Era una noche como otra cualquiera, música muy alta, olor a tabaco y alcohol, gente por todo el local bebiendo, riendo y jugando al billar. Otra noche de la monótona y triste vida de Bella Swan. Era camarera en el "New Moon", un local del Bronx frecuentado por los traficantes de la zona, ladrones de poca monta y delincuentes comunes. No era el mejor sitio del mundo para trabajar, pero con su título de maestra no conseguía trabajo y aquí las propinas eran buenas y el trabajo estaba asegurado. Sólo tenía que defenderse de los cerdos de turno que intentaban tener más que palabras con ella y todo iría bien.

Cada día era igual al anterior, llegaba como a las 7 de la tarde, bajaba las sillas, revisaba el alcohol y abría la puerta para que la escoria de Nueva York entrara a pasar la noche. Drogas, armas y prostitutas eran lo frecuente que tenía que soportar, hasta que llegaba la hora de cerrar sobre las 5 de la mañana el día que más temprano cerraba, volvía a su apartamento y se acostaba al lado de James, su novio de toda la vida.

Habían ido juntos al colegio, luego al instituto y ella se fue a la universidad mientras él montaba su taller de coches. Eran una pareja cómoda, se conocían, sabía cómo eran y se querían. Normalmente ayudaba a los mafiosos con sus coches, no era algo que a Bella le gustara, pero sabía que no tenía muchas más opciones de trabajo, era eso o pagar miles de dólares del impuesto de "protección", que evitaba que le destrozaran el local mensualmente.

Esa noche James fue a verla al bar y a beberse unas copas. Estaba bastante contento ya que le había dejado un Camaro para restaurarlo a petición del "Gran Jefe" Aro Vulturi. Vulturi era el líder de todo lo ilegal que se movía en la ciudad de Nueva York, drogas, armas, mujeres; cualquier cosa ilegal, él era el amo.

¡Hola amorcito! ¿Adivina quién está celebrando hoy? - La saludó él con una palmada en el culo, algo que a Bella le molestaba muchísimo.

Ya lo veo… ¿Podrías controlarte un poco? Es mi lugar de trabajo…- le recriminó ella muy avergonzada.

Nah, no te preocupes, el "jefazo" no se enfadará. Ponnos a los chicos y a mi unos whiskies.-

La noche siguió de esa misma manera, los chicos bebiendo, ella atendiendo la barra y algunas mesas y el local llenándose de gente. Los amigos de James y este no paraban de hacer ruido, gritando, rompiendo vasos y tirando mesas. El jefe de Bella le recriminó a ella el comportamiento de su novio y sus amigos, ella intentó disculparse y evitar que la cosa fuera a más.

Cuando llegó la hora de salir, James ya estaba bastante borracho junto a sus amigos del taller y fue Bella la que tenía que echarlos del local para limpiar y recoger.

-James, es hora de que os valláis, tenemos que cerrar y limpiar. Vete a casa amor- le instaba ella con la voz más dulce que podía sacar a esas horas.

-Tú no me dices lo que tengo que hacer camarera- James apenas podía mantenerse de pie y balbuceaba las palabras. Ella ni se inmutó acostumbrada a ese comportamiento cada vez que su novio se bebía unas copas y tal vez algo más, pero no quería ni planteárselo.

-Chicos ¿podéis llevaros a casa a James? Está muy borracho y no puede conducir en este estado- Los amigos de James, John y Tomy se lo llevaron a rastras hasta el pequeño piso que compartían unas cuantas manzanas más adelante. Esa noche Bella dormiría en el sofá o en cualquier parte de la casa que no fuera la lado del apestoso de su novio.

Cuando llegó a su casa esa noche se encontró a James roncando en el sofá, oliendo a licor rancio, humo y aceite de motor. No era la imagen que una chica quiere ver de su novio, y encima roncando como un oso apestoso. Bella se duchó y se acostó en su cama una noche más esperando al día siguiente.

Por la mañana, James tenía resaca y no quería ni escuchar un sonido, así que Bella aprovechó para coger su bicicleta y dar un paseo al mercado local. Le gustaba pasear con su bici, comprar dos o tres cosas y sentarse en el jardín botánico a leer un libro con un sándwich y un refresco. No podía hacer esas cosas con James ya que decía que eran cosas de "princesita mimada". Poco sabía él lo que tuvo que luchar Bella para no caer en la misma mierda que todo el mundo en el Bronx.

Ese día compró una ensalada de frutas a la señora Smith, su frutera del barrio, un sándwich de pavo con queso y una Cocacola y se fue al jardín a descansar con su edición de Cumbres Borrascosas ya ajada por el tiempo. Le encantaba ese libro, fue el último regalo de su padre Charlie antes de morir en Afganistán años atrás. Su padre había sido marine de los Estados Unidos, condecorado con honores por muchas misiones, le había enseñado a defenderse, a esperar lo inesperado, a ser una "chica fuerte" su pequeña guerrera la llamaba cuando era más joven; como lo echaba de menos. Habían sido ellos contra el mundo desde que su madre Renee murió a causa de un cáncer siendo ella muy pequeña, apenas la recordaba. ¿Qué pensaría su padre al verla llevado esta vida? No estaría contento, eso seguro.

Así pasó su mañana y gran parte del día, lejos del ruido, de la gente y de la delincuencia que la rodeaba allí donde trabajaba y vivía. Tan a gusto estaba que no se dio cuenta de que llegaba tarde a trabajar si no corría con la bici, así que, ejercitando mucho sus piernas, pedaleó todo lo que pudo para llegar a su trabajo a tiempo. Su jefe la vio llegar acalorada y sin aliento.

-¿Otra vez leyendo se te fue el mundo?- le preguntó Sam, un hombre bastante mayor que no conocía otra cosa que el Bronx y sus bajos fondos. El hombre era bueno con ella, todo lo que se podía ser viviendo en una zona como aquella.

-No te enfades conmigo Sam, ese lugar es lo más cerca de la naturaleza que puedo estar viviendo en Nueva York- le sonreía ella mientras guardaba la bici en la trastienda.

-Esta noche tendremos reunión Bells…. Odio que Aro venga aquí a controlar sus negocios, pero paga bien y debemos estar callados y sordos ¿comprendes? - le advirtió Sam. Aro acostumbraba a ir una vez al mes al "New Moon" para reunir a todos sus terratenientes y camellos para pedir un informe del negocio, romper algunos dedos y presionar a algún novato.

Bella odiaba esas reuniones, lo peor de lo peor se reunía allí y ella tenía que sortear a los babosos lo mejor que podía. Empezaron a preparar el local y colgaron el cartel de Cerrado en la puerta. Todos los lacayos del jefazo empezaron a entrar y a colocarse en sillas y banquetas, dejando un sillón que estaba colocado en el centro de la sala para Aro. Este entró cuando todos estaba ya allí, saludó a Sam y se paró frente a Bella.

-Querida Isabella, tan preciosa como siempre. ¿Podrías ponerme lo de siempre querida? – El hombre era educado, tanto que daba hasta escalofríos. Sabía que Bella era la más antigua del local y nunca había tenido problemas con ella, había roto alguna que otra mano a algún abusón y a él eso le hacía gracia.

-Por supuesto señor Vulturi, en seguida se lo llevo-

La reunión comenzó como siempre, Aro esperó su whisky de 12 años con dos hielos, como siempre lo tomaba, y cuando Bella desaparecía, comenzaban a hablar. Bien sabia ella que todos allí hacían bien en mantener los ojos, la boca y los oídos cerrados, ella la primera. Al último que intentó traicionar a Aro Vulturi lo encontraron meses más tarde en el Río Hudson con piedras en lugar de huesos… algo bastante macabro y desagradable.

Durante la reunión, Aro se limitaba a escuchar los informes, asentir o levantar una ceja escéptico, y tomar notas en una pequeña agenda negra de cuero que siempre llevaba con él, junto con una pluma de ónice con sus iniciales grabadas en oro A.V. Bella se fijaba mucho en esos pequeños detalles, la ayudaba a no escuchar la conversación y evadirse. Esa pluma debía costar lo mismo que un año de alquiler para ella y James.

La reunión terminó con alguna amenaza de Aro con la voz fría como el hielo y amenazas de muerte veladas. Bella se quedaba a cerrar esa noche y estaba en la trastienda recogiendo unas cajas cuando escuchó un ruido fuerte viniendo del salón. Sabiendo lo que podía encontrar fue cautelosa y se quedó encerrada en la pequeña habitación unos minutos hasta que se animó a salir en silencio. Cuando iba hacia la barra con una caja de vasos vio a Aro, Demetri y Alec sus dos matones, acorralar a un tipo bajo, delgaducho y con aspecto desaliñado. El chico estaba asustado, podía verlo en sus ojos, cuando de repente, Aro chasqueó los dedos y Demetri le pegó dos tiros en el pecho y uno en la cabeza al chico. Bella se asustó tanto que la caja de vasos que llevaba en la mano se le cayó por intentar contener su grito. Los tres hombres se giraron y la vieron en la otra esquina del local, con un pasillo corto hasta la puerta de salida de emergencia que daba a un callejón.

Bella no supo cómo pero consiguió despegarse del suelo y salir corriendo por la puerta, por algún milagro su bici estaba ahí escondida entre los cubos de basura, ya que había llegado tarde y no la había atado por despiste. Cogió su bici en el momento que los tres hombres salía por la puerta con las pistolas en la mano y apuntando hacia ella.

Como un rayo salió disparada por el callejón escuchando los disparos que estaba evitando. Rápidamente tomó las calles para alejarse lo más rápido posible de allí. No podía quedarse en el Bronx, la encontraría en cuestión de minutos, tampoco podía ir a su casa pues sería el primer sitio donde la buscaría. ¡James!

Paró en un pequeño puente, justo debajo y llamó a su novio.

-¿Bella?- contestó James al tercer tono

-¡James, sal de casa ahora! Vete de ahí corre-

-¿Qué pasa joder, que cojones…?- y de repente se escuchó un crujido tremendo y la comunicación se cortó.

-Joder- Habían entrado en su casa, ningún sitio era seguro.

Eran las 4 de la mañana, el amanecer rayaba el alba y ella estaba asustada, agotada de pedalear y sola. De repente recordó a su padre diciéndole un único nombre si alguna vez estaba en problemas, Carlisle Cullen, agente del FBI en Nueva York, ya sabía dónde tenía que ir.

Volvió a coger la bici, se puso la capucha de la sudadera para no ser muy visible, su pelo castaño llamaría la atención, la blancura de su piel no ayudaba, así que intentó pasar desapercibida y pedalear con todas sus fuerzas. Fueron muchas manzanas las que tuvo que atravesar pedaleando, sorteando coches, motos y peatones en la ciudad que nunca duerme. Por fin llegó a las puertas del FBI en la esquina de Broadway con Worth Street, soltó la bici en medio de la acera y entró corriendo, tanto que varios agentes que estaban guardando la puerta la asaltaron porque pensaron que era alguien peligroso, ella entró en pánico al verse en la calle, quieta sin poder entrar a un lugar seguro, hasta que gritó el nombre de Carlisle Cullen y todos a su alrededor se retiraron y la hicieron pasar.

Estuvo en una sala de espera, le había dado un café y una manta ya que hacía frío en las noches y ella había recorrido varios kilómetros en bici por las calles. De repente, un hombre alto, de unos 50 años, rubio y de ojos azules se plantó frente a ella con cara de preocupación, en ese instante supo que era Carlisle, el amigo de su padre en Afganistán.

-¿Carlisle?- preguntó ella por si acaso. Se puso de pie temblorosa, parecía una hoja azotada por el viento.

-Isabella, ¿qué ha pasado niña?- le preguntó él acercándose a ella.

En ese momento, Bella se sintió a salvo, y se derrumbó en sus brazos llorando y temblando.

-Carlisle, tienes que ayudarme-