Advertencia: Los acontecimientos narrados no corresponden a la realidad real ni a la realidad animada.

Por razones de argumento, todos, todos, todos están vivos. Hay algo de AU, algo de OoC y mucho de WTF.

El baile de Sadie Hawkins

Tatsumi temblaba de emoción. Saori estaba a punto de firmar, entre otros muchos papeles, aquel que le autorizaba a aumentar a 18 las horas de entrenamiento básico para todos los guerreros, y lo nombraba a él, Tatsumi, capataz de entrenadores, con derecho a colgar de las muñecas a quienes se rebelaran contra su autoridad.

Saori no había leído bien el papel, eso sí; como confiaba en su mayordomo, sólo leyó el encabezado, que decía algo así como "en vista y considerando". Por eso, iba a firmar con toda tranquilidad.

Sin embargo, antes de hacerlo se tomó un segundo de descanso. Justo el segundo que faltaba para que Shion, el revivido Gran Patriarca, entrara junto con Mu de Aries sin anunciarse previamente.

-Saori – dijo Shion -, necesitamos más víveres. Además, hay que pagarles a las personas que se están encargando de la lavandería. Ya ninguna tienda acepta nuestro crédito. Por otra parte, es necesario hacer algo que levante la moral de los guerreros.

- Oh, pero de eso se encarga Tatsumi – dijo Saori, distraída. Un dolor de cabeza la hacía sentirse bastante mareada.

- No dudo que el señor Tatsui tenga las mejores intenciones – dijo Shion, sin mirar al mayordomo – pero estas no llegan a buen puerto. Las condiciones en que tenemos a nuestra gente son vergonzosas.

- La herencia del señor Mitsumasa Kido no es para malgastarla en la diversión de unos pelafustanes – dijo Tatsumi – Por eso es necesario que en este lugar reine la mayor disciplina, como la que existía cuando yo me hacía cargo de la educación de esos chiquillos que el señor Kido reunió para convertirse en caballeros.

- No todo en la vida es entrenamiento y obligaciones – dijo Shion – y el Santuario necesita un momento de diversión.

- Y esa diversión tiene un precio, ¿no es verdad? - reclamó Tatsumi – Supongo que esperan que el dinero del señor Kido pague por todo.

- No es necesario que el señor Kido entregue su precioso dinero – repuso Shion, con sorna – pues acá Mu de Aries nos ha traído una solución.

Saori sonrió distraída a los hombres que rodeaban su escritorio, y habló con voz débil:

- No dudo que los valientes guerreros merecen esparcimiento y felicidad; pero Tatsumi tiene razón, la Fundación Graude no puede hacerse cargo de más gastos, o simplemente no podremos llevar a cabo nuestras obligaciones. Comprendo que parezco una jefa cruel, pero deben entender que...

- La fundación Graude no tendrá que gastar recursos en la idea que he traído para vuestra consideración – dijo Mu -, pues de hecho, no nos costará un peso. Incluso es posible que queden beneficios.

- ¿El Santuario, otorgando beneficios monetarios? - dijo Tatsumi con una mueca burlesca – Tal vez salvaron a la Humanidad, pero ustedes no son capaces de generar recursos. Son lo que llamamos unos parásitos económicos.

Shion suspiró. Mu hizo otro tanto y continuó hablando:

- En una conversación que se llevó a cabo ayer entre algunos caballeros de oro, se llegó a la conclusión de lo importante que sería capitalizar nuestro valor humano mediante algún tipo de intercambio económico que deje satisfechos tanto a la mercancía como al comprador, y que, de paso, no dañe las características esenciales del objeto. En ese caso, claro, nosotros, los habitantes del santuario, seríamos los objetos.

-Hablan de esclavitud voluntaria, por lo que me parece – dijo Saori con una sonrisa triste – y aunque agradezco el precio, no es necesario que mis guerreros se esclavicen por mi culpa.

-Además – repuso Tatsumi - ¿qué harían? ¿Participar en peleas de boxeo? ¿O en luchas callejeras? Después de todo, nada más saben hacer.

-No – dijo Mu, con toda calma – No hablo de luchas ni de esclavitud, sino de baile. Podemos organizar un baile en el Santuario, cobraríamos entrada, y con ese dinero adquirimos lo que haga falta.

Tatsumi y Saori quedaron helados.

-No permitiré un baile profano en el santuario de Atenea – murmuró Saori después de unos segundos, mirando severamente a Shion y a Mu.

-Oh, es que este es un baile especial – se apresuró a aclarar Mu – pues se llama "el baile de Sadie Hawkins", se celebra el próximo mes, y su característica es que las mujeres invitan al hombre con el que desean asistir, y a las doce de la noche tienen derecho a recibir un beso.

Saori quedó en silencio por un instante. Luego estalló:

-¿Qué esperamos? ¡Debemos darnos prisa! ¡Tatsumi, envía comunicados a todas las revistas del corazón del mundo! ¡Shion, organiza los entrenamientos para los bailes! ¡Se deben dominar todos los ritmos de salón! ¡Mu, averigua dónde está Seiya! Yo llamaré a mi modista.

La noticia se esparció rápidamente por el Santuario. Las Amazonas fingían molestia, pero enviaron una delegada a averiguar si podían presentarse sin máscara, y desde cuándo podían invitar a los elegidos. Los santos de Oro, artífices de toda la idea, empezaron a desempolvar sus trajes de etiqueta. Los demás fueron convocados por Mu y Shion, que les explicaron dónde debían ir para conseguir una vestimenta apropiada y aclararon todas las dudas:

-No, Misty, no puedes usar maquillaje; no, Argol, es impensable que aparezcas con tu escudo de medusa. Sí, Jamian, puedes usar un traje negro, pero no puedes llevar un cuervo en el hombro...

-La idea del baile es de lo más absurda – dijo Seiya, cruzando los brazos detrás de la cabeza – Un hombre es el que debe invitar a una chica. Las mujeres son tímidas y nunca se deciden a nada.

-Shunrei ya me invitó – dijo Shiryu, sonriendo y guardando su teléfono móvil – acaban de dar la noticia por cadena mundial.

-Oh, pero Shunrei sabe que le dirás a todo que sí – repuso Shun– En cambio, una chica común y corriente debe vencer el miedo a que le digan que no. Es una pena.

-Pues si alguna te dice algo, respóndele que no – ordenó Ikki -. Nosotros no participaremos en este evento que solo pretende echar una cortina de humo sobre los malos manejos que la Fundación Graude está teniendo con respecto al Santuario...

-Dirás más bien los malos manejos que Tatsumi está teniendo con respecto al Santuario – repuso Hyoga -. Supe que la idea de este baile salió de los Doce Templos.

-De todas, formas, nosotros no participaremos. ¿Verdad, Shun? - declaró Ikki, girándose hacia su hermano, que ya no estaba a su lado pues se encontraba en animada charla con una amazona. Volvió al cabo de unos minutos, muy animado.

-Ya tengo cita para el baile – anunció, lleno de orgullo.

-Pues yo no pienso aceptar a ninguna que me lo pida – aseguró Ikki, con un suspiro de resignación.

-Con esa cara de ají que tienes, de seguro que ninguna te lo pide – se burló Seiya. - En cambio, a mí...

De pronto, la multitud comenzó a apartarse ante un grupito de mujeres que corrían fuertemente, tratando de ganarse una a la otra. Se dirigían directamente hacia Seiya, que como estaba muy ocupado burlándose de Ikki, no se percató de nada hasta que las tres aterrizaron en su espalda:

-Seiya, ¿quieres ir conmigo al baile? - dijeron las tres al mismo tiempo.

Los ojos asombrados del resto de los santos contemplaron a Shaina, Saori y Miho (que pasaba sus vacaciones en Rodorio).

Seiya se arrastró como pudo para librarse de las chicas, y las miró con incredulidad:

-¿Qué demonios?

-¡Que si quieres ir conmigo al baile! - repitieron las tres al unísono, como si se hubieran puesto de acuerdo, y luego se dirigieron miradas de odio las unas a las otras.

El resto de las personas se apartó de a poquito para contemplar mejor. Saori, muy roja, se negaba a mirar a cualquier parte que no fuera Seiya. Shaina, muy pálida y con las mandíbulas apretadas, miraba fijamente al suelo. Miho era la única más tranquila, y contemplaba a Seiya con esperanza y amor.

-Es obvio que Seiya debe sentirse honrado por la invitación de la señorita Saori, y elegirla a ella – dijo Tatsumi, desde alguna parte de la multitud.

-Debería elegir a Shaina- Ambos son guerreros y tienen que mantenerse unidos – dijo Aldebarán desde alguna otra parte.

-Miho merece el honor, pues es la representante de los civiles – gritó Jabú, interesado sobre todo en que no aceptara a Saori.

-Bien, Seiya, elige – dijo Ikki, gozando el momento.

-Yo...yo... - balbuceó Seiya, todo confundido.

-Él debe elegir a conciencia, y sin que nadie piense que se vio afectado por razones poco dignas para un santo de Atenea – dijo Shun, imponiéndose con su voz tranquila a todas las murmuraciones – Así que nosotros, su grupo de apoyo, hemos decidido que se realizará mañana, a las doce del día, y en el salón de eventos del santuario, un concurso entre estas tres damas para elegir entre ellas a la acompañante de Seiya al baile.

-¿Ah? - preguntó Seiya, alarmado.

-¡Sí, un concurso de cocina! Las tres señoritas prepararán deliciosos platos para nuestro querido Seiya, y el más delicioso ganará. ¿Aceptan, ladys?

Las tres chicas asintieron con la cabeza y se levantaron silenciosamente, no sin antes dirigirse miradas llenas de rencor.

La multitud se dispersó al ver que se había acabado la diversión, así que Seiya y sus amigos quedaron muy pronto solos.

-¿Un concurso de cocina? ¿Estás loco? - preguntó Seiya, tirándose de los cabellos - ¡Ninguna de ellas sabe cocinar! ¿Quieres provocarme una gastritis?

-Pues el plan de Shun fue de los más astuto, y eres un idiota si no te das cuenta – repuso bruscamente Ikki.

Seiya lo miró asombrado.

-Es verdad – dijo Shiryu – si elegías a una, las otras dos te odiarían. Y si rechazabas a las tres, todas te odiarían. En cambio, con el concurso la elección es más objetiva.

-Y es bastante justo que sea de cocina – dijo Hyoga – pues como las tres son malas en ese ámbito, ninguna va a pensar que la favoreces a ella.

-Vamos a arreglar el salón de eventos – dijo Shun – necesitamos conseguir mesas, pocillos y todo eso. Ah, y también ingredientes. Les daremos a cada una de ellas los mismos ingredientes para que hagan algo crudo. No nos arriesguemos a que incendien algo tratando de cocinarlo.

-Parece que has pensado en todo – dijo Ikki, impresionado.

-Oh, cuando pasaba largos periodos de tiempo en soledad, imaginaba cómo sería organizar concursos de comida – repuso Shun con una sonrisa triste.

La noticia del concurso por Seiya casi opaca la del baile del santuario. Algunos reflotaron la mala costumbre de apostar, y durante gran parte de la noche una pequeña figura recorría el santuario (más bien, aparecía y desaparecía) anotando las apuestas. Iban bastante parejas. Es que cada una tenía razones para ganar y para perder:

Saori era la Diosa del santuario. Era impensable que perdiera. Además, todos sabían que no tenía mucha tolerancia a la frustración. Aún recordaban el episodio con Aracné. Pero por otra parte, esta encarnación valoraba bastante la opinión pública, así que seguramente evitaría usar su influencia para ganar.

Miho era una chica promedio, y se supone que sabía cocinar. Sin embargo, Kiki había convivido con ella algunos meses y anunció que delegaba la cocina en una chica llamada Eri.

Shaina era la que tenía más en contra. Todos sabían que era vegetariana, y sólo comía frutas y hortalizas sin aliños. Sin embargo, era ingeniosa y podía dar más de una sorpresa.

Pero el mundo exterior no sabía de ese concurso. De lo único que se hablaba era del baile del santuario, y las herederas de grandes fortunas, las actrices y las cantantes se dirigieron rápidamente a Grecia para ser las primeras en invitar a su santo soñado.

A eso de las diez de la mañana del día siguiente, Tatsumi estaba vendiendo las últimas entradas a una tal Lady Guga que cayó rendida bajo el encanto de Ichi de Hidra. Al mayordomo lo humillaba un poco que nadie hubiese querido invitarlo, pero lo que más lo humillaba era que Ikki el Fénix estuviera sentado junto a él, vigilando sus manejos con el dinero (además, Ikki se había dado el lujo de rechazar a las diez damiselas que lo habían invitado).

-¿Por qué guardas esos billetes en tu bolsillo y no en la caja fuerte? - preguntó Ikki.

-Porque son para comprar los ingredientes para ese ridículo concurso que tu hermano inventó – masculló Tatsumi - ¿Acaso quieres ir tú al pueblo a comprarlos?

-Tal vez lo haga – dijo Ikki.

Tatsumi bufó y se dirigió al pueblo, seguido de cerca por Ikki. Volvieron cerca de las doce, con los ingredientes, y fueron al salón de eventos, que estaba abarrotado de curiosos que querían averiguar cómo les resultarían las apuestas.

Las tres chicas estaban muy serias detrás de las mesas. Todas llevaban primorosos delantales bordados con sus nombres, y el pelo recogido bajo una malla oscura. Seiya estaba al centro del salón, sentado bajo un cartel que decía "Primer Premio". Se sentía realmente muy desgraciado, así que jugaba para distraerse con un gatito que Shun le había traído.

-¡Comencemos! - exclamó Shun, y las chicas se lanzaron sobre sus mesas.

El concurso tenía media hora de duración, así que debían apurarse. Las tres habían decidido preparar sándwiches, pues alguien había echado a correr la voz de que a Seiya le encantaban. Todas terminaron más o menos al mismo tiempo, pero debieron esperar la media hora reglamentaria.

Cuando llegó el momento, las chicas le entregaron sus preparaciones a Hyoga, que los llevó ceremoniosamente en una bandeja hacia Seiya. Shiryu vendó los ojos del chico para que nadie pensara que elegía a la ganadora por algo que no fuera el sabor del sándwich.

Seiya le dio un mordisco a cada uno, y entonces se puso muy pálido.

Se sacó la venda de los ojos y empezó a toser.

-¿Qué tenían los sándwiches? - preguntó en un susurró.

-Todos tenían cosas parecidas – dijo Hyoga – Atún, tomate, lechuga...

-¡Lechuga! - exclamó Seiya - ¡Tengo intolerancia a la lechuga!

La audiencia estalló en una burlesca carcajada.

-¡Pensar que pude haberlo vencido dándole un poco de lechuga! - exclamó Misty.

Nadie parecía reparar en el dolor que sentía Seiya, ni siquiera las tres chicas, que estaban muy ocupadas riéndose de él. En eso, Ikki sacó un poco de bicarbonato de una de las mesas, lo echó a un vaso y se lo alargó a Seiya.

-Toma esto y deja de arrastrarte – masculló.

El remedio funcionó bastante bien, y Seiya se levantó del suelo tan feliz como siempre.

El público se apaciguó, hasta que alguien gritó:

-¿Quién ganó? Necesitamos cobrar las apuestas.

Los organizadores del concurso se miraron unos a otros, preocupados, porque los tres sándwiches habían sido un desastre para Seiya. Pero Shun tomó el micrófono muy decidido:

-Señores, piénsenlo un poco. Si no podemos elegir acá la comida más deliciosa, pues todas le causaron grandes dolores a Seiya, entonces, ¿no deberíamos elegir la comida que menos daño le provocó? O yendo más allá, ¿la comida que le dio algún beneficio?

-No me gusta a dónde va esto – murmuró Ikki.

-La respuesta, señores del jurado, es ¡la comida que Ikki le dio! El milagroso preparado de bicarbonato y agua que devolvió las fuerzas al Pegaso. Por estas razones, ¡Ikki debe ser el elegido para acompañar a Seiya al baile!

Un silencio sepulcral acogió su propuesta.

-¿No se supone que la gracia es que las mujeres invitan al hombre? - dijo Saori.

Shun pensó unos segundos.

-Oh, es cierto. Olviden lo que dije – y deslumbró a todo el público con una gran sonrisa.

-Entonces, ¿qué hacemos? ¿Competimos de nuevo? - preguntó Miho.

-No – dijo Saori – Ahora hablamos. Miho, ¿quisieras una donación de dos millones de dólares para tu orfanato?

-¡Claro!

-Entonces, olvídate de invitar a Seiya.

-Olvidado – dijo Miho, y Tatsumi se acercó a ella, para llevarla al aeródromo donde tenían un avión privado listo para ella, con un cheque en el asiento del pasajero.

-Shaina – prosiguió Saori - ¿quieres volver a ser santo de bronce?

-¡No! - exclamó Shaina.

-Entonces, olvídate de invitar a Seiya.

-Olvidado – dijo Shaina - ¡Oye, Fénix! ¿Tienes pareja?

-No tiene – afirmó Shun.

-Entonces, vas conmigo.

Ikki estaba tan asombrado que no pudo negarse.

-Bien. Seiya, vamos al baile – pidió Saori, con toda dulzura – pero si dices que no, lo entenderé.

-¿Ah? - preguntó Seiya, igual de aturdido que Ikki.

-Buen chico – dijo Saori, depositando un beso en su frente. Y salió del lugar a probarse el vestido que usaría en el baile.

-Acabamos de ver a nuestra diosa ejerciendo plutocracia, dictadura y demagogia – dijo Shiryu, consolando a Seiya.

-Tenemos que practicar mucho, hermano – dijo Shun, dulcemente – Si bailas mal, Shaina tratará de asesinarte.

Hyoga no decía nada. Acababa de recordar algo. Había quedado de asistir al baile con dos chicas. ¿Qué podía hacer?

Continuará...

Nota de la autora: Como lo había advertido, hay mucho de WTF. Sé que parece una historia medio disparatada (de hecho, lo es) pero no tengo excusa. Juro que imaginé esto antes de saber que en Glee lo habían hecho!

Gracias por leer! Nos vemos!