Habían conseguido salir de Punk Hazard con vida.
Los niños estaban siendo embarcados y sus hombres se preparaban para partir, igual que la tripulación del Sombrero de Paja, con los que habían acabado firmando otra extraña tregua implícita.
Cansada, suspiró y se quedó un momento mirando al mar mientras los demás se organizaban.

Una voz detrás de ella la sobresaltó. Una voz que conocía bien.
-Eh, capitana cuatro ojos.
-Zoro Roronoa...
-¿Cómo está tu hombro? -preguntó él acercándose. Instintivamente, ella se llevó la mano al vendaje que el mismo Zoro le había puesto horas antes.
-Se... se pondrá bien, seguramente.
Él asintió, dándose por satisfecho.

Tashigi pensó que daría la vuelta y se marcharía, pero sintió su mirada sobre ella un rato más. Casi le quemaba. Al cabo de unos segundos que le parecieron eternos, espadachín se acercó un poco más y, de repente, la marine se percató de que la miraba fijamente, como examinándola, con el ceño fruncido y expresión concentrada... o más bien, miraba hacia un punto mucho más abajo de los ojos. Sintió que se sonrojaba.
-¿Q-qué pasa? -preguntó a la defensiva.
-Tienes una cintura muy delgada -dijo él.
El rubor de la joven se intensificó.
-¿Que qué?
-Como no tengas cuidado, se te va a partir en medio del combate -le advirtió Zoro con una sonrisa torcida. Ahora hablaba con más confianza, con superioridad. Como cuando la había felicitado por derrotar a Monet como si fuera su subordinada.
Tashigi frunció el ceño.
-¡Eso es porque soy una mujer! ¡No es mi culpa que mis formas sean así, no puedo conseguir una musculatura como la tuya tan fácilmente!
Mientras hablaba, él rodeó su cintura con las manos como intentando medirla, fingiendo concentración. Prácticamente podía abarcarla sin mucho esfuerzo.
Las mejillas de Tashigi ardían.
-¿Q-q-qué haces?
-Será mejor que trabajes esos abdominales si quieres vencerme -le aconsejó el pirata, mirándola a los ojos. La capitana mantuvo su mirada, desafiante, hasta que sintió que Zoro tiraba de ella y la atraía hacia sí por la cintura. Antes les separaba apenas un paso; ahora sus cuerpos estaban tan juntos que a ella no le salían las palabras.
-Z-zoro... Roronoa... ¿qué-?

Con la misma sonrisa confiada, el aludido la atrajo aún más y cubrió sus labios con los suyos.

Tashigi permaneció un instante con los ojos muy abiertos, sin ser capaz de reaccionar. Luego el calor de los labios de su rival se confundió con el de su cara, que estaba tan roja que quemaba. Y se dio cuenta de que le temblaban tanto las piernas que no habría sido capaz de huir aunque quisiera. Cerró los ojos y giró ligeramente la cara, acomodándose a él. No supo muy bien en qué momento se encontró devolviéndole el beso.

Cuando se separaron, se encontró de nuevo con la sonrisa confiada y pícara del espadachín.
-Volveremos a vernos, capitana gafotas. Trabaja esa cintura y ese haki.
¿Por qué volvía a hablarle como si fuera su superior? La joven le devolvió una mirada desafiante, intensa, con sus grandes ojos castaños, mientras él se daba la vuelta y volvía con sus compañeros.
-Estoy segura de ello, Roronoa. Más te vale volver a cruzarte en mi camino. Y la próxima vez... no te dejaré escapar.

[NOTAS DE LA AUTORA: Porque Oda dibuja a las chicas unas cinturas diminutas, y porque necesitaba volver a escribir algo de mi OTP después de ¿cuánto? ¿10 años? aunque fuese una tontería. Yo les sigo siendo fiel.]