Esta historia contiene escenas de violencia, referencias sexuales, palabrotas y alguna referencia al nombre de Dios en vano. Como también contiene muchos chilenismos, sólo la recomendaría para chilenos mayores de 15 años.
Resumen: por problemas de seguridad, los Cullen se encuentran pasando una temporada en una remota localidad del sur de Chile. Jasper accidentalmente muerde a una humana. El clan intentará integrarla al grupo, pero las probabilidades de éxito son escasas.
CAPÍTULO 1
Así fue como fue.
Yo vivía en el pueblo (no diré cual, pues pondría a mi familia en peligro). Y, claro, no sabía que los vampiros existían siquiera. Había leído la saga Crepúsculo, pero asumí que era todo fantasía. Evidentemente. No iba a ser verdad. Y menos en Chile.
Y resulta que un día estaba haciendo la chancha (la cimarra, novillos, o como le quieran llamar), en el bosque, porque los martes tenía un horario asqueroso en el colegio. El horario de este día espantoso consistía en puras materias humanistas, que se me dan pésimo, y gimnasia que se me da todavía peor. Total, ya era una experta falsificando justificativos (otra historia). Y, además, todavía estaba en octavo. Las notas ni siquiera contaban todavía para entrar a la universidad. Como si yo fuera a ir a la universidad.
Estaba sentada en mi tronco favorito, pensando en cuánto me gustaría ser millonaria para recorrer el mundo en vez de darme la paja de estudiar o trabajar, cuando sentí un movimiento detrás de mí y antes de que alcanzara siquiera a volverme sentí un agudo dolor en el cuello.
Y luego todo fue confusión y dolor. Creí escuchar una voz muy dulce y desesperada decir "No, Jasper. No amor.". Pero pronto estuve demasiado distraída creyendo que me habían empapado en combustible y me habían prendido fuego porque me ardía todo mi hermoso cuerpo.
Intenté moverme, escapar, pero a pesar de poder retorcerme y mover mis extremidades no fui capaz de ponerme de pie y correr. Y ahora sé que no hubiera servido de nada en realidad.
No supe cuánto duró. Las voces permanecieron muy poco. Luego fue una larga agonía. En algún momento sentí otras voces, y recuerdo haber rogado que tuvieran piedad y me mataran. No lo hicieron, aunque sentí que me movían a pesar de que estaba vagamente consciente de estarme retorciendo.
Cuando mi cuerpo comenzó a dejar de arder, y pude abrir los ojos, vi que ya no estaba en el bosque, sino que en algún interior desconocido. Bonito. Techo de madera con vigas al aire. Buen aroma. Muchos aromas. Agradables. Colorido intenso. Guau. Mi cuerpo se sentía diferente. No me dolía nada, pero algo faltaba. El sonido de fondo que me había acompañado toda la vida. Ah, sí. El latido. Mi corazón no latía. Mierda. Miré a mí alrededor.
Junto a mí había un par de personas que me miraban con cara de compasión. Adultos. Adultos jóvenes. Altos. Blancos. Bonitos. Muy bonitos. Guau.
La cara de la mujer me sonaba, creo que del supermercado. En un pueblo tan chico como el mío, a uno le terminan sonando todas las caras. La recordaba por lo pálida, y porque me había hecho pensar en esas personas que jamás toman sol porque se cuidan del cáncer de piel. Era muy bonita, como dije. Y junto a ella había un tipo, muy pálido también y muy hermoso, aunque él no me sonaba para nada.
¿Mencioné lo bonitos que eran?
Y lo primero que se me vino a la mente es "mierda, ¡soy un vampiro como en los libros de crepúsculo!". Y lo segundo que se me vino a la mente es: "Daniela, no seas estúpida… ¡Los vampiros no existen!".
Daniela soy yo, por si acaso.
Pero resultó que estaba en lo cierto. La maldita saga tenía razón y los vampiros existen. Son pálidos. Son muy bonitos. Y el par que me miraba tenía los ojos café clarito. Anormalmente claritos. Me recordaron a la crema de la torta de galletas (mantequilla-café-azúcar-ron-vainilla). También noté que eran altos, a pesar de que estaban sentados.
-¿Soy un vampiro? -Pregunté algo asustada. Más valía salir de dudas de una vez.
Se miraron.
-Sí, tesoro -me dijo la mujer. Tenía linda voz, aunque no era la voz que recordaba del bosque. Hablaba bien, pero no tenía acento chileno. Tampoco de alguna nacionalidad que yo recordara haber oído.
-¿Cómo en los libros? ¿Crepúsculo y los otros? -Busqué confirmación.
Se volvieron a mirar, con cara de resignación.
-Sí -me dijo el tipo, que también tenía una voz muy agradable y hablaba con un acento no-chileno.
-¿Es reversible? -Pregunté con algo de pánico, porque empecé a desear que si era una broma, cámara escondida, delirio o lo que fuera acabara. Pero ya.
Ambos suspiraron y miraron al piso.
-No. Es completamente irreversible -me respondió el tipo, volviendo a levantar la vista-. ¿Tu nombre es Daniela, verdad?
-Sí -respondí intentando tragar saliva y dándome cuenta de que no parecía tenerla y de que tenía una sed tremenda. ¿Cómo sabían mi nombre?
-Yo soy Carlisle y ella es mi esposa Esme -se presentó el tipo, tomándole la mano.
Vaya. Si hasta se llamaban igualito que en los libros.
-¿Igual que en los libros? -Interrumpí, verbalizando mi asombro.
Carlisle asintió con aire apesadumbrado.
-Sí, Daniela. Como en los libros.
-Ah.
No encontré en ese momento forma más inteligente de verbalizar lo que sentía.
Permanecimos en silencio unos segundos. Creo que me estaban dejando procesar la idea.
-¿Todo lo que dicen los libros es cierto? -Pregunté.
-Casi todo -confirmó el tipo.
-¿Y qué no lo es?
El tipo sonrió levemente.
-Por ejemplo, no brillamos como diamantes al sol, gracias a Dios -explicó-. Más bien parecemos esculturas de mármol y por eso preferimos vivir en lugares como tu pueblo, con baja radiación.
-¿Pero no se supone que vivían en Estados Unidos ustedes? -Pregunté-. ¿Qué mierda están haciendo en Chile? ¿Y en mi puto pueblo?
Esme pareció algo molesta con mi respuesta, y Carlisle apretó la mandíbula un instante y me miró fijo con cara de decisión.
-Entendemos que estés asustada, o molesta, pero en esta casa no se dicen malas palabras. ¿Entendido?
-Bueno, lo siento -le respondí en un tono que les dejara claro que me daba lo mismo que se hubieran molestado y que me mosqueaba bastante que me llamaran la atención-. Pero no me pienso quedar demasiado en su casa. Sólo explíquenme cómo cazar y el nombre del idiota que me mordió para romperle la raja.
No sé qué esperaba, la verdad. No estaba pensando con claridad, supongo. El asunto es que me enteré violentamente de que el libro tenía importantes omisiones. En particular lo mecha corta que eran Carlisle y Esme. Al leer la saga me había quedado con la impresión de que esos dos eran unos pacifistas. Diplomáticos. Solo palabras suaves. Paz y amor. No a la violencia. Eso. Pues no.
El vampiro se movió muy rápido, y me di cuenta de que era más alto todavía de lo que me había parecido sentado. O puede ser que, como yo estaba tendida en un sofá, lo estaba viendo desde muy abajo. El asunto es que me agarró, y antes de que atinara a hacer nada ya no estaba sobre el sofá sino boca abajo sobre sus rodillas, y me estaba pegando en el trasero el muy bastardo. Así, como lo oyen. Completamente inmoral. Y completamente ilegal. Al menos en mi país.
Me dolió, por lo que me debatí y me di cuenta de otro error del libro: un vampiro neonato no es más fuerte que un vampiro viejo. Al final, como ni pataleando ni retorciéndome, ni puteándolo, ni amenazándolo, ni intentando morderlo conseguí nada, me terminé resignando. Pero decidí, en mi mente, que me vengaría apenas se presentara la oportunidad. ¿Los vampiros se podían quemar, no? Estaba planeando mi venganza cuando el vampiro dejó de pegarme.
-¿Te vas a calmar y a hablar en forma respetuosa? -Me preguntó con voz muy seria.
-Sí -le contesté, intentando poner una voz neutra para que me soltara.
Con la misma velocidad impresionante que había mostrado al agarrarme me volvió a poner en el sofá donde me había despertado, aunque sentada esta vez. Y noté que me seguía doliendo el trasero. ¿Por qué mierda me dolía? ¿No se suponía que los vampiros eran como de piedra?
Si hubiera sido humana, habría estado roja como un tomate.
-Ok, Daniela -me dijo Carlisle, volviendo al tono tranquilo con el que había partido sus explicaciones-. En nombre de mi familia te pido perdón por tu transformación. Fue accidental. Nadie te hubiera hecho esto voluntariamente. Uno de mis hijos se encontraba cazando -hizo una mueca- y no sabía que había un humano en los alrededores. Lamentablemente no se puede deshacer, por lo que te quedarás con nosotros.
En ese momento actué por puro instinto: me puse de pie rápidamente e intenté correr hacia la puerta abierta para arrancar de esa pesadilla. Pero no alcancé a dar ni dos pasos que el tipo ya me había agarrado y me había vuelto a sentar en el sillón. Volvió a sentarse como si nada hubiera ocurrido, pero me dirigió una mirada que me hizo desistir de volver a salir corriendo.
-No… -le dije y, al ver que me volvía a mirar con el ceño fruncido, intenté darle una respuesta más educada- Señor. Entiendo que haya sido un accidente, pero no tengo intenciones de formar parte de su familia. Seguro que son maravillosos y todo eso, como en los libros, pero la verdad me gustaría más vivir libre como los nómades. Ya sabe: recorrer el mundo a pie y eso.
-Eso no será posible tesoro -me contestó Esme, con aire compasivo-. Eres demasiado menor para andar sola sin llamar la atención, y al haber sido transformada por nuestra familia eres responsabilidad nuestra.
En ese momento sentí algo parecido al pánico. Lo admito: leer la saga había sido entretenido. Uno de los pocos libros que logré leer hasta el final. Incluso las películas tenían algo de mérito. Pero de ahí a querer vivir de "hija" o "escolar" el resto de mi vida, eso jamás. Preferí dejarles claro de inmediato que eso no iba a ocurrir.
-Ustedes no entienden… No me pueden obligar a quedarme con ustedes -expliqué.
-En realidad no se trata de lo que queramos o no -explicó Carlisle con paciencia-. No tenemos opción. Por suerte, no pareces tan menor como para que se nos acuse de haber hecho un niño inmortal. Pero tampoco pasas por un adulto.
-¡Tengo casi 15! -Les dije un poco alarmada-. Puedo maquillarme y pasar por una mujer de 18 perfectamente.
-Está justo en el límite, gracias a Dios -dijo Esme dirigiéndose a Carlisle-. Jane también tiene 14 años, así que con un poco de suerte los Vulturis no nos podrán condenar si alguien la llega a ver y nos acusan.
-Si querida -le respondió Carlisle-. Pero mírala: tiene cara de niñita. Y es muy baja y menuda. Si uno de los nuestros la encuentra asumirá que es una niña inmortal y se preguntarán quién la transformó. Y aunque lograra demostrar que no es tan joven como parece, de todos modos buscarán al aquelarre que la transformó y la dejó sola.
-Yo les juro que no le diré a nadie que fueron ustedes -prometí.
Me estaba sintiendo desesperada por no tener que pasar la eternidad junto a esos extraños. Sobre todo extraños que golpean a otros por decir palabras tan elementales como "mierda" o "raja".
-No entiendes, Daniela -me explicó Carlisle con paciencia-. Aro no va a necesitar que digas nada. Le bastará con tocarte para saber que fue mi grupo. Hace mucho que buscan una excusa para acabar con nosotros.
-¿Y si permanezco escondida? ¡Les puedo prometer que pasaré desapercibida, viviendo en lugares donde no me encuentre con nadie!
Ambos vampiros negaron con la cabeza, y Carlisle decidió explicar mejor.
-Es cosa de tiempo que tu camino se cruce con el de uno de los nuestros. Es cierto que aquí en Chile no hay muchos vampiros, pero considerando que vivimos por siglos es imposible que nunca uno de los nuestros te vea. Y si te ven sola, nuestra familia queda condenada porque no se supone que hagamos inmortales a personas tan jóvenes.
-Pero ustedes mismos dijeron que Jane, la de los Vulturis, también tiene 14.
-Y ese es el punto: vive con los Vulturis -enfatizó Carlisle-. No sola.
-¿Y si vuelvo con mi familia, les explico el problema, y me quedo viviendo con ellos para no llamar la atención? -Propuse.
-Imposible -respondió Carlisle en forma categórica-. No puedes contárselo a ningún humano. Y, aunque pudieras, ellos morirían eventualmente y te quedarías sola. El problema sería el mismo.
-¿Y si muerdo a mi familia? -Pregunté sin pensar.
Ambos me quedaron mirando asustados.
-¡Ni hablar! No podríamos vivir con eso en la conciencia -exclamó Carlisle-. Ya es suficientemente malo que te hayamos condenado a ti. No vamos a condenar a toda una familia. Además, piensa en ellos. ¿Te gustaría que ellos tampoco pudieran volver a ver a ninguno de sus demás seres queridos, amigos, familiares?
-Y tampoco serías capaz, tesoro -explicó Esme-. Al acercarte y oler su sangre sólo conseguirías matarlos a todos.
La idea de matar a mis padres y a mi hermanita me horrorizó. ¿Me había transformado en un monstruo?
-Ok… En realidad lo dije sin pensar -admití luego de unos segundos de silencio-. Es sólo que aunque haya leído los libros, igual ustedes son para mí un montón de desconocidos y no quiero pasar la eternidad secuestrada por una familia de desconocidos. Entiéndanme: tengo planes para mi vida, o al menos los tenía hasta que me mordieron. Quería estudiar algo, tal vez. Tener un trabajo. Independizarme… Siempre he soñado con independizarme. Y no quiero vivir eternamente como una pendeja, conviviendo forzosamente con una familia que ni siquiera es mi familia.
Y, por sus ceños fruncidos, vi que había vuelto a molestar a los vampiros. ¿Qué tenía de malo lo que había dicho?
-Daniela: no digas malas palabras por favor -explicó Carlisle con paciencia-. No quiero tener que estarte castigando todo el tiempo, pero lo haré si veo que no lo intentas.
Traté de recordar qué cosa había dicho que les molestara tanto. Recordé todas mis palabras, y me pareció todo perfectamente lógico.
-¿Fue por "pendeja"? -Pregunté finalmente.
-Sí. No vuelvas a usar ese tipo de palabras -respondió Carlisle.
Tendría que hacerme una lista de palabras prohibidas. Raja, mierda, pendeja…
-Ok, voy a tratar de acordarme.
Se produjeron unos incómodos segundos de silencio, y recordé que tenía sed. Supuse que no serviría de nada pedirles un vasito de agua. Tal vez, si lograba que me llevaran a cazar, me podía escapar y correr hasta que se aburrieran de perseguirme.
-Me gustaría cazar -les dije, intentando no poner cara de nada para no delatar mi plan-. ¿Lo de la sangre es como en los libros? ¿No se alimentan de humanos?
-Eso es exacto -respondió Carlisle.
Parecía que iba a decir algo más, pero en ese momento se asomó otro vampiro por la puerta abierta. Se veía mucho más joven. Asumí que era uno de los hijos. Y lo recordaba del colegio (la única escuela del pueblo) aunque no sabía su nombre. La verdad, yo era una antisocial, y con suerte me sabía los nombres de los compañeros de mi curso. Los más grandes los ubicaba de cara nada más. Me pregunté si ese sería el vampiro que me había mordido.
-No, no fui yo -me dijo el joven mirándome a la cara y respondiendo a la pregunta en mi mente. Asumí entonces que debía ser el Edward de los libros. No era tan guapo como decía el libro. Ni siquiera era muy alto.
El vampiro sonrió con un aire algo tristón.
-Sí, soy Edward -me explicó, sin hacer comentarios sobre lo de que no lo había encontrado tan bonito. Luego se dirigió a Carlisle-. Carlisle, Daniela está planeando escapar cuando la lleven a cazar.
-Gracias hijo -respondió Carlisle resignado. Luego me miró con aire cansado.
"Maldito Hocicón" pensé con todas mis fuerzas para Edward. Pero no reaccionó a mi insulto. Parecía deprimido. Se dio media vuelta y se fue diciendo "de nada" muy bajo a Carlisle. Tuve la sensación de que estaba acostumbrado a ser puteado mentalmente, y me alegré de que Carlisle no tuviera la capacidad de leer mentes para poder, al menos, putear tranquila dentro de mi cabeza.
Recordé entonces ese libro a medias de la saga en el que se cuenta el comienzo de la historia desde el punto de vista de Edward. Ahí salía que discutía con sus hermanos en la mente. ¿O no? Ya no me acordaba bien.
-Daniela, te pediré que no intentes escapar -me advirtió Carlisle-. Cómo pudiste comprobar, Edward podrá escuchar tus planes con su don, y nuestra hija Alice tiene el don de ver el futuro por lo que siempre estaremos advertidos de lo que intentas.
-¿Alice ve el futuro como en los libros? -Pregunté, a pesar de que ya había asumido que la familia era como la del libro.
Ambos asintieron, pero fue Carlisle quien continuó explicando.
-Sí, eso es como en los libros. Tenemos seis hijos adoptivos: Bella, Edward, Rosalie, Emmett, Alice y Jasper.
-¿Cuál de ellos fue el que me mordió? -Pregunté, aunque intuía que debía ser Jasper. Estaba casi segura de haber oído su nombre al ser mordida. Y, si mal no recordaba, en los libros decía que era el que más dificultades tenía con la sangre humana.
En ese momento entraron cuatro personas al saloncito donde estábamos. Los cuatro me sonaban de la secundaria del colegio.
Uno era Edward. Lo seguía una joven muy bonita, de rostro muy dulce y pelo castaño brillante que me recordó al de mi hermana. Al igual que Edward, era bastante más baja que Carlisle.
También venía otra joven, aún más bajita, de melena corta negra. Tenía cara de duende (al menos en eso tenían razón los libros) y su rostro era amable. Detrás de ella entró un joven de pelo largo y rubio que la llevaba de la mano. Ese era un poco más alto. Aunque no tanto como Carlisle.
Sentí un poco de rabia en ese momento porque, salvo que al convertirme en vampiro me hubiera estirado, yo era todavía más baja que la chica de melena negra. Menuda suerte.
El chico rubio miraba al piso, y por su cara de culpable asumí que ese debía ser Jasper y que le había achuntado al asumir que me había mordido él. Además, sus ojos eran más anaranjados que los del resto. Sentí un asco morboso al preguntarme si sería por mi sangre que los tenía así. Noté que Edward debía estar escuchando mis pensamientos porque hizo una mueca y puso una cara como diciendo "sí, él fue el idiota".
La joven bonita que le tomaba la mano a Edward debía ser Bella. Me sonreía en forma diplomática. No parecía hostil. Me dio la sensación de que, aunque no le gustaba que yo estuviera ahí, intentaba con su sonrisa que no me sintiera mal.
La otra joven, Alice supuse, me sonreía de un modo algo más entusiasta. Verla a ella me alegró un poco, aunque igual me sentía algo desanimada por ser la menor y la más baja. Siempre me habían dado miedo los más grandes, en el colegio.
Me estaba preguntando dónde estarían los otros dos, Rosalie y Emmett, cuando Esme y Carlisle se pusieron de pie. Para no sentirme como un enano entre gigantes, me puse también de pie. No sirvió para mucho, incluso Alice me ganaba por cabeza. Me sentí en desventaja.
En ese momento el rubio levantó la vista del piso y me miró con cara de culpable. Y Alice me sonrió más abiertamente como para darme ánimo.
-Hijos, ella es Daniela. Se las presento en forma oficial, aunque ya todos la han visto -me presentó Carlisle-. Está resultando complicado para ella asumir su nueva realidad, así que les pido que la hagan sentir acogida. Como saben, de ahora en adelante vivirá con nosotros. Daniela -agregó dirigiéndose a mí- ellos son Bella, Alice, Edward y Jasper. Jasper tiene algo que decirte -dijo finalmente, con un tono duro.
Jasper dio un paso hacia mí y debo confesar que di involuntariamente un paso hacia atrás ya que era más alto que yo como por dos cabezas. Él pareció darse cuenta porque se detuvo de inmediato y levantó las manos mostrando las palmas como para dar a entender que no tenía mala intención.
-Daniela, fui yo quién te mordió. Perdóname por favor. Fue un accidente.
Lo dijo muy rápidamente. Tenía una voz agradable, como todos los que había oído.
Recordando el problema en el que estaba metida, deseé ser más alta que todos ellos y sacarles la cresta a todos (partiendo por Jasper) y salir corriendo de ahí.
Jasper y Edward hicieron muecas de desagrado. Al parecer mis deseos belicosos habían sido percibidos por dos de los brujos de la familia.
Los demás se percataron y se pusieron tensos. Supongo que pensaron que iba a intentar atacarlos. Pero yo ni tonta iba a hacer eso. Si los libros tenían razón, Jasper debía ser un experto luchador. Y, aunque no lo hubiera sido, de todos modos ellos eran seis. Me calmé, y noté que Jasper tenía cara de arrepentido. Me dio un poco de pena. Ya me había pedido perdón. Y no sacaría nada peleando con él ni con su familia.
-Ok -murmuré luego de unos instantes de incómodo silencio-. No hay problema.
En ese momento Esme se acercó a mí lentamente, tentativamente, con una sonrisa muy cálida. Cuando estuvo junto a mi levantó un brazo sin dejar de mirarme a los ojos, como pidiéndome permiso. No me moví, y eso pareció animarla. Me dio un medio-abrazo y dejó su mano unos segundos en mi espalda.
-Bienvenida Daniela -me dijo con su voz suave y dulce-. Aunque no sea lo que planeabas para tu vida, espero que seas muy feliz con nosotros.
Parecía tan franca y bienintencionada que me sentí agradecida. Y en ese momento me di cuenta de que de los seis vampiros era la que mejor me caía. Y recordé que me faltaban dos vampiros por conocer todavía. ¿Dónde estarían los otros? ¿Sería Rosalie tan pesada y creída como en los libros? ¿Sería Emmett tan gigante y chistoso?
Como respondiendo a mi pregunta no formulada, Carlisle retomó la palabra.
-Nuestros otros dos hijos, Rosalie y Emmett, están de viaje en Argentina en este momento. Ya los conocerás a su regreso.
-Ok -contesté, y me quedé callada pensando "¿y ahora qué?". Se produjo otro momento de incómodo silencio, y Bella dio un paso adelante.
-Bienvenida Daniela -me dijo con una sonrisa tentativa-. Imagino lo abrumada que te sientes, y si necesitas ayuda… Conversar… Lo que sea… En fin… Eres bienvenida.
Se alejó algo incómoda, como si sintiera que había hecho el ridículo.
-Gracias Bella -le contesté, apreciando el gesto. Parecía insegura, pero ya no me dio la sensación de que yo le molestara.
-Bienvenida Daniela -dijo Alice dando un paso adelante-. Espero que seas muy feliz aquí. Y espero que no me odies demasiado cuando tenga que delatar tus planes de fuga.
¿Planes? ¿Planes en plural? ¿Qué había visto en mi futuro? La miré con algo de inquietud. Parecía buena gente, pero sería un problema a considerar cuando intentara huir.
-Bienvenida -dijo Edward sin entusiasmo, levantando una mano levemente a modo de saludo. No me miró más que brevemente a los ojos y agregó-: al igual que Alice, espero que no me odies por echar al agua cualquier plan de fuga o de incendiar a mi familia.
Todos levantaron la vista alarmados al escuchar las palabras de Edward y me quedaron mirando algo inquietos. Había olvidado los pensamientos que había tenido un rato antes. Me vi en la necesidad de aclarar las cosas.
-Fue sólo un pensamiento aleatorio -expliqué-. Estaba molesta porque Carlisle me estaba pegando.
-Como sea, no te dejaré hacerle daño a mi familia -agregó Edward con un tono algo amenazante.
Carlisle inspiró profundamente y luego expiró lentamente. Hizo un gesto a su familia como para solicitarles que guardaran la calma, y todos dejaron de mirarme con el ceño fruncido. Luego se giró hacia mí y me puso la mano derecha en el brazo.
-No somos tus enemigos Daniela -explicó con tranquilidad-. Todos sabemos que el inicio en esta vida no es fácil. Ninguno de nosotros era pariente de sangre al transformarse. Pero ahora somos una familia, y te puedo asegurar de que hay verdadero amor entre nosotros. Confío en que con el tiempo puedas sentirte también como parte de esta familia. Por ahora, sé que lo ves imposible. Sólo te pido paciencia y respeto. Si te comportas te puedo prometer que todo irá razonablemente bien. Pero si pones en peligro a alguien de la familia, incluyéndote a ti, o si no te comportas con educación, habrá consecuencias. Los castigos son algo muy inusual entre nosotros, por eso espero que hagas un esfuerzo para no ser la excepción.
Me dieron ganas de darle mi opinión con franqueza. Pero eso hubiera significado dolor y humillación ahí, delante de todos. Nunca tan tonta.
-Bueno -respondí sin estar de acuerdo, ya que no me quedaba otra.
Vi como Edward ponía los ojos en blanco. Decididamente, con ese vampiro había partido con el pie izquierdo.
-Bien -respondió Carlisle, con cara de haber dado el tema por zanjado-. Ahora, dado que pretendías escapar al ir de cacería, creo que por ahora no saldrás de la casa.
-¿Y qué voy a comer? -Pregunté algo mosqueada.
-Te quedarás aquí hasta que estemos seguros de que no intentarás nada, y te traeremos presas.
-¿Pero no se suponía que con Edward y Alice podían adivinar si iba a intentar algo? Ya no pienso intentar escapar si me llevan a cazar. Que ellos se los digan.
-Sí, pero podrías cambiar de idea durante la cacería -explicó Alice-. Y yo no quiero ir a cazar ahora porque ya fuimos anoche.
-¿O sea que soy una prisionera? -Pregunté apestada-. ¿Hasta cuándo?
-No eres prisionera -explicó Carlisle con calma-. Sólo evitaremos que salgas hasta que te logres controlar mejor. Ahora estás todavía un poco alterada.
Jasper movió ligeramente la cabeza en señal de asentimiento, aunque sin mirarme. Me dieron nuevamente ganas de patearle el culo. Ser la más pequeña en un aquelarre numeroso, y con brujos más encima, estaba siendo una mierda.
En ese momento Edward resopló divertido y me dieron ganas de patearle el culo a él también. Entonces levantó la vista hacia mí con cara de disculpa. Me estaba mostrando la bandera blanca, aparentemente.
-Mejorará… -prometió Carlisle con calma, al ver mi cara-. No te abrumes.
-Sí… -agregó Alice, aunque sus visiones no debían decir nada bueno porque no sonaba muy convencida de sus palabras.
-¿Qué tengo que decidir para que veas que todo irá bien? -Le pregunté a ella con algo de sarcasmo.
-No lo sé, yo sólo podré ver el resultado cuando hayas decidido lo que sea que vayas a decidir -respondió algo molesta-. Pero sí te puedo adelantar que con esa actitud nada mejorará.
-Ok. Tienes razón. Perdónenme todos por favor -pedí sin dirigirme a nadie en particular.
-Ven tesoro, te mostraré cuál será tu cuarto -dijo Esme como para cambiar de tema, tomándome del codo-. Comencé a prepararlo cuando te trajimos.
La seguí fuera de la salita de estar, a un pasillo. La casa era acogedora, tipo chalet de madera muy grande y ABC1. Tipo casa de veraneo de políticos, supuse. Me podía imaginar a la Bachelet veraneando ahí perfectamente.
No pude evitar pensar, por simple asociación de ideas, que al ser de madera ardería muy bien con un montón de vampiros adentro. Sólo tendría que asegurarme de que se encendieran todas las paredes, el piso y el techo al mismo tiempo para que no pudieran escapar…
En ese momento escuché un gruñido en la salita de estar y al instante salió hecho un bólido Edward que se lanzó hacia mí mostrando sus colmillos. Si hubiese estado viva, me habría dado un infarto. En ese mismo instante Esme se puso entre Edward y yo. Al mismo tiempo Carlisle salió tras Edward y lo sujetó atrapando sus brazos y torso juntos como en un abrazo.
-Calma hijo… Calma… -le susurró al oído.
-No lo pensaba en serio -me defendí-. Fue sólo una idea que me pasó por la mente. Perdón. Intentaré no pensar en esas cosas. No sé cómo evitarlo -expliqué un poco desesperada.
Todos salvo Edward se miraron. Creo que se preguntaban qué pensamiento mío podría haber provocado un ataque de Edward. Esperé que no se los dijera, no quería que me tomaran por una pirómana. Si me detenía a pensarlo, en realidad no deseaba que murieran. Sólo me sentía un poco desesperada ante el cambio en mi vida.
Pasaron unos segundos en que nadie se movió ni dijo nada. Salvo Carlisle, que seguía abrazando-inmovilizando a Edward y susurrándole que se calmara. Finalmente Edward relajó su postura, dejó de gruñir y miró al piso. Parecía avergonzado. Carlisle lo soltó, le pasó una mano por la cabeza y le dio un beso en la frente.
Edward levantó la vista y miró a Carlisle a los ojos. Creo que Carlisle le dijo algo con la cabeza porque Edward asintió y se fue por el pasillo en otra dirección. Bella, que estaba en el umbral de la puerta de la salita de estar donde me había despertado junto con Alice, se fue detrás de él.
Se escuchó lo que supuse era la puerta de calle, pasos en lo que debía ser una terraza de madera, pasos en lo que debían ser escalones de madera, y pasos alejándose en lo que debía ser un suelo de tierra dura con un colchón de hojas secas. Todo quedó en silencio.
Carlisle les sonrió tranquilizadoramente a Jasper y a Alice. Jasper parecía asustado, porque probablemente había absorbido todo lo que Edward había sentido. Alice se veía triste por Jasper y se acercó a abrazarlo. Esme me empujó ligeramente escalera arriba, indicándome que continuara.
El segundo piso era acogedor. Luego de dos tramos de escalera con un rellano llegamos a una sala grande con sillones, una televisión muy grande y una consola tirada como si la usaran a menudo. También había una mesa muy amplia que tenía a medio armar el rompecabezas más grande que había visto en mi vida. ¡Debía tener millones de piezas! Con lo que ya habían armado no supe cuál era el diseño, pero había mucho verde y café por lo que asumí que debía ser una imagen de naturaleza. Había un ventanal por el que se veían los árboles del bosque. Se veían dos pasillos que se alejaban en direcciones diferentes, uno hacia un lado, y el otro hacia el otro. Nos fuimos por el de la derecha, y nos detuvimos en la puerta más cercana a la sala del rompecabezas. Esme me sonrió y abrió la puerta.
La habitación no era muy grande. Había un sillón gigante de esos "Berger" y también había una estantería vacía, una cómoda, y una puertecita que asumí debía ser un armario. La ventana daba al bosque también. Debíamos estar rodeados de bosque.
-Esta era mi salita de costura -explicó Esme-. Pero será tu cuarto mientras permanezcamos en esta casa.
Me sonrió, por lo que le sonreí. Ella me caía bien, y sentí una calidez agradable en la guata.
-Gracias -le dije con franqueza-. Lamento que haya tenido que renunciar a su cuarto de costura.
Ella hizo un gesto como si no le diera importancia.
-Casi no lo usaba, no te preocupes.
Se dirigió al armario y lo abrió. Estaba vacío, y se veía limpio.
-No hay nada todavía, pero ya podrás ir guardando tus cosas.
Me quedé pensando. Mis cosas estaban todas en mi casa.
-¿Podré ir a buscar mis cosas a mi casa?
Esme puso cara de pena.
-No Tesoro… No podrás volver ahí.
-¿Aunque sea a escondidas? ¿Onda: buscar mis cosas rápido y salir como vampiro? -Pregunté intentando que se riera.
-No… Es que es mejor que no nos acerquemos. Es preferible que no haya ningún olor a vampiro cerca de tus padres para que ninguno de los nuestros pudiera asociar tu desaparición con nosotros.
-¿Pero si vamos y volvemos, el olor no se va luego de unos días?
-Nuestro rastro queda un buen tiempo en los lugares por los que pasamos -explicó-. Si uno de los nuestros se acerca a mirar la casa de una humana desaparecida y siente olor a vampiro asumirá que fueron vampiros quienes te mataron o transformaron. Como eres muy joven, preferimos que tu desaparición pase lo más desapercibida posible para los de nuestra especie.
-Pero ustedes mismos dijeron que era cosa de tiempo para que mi camino se cruce con el de otros vampiros. Tarde o temprano van a tener que explicar de dónde me sacaron.
-Sí, pero es preferible que eso ocurra cuando el caso de la desaparición de la Daniela humana ya se haya cerrado -respondió Esme con amabilidad, y acercó tentativamente la mano a mi cara. Me tocó suavemente la mejilla, como una caricia muy leve, y luego volvió a bajar la mano.
-Pero, de todos modos, mi "olor" humano y el "olor" de Jasper están en el lugar en el que me mordió -argumenté-. Cualquier vampiro puede entonces asociar mi desaparición con él y por lo tanto con ustedes.
-Pero ese lugar es sólo un punto en el bosque, sería difícil que dieran con él por casualidad. Tendrían que pensar en ir a tu escuela y seguir tu olor hasta ese punto. En cambio tu casa humana sería el primer lugar en el que un vampiro curioso comenzaría a mirar.
-Y si sienten la curiosidad como para ir a oler mi casa, ¿no van a sentir curiosidad por ir a oler mi escuela? -Pregunté, para demostrar que su argumento no era válido.
-El hecho es que no podemos eliminar el rastro que dejaste desde la escuela hasta el bosque. Sólo nos queda rogar que ningún vampiro lo encuentre. Pero sí podemos evitar dejar rastros en torno a la casa de tus padres. Por eso ni tú ni ninguno de nosotros puede acercarse.
-¿Ustedes tienen muchos enemigos? -Pregunté inquieta.
-Verdaderos enemigos no -respondió Esme algo insegura-. Pero como somos numerosos, y muy unidos, los demás aquelarres nos temen. Y si saben que transformamos a otro humano joven pueden creer que queremos hacer un ejército o algo así -explicó, dando a entender con el tono y un gesto con la mano lo ridícula que le parecía la idea.
-Pero les pueden explicar que fui un accidente.
-Entonces tendríamos que explicar por qué no te matamos antes de que terminaras de transformarte -explicó Esme muy bajito, como intentando que no sonara como una posibilidad real. A pesar de ello no pude evitar quedarla mirando, haciéndome la pregunta obvia.
-¿Y por qué no me mataron? -Pregunté finalmente, dado que ella se había quedado callada.
Esme sonrió dulcemente y ladeó ligeramente la cabeza.
-No nos gusta matar, Daniela. Carlisle valora la vida humana y nos lo ha inculcado a todos. Cuando Jasper te mordió, y se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se controló para no continuar bebiendo tu sangre. Pero tú quedaste en proceso de transformación. Cuando Alice y Jasper volvieron a casa explicando lo que había ocurrido llamamos a Carlisle y corrimos hacia ti. Pero ya no había nada que hacer. La ponzoña ya se había repartido en todo tu cuerpo y sólo quedaba la posibilidad de quemarte completamente o permitir que te transformaras. Teníamos la duda, dado lo joven que eras. Pero finalmente decidimos que el menor de los males era permitirte vivir esta nueva vida.
Esme parecía incómoda, por lo que me forcé a sonreírle. No era su culpa, y así como me planteaba el problema parecía que nadie tenía la culpa. Ni siquiera Jasper me parecía tan culpable.
Nos quedamos en silencio unos segundos, y miré alrededor algo incómoda. Esme aprovechó el momento para cambiar de tema.
-Aunque no puedas traer nada de tu casa, podemos comprar ropa, o lo que necesites. No podremos dejar que te acerques a los humanos por un buen tiempo, por lo que no podrás ir tú de compras. Pero puedes encargarnos lo que quieras. También tenemos una casilla en la ciudad para comprar cosas por Internet. Así que si quieres algo, lo que sea, nos dices y ya.
No sé por qué me a acordé de un capítulo de Los Simpsons y me dieron ganas de pedirle un elefante. Sólo para ver qué cara ponía.
-¿Me pueden comprar un elefante? -Pregunté intentando no reírme.
Esme se rio. Su risa sonaba muy agradable.
-No. Mascotas no. Pero ropa sí, por ejemplo.
En ese momento me fijé que lo que traía puesto no era mío. Unos jeans, una blusa.
-¿Y esto que llevo puesto? -Pregunté.
-Quemamos lo que traías y te vestimos con ropa de Alice -me explicó-. Es la de talla menor entre nosotros. Bueno… Ahora tú eres la más pequeña.
-¿Y mi mochila?
Esme parecía incómoda.
-Lo siento… Tuvimos que quemar todo. La policía podía usar perros para buscar o reconocer objetos tuyos.
-Entonces, ¿los perros podrían seguir mi rastro y encontrarme? -Sentí algo de esperanza, a pesar de que una parte de mí sabía que los vampiros jamás permitirían que los humanos me encontraran.
-Los perros jamás siguen nuestro rastro -dijo Esme negando con la cabeza-. Nos temen. Aunque llegaran al punto donde fuiste mordida, no hay fuerza humana capaz de convencerlos de ir tras el rastro de un vampiro. Pero, si por cualquier circunstancia vienen aquí, no podemos tener objetos con tu olor humano en la casa.
-Ah –murmuré.
Me sentí decepcionada, recordando que tal vez no volvería a ver a mis padres, ni a mi hermana. Entonces me rebelé internamente. No tenía por qué hacerles caso. Encontraría la manera de volver a casa. Algo se me ocurriría.
De pronto se escuchó abajo un sonido como de metal deformándose, y vi que a Esme se le juntaban las cejas. Su boca también hizo una mueca como si algo le doliera. Parecía extrañada. Pero hizo un gesto como de "al diablo" y volvió a concentrarse en mí. Luego de un segundo retomó el hilo de la conversación.
-Si la policía llegara a asociar tu desaparición con nosotros tendríamos que irnos de Chile. Nos mudaríamos antes de que lograran dar contigo -explicó, intentando que no me sonara a sentencia-. Lo siento, imagino cómo te sientes. Pero no hay alternativa.
-Sí. Ya entendí. Es sólo qué… -No logré encontrar palabras que expresaran lo que sentía-. Bueno. Da igual.
-En unos años ya no tendrá importancia -me dijo para darme ánimo, poniendo una mano en mi brazo-. Va a ser duro los primeros años, pero te doy mi palabra que con el tiempo será cada vez más fácil. Llegará el día en que ya no te vas a sentir triste cómo te sientes ahora.
Me quedé sin palabras. Una parte de mí no se quería resignar, pero la otra sospechaba que sería inútil darle muchas vueltas.
En eso sentimos pasos en la escalera, pero sonaban como si quien caminaba pesara muchísimo más que una persona. No entendí la razón hasta que Carlisle se asomó por la puerta abierta. Traía en sus brazos una especie de bloque metálico. Al verlo, Esme puso cara de consternación.
-Amor, no… -comenzó a decirle, pero Carlisle la miró con cara de resignación.
-Alice vio que sería necesario -explicó.
Ambos se volvieron a verme, y no entendí.
-¿Qué pasa con Alice? ¿Por qué me miran así? -Pregunté con un mal presentimiento.
Carlisle puso la carga en el suelo. Era un bloque como de hierro, aunque tenía un par de agujeros y una rendija. En ese momento sospeché que era algo destinado a inmovilizar a alguien, y corrí hacia la ventana. No pensaba quedarme para averiguar si había acertado o no.
El vidrio de la ventana se hizo añicos porque no me detuve a abrirla sino que intenté atravesarla con la cabeza primero. Pero Carlisle se lo esperaba, al parecer, porque me atrapó por la cintura antes de que consiguiera atravesar la ventana completamente. A pesar de los vidrios rotos, no me hice ni un rasguño. Ni siquiera se me rompió la blusa.
Fue muy rápido, y aunque intenté soltarme sentí un ruido a mis pies y el sonido como de pesados cerrojos. Mis pies quedaron presos en un bloque de hierro. Intenté sacarlos. Hice fuerza con mis piernas y pies para romper el bloque o al menos separar sus partes. Intenté romperlo o abrirlo con las manos. Pero al parecer no era tan fuerte como se suponía que los vampiros debían ser. Miré los cerrojos a ver si sería factible abrirlos, forzarlos, o romperlos.
Carlisle y Esme observaron mis inútiles intentos con aire resignado. Al menos no parecían orgullosos de lo que me habían hecho.
-¿Por qué? -Les pregunté con rabia, cuando resultó obvio que no podía liberarme.
-Es sólo por un tiempo -me tranquilizó Carlisle-. Sólo para la primera fase de adaptación, que sería muy complicada si no hacemos esto.
-¿Y si te prometo que no iré a ninguna parte? -Intenté razonar.
Alice se asomó por la puerta en ese momento, seguida de Jasper. No los había oído subir. Probablemente porque estaba luchando con Carlisle. O con el bloque.
-Lo prometerías con franqueza en este momento -aseguró Alice-. Pero luego seguirías dándole vueltas en tu cabeza y terminarías concluyendo que es mejor intentar ir a tu casa. Y, aunque te alcanzaríamos antes de que lo lograras, de todos modos se produciría una… -miró a Carlisle intentando encontrar las palabras adecuadas-. Una situación incómoda -dijo finalmente-. Créeme, esto va a ser mucho mejor. Sólo te pido que confíes en mí: esto es lo que más fácil hará tu adaptación.
La miré con incredulidad, preguntándome si no estaría un poco loca. En ese momento sentí una extraña calma. Todos se volvieron hacia Jasper.
-Lo siento, ya no soportaba la tensión -se disculpó, y luego se devolvió por donde había venido. Escuché hundirse la espuma de uno de los sillones y supuse que se había sentado en la sala del rompecabezas. Y, efectivamente, una fracción de segundo después oí prenderse la televisión.
Esme se acercó a mí y me abrazó. Cuando lo hizo sentí deseos de llorar. Y descubrí que los libros tenían razón: los vampiros no pueden llorar, al menos con lágrimas, por muy angustiados que se sientan.
-Sé que ahora no lo parece -me dijo suavemente y levantando una mano hacia mi cabeza comenzó a sacarme pedacitos de vidrio del pelo-. Pero todo mejorará. Confía en nosotros por favor. Haremos lo que esté en nuestras manos para que todo salga bien.
-Lo siento -dijo Carlisle. Parecía franco. Iba a agregar algo, pero cambió de idea y no dijo nada más.
-¿Y me tendré que quedar parada aquí por cuánto tiempo? -Pregunté.
Alice y Carlisle se miraron.
-No lo sabemos con certeza -explicó Alice-. Pero no te cansarás como si fueras humana. Y no tienes por qué estar siempre en el mismo punto. Te podemos desplazar por la casa para que no te aburras.
-¿Cómo si fuera una puta planta? -Pregunté de mal modo.
Ya lo había dicho cuando me di cuenta de que había dicho "puta". Lo lamenté al ver que Carlisle había fruncido el ceño. Se acercó a mí y apreté los dientes. Levantó la mano como para pegarme en el trasero pero Esme lo interrumpió.
-Amor… -dijo Esme-. Lo está intentando…
Carlisle asintió en su dirección y bajó la mano. Luego se dirigió a mí.
-Daniela, por favor intenta de verdad controlar tu forma de hablar. Te daré un mes de marcha blanca, pero quiero ver que progresas.
-Bueno -murmuré-. Lo siento, voy a tratar.
-¿Quieres ir a ver una película con nosotros? -Preguntó Alice, intentando romper la tensión.
-Eso -dijo Carlisle-. Vayan a ver una película mientras voy a cazar algo para ella.
Pensé que él me cargaría hasta la sala con la televisión, pero fue Esme quien me tomó con bloque y todo y me llevó como si no le costara esfuerzo alguno. Me pregunté por qué diablos no podía separar el bloque usando la fuerza de mis piernas. Si otro vampiro no tenía dificultades en cargar el bloque con todo y vampiro, ¿por qué yo no podía romperlo? Era una injusticia.
Esme me sentó en un sofá libre, y mi bloque quedó inclinado y apoyado en el suelo. No era incómodo, aunque sí un poco raro. Me recordó a esos mafiosos que ponían los pies de sus enemigos en cemento y luego los lanzaban al mar para que murieran ahogados. Nadando con los peces lo llamaban.
Esme se sentó a mi lado y me sonrió. Alice se fue a sentar junto a Jasper, que levantó un brazo para que ella se apoyara en él y la abrazó.
En ese momento vino a mi mente un pensamiento muy desagradable: yo nunca crecería. No llegaría a ser una adulta. Tal vez nunca encontraría pololo. ¿Qué probabilidad había de que me encontrara a un vampiro lo suficientemente joven como para que me viera en forma romántica? Sentí un vació dentro de mí al darme cuenta de que me esperaba una eternidad en soledad, viendo como otras parejas se amaban.
Jasper pareció notar mi estado de ánimo y me quedó mirando. Las otras lo notaron, y Esme se acercó a mí en el sofá y me pasó un brazo por la espalda.
-No te angusties tesoro -intentó tranquilizarme-. Vamos a ir resolviendo los problemas a medida que vayan surgiendo.
No le contesté, porque no sabía qué decirle. Ella no podía hacer nada para resolver el problema: yo no crecería jamás con o sin su ayuda.
Jasper puso una película que no había visto nunca. Era algo con una isla, pero no entendí mucho porque no lograba concentrarme. Mi mente entró como en un círculo de desesperanza e impotencia. Jasper resopló algunas veces durante la película, aparentemente percibiendo lo que yo sentía. Pero no comentó nada ni intentó calmar la atmósfera con su don. Esme intentó darme ánimo a su manera, haciéndome cariño suavemente en la espalda, o en la cabeza. No fue muy eficaz pero le sonreí apreciando la intención.
La película todavía no había terminado cuando oí un sonido que no esperaba escuchar. Estuve segura de que era un chancho. Noté que los demás también lo habían escuchado.
-Perfecto, Carlisle volvió -dijo Alice alegremente. Dio un gracioso salto y corrió escalera abajo. Parecía tan feliz que me dieron ganas de golpearla. Escuché a Jasper gruñir. Noté que me miraba con cara de pocos amigos.
-Carlisle te trajo de comer -me dijo de mal modo-. ¿Me puedes explicar que te molestó esta vez?
-Nada. Perdón.
-Vamos, tesoro -dijo Esme interrumpiendo nuestra discusión-. Te llevaré abajo para que comas.
Me tomó nuevamente en brazos y me llevó con todo y bloque a través de la casa, por el camino que habían seguido Edward y Bella cuando salieron, a una especie de cobertizo cerrado que había junto a la casa. Jasper nos siguió tras apagar la televisión y el reproductor de DVD.
En el cobertizo había un cerdo muy grande y con cara de pocos amigos. El olor a sangre me quemó la garganta, a pesar de que no era muy apetitoso. Se me llenó la boca de líquido. Y yo que había creído que los vampiros no salivaban.
Al verse rodeado el pobre cerdo pareció darse cuenta de que iba a morir. Podría jurar que tiritaba. Había dejado de gritar.
Sentí un conflicto interno. Sed versus pena.
Cuando era humana yo había sido simpatizante de PETA. Pero al oler la sangre del cerdo me dieron ganas de abalanzarme sobre él. Debía ser un vampiro muy extraño al sentir pena por el animal que me tenía que comer. ¿No se suponía que los vampiros debíamos ser despiadados depredadores?
Esme me depositó junto a Carlisle y el Cerdo, y se devolvió unos pasos hasta pararse junto a Alice y Jasper. Carlisle miró a los otros vampiros y algo tiene que haberles dicho sin palabras porque los tres se fueron. Me sentí muy sola cuando lo hizo. Cerraron la puerta por fuera.
Cuando estuvimos solos, Carlisle indicó al cerdo. La orden era clara: debía alimentarme del cerdo.
Lo miré (al cerdo). Estaba a tan sólo unos centímetros de él. Hubiera tenido que ser fácil agacharme un poco, morderlo donde fuera, y succionarle la sangre. Así funcionaba, ¿no? Pero me daba pena, a pesar de la sed que me quemaba la garganta. Levanté la vista hacia Carlisle, impotente.
-Tienes que dejarte llevar por el instinto al cazar -explicó Carlisle-. No se trata de pensar.
Asentí y volví a bajar la vista al cerdo, puntualmente a su cuello. Pero miré su cara. Aunque no era bonito (ni siquiera era rosadito, sino con manchas entre gris y café) no logré atacarlo. Y eso que al tenerlo a un paso sentía una tremenda sed.
-Sólo cierra los ojos y guíate por el olfato -indicó Carlisle.
Cerré los ojos, pero en mi mente seguía sintiendo que no estaba bien. Tras unos segundos oí suspirar a Carlisle y volví a abrir los ojos.
El vampiro acercó su cara al cuello del cerdo, y antes de que pudiera hacer nada lo había mordido. Al instante sentí el olor intenso a la sangre derramándose. Y ahí sí que creí volverme loca de sed. La sed que había sentido antes no era nada comparada con la sed que sentí en ese momento.
Carlisle alejó su cara de la herida. Antes de que terminara de hacerme un gesto hacia el cerdo yo ya estaba con mi boca pegada a la herida, bebiendo. Fue un alivio. Me tragué toda la sangre del pobre animal, más hambrienta que pulga de peluche.
Cuando terminé me di cuenta de que tenía los ojos cerrados. Sentí una breve caricia en mi cabeza, muy suave. Abrí los ojos y me volví a poner de pie.
-¿Mejor? -Me preguntó Carlisle.
-Sí, gracias -respondí avergonzada. Me hubiera gustado alejarme un poco de Carlisle y de la carcasa del cerdo, que ahora ya no me daba pena sino un poco de asco.
Los demás debían de haber estado justo afuera, porque sentí abrirse la puerta del cobertizo y entraron los tres. Esme me miraba como si estuviera orgullosa de mí. Me dio vergüenza. ¿Estaba bien que estuviera orgullosa de mí por comerme un cerdo que ni siquiera había cazado yo? No tenía ningún sentido.
Alice parecía alegre. Supuse que no estaría previendo problemas y me alegré.
Carlisle le hizo un signo a Jasper, que de inmediato se acercó al cerdo, lo levantó, y se lo llevó fuera del cobertizo.
-¿Qué harán con él? -Pregunté con curiosidad, refiriéndome al cerdo.
-Jasper lo enterrará donde ningún humano lo encuentre -me explicó Carlisle.
De pronto sentí curiosidad. ¿No se suponía que los vampiros estos comían animales salvajes? ¿Alces, osos y esas cosas? Decidí salir de dudas.
-Pensaba que ustedes comían animales salvajes -comenté.
-Depende de dónde nos encontremos -explicó Carlisle-. Aquí hay pumas, huemules, zorros, pudues y otros animales más pequeños. Pero la mayoría está protegida.
-Casi todo lo que resulta medianamente apetitoso es especie protegida -añadió Alice haciendo un mohín.
-Cuando no hay qué cazar, nos conformamos con animales de granja. Son fáciles de comprar y no son desagradables -continuó Carlisle con tono práctico.
-Ah… La emoción de perseguir a una oveja… -se burló Alice.
Carlisle la miró con una sonrisa indulgente. Acercó un brazo a ella, quien se acercó a él y se dejó abrazar.
-Paciencia pequeña -le respondió Carlisle dándole un beso en la cabeza.
Resultaba extraña esa otra sutil diferencia con los libros: estos vampiros eran mucho más cariñosos entre ellos que los de los libros. Y parecían expresarse ese afecto en forma más física, mientras que en los libros y hasta en las películas me había dado la impresión de que se comunicaban en forma puramente verbal. O mental. Estos parecían mucho más humanos.
-Emmett quiere volver a casa -alegó Alice, mirándolo esperanzada-. Y aunque los demás no lo digan abiertamente están locos por irse de aquí.
-¿Qué tiene de malo Chile? -Pregunté algo ofendida.
-Nada tesoro -me aseguró Esme-. Es un país hermoso. Y la gente es muy amable.
-¡Pero no hay qué cazar! -Se quejó Alice haciendo un puchero-. ¡Y la escuela aquí es mucho más aburrida! ¡El uniforme es atroz! Y apenas tenemos un coche. Y el límite de velocidad es absurdamente bajo. Y…
-No tiene sentido comprar otro coche -la interrumpió Carlisle con un tono cansado, como si hubieran tenido esa misma discusión muchas veces-. Sería todo más complicado cuando debamos irnos.
-¿Por qué están en Chile? -Pregunté, aprovechando que el tema había salido solo.
-Las cosas estaban algo complicadas en nuestro país -respondió Carlisle sin entrar en detalles. Lo miré con una ceja levantada esperando que explicara mejor.
-Un vampiro mató un humano en nuestro territorio, rompiendo la tregua con los hombres lobo -explicó Esme.
-¿Y no se supone que con lo de Renesmee y Jacob ya nunca habría problema con los hombres lobo? -Pregunté.
-¡Ah! Eso… -dijo Carlisle con el ceño fruncido-. Otra imprecisión del libro. La verdad Daniela es que nunca hubo una semi-vampira. Los vampiros no podemos tener bebés con los humanos. Simplemente, somos estériles.
-¿Pero existe Jacob en la realidad?
-Sí, existe. Y él y Bella sí son amigos. Pero nunca hubo romance, ni todo el drama de los libros.
-¿Y los hombres lobo los expulsaron de Forks? -Pregunté esperando que no se tomaran a mal la pregunta.
-Más bien tuvimos que escapar… -dijo Jasper, que entró en ese momento en el cobertizo.
-¿Los iban a matar? -Pregunté alarmada.
-No creo que nos hubieran destruido -aclaró Carlisle, aunque por su cara vi que ni él se lo creía-. Pero no nos quedamos para averiguarlo.
-Y Carlisle no hubiera matado a un lobo -se quejó Alice con algo de burla.
-Lo haría para defender a mi familia -aseguró Carlisle-. Pero prefiero huir a un enfrentamiento.
-¿Y por qué vinieron a Chile? ¿No bastaba con alejarse de la zona?
Carlisle se encogió de hombros.
-Mientras más lejos mejor, al menos hasta que se calmen los ánimos -explicó-. Y el sur del hemisferio sur tiene la doble ventaja de estar muy lejos y de tener muchos días nublados. En un mapa, el sur de Chile nos pareció una buena idea.
-O tan buena como cualquier otra -completó Jasper.
-Pero es taaaaaan aburrido -se quejó Alice-. Estoy harta de cerdos y ovejas. Si al menos pudiéramos ir a la selva…
Alice miró a Carlisle y a Esme con ojitos tristes.
-Demasiado sol. Tendríamos que estar todo el día en casa -explicó Carlisle como si estuviera cansado de explicar lo mismo una y otra vez-. No podrían ir a la escuela.
Alice lo miró animada, levantando las cejas. Carlisle frunció el ceño.
-Seis adolescentes que no van a la escuela llaman demasiado la atención de los humanos -respondió Carlisle como si eso estuviera fuera de discusión. Alice suspiró con dramatismo. Me dio risa.
-Siempre tengo la esperanza de convencerlo -me confesó Alice.
Carlisle resopló divertido y, como seguía medio abrazándola, hizo como si la fuera a morder. Ella se rio y corrió a refugiarse a los brazos de Jasper simulando estar aterrada por Carlisle. Todos sonrieron. Parecía como un juego que hubieran tenido otras veces.
Carlisle iba a abrir la boca para decir algo, pero Alice se quedó quieta y con la mirada vacía un segundo e interrumpió lo que fuera que el vampiro iba a decir diciendo "¡Sí!" con entusiasmo. Carlisle sonrió nuevamente.
-Iba a proponer que fuéramos a la costa el próximo fin de semana, a cazar lobos marinos -anunció Carlisle.
-No es muy emocionante -dijo Alice con cara de mártir-, y huele fatal. Pero es bastante más entretenido que beberse un cerdo o una oveja.
Esme puso los ojos en blanco.
-Sangre es sangre -replicó con voz práctica. Luego miró a su marido y agregó-. De todos modos ya llevamos más de un año aquí. ¿Tal vez podríamos volver a la casa de Forks, Carlisle? ¿O al menos a Alaska? No creo que los lobos nos guarden tanto rencor.
-No. A Forks no volveremos hasta que esa generación de lobos haya muerto -replicó Carlisle con rotundidad-. Y saben que podríamos volver a Alaska.
-Pero Bella extraña a su padre -se quejó Alice-. Incluso extraña a Jacob -agregó como si eso no tuviera ningún sentido.
-Ella no me ha dicho nada -aclaró Carlisle.
-No te lo dirá -respondió Alice como si fuera obvio-. Pero yo me doy cuenta.
-No pondré en peligro a mi familia, y se acabó -respondió Carlisle con rotundidad.
-Pero… ¿Y Alaska? -Insistió Esme.
-Ni hablar -replicó Carlisle-. Los lobos saben que podemos volver allá. Deben estar esperándolo.
-Sólo por curiosidad -interrumpí-. ¿Por qué no les dijeron a los lobos que ustedes no habían atacado a ningún humano?
Los vampiros se miraron.
-Porque el accidente lo tuvo un invitado nuestro -explicó Jasper-. Él sabía que no debía cazar en la zona. Pero pasó demasiado cerca de un accidente y, al oler la sangre, perdió el control. Los lobos nos responsabilizan a nosotros argumentando que el vampiro estaba en la zona por nuestra culpa, y que controlar a nuestros invitados debía ser nuestra responsabilidad.
-De todos modos no podemos dejar que esta generación de lobos sepa de Daniela -agregó Carlisle-. Aunque nosotros no matáramos a ese humano, ya rompimos el tratado.
Jasper miró al piso y murmuró "lo siento Carlisle". Alice lo abrazó más fuerte.
-Es parte de lo que somos -le respondió Carlisle con calma-. Los accidentes pasan. Ninguno de nosotros te culpa.
Me dieron ganas de discrepar, pero internamente me alegraba de que no planearan irse de Chile al corto plazo. Necesitaba encontrar alguna forma de ponerme en contacto con mi familia para al menos hacerles saber que estaba bien. Bueno… Bien para ser vampiro. Debían estar histéricos buscándome. De pronto me sentí abrumada. Llena de pena y culpa.
Escuché a Alice jadear y levanté la vista. Vi que estaba concentrada. Estaba teniendo una visión. Sospeché que tendría que ver con mi decisión de contactar a mi familia. Asustada, me concentré en no hacer planes. Tal vez me era físicamente imposible escapar, pero si quería ponerme en contacto con ellos tendría que ser un acto totalmente improvisado para que Alice no pudiera verlo. Y tendría que ser además cuando Edward no estuviera, para que tampoco pudiera delatarme.
Pareció que Alice iba a decir algo, pero volvió a cerrar la boca.
Me asusté cuando Alice me miró fugazmente y frunció el ceño. Me puse a pensar en cerdos, y en sangre, y a planear cómo atacaría mi presa la próxima vez, y cómo me bebería su sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Rogué que funcionara.
-¿Qué pasa amor? -Le preguntó Jasper, preocupado.
Alice me miró con duda, y los otros tres se volvieron a verme. Intenté mantener mi cara de póker y concentrarme en cerdos para no hacer planes de nada.
-N… Nada -dijo Alice nerviosa-. Por un momento tuve una visión algo borrosa. Creo que Daniela estaba ahí. Pero luego no vi nada. Lo siento.
-Está bien hermosa. No te preocupes -le dijo Jasper y le dio varios piquitos en la boca hasta que ella sonrió y ya no tuvo el ceño fruncido. Entonces Jasper le sonrió y le dio un beso en la punta de la nariz.
Esperé que el tema quedara zanjado, pero Carlisle todavía estaba pensativo cuando me cargó de vuelta al interior de la casa. Parecía preocupado. Pero no me dijo nada, así que supuse que todo estaba bien.
-.-
