Dragón Ball Z no pertenecer a mi persona, yo ser solo un cavernícola fan.
"Los centauros y los humanos nunca podrán estar juntos Vegeta"
Eso me había dicho mi padre hace mucho tiempo, justo cuando la había conocido.
Y como me arrepiento de no haberle hecho caso, yo era joven muy joven y simplemente me deje llevar por la diversión que me ofrecían esos hermosos e inocentes ojos azules de niña.
Como deseo no haberla conocido en verdad deseo eso. Pero ahora ya es demasiado tarde.
Solo me queda recordar y contar la historia.
"Cuéntanos la historia Vegeta" - pidió un centauro adolescente llamado Gohan, hijo del centauro Kakaroto.
Suspiré y me decidí a hacerlo, no sé porqué Gohan me pidió que le cuente la historia cuando todo el pueblo centauro sabe de la triste desventura de su príncipe.
"Bien, lo haré" - le dije y luego me senté sobre mis patas.
Cerré mis ojos con dolor para recordar algo que había intentado olvidar hace muchísimo tiempo pero aunque la haya olvidado y ahora tenga mi pareja de mi misma especie todavía me duele recordar a Bulma. Mi gran amor.
Con un gran ardor en el corazón comencé a hablar.
"Todo comenzó cuando yo era un pequeño centauro de tan solo 6 años, me había escapado de la manada, quería probar mi valentía y crucé las praderas que mi padre me había prohibido terminantemente cruzar, pero yo era rebelde y aventurero.
Corrí, comí las mejores frutas de los árboles frutales que encontraba en mi camino hasta que quedé totalmente agotado y busqué un lugar tranquilo donde tomarme una siesta y lo encontré. Metí la mitad de mi cuerpo entre un arbusto y dejando a mis extremidades traseras a la vista dejándome ver solo como un caballo. Y así fue como tiré mi cuerpo a tierra de costado y me dormí.
Desperté sobresaltado al sentir que alguien estaba tirando de mi cola, eso me alarmó así que me levanté de de golpe y al sentir que ese alguien que soltaba tomaba mi cola calló al suelo.
Mi atención se centro en ella, era una niña, una humana y me había visto. Lo primero que pensé fue en asustarla, pero ella me miraba con los ojos bien abiertos sin embargo no decía nada. Así que me atreví a desafiarla.
-¿Qué miras?- le reclamé por su exceso de atención.
Pero de un momento a otro su actitud cambió y empezó a reír sin razón aparente.
-Que gracioso, un niño caballo jajaja- decía señalándole con el dedo sin parar de reír.
Su risa esa inquietante y fastidiosa e intenté detenerla con un grito enfadado.
-CÁLLATE DE UNA VEZ HUMANA TONTA- grité con todas mis fuerzas y para mi suerte ella paró de reír pero para mi mala suerte ahora estaba rodeándome girando a mi alrededor en círculos.
Su hermoso cabello color azul ondeaba al viento y su rosada cara de niña se destacaba en esa pradera. Era tan hermosa.
Yo estaba tan molesto por su acción, nunca había conocido a alguien que me faltase el respeto de esa manera, debía darle una lección.
Y así fue que en uno de sus giros en circulo a mi alrededor le di una patada con mis patas traseras que la mandó volar hasta chocar con una roca. Y caer inconsciente.
Debí haber estado feliz sin embargo asustado me giré a mirar. Ella estaba lastimada, muy lastimada.
-Mierda, la maté- me dije asustado.
Me acerqué asustada y no sabía que hacer en esos casos, sabía que los humanos eran débiles pero no frágiles. Me asusté de mis propios actos.
Con cuidado me acerqué a la niña, con muchísimo esfuerzo doblé mis patas e intenté agacharme para tomarla en mis brazos.
Pero una cuestión se formó en mi mente. ¿Qué haría con una humana semi-muerta?
No había opción, debía curarla pues nunca fue mi intención matarla ni dañarla, solo asustarla un poco. Pero no me salió como esperaba.
Con la pequeña niña en mis brazos fui al curandero tratando de que mis congéneres centauros no me vieran.
El curandero era un centauro llamado Yajirobe quien se destacaba por ser un centauro extraño por su sobrepeso. El distribuía una semilla que curaba todo tipo de lesiones y yo solo esperaba que esas semillas curen a la niña humana que cargaba.
Cuando llegué donde Yajirobe el me miró y se sobresaltó al ver una humana, sin embargo al ser yo el príncipe le pedí total discreción en el asunto.
Bajé el cuerpo de la humana sobre algo cómodo para que Yajirobe la examinara. Sin embargo la impaciencia se apoderó de mi, solo quería que esa niña estuviese molestándome de nuevo, no quería que muera.
-¿Qué le sucedió?- me preguntó el curandero haciéndole conversación y aunque yo no quería hablarle debía hacerlo.
-Le di una patada- respondí sin culpable.
Sin embargo Yajirobe ignoró aquello, claro. Si se atrevía a desafiarme se metería en problemas. Claro él era inteligente, así que ignoró mi respuesta y simplemente me habló de otra cosa.
-Tiene muchas lesiones y su cuerpo esta roto- mencionó el curandero.
La verdad ese inútil ya me había hartado así que con unas "suaves" palabras lo mandé al demonio.
-INÚTIL, DALE LA SEMILLA MILAGROSA DE UNA BUENA VEZ POR TODAS- le ordené apresurado.
Sin embargo el gordo miserable seguía tranquilo e intentando convencerme de que no teníamos la garantía de que funcionaría en humanos.
Pero con una mirada amenazante de mi parte accedió y le dio la semilla milagrosa, sin embargo nada pareció haber pasado, la niña no despertaba ni daba señales de mejora, en ese momento me desesperé, me toqué el rostro sudado y los ojos se me aguaban. Hasta que de nuevo oí esa chillona voz quien estaba reaccionando.
No pude evitar esbozar una gran sonrisa en ese instante, esa niña traviesa estaba bien, lentamente abrió sus azules ojos y me miró, también miró a su alrededor pero volvió a mírame a mí.
Con gran valentía apenas se había recuperado sin embargo ya estaba de nuevo gritando con esa voz tan irritante que ahora me parecía música para mis oídos.
-¿CÓMO PUDISTE PATEARME? ERES UN NIÑO CABALLO MUY GROSERO- me gritó sacándome la lengua.
Un gran nerviosismo se apoderó de mí al saber que podrían oír sus gritos así que le tapé la boca y la cargué en mis brazos para luego trasladarla sobre mi haciendo que ella se montase a mi espalda mientras se abrazaba de mí. Rápidamente salí corriendo del pueblo para llevarla a la pradera de nuevo sin embargo sentir su cabello golpear mi espalda me hacía sentir extraño después de pensarlo un poco quizá esa humana me agradaba.
Una vez volvimos a la pradera la bajé ahí y ella me sonrió divertida, pareciese que quería decirme algo. Así que la presioné.
-Habla de una vez niña, no tengo todo tu tiempo- comenté sin siquiera saber porque dije eso pues yo disponía de muchísimo tiempo libre.
-Es que fue muy divertido pasear contigo, me gustaría que juguemos juntos siempre niño caballo- me pidió ella con sus ojos tiernos pero la verdad yo no pensé en ese momento en su propuesta sino en que debía enseñarle a tratarme con respeto.
-Vegeta, príncipe Vegeta es mi nombre- y su sonrisa se extendió emocionada cosa que la hizo saltar de emoción.
-Eres un príncipe azul, aunque estés sin remera ni pantalones, eres un príncipe. Tal vez yo podría ser tu princesa- mencionó ilusionada.
Yo ya no sabía que decirle, ella no podría ser mi princesa por dos razones, uno que era una humana, eso nunca sería posible y otro que yo ya estaba destinado a una hembra de mi raza para un futuro. Así que decidí decírselo a mi manera.
-Olvídalo niña, yo nunca tendría de princesa una niña tan fea- le dije aunque no me esperé su reacción.
Ella se puso a llorar desesperadamente como si de algo grave se tratase. Tuve tantas ganas de estrangularla pero al mismo tiempo de consolarla. No sabía cuál de las dos cosas hacer.
Pero cuando me acerqué a ella, se secó las lágrimas rápidamente y me miro como proponiéndome algo, hasta que por fin decidió hablar.
-Te propongo un trato, todos los días vendrás a jugar conmigo y así me conocerás, y cuando seamos grandes nos casaremos- me dijo ella proponiéndome aquello que por supuesto yo me negué pero ella era tan astuta, simplemente encontró la manera de extorsionarme tan solo siendo una niña inocente –si no lo haces, le contaré a todo el mundo que hay hombres caballos- así que no tuve opción más que aceptar.
Si los humanos se enteraban de nuestra existencia sería un caos total, y no me quedó más opción que aceptar. Así fue como cada día fui a jugar con ella, a escondidas, en esa pradera, jugábamos, corríamos, comíamos frutas e incluso comida de humanos. Compartimos tanto juntos, crecimos tanto, hasta que un día ella tenía 13 años y vino triste a comunicarme que se iría no sin antes sacar una hoja y hacer un dibujo. Un dibujo que se negó a mostrarme y se marchó con él.
Y así fue la última vez que la vi antes de… Bueno, supongo que ya sabes, esa parte. Todo el mundo sabe eso. No pienso tocar esa parte de la historia.
Fin. Ahora puedes volver a tu casa con tu estúpido padre" – le dije a Gohan luego de contar la primera parte de la historia.
La verdad, me dolía demasiado contar la siguiente. No quería recordar eso en verdad.
"Por Favor Vegeta, cuéntamelo" –me rogó Gohan.
¿Es que no se daba cuenta del dolor que me causaba contárselo?
Con ganas de destruirme a mí mismo y ser libre de todo ese tormento corrí sin mirarme mi camino aun sabiendo que era seguido por Gohan, llegué al lugar donde la conocí. Y donde vi su sonrisa por última vez.
En la pradera, ahí era el lugar correcto en el cual seguiría contando la historia.
Estas son de las historias que se te ocurren en la ducha y luego les das una vida tal como esta.
Espero que les guste.
