Capítulo 1: La oscuridad
Un hombre alto y robusto camina con pesadez por el Bosque de los Enanos, sus ropas estaban muy rasgadas, que fácilmente podrían confundirse con harapos, sin imaginar que, esos trozos de tela solían ser parte de una majestuosa vestimenta que un rey vestiría. Ese vagabundo esperaba que un animal salvaje decidiera ponerle fin a su patética vida, pero ninguno se molestó en concederle ese deseo.
Ese hombre que caminaba sin rumbo fijo, solía ser un Rey, pero no cualquiera sino uno de los más grandes, lo llamaban Endeavor, que manejaba su pueblo con puño de hierro, su gente le temía y le respetaba, aunque era más lo primero. Un día como cualquiera, se encontraba comiendo junto con sus dos hijos —Fuyumi y Shouto—, pero no se encontraban los otros dos varones, pero a Enji le importaba muy poco eso, sin saber que su ignorancia se convirtió en su perdición, de un momento a otro se encontraba siendo sometido por sus propios guardias.
—¿¡Qué creen que están haciendo, bastardos?! ¡Soy su Rey, exijo que me suelten! —Exclamó el pelirrojo.
En eso, Natsuo entra en la habitación con mucha tranquilidad, siendo escoltado por otro grupo de guardias, tanto Fuyumi como Shouto miraron con asombro la escena, sin poder creer lo que estaban presenciando. Natsuo miró con un rostro sombrío a su Padre, la persona que hizo la vida imposible a su madre y hermanos, estaba en el suelo, y una pequeña sonrisa se formó en el rostro del joven albino.
—¿Su Rey? Ja, que gracioso, porque ahora yo seré el Rey. —Sentenció — Y cómo mi primera orden te exilio, tu Enji Todoroki, no mereces tener poder.
Miró a Fuyumi y a Shouto, su semblante se suavizó de repente, esos dos eran los que se parecían más a mamá, podía verla a través de ellos, sus ojos por breves segundos destellaron ternura, para luego volverlos duros y poner su atención a su horrible Padre, que trataba inútilmente de usar su magia de fuego, una risa burlona se escuchó por todo el lugar.
—Ni siquiera lo intentes, Enji. Me tomé la molestia de ponerle veneno a tu comida, no te matará pero si suprimirá tu magia de manera temporal, no sé cuánto tiempo, tal vez meses o incluso años, no me importa, y si vuelves para reclamar la Corona, te mandaré a la horca.
El ex Rey, miraba con cólera a Natsuo y desvió su mirada a sus hijos, Fuyumi abrazaba de manera sobreprotectora al menor, observando con miedo la situación, pero no se veía con intenciones de interferir el Golpe de Estado de su hermano menor, cuando los ojos del Papá se unió a los de su única hija, por unos breves momentos, recordó a su esposa Rei, con esos mismos ojos, que expresaban el mismo sentimiento. Los guardias empezaron a golpearlo como si no hubiese un mañana, y como resultado, rasgándole sus ropas.
Y cuando se dio cuenta, se encontraba caminando y cojeando, a saber dónde y con qué propósito, su ego fue lastimado sin compasión alguna, siendo arrojado como si no fuese nada importante, sólo mera basura, su cara estaba tensa y su mirada zafiro rastreaba cualquier monstruo que pudiese matarlo, prefería mil veces morir a acabar de esa manera, siendo un vagabundo.
Sus piernas no aguantaron más, así que se desplomó en el barro, y como si eso ya no fuera bastante malo, una lluvia se desató y esa fue la gota que derramó el vaso, el pelirrojo gritó con todas sus fuerzas, llamando la atención de una figura encapuchada, siguiendo los lamentos del Rey caído por curiosidad, y vio como chocaba su puño contra el suelo, machándole más la cara. Sin darse cuenta que estaba siendo observado, la figura apoyaba ambas manos en el tronco de un árbol, ladeando un poco la cabeza.
Entonces el hombre robusto dejó de hacer berrinche, y pareciera que se durmió por el cansancio que sufrió al caminar una distancia tan larga, la persona encapuchada baja dónde se encontraba, se acercó con sigilo y al comprobar que, en efecto estaba durmiendo, se fue del lugar para regresar acompañada de una vaca, que jalaba una carreta, y con mucha dificultad subió el cuerpo del hombre encima de este.
Llegaron a una choza bonita, rodeada de flores y otras plantas comestibles, y con la ayuda de la vaca, colocaron el cuerpo del pelirrojo encima de un petateque tenía la persona, y la mujer al ver el rostro manchado de barro, fue por un trapo para limpiarle la cara. Ya la mañana siguiente le dirá dónde puede asearse, sin más que hacer siguió con sus labores, colocando la vaca en su establo correspondiente, y cocinar algo para los dos.
Enji poco a poco abrió sus ojos, teniendo al principio una visión borrosa de su entorno, pero se aclaró después de unos breves momentos, reincorporándose con rapidez y analizar mejor el lugar, a simple vista era una casa pequeña y tosca hecha de cañas, miró arriba de él, encontrándose con un techo constituido por paja, una pequeña cortina de flores pudiendo ver sin ningún problema a la mujer de espalda, al parecer estaba cocinando, se cruzó de piernas para notar que debajo de su cuerpo se hallaba una esterilla amarilla, y en su cintura estaba una manta verde, la mujer no había notado que había despertado, y por ende cantaba una melodía que solía arrullarle a su niño cuando este era un bebé.
El pelirrojo gruñó por lo bajo, y se levantó al fin queriendo saber quién fue el que lo salvó, empujó con su mano la cortina que los separaba y se detuvo en seco, recordando todo lo que había pasado tan sólo el día anterior, provocándole un dolor en la cabeza, miró detenidamente la mujer, tenía el cabello verde hasta los hombros, y sus ropas consistían en un vestido amarillo, y unos listones estaban amarrados a la cintura, supuso que usaba un delantal y una pañoleta rosada le cubría la cabeza, su calzado consistía en un par de sandalias de cuero trenzadas.
La mujer sintió un escalofrío en su espalda, y con lentitud miró por encima de su hombro y la mirada esmeralda se cruzó con el zafiro, y el tiempo se congelo, la mujer nunca se imaginó que la persona que había salvado de la lluvia, tuviera unos ojos tan hermosos pero al mismo tiempo tan imponentes, como pudo le sonrió aunque al final sus labios temblaban, sólo rezaba que aquel hombre no le asaltara o peor aún, la violara. Enji iba a reclamarle de su acto, cuando la mujer le interrumpió.
—¿Tienes hambre? Hice sopa, espero que te guste. —Dijo mientras le servía en un plato hondo de madera, sin cuchara.
Enji no dijo nada, recibiendo el plato para luego volver a ver el rostro redondo de la mujer.
—¿Pasa algo? —Preguntó.
—No hay…cuchara
—Oh. —Sonrió ella avergonzada— No tengo cubiertos para la mesa, sólo para cocinar.
—…—Enji no dijo nada y colocó sus labios en la orilla del plato para empezar a beber, y vio unos pedazos de verdura, así que los comió con la mano, tenía mucha hambre así que poco le importó la etiqueta que tanto solía exigirle a sus hijos. Terminó su plato en unos segundos, miró a la peliverde y le extendió el objeto de madera para tener más. La mujer le sirve de nuevo con una sonrisa más sincera, recordando como su niño comía un montón cuando entrenaba.
—¿Cuál es su nombre, Señor?
—Enji. —Soltó sin más, arrepintiéndose después de decírselo.
—Oh, ya veo. —Habló la mujer—Es un lindo nombre, me llamo Inko Midoriya
El hombre robusto asiente, para luego beber el caldo de unos pocos tragos y masticar la verdura, estaba delicioso, nada que ver con los platillos que le daban en el castillo, este era comida casera hecha por las manos de una campesina, Inko también empezó a comer en otro plato de madera de la misma forma que lo hizo Enji.
El momento era tranquilo, se escuchaba las aves cantar y los mugidos de la vaca llaman la atención de Inko, retirándose del lugar para atender a sus animales, Enji se limitaba a comer lo poco que había de alimento, después de acabar siguió por mera curiosidad a la mujer de melena verde, entonces vio la carreta que supuso lo habían transportado, se acercó más y pudo apreciar como la mujer le daba de comer a su vaca, la ordeño, después se fue con las gallinas, les dio granos de maíz y recolectó las verduras de su huerto.
Enji miraba con curiosidad las acciones, sin saber que hacer al respecto, la mujer lo hacía con una facilidad impresionante, como si no fuera gran cosa, y al final tocaba partir la leña, e Inko se le dificultaba partir los pedazos de madera con el hacha, Enji se acercó para tomar el objeto con sus manos, la mujer se asustó al principio pero entendió sus acciones, así que le enseño como debería cortar sin hacerse daño de por medio, el hombre puso atención a cada palabra que Inko decía, asintió y comenzó su trabajo, tomándolo como un entrenamiento, y un medio de desahogo.
Ejecutó su labor sin ningún problema, centrando su ira en el hacha y en la madera, refunfuñando cosas que para uno no tenían sentido alguno pero para él si lo tenía, nunca se le vino la mente en que cortar leña se hubiese convertido en su tarea favorita.
—Maldito Natsuo, me las va a pagar, mocoso de mierda ¿Si quiera sabes que significa ser un Rey por lo menos? Shouto será mejor que tú, eso es seguro.
El último trozo de madera fue partido por la mitad gracias a las manos del ex Rey, acabando así su furia y el trabajo, Inko lo miraba desde lejos con un sudor frío recorriendo en su mejilla, impresionada de la semejante fuerza que poseía su nuevo invitado, preguntándose si era un mercenario perdido o algo así, se ponía nerviosa con sólo pensar en cosas como esa.
[…]
Enji miraba las estrellas acostado en el suelo, frunciendo el ceño, ya no le importaba ensuciarse en lo más mínimo, vio como la mujer se sentó a su lado con una sonrisa, o eso es lo que parecía, Enji miró que el cuello de esa mujer estaba tenso, no dijo nada después de haber hecho trizas la madera ¿se habrá enojado por eso? O ¿tal vez quería saber más de él? Si es así, era lo más seguro, después de todo ¿quién querría estar con alguien como él?
Un Don nadie.
Inko miró a los ojos del hombre por unos momentos.
—Gracias…por ayudarme. —Dijo con suavidad, impulsándose por sus brazos y piernas, se levantó para ir a su casa.
Enji la miró hasta que la perdió de vista, después de adentrarse a la humilde casa, el pelirrojo se cuestionaba, ya no sabía qué hacer con su vida, su hijo le quitó todo lo que tenía, y si no fuera por Inko estaría buscando la manera de suicidarse, mordió su labio inferior, todavía rondaba la posibilidad de quitarse la vida, e incluso pensó en volver al castillo para que Natsuo lo mandara a la horca, pero algo lo hacía dudar.
El recuerdo de Inko tratando de cortar la madera se coló en su mente, también cuando le sonrío, cuando le sirvió esa deliciosa sopa. Achicó sus ojos, debe de haber muchas tareas que consisten en la fuerza bruta, alguien como Inko no podría realizar, por lo menos se quedaría hasta ver que hacer más adelante, por el momento trabajara para esa mujer, tendría que consultarlo con ella primero.
Miró la choza y se levantó del lugar, dirigiéndose hacia su nuevo hogar.
