Madge Undersee miró como Effie Trinket parloteaba sobre lo emocionante que era presentar los juegos del hambre en el distrito 12. Sabía que mentía. Descaradamente. Como siempre, el video explicativo sobre los días oscuros apareció en la pantalla. El padre de Madge pronunció las mismas palabras, el mismo discurso. Madge sintió unas terribles palpitaciones detrás de su oído.

Sabía que Gale tenía razón. No le podía tocar a ella. Pero si no le tocaba a ella, ¿a quién le tocaría? Se preguntaba sin cesar. Tragó saliva como si fuera a arreglar alguna cosa. Pero no, claro que no lo haría

Effie se acercó a las papeletas. Contuvo el aliento. Su corazón, como el de la escogida, dio un vuelco cuando Effie pronunció el nombre que cambiaría su vida.

—¡Primrose Everdeen!

Rápidamente todo el distrito dirigió la mirada a Prim, que empezaba a hiperventilar. No podía creerlo. Estaba aterrorizada. Nunca creyó que le tocaría, justo en su primera cosecha. Cientos de papeletas y había salido la suya. Se dio cuenta de que tenía que avanzar.

Katniss, por su parte, miró paralizada a Effie, como si no la hubiera oído bien. Estaba completamente desolada y furiosa. Se vio paralizada unos instantes, pero el tiempo iba demasiado deprisa.

Madge empezó a sopesar todas sus opciones, como si también fueran las suyas. Si Katniss se presentaba, lo más probable, su familia moriría de hambre y de pena. Y si Prim iba… no, Prim no podía ir a los juegos, sentenció.

Prim se dirigió andando al escenario, sin saber muy bien por dónde ir. Temblaba de arriba a abajo, pero mantenía la vista al frente. Entonces, todo pareció ralentizarse. Madge sintió que podía hacer algo. Recordó de nuevo las palabras de Gale.

—Tú no irás al capitolio.

Katniss estaba por decir algo, cuando Madge se avanzó un paso, sin ni siquiera pensar en lo que hacía. Gritó a todo pulmón.

—¡Me presento voluntaria!

Todos a su alrededor se giraron. Prim se paró en seco. Katniss se echó a llorar, del susto. El padre de Madge gritó desde el escenario. Madge dio otro paso. Y otro. Y otro. Sus pies se movían solos. Avanzó a Prim, que pronto fue interceptada por una nerviosa Katniss. Subió las escaleras y me dirigió a donde Effie Trinket le indicaba.

No sabía lo que hacía. Pero a cada paso se daba más cuenta. Me daba más cuenta de que su vida había terminado. Que había empezado una cuenta atrás. Los minutos parecían ir el doble de rápido en ese instante.

Su padre la agarró del brazo y le gritó.

—¡No lo hagas! ¡Por favor Madge, no tienes que hacerlo! ¡Baja ahora mismo!

—Déjame

Madge se sintió como una piedra cuando lo hizo callar de tal forma. Su padre calló de golpe, y se alejó de ella. Effie se le acercó dando saltitos, eufórica.

—¿Quién tenemos aquí? ¡Qué joven tan valiente! No me extraña, viniendo de una familia tan honorable como la tuya ¿Cómo te llamas, preciosidad?

—Madge Undersee

—¡Un gran aplauso para esta valiente tributo!

Silencio. Un silencio lleno de significado. Todo el distrito la miró con ojos desolados. Algunos hicieron una media sonrisa triste. Otros empezaron a murmurar. Prim, junto a su hermana y su Madre, hizo un gesto que Madge nunca olvidaría. Levantó tres dedos, y después de besarlos, los alzó. Su forma de decirle adiós. Katniss y su madre la imitaron, y pronto todo el distrito. Los ojos le empezaron a escocer, pero aguantó.

Haymitch, el futuro mentor de Madge, parloteo desde su asiento. Madge no le dio importancia, hasta que vio que se dirigía al micrófono. Contuvo el aliento, iba extremadamente ebrio como en todas las cosechas.

—Miradla bien… ¡porqué esta chica es más valiente que todos vosotros! ¡Que todos vosotros!

Señaló a la pantalla, supuso que dirigiéndose al capitolio, o simplemente repitiendo lo dicho. Se tambaleó preocupantemente y se agarró a la peluca de Effie. Esta soltó un gritito. Haymitch se precipitó contra la muchedumbre, y dos agentes de la paz lo agarraron al vuelo. Se lo llevaron. Madge tragó saliva de nuevo ¡Qué mentor! Effie se colocó la peluca y cogió la papeleta masculina sin muchos miramientos.

—Y el tributo masculino de este año será… ¡Andrew Mellark!

Un chico alto y rubio dio un brinco en su sitio. Miró nervioso a todos los presentes. Nadie habló, todos bajaron la cabeza. Peeta, su hermano, fue a decir algo, pero en el último momento fue acallado por sus compañeros. Este los miró resentido, pero su tiempo ya había pasado. Andrew se dirigió al escenario, un poco más decidido, y se colocó junto a Madge. Effie habló un poco más alegre.

—¡Demos un fuerte aplauso a nuestro tributo Andrew Mellark!

Silencio de nuevo. Pero no un silencio tenso y dolido. Fue más un silencio de alivio, todas las familias habían empezado a juntarse en el instante que habían escogido a Andrew. Andrew bajó la cabeza. Effie volvió a hablar, suspirando por el pésimo público que tenía en el doce.

—¡Perfecto! Daos las manos, tributos, y que la suerte esté siempre, ¡siempre de vuestra parte!

Se cogieron las manos. Estaban sudadas. Esperaron unos segundos de cortesía y se soltaron, incómodos. No podían ni mirarse a los ojos, pensando que pronto tendrían que matarse mutuamente.

Unos agentes de la paz los llevaron al edificio que ella tan bien conocía. Se había pasado horas y horas allí. No hacía falta ni que la condujeran a las salas donde tendría que despedirse. Caminó aserenándose mentalmente. Tarea difícil.

Los agentes la dejaron en la sala. Le era tan familiar, que hasta le dieron ganas de llorar por el simple hecho de no volver a verla.

Empezó a arrepentirse de lo que había hecho. Porque ahora iba a morir. Como Maysilee. Agarró su sinsajo y lo despegó del vestido. Lo miró. Pensó en su tía, la que no llegó a conocer. Ella fue escogida, pero Madge se estaba sacrificando por Prim. Porque sabía que era lo correcto. Porque una niña como Prim no aguantaría ni un dia en la arena. Ni un minuto.

Las puertas se abrieron, y su padre entró corriendo. Su madre no venía, pero no le preocupaba. Ya se había despedido de ella por la mañana, como hacía siempre. Y ella ya había pasado de su hija, como de costumbre.

Su padre la abrazó por la cintura y sollozó en su hombro. Ella también sollozó, y una pequeña lágrima se atrevió a bajar por su mejilla. Pero la ignoró y me separó de su padre. El la miró confuso. Pero ella ya sabía lo que tenía que hacer.

—No le digas que me voy a mamá –Prefirió decir que "se iba" a que "se iba a morir".

—¿Qué? Ella tendrá que…

—No. Ni una palabra, ¿o quieres que se vuelva a recaer? Los dos sabemos que está así por Maysilee, ¿Qué crees que le pasará si le dices que me voy a los juegos?

—Ella…

—Dile que… no, no le digas nada. No preguntará por mí. Dile que estoy enferma y que no quiero que se contagie –Sentenció.

—Pero cuando tenga que verte obligatoriamente…

—Dale un chute fuerte de morfina.

—¡Madge!

—Es por su bien. Hazme caso, por favor. Y si muero… -No sabía por qué dijo que si moría, si estaba segura que iba a morir- Da igual, dile que he muerto de la enfermedad. Te creerá.

—Cariño…

—Señor Undersee, ¡tiene que salir ya! –Gritó un agente desde el pasillo.

—Te quiero, Madge… por favor, sobrevive. Estoy muy orgulloso de ti.

—Te quiero, Papá.

Su padre le hecho una última mirada y se fue. Madge se derrumbó en el cómodo sofá. Todo estaba arreglado, ahora solo tenía que esperar. Alguien más abrió la puerta.

Katniss y Prim entraron en la sala corriendo. La abrazaron.

—Muchas gracias Madge… -Dijo Prim sollozando.

—Madge, no sé como agradecértelo… lo lamento muchísimo.

—Tú no tienes la culpa de nada, Katniss.

—Pues perdón por habernos burlado de ti antes.

—Tú no has dicho nada, ha sido Gale.

—Pero…

—No, en serio chicas, basta de llorar. Sé lo que he hecho y porqué lo he hecho.

—Madge, has de ganar… -Susurró Prim.

¿En serio creía que tenía alguna remota posibilidad? Se preguntó Madge, confusa. Solo asintió, y dejó que la abrazaran hasta que un agente las volvió a echar. Realmente no creía que fuera a venir alguien más que su padre. Sonrió un poco, pensando en que al menos alguien se preocupaba por ella. Sabía que era un pensamiento egoísta, pero pocas cosas podían consolarla en aquel momento.

La puerta se volvió a abrir. Y entró Gale Hawthorne.

Avanzó por la sala como si fuera levitando, con sus pasos silenciosos de cazador. Madge se estremeció un poco. No tenía ni idea de lo que iba a decirle. Y sinceramente, tenía miedo de lo que le pudiera soltar en aquel momento.

—Madge.

—¿Sí? –Valla respuesta más estúpida, se dijo.

—Yo… -La determinación que parecía tener desapareció, y dejó paso a un Gale nervioso y casi tartamudo, que sinceramente le hizo sonreír a Madge- Te había… menospreciado, lo siento. Lo que has hecho por… por Prim es… es… bueno, es muy valiente.

—Gracias.

—Siento lo de antes.

—Yo también – Madge, eres idiota, se dijo. No sabía por qué dijo eso. Tendría que haber dicho que lo perdonaba, quería perdonarlo, de hecho. Pero sabía que él no lo merecía, en parte. Así que se calló. Silencio.

—Intenta ganar. –Dijo él de golpe.

—¿Perdona? –Respondió confusa.

—Que intentes ganar. No es tan difícil, solo hay que tener sangre fría…

—Yo no sé hacer nada bien, Gale. Podría tocarles una sonata hasta que se mueran pero… -Dijo irónicamente, un poco enfadada por su ingenuidad, pero también un poco agradecida. La miró confuso.

—Una… ¿sonata?

—Olvídalo. Gracias por tu disculpa.

—Espero volver a verte.

—Adiós Gale.

—Adiós Madge.

Se dio la vuelta empezó a irse, con los mismos andares silenciosos de siempre. Pero entonces se paró y la miró de nuevo, como pensando en hacer algo. Ella lo miró interrogante. Iba a preguntarle qué ocurría cuando se giró de nuevo y desapareció por el pasillo, sin necesidad de ser llamado por el agente de la paz.

Gale miró al agente de la paz con enfado. Este ni se inmutó, para variar. Salió al exterior con rapidez, lo había estado deseando desde el mismo instante que entró en el maldito edificio. Bajó las escaleras en cuatro saltos y se dirigió a Katniss y Prim, que habían salido hacía poco. Estaban entristecidas, pero aun así aliviadas por su suerte. Cuando Katniss lo vio, corrió hacia él, preocupada de nuevo.

—¿Que le has dicho? –viniendo de Gale se esperaba lo peor. Conocía muy bien su rencor hacia Madge, por el simple hecho de tener más riqueza que él. Gale hizo una media sonrisa.

—Me he disculpado.

—¿Qué?

—Ya lo has oído.

Madge, por otra parte, se dirigía junto a Andrew al tren que los llevaría al capitolio. Los dos eran incapaces de mirarse, ni siquiera de articular palabra. Madge estaba aterrorizada por lo que había hecho. Sabía que era por una causa noble, pero no podía evitar pensar que hubiera pasado si Katniss se hubiera presentado. Ella era fuerte, podría haber ganado hasta con facilidad. Pero a cada paso que daba veía la muerte más cercana.

Andrew, como su acompañante, estaba terriblemente nervioso y hasta cierto punto enfadado. Hasta ese momento había creído siempre que los hombres eran más valientes que las mujeres. Y allí estaba la prueba andante de que era mentira. Porque aparte de que nadie se había presentado para substituirlo, el no se hubiera presentado por nadie. Venga ya, ¡era su última cosecha! Salían muy pocos escogidos con dieciocho años, y allí estaba él, andando hacia el matadero.

Se introdujeron en el tren a duras penas, y se prepararon para el viaje que seguramente no sería de retorno.

N/A: ¡Hola a todos/as! Espero que os haya gustado esta primera parte tanto como a mí escribirla.

Esta idea surgió cuando estaba escribiendo mi otro fic de Gale y Madge "No soy como tú". Como últimamente no se me ocurría nada para terminarlo, empecé a escribir porque sí y me gustó, así que este será mi próximo fic. Si, pienso terminar el otro, pero necesito tiempo para buscar un final digno.

Para cada fic intento buscar una manera de narrar diferente. En esta el narrador será externo y omnipresente. Espero que os guste este tipo de narración, porque permite conocer más el entorno y los pensamientos de todos los personajes.

¡Nos vemos en el próximo capítulo!