Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Fue un segundo, pero pareció una eternidad.

Cruzaron sus miradas, las verdosas aguas de un manantial con dos profundos pozos sumidos en la oscuridad, un encuentro que les permitió ver el interior del corazón del otro en tan sólo un par de segundos. El inicio de un amor tan grande, tan profundo, pero a la vez, un amor que se limitó a, únicamente, un intercambio de gestos.

La sexta ruta por el subterráneo, ¿iba al colegio? ¿Me dirigía a visitar a mi padre? O tal vez regresaba a la casa con mi madre. Hechos como ese no se recuerdan casi nunca, he olvidado por completo a dónde me dirigía, de dónde venía, que hacía; lo que a la perfección sigue en mi memoria son aquellos ojos negros tan oscuros como el mismo cielo nocturno, su cabello color ébano. Toda facción de su rostro has sido tatuada en mis pensamientos.

El joven avanzaba a toda prisa por los carriles llenos a más no poder por gente con distintos destinos, le era dificultoso caminar tan a prisa pero su horario lo obligaba a hacerlo. Miró el reloj en su muñeca para asegurarse que el tiempo estuviera según él lo pensaba, en efecto, tenía el los minutos contados.

El adolescente sintió como alguien caía sobre él, su largo cabello le dio a entender que se trataba de una muchacha, por la cortesía que se le había inculcado desde más joven no la dejó caer y la sostuvo por la cintura. Ella se sonrojó ante dicho acto ya que nunca le había ocurrido algo similar.

Incondicionalmente, la joven giró su rostro para conocer a quien la había salvado de tan vergonzosa caída. Al colapsar las esmeraldas de ella con ese par de universos reposando en las cuencas de él, una corriente atravesó la espina dorsal de ambos. Por igual, jurarían haber escuchado y sentido dos latidos diferentes sincronizándose en su pecho, aún sin siquiera conocer la voz de quien se encontraba enfrente.

Fueron unos instantes, quizá sólo unos pocos segundos, en cambio, para ambos jóvenes había sido una eternidad, una vida entera donde sólo importaban los sentimientos, lo que cada uno pensaba.

A un lado de ellos pasaba gente y más gente, pero parecía nadie existir. A ellos lo único que les preocupaba era seguir escuchando los latidos mientras se fundían en la mirada del otro.

—Perdón. —Una voz los reincorporó, chocó con ellos y pedía disculpas pero no perdió el paso y continuó, ambos jóvenes volvieron a la realidad. Él la soltó y se fue sin pronunciar palabra alguna.

Nació un amor tan grade, un amor que sólo se limitó a un cruce de miradas.