.

-Dobby, ya me voy a trabajar, seguramente Harry hoy no venga a comer, es mas no viene hasta dentro de un par de días, así que no hagas comida para él- le comento Sirius al elfo mientras se dirigía al salón.

-Dobby siempre tiene la esperanza de que el señor Harry Potter venga a comer- exclamo con ensoñación el elfo.

-Merlín, no tiene caso- se dijo Sirius a la vez que tomaba un puñado de polvos Flu, los arrojaba a la chimenea y desaparecía tras una llamarada de color verde.

Eran pasada las cuatro de la tarde y Sirius se encontraba en el amplio salón de su casa, cuyas paredes eran de un color claro, y el piso de madera reluciente, además contaba con amplios ventanales lo cuales flanqueaban ambos lados de la chimenea, un par de sillones bien mullidos, una mesa ratona y varias estanterías con libros. Estaba recostado en uno de los sillones leyendo su suplemento de "El Mundo de la Escoba", a la vez que escuchaba la Wizarding Wireless Network o WWN. El día de trabajo había sido demasiado tranquilo, casi se podría llegar a decir que aburrido. Cuando llego al Ministerio, una pila de papeles, documentos y formularios lo esperaban. Merlín, como odiaba el papeleo, pero trabajo era trabajo, así que se puso en marcha enseguida.

Estaba leyendo acerca de las diferencias entre la Ninbus 2001 y la Saeta de Fuego, cuando un ruido muy agudo resonó en toda la mansión, o casa como él la llamaba. Dejando a un lado su revista, se puso de pie varita en mano y se dirigió al vestíbulo. Un lúgubre lugar en el que había un desfiladero de cabezas de elfos en la pared, las cuales no podía sacar debido al encantamiento de presencia permanente, una asquerosa pierna de troll que hacía a su vez de paragüero que solo mantenía allí para hacer sacar de quicio a su prima Tonks cada vez que lo visitaba, y el cuadro de un queridísima madre (nótese la ironía) de tamaño natural que justo en ese momento se encontraba gritando cosas como "Traidor a la sangre", "Amigo de asquerosos muggles y sangres impuras", " profanando la nombre y ancestral casa de los Black" etc. etc.

¡Merlín como odiaba el encantamiento de presencia permanente!

Cuando se encontraba intentando cerrar las apolilladas cortinas de terciopelo que cubrían a la vieja arpía, llego Dobby presuroso y excitado.

-Señor Sirius Black, lo buscan, en la puerta, una niña, no me quiso decir quién era…

Eso sí que le llamo la atención, ya nadie entraba a la casa por la puerta, es decir, se aparecían directamente o usaban la Red Flu. Ahora entendía que había sido ese sonido de antes…ese aparato muggle que ponen en las puertas para avisar cuando llega alguien Tembe, Trembre, Trinbe o como se llame.

Abrió la puerta ya que Dobby la había cerrado y se encontró con una extraña presencia. Era una muchacha alta, delgada, de figura contorneada que habrá tenido aproximadamente la edad de su ahijado. Su cabello era largo ondulado y de color marrón oscuro, al igual que sus ojos que además de ser brillosos en ese momento lo miraban de arriba abajo. Por sus facciones faciales era muy bonita, su nariz no era ni muy grande ni muy pequeña y sus labios no eran tan carnosos y sus pestañas eran larguísimas, le hacía recordar demasiado a… pero era imposible.

¿Quién rayos era esta chica?

A juzgar por su apariencia, ropa y maquillaje espeso en los ojos era muggle, pero ¿cómo un muggle había encontrado su casa?

-Hola- dijo serenamente. -Estoy buscando a Sirius Black.

-Ese soy yo- respondió, ¿cómo una muggle sabia su nombre?- ¿Quién sos vos?

-Mi nombre es Kathleen Alanis Black y soy tu hija- contesto tranquilamente.