Disclaimer:
Dragon Ball no me pertenece, es propiedad de su creador, Akira Toriyama.
INACEPTABLE
Imposible.
Esa palabra resonaba en su mente como única explicación a lo que le había sucedido. Humillado, golpeado, asesinado por ese muchacho desconocido. ¿Quién era? Un joven sin nombre, eso era, mas eso no era tan relevante: era un saiyajin y eso bastaba.
Indescriptible era su pesar. Nunca antes había sentido esa horrible mezcla de odio y decepción acumulados en su ser, y lo peor de todo: lo sentía contra sí mismo. Y se sentía patético.
¿Pero qué podía hacer para parar ese sentimiento? Nada, ya no había nada que hacer pues él ya estaba muerto, en el infierno como recompensa por todo el mal causado. Sin embargo, su infierno había comenzado cuando tuvo frente a él a un súper saiyajin, y lo que le hacía rabiar era que había contribuido para que lo lograra. Al verlo a los ojos en aquella ocasión, supo que no habría escapatoria y que su final estaba cerca.
¡Oh! Todo había sido tan rápido.
Confiaba demasiado en su poder, se cegó por ello y no imaginó siquiera que existían seres más poderosos que él; esa confianza fue su perdición. Ni sus esfuerzos por acabar con esa despreciable raza había valido la pena, y sabía que nada que hubiera hecho serviría de algo; la suerte fue echada desde que destruyó Vegetasei.
Mientras el planeta estallaba, un pequeño saiyajin era enviado a un planeta lejano para destruirlo, el niño que se convertiría en el fiero guerrero que le llevó tantas desgracias.
El haberlo dejado con vida, le resultaba imperdonable.
¡Maldito! Si antes aborrecía a los saiyajin, ahora los odiaba con toda la fuerza de su corrupta alma. Al menos había un nombre al cual maldecir: Son Goku. Su voluntad por acabarlo fue inquebrantable, aún sabiendo que moriría ahí, en Namekusei, muy lejos del planeta en que se crió pero no le importó: quería verlo muerto. Sin embargo, él sobrevivió, ¡por supuesto! Él era Freezer, un Demonio del Frío, un ser destinado al éxito... O eso creyó.
Luego que su padre lo reconstruyera, ambos se dirigieron a la Tierra con la clara intención de vengarse. Grande fue su sorpresa al ver que había un saiyajin más que conocer, aquel muchacho que les mandó al Otro Mundo. Ese fue el final del Gran Emperador Freezer, el tirano que acabó con mundos enteros, que estuvo al frente de una gran red de comercio, que sometió a pueblos enteros y ganó su temor. Con amargura se percató de que él solo sería un recuerdo.
Murió a manos de un jovenzuelo, un chico que no habría nacido de no haber cometido un simple error de cálculo, error que le mostró una horrible verdad: él no era tan fuerte.
¡No! ¡Jamás lo aceptaría! Ni siquiera al recordar de aquel ogro de piel rojiza, quien lo condenó al infierno. ¡Él era el Emperador del Universo! ¿Es que acaso no lo comprendían?
No.
Ya no era nadie.
Estaba muerto y aunque le doliera admitirlo sabía que el poder de un Demonio del Frío no podía compararse con el de un súper saiyajin.
Y eso era inaceptable.
FIN.
