El monstruo
Todas las noches el mismo sueño, ¡o serÃa la cruda realidad?. Caminaba despacio por entre los frondosos arbustos del bosque, aquel bosque tan familiar, pero a la vez desconocido. Las ramas de los árboles subÃan fieras enredándose en el firmamento, y ocultando a la luna que jugaba al escondite con ellas. Los arbustos le arañaban la capa, amarrándole y deteniéndole para que no siguiese adelante. Ningún sendero estaba dibujado en el bosque. La niebla empezaba a abalanzarse sobre el bosque, como cazador sobre su presa. La niebla era aspirada por su nariz, que pasaba a los pulmones congelándolos, para luego salir al frió ambiente. Su capa húmeda por la niebla cruel, se pegaba a su cuerpo, abrazándolo con la muerte. Esa niebla que olÃa a todo y a nada, a vida y a muerte.
La niebla lo encerraba en un corredor que le llevaba a aquel monstruo que se internaba en el corazón del bosque. La dulce brisa de la noche hacia que le llegase ese olor tan familiar, ese recuerdo sin cara, ese....... . las ramas entrelazadas dejaban asomar a la redonda luna plateada que le acompañaba un vez mas. Los ruidos del bosque hacÃan sobresaltar mas de una vez su corazón, que de por si solo ya estaba al máximo. El sonido de las alas de las aves nocturnas, era su única compañera.
El susurrar de sus pasos contra la arena húmeda se complementaba con el lejano eco de los pasos de aquel ser. Esa lejana figura se desvanecÃa y aparecÃa como un fantasma. Era el fantasma de su alma. Una luna ausente iluminaba el camino. El viento soplaba la dulce melodÃa del miedo. Las hojas de las ramas más bajas acariciaban su cuerpo a través de la capa. SeguÃa caminando hacia esa criatura en un sendero sin fin. Una cascada lejana se oÃa, cada gota de agua era una gota de su ser, que caÃa en el olvido. Siempre lo mismo, pero esta vez no lo iba a dejar escapa.
Durante toda su vida, ese ser sin rostro lo habÃa atormentado. Llegaron a un claro sin frondosa vegetación. De fondo estaba el olvido. Miro a su alrededor, ahora sabÃa donde se encontraba, estaba en el bosque prohibido. El monstruo se habÃa dado la vuelta y lo miraba fijamente. Llevaba una capucha que le impedÃa ver su rostro.
De detrás suya, salió una brisa frÃa que le atravesaba el cuerpo y le resbalaba la capucha a aquel ser. Ese era el ser que lo habÃa atormentado desde el mismo dÃa en que nació. Ese ser tenia la culpa de que sus tÃos lo tratasen asà de mal, por su culpa habÃa pasado noches en vela llorando por la muerte de sus padre que también era culpa de el; y otras tantas noches sin dormir, para no verlo en sueños, pero aun asà lo veÃa. Lo veÃa en el reflejo de la ventana, en el espejo, con sus amigos, en los pasillos, en el colegio........, lo veÃa siempre. Esa noche cambiarÃa, aunque eso conllevase a renunciar a todo.
Un rayo de luna se filtro por entre las ramas, iluminando los ojos verdes. Ese era el monstruo, el monstruo era el mismo.
Todas las noches el mismo sueño, ¡o serÃa la cruda realidad?. Caminaba despacio por entre los frondosos arbustos del bosque, aquel bosque tan familiar, pero a la vez desconocido. Las ramas de los árboles subÃan fieras enredándose en el firmamento, y ocultando a la luna que jugaba al escondite con ellas. Los arbustos le arañaban la capa, amarrándole y deteniéndole para que no siguiese adelante. Ningún sendero estaba dibujado en el bosque. La niebla empezaba a abalanzarse sobre el bosque, como cazador sobre su presa. La niebla era aspirada por su nariz, que pasaba a los pulmones congelándolos, para luego salir al frió ambiente. Su capa húmeda por la niebla cruel, se pegaba a su cuerpo, abrazándolo con la muerte. Esa niebla que olÃa a todo y a nada, a vida y a muerte.
La niebla lo encerraba en un corredor que le llevaba a aquel monstruo que se internaba en el corazón del bosque. La dulce brisa de la noche hacia que le llegase ese olor tan familiar, ese recuerdo sin cara, ese....... . las ramas entrelazadas dejaban asomar a la redonda luna plateada que le acompañaba un vez mas. Los ruidos del bosque hacÃan sobresaltar mas de una vez su corazón, que de por si solo ya estaba al máximo. El sonido de las alas de las aves nocturnas, era su única compañera.
El susurrar de sus pasos contra la arena húmeda se complementaba con el lejano eco de los pasos de aquel ser. Esa lejana figura se desvanecÃa y aparecÃa como un fantasma. Era el fantasma de su alma. Una luna ausente iluminaba el camino. El viento soplaba la dulce melodÃa del miedo. Las hojas de las ramas más bajas acariciaban su cuerpo a través de la capa. SeguÃa caminando hacia esa criatura en un sendero sin fin. Una cascada lejana se oÃa, cada gota de agua era una gota de su ser, que caÃa en el olvido. Siempre lo mismo, pero esta vez no lo iba a dejar escapa.
Durante toda su vida, ese ser sin rostro lo habÃa atormentado. Llegaron a un claro sin frondosa vegetación. De fondo estaba el olvido. Miro a su alrededor, ahora sabÃa donde se encontraba, estaba en el bosque prohibido. El monstruo se habÃa dado la vuelta y lo miraba fijamente. Llevaba una capucha que le impedÃa ver su rostro.
De detrás suya, salió una brisa frÃa que le atravesaba el cuerpo y le resbalaba la capucha a aquel ser. Ese era el ser que lo habÃa atormentado desde el mismo dÃa en que nació. Ese ser tenia la culpa de que sus tÃos lo tratasen asà de mal, por su culpa habÃa pasado noches en vela llorando por la muerte de sus padre que también era culpa de el; y otras tantas noches sin dormir, para no verlo en sueños, pero aun asà lo veÃa. Lo veÃa en el reflejo de la ventana, en el espejo, con sus amigos, en los pasillos, en el colegio........, lo veÃa siempre. Esa noche cambiarÃa, aunque eso conllevase a renunciar a todo.
Un rayo de luna se filtro por entre las ramas, iluminando los ojos verdes. Ese era el monstruo, el monstruo era el mismo.
