Aún me duele
Sinopsis: "Muchos la tachaban de loca porque a veces la veían hablando sola, murmuraban que le hizo tanto mal la partida de la pelirroja que hasta la alucinaba, pero Elsa ignoraba aquellos comentarios. No estaba loca, no, simplemente ella tenía la exclusividad de ser la única que podía ver a Anna, porque la pelirroja se convirtió en su ángel oficial."
Disclaimer: Frozen pertenece a Disney, como siempre.
Hola a todos, aquí les traigo un pequeño cuento, oneshot, como quieran considerarlo xD, y pues con la novedad de que le quieren dar novia a Elsa y muchos están de acuerdo, y otros no.
Honestamente yo no estoy de acuerdo, sé que la rubia es tan perfecta que no existe en el mundo quién pueda merecerla o alcanzarla, solo Anna. Fin.
En fin, no les distraigo más, a leer:
La brisa acarició aquel jardín soltando el aroma a jazmín entrando suavemente a la casa por la ventana, penetrando toda la habitación con su esplendido olor. Cerca de esta, la rubia acariciando aquellas teclas de ese instrumento musical tan maravilloso que en algunas ocasiones con sus melodías puede provocar la alegría, y otras veces la tristeza. Deberían presenciar cómo las toca con tanta pasión, y perfección, simplemente sabía hacer la melodía adecuada mientras que con los ojos cerrados podía viajar al pasado y posicionarse en el recuerdo que más fuera de su agrado.
Al abrir los ojos, la vio ahí sentada frente a ella, quien disfrutaba y gozaba cada nota musical que con aquellos dedos mágicos hacía posible que se sintiera como un sueño. Siguió tocando con más inspiración, y comenzó a mirar a su alrededor, no le faltaba realmente nada, ya tenía todo lo que alguna vez soñó, por ejemplo esa casa blanca, un buen empleo, y lo mejor, la mujer perfecta para compartir todo eso.
Recordó cómo fue que la encontró, y es que, Anna llegó un día cualquiera al pueblo, y Elsa recorría las calles buscando alguna aventura, pero cuando la vio, sintió que encontró su hogar, y esa noche en el bar, le invitó a conversar, bebieron un poco, y al salir de ahí, la besó.
Aquello se convirtió en una maravillosa rutina, porque a diario Elsa le esperaba en una esquina, se reunían y daban largos paseos por el pueblo, ya sea cerca del lago, o en la montaña, todo resultaba ser suficiente si las dos estaban juntas, no importaba si en sus bolsillos no había un centavo, pues sentían la mayor fortuna con tan solo poder mirarse a los ojos.
Meses pasaron, y aún no se formalizaba algo, pero continuaron viéndose casi siempre, lo único que sabían era que definitivamente ninguna iba a poder vivir sin la otra, estaban hecha la una para la otra, eran el complemento perfecto, y entonces, esa mañana de invierno, Elsa la buscó entre la bruma, y cuando la pelirroja apareció nuevamente en esa esquina, un arco iris se dibujó, y le pidió que aceptara ser su novia. Anna la besó como respuesta.
Por eso siempre que una mañana gris se visualizaba en el pueblo, la rubia volvía a buscar esos mismos colores que encontró en el cielo como cuando le pidió a la pelirroja que fuera su novia, pero no, eso parecía no volver.
Aquel día Elsa siguió caminando por las calles buscándola, y toda la gente la miraba y le saludaba alegremente. La rubia les devolvía la sonrisa, pero no era sincera, porque en su alma sentía un vacío, le faltaba ella, su Anna.
Pasó por aquella esquina donde solía esperarla, y de ahí tomaban un rumbo distinto con tal de estar a solas, pero juntas. Solo se puso cabizbaja, soltó un leve suspiro, y continuó su camino.
Anna se había ido del pueblo en aquel verano, y desde entonces las flores de su jardín murieron, las aves emigraron, y aquella casa blanca comenzó a volverse gris.
Y entonces todo eso la rubia lo recordó mientras tocaba esa triste melodía en el piano, y su pelirroja la observaba apaciblemente.
Finalizó la melodía presionando las teclas al mismo tiempo provocando un eco sonoro al ritmo del latido de su corazón, y al girar a su derecha se encontró con aquel calendario que le llevaba la cuenta de los días, meses, y años que ya habían pasado. Volvió su vista al frente y Anna le sonreía alegremente.
Aquel reloj en la pared sonó, e interrumpió todos sus pensamientos anunciándole en puerta el recordatorio de aquel compromiso que era salir de casa e ir a aquella reunión.
Se puso su mejor vestido, se miró frente al espejo y se dedicó una tierna sonrisa, detrás de ella Anna le abrazó y también le sonrió a través del espejo.
Al salir, toda la gente la veía, pero ya no le dedicaban una sonrisa, ya no le saludaban alegremente, todos se ponían cabizbajos, y cómo no, si desde que Anna se marchó, la rubia no volvió a ser la misma, porque todo ese carisma, y vibra positiva se fue en el equipaje de la pelirroja, y la rubia solo se quedó con su recuerdo. Muchos la tachaban de loca porque a veces la veían hablando sola, murmuraban que le hizo tanto mal la partida de la pelirroja que hasta la alucinaba, pero Elsa ignoraba aquellos comentarios. No la alucinaba, porque el recuerdo de la pelirroja siempre era tan real, y le acompañaba a todas partes como un ángel.
Aún así, Elsa siguió caminando, y cada vez que estaba más cerca de su destino poco a poco se le iba dibujando una gran sonrisa.
Por fin llegó, y con impaciencia corrió hasta aquel bulto de tierra, se puso de rodillas, y dejó el ramo de flores que cargaba en su mano.
"Hoy te vi en la casa, gracias por escucharme siempre, eres mi mejor público, y haces que la casa no se sienta sola" –comenzó a decir mientras se acomodaba de una manera en la que pudiera sentirse cómoda. "Aquel bar donde nos conocimos está por cerrar, los minutos se está llevando la juventud de la gente, y las costumbres están cambiando, pero conmigo todo sigue igual, tal y como me conociste hace seis años" –comentó y una suave brisa acarició su rostro.
"No sé cómo sea tu mundo, pero conoces el mío, estuviste aquí hace tiempo, contigo el jardín era verde y florecía, y cuando abrías las mañanas las aves se unían a tu canto, a mí no me quieren escuchar, creo que mi tristeza terminó por alejarlos, pobres aves inocentes" –dijo y después se detuvo para sonreír.
"Han pasado seis años, Anna, pero yo no siento que avance el tiempo. Desde esa última vez que te vi mi tiempo se congeló" –comenzó a decir mientras pasaba sus manos por el nombre tallado en aquel concreto. "Lo que me duele es que yo no sabía que ese sería nuestro último beso, y te confieso que aún me duele, sé que quieres que te deje en paz, pero no puedo, simplemente no puedo ni quiero, sigues conmigo, y sé que siempre será así, podrán pasar mil años, y yo siempre te sentiré cerca de mí" –siguió diciendo y aquel llanto que le amenazaba por fin desbordó.
Y así era cada semana. La rubia visitaba aquella tumba donde quedaron los restos de su amada, por lo que comenzó a crear su propia creencia, aquella que si seguía yendo a diario, seguiría viendo a su Anna en la casa de vez en cuando. Si no era así, entonces sería en sus sueños, pero al final de cuentas, tenía que verla. No estaba loca, no, simplemente ella tenía la exclusividad de ser la única que podía ver a Anna, porque la pelirroja se convirtió en su ángel oficial.
Y de nuevo comenzó a acariciar aquellas teclas blanca son tanta delicadeza, mientras con sus ojos cerrados buscaba un nuevo paisaje para perderse. Y de pronto una lágrima resbaló por su mejilla sin pedir permiso, y comenzó a tocar más a prisa como si así pudiera acelerar el tiempo y darle fin a su tristeza. Y de pronto abrió sus ojos de golpe, y una fuerte brisa entró por la ventana haciendo bailar a las cortinas. Se puso de pie, caminó hacia la ventana y la cerró difícilmente, pero al final lo logró. Escuchó entrar a alguien por el ruido de sus zapatos, y al girarse se encontró con esos ojos azules que le devolvieron el alma al cuerpo.
Elsa le sonrió y sintió un gran alivio. Anna por fin había regresado.
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