Interés, es lo que Lapis Lazuli sentía por la llegada de sus nuevos vecinos. Ponía su ojo en el mirador de la puerta, esperando ver llegar a aquellos tipos y llevaba rato observando.
¿Quién sabe? Tal vez sus nuevos vecinos sean unos de esos excéntricos de hoy en día, antisociales que odian a la gente y a toda la sociedad. También podrían ser una familia con problemas maritales. Oh quizás artistas, gente creativa y propia de todo el adjetivo de "peculiar" y hasta de lo "exótico".
Un padre pintor con gran sentido de lo que es considerado arte, una madre fotógrafa con una amplia visión del mundo, un joven aspirante hacer escritor con pensamientos fugaces de filosofía y expresionismo, una adolescente compositora de hermosas melodías capaces de hacerte sentir que flotes y cierres los ojos, y un niño o niña al final, mezclado de todo lo anterior. Amante de todo y un ser con una creatividad deslumbrante.
—¡Lapis, no te quedes mucho tiempo ahí! ¡Mejor ven acá y ayúdame a limpiar!
La joven volteo algo enfadada al llamado de su padre. Frunció el ceño y se alejó de la puerta para dirigirse a la sala. Se veía media dormida aún, no llevaba mucho tiempo de despertarse y por su aspecto, parecía que no había dormido del todo bien.
Una vez estuviera en sala y comenzará a agarrar los cartones de la pizza de ayer, los platos con "no sé qué" que están desde hace "no sé cuando" y esas latas de refrescos y té, que pronto, si se juntaran, formarían pequeños montículos de pura basura, no dejo de pensar en todo momento, que probablemente igual no se encontraba del todo ahí, ahí.
Se paró abruptamente cuando lo consideró todavía más. Rápidamente miro su alrededor y al mirar todo "común", decidió continuar, aunque. En el momento que miro todo "común", y todo en orden. Comenzó a pensar qué tal vez, era una de esas veces que todo se ve normal, pero al final de cuentas no es la realidad.
Se acomplejo un poco, no mucho a decir verdad. Miro a las esquinas, a los muebles y a esa alfombra amarilla circular que se había descolorado ya un poco por el pasar de los años. No podía recordar si todo eso estaba así desde siempre. Entonces volvió a cuestionarse.
¿Qué le aseguraba que realmente estaba ahí, ahi?
—Jesus... —murmuró un tanto preocupada.
Podría gritarle a su padre para que le dijiera. Pero no, no lo haría. El se molestaría de nuevo si la ve gritando como la última vez, y todo para que no fuera nada de nada.
"Vamos Lapis. Piensa... ¿ ...Como saber si no estoy realmente despierta en este momento? ¿Como saber si no me encuentro roncando en este momento... ?" Se preguntó y antes de que se diera cuenta, comenzó a analizar su pequeña condición.
Esa condición, oh más bien maldicion, que la lleva acosando hasta este momento de su vida.
Confundir los sueños con la realidad.
Puede sonar un tanto simple e insignificante, pero no lo es. Era muy molesto para ella y para todos los de su alrededor.
Una vez de niña, termino por lanzarle huevos a la casa de su vecino al creer que el había insultado a su padre porque lo habían abandonado y también que se había metido a su casa a robarse todo el cereal y las galletas. Fue gracioso cuando todo se explicó, pero se hizo irritante cuando Lapis volvió a soñar que la familia del vecino habían hecho maldades y conspiraban en contra de su familia provocando más vandalismo hecho por la pequeña Lazuli a sus vecinos.
La pequeña Lazuli llegó al límite cuando quemo el basurero de la familia Olivine, ocasionando que el jardín y varios árboles se incendiaran a consecuencia de que el fuego se propagará. Además que la pequeña Peridot Olivine, era frecuentemente hostigada por Lapis.
Su padre termino mudándose con ella lejos de aquel vecindario al poco tiempo de que ya todos habían sido afectados de algún modo por su hija.
En la escuela tampoco le fue del todo bien y sus sentimientos infligían mucho acerca de los sueños que más tarde confundiría con la realidad misma.
Si estaba enojada con alguien o con algo, en sus sueños veía situaciones con las cuales aumentaba su odio y terminaba por alejarse de personas o lugares. Pasaba lo mismo con el miedo, con la tristeza y con cualquier otro sentimiento intenso que sintiera en ese momento. Y vaya que ella es muy intensa.
Estos problemas y más, la hicieron recluirse en su casa y su padre considerando todo eso y incluyendo que a Lapis le daba por dormirse repentinamente en los lugares más inesperados. Optó por darle una educación en casa y así termino excluida ciertamente, de toda la interacción humana posible.
Claro, el señor Lazuli también la llevo a muchos doctores y especialistas. A psicólogos no, el era muy precavido y paranoico acerca de ellos y los llamaba loqueros. Ya que consideraba, que solo los locos van con esos "tipejos", según sus palabras.
Su adolescencia fue menos problemática y su pobre padre pudo despreocuparse un poco al ver que Lapis parecía dominar un poco más todo. Además había comenzado a entretenerse, pasando sus días leyendo, mirando películas y haciendo su propio arte. Resultó ser muy creativa.
Obviamente siguió teniendo incidentes y eran inevitables, pero cada vez lo dominaba aún mejor.
Tenía una pequeña solución para saber si no estaba dormida y era simplemente observar su ambiente. Aveces su cerebro era muy realista, por lo que todo lucia tan normal como siempre, pero no había mucho de qué preocuparse, solo quedaba checar otro punto importantísimo, el cual era, sus recuerdos.
Ningún sueño tiene un principio, solo uno se duerme y aparece en medio de una situación. Cómo está historia por ejemplo —guiño— Por lo que lo más coherente sería recordar el principio, por donde comenzó su día.
"Eso.. " se dijo así misma sonriendo la joven de cabellera azul, y comenzó a recordar. "Claro, hoy me desperté en el sillón" Lapis miro al sillón verde de su sala. "Fuí al baño, luego desayune con mi padre y después... ¿Mierda, que hice después?" puso su mano en su barbilla y se quedó pensando. "Espera... ¿Eso fue de ayer o de hoy... ? ¿...Oh de antier tal vez?".
Su mente es un lío, cabe decir.
No estaba dormida, nadie tiene tanto control en los sueños. Bueno si se puede tener control en los sueños, pero al ver aquel "control" por así decirse, uno se daría cuenta fácilmente que es un sueño.
Lapis seguía quieta y pensativa, hasta que en un momento dado, se escucharon un par de toques en su puerta. Ella volteo rápidamente a la entrada y se acercó con cuidado. Llego y checo el mirador aquel, para checar de quién se trataba. Simpre miraba antes de abrir, bajo cualquier circunstancia. Había tenido en el pasado visitas en sus sueños nada favorables, y está soñadora de pelo azul, seguía pensando que había una probabilidad de qué tal vez seguía dormida.
Al checar de quién se trataba y asegurarse de que fuera un humano "normal". Se alejó rápidamente del mirador y abrió la puerta, para encontrarse con un chico de cabellera rizada, gran sonrisa y una expresión un tanto tímida, pero a la vez algo que ella cateogoraria como dulce.
—Hola... Mi nombre es Steven y yo...
Un portazo se escucho.
Lapis había cerrado la puerta con brutalidad y interrumpiendo al jovencito aquel, y ella poniendo espalda contra la pared, un sonrojo aparecía en sus mejillas y su expresión cambiaba a una confundida y nerviosa.
" ...Qué niño más extraño... " pensó ella, solo para que, al pasar unos cuantos segundos, mirara de nuevo al mirador de la puerta y viera que decía que se llamaba Steven, seguía donde mismo, solo que completamente confundido y algo aturdido por lo sucedido.
Lapis no es muy buena cuando se trata de interactuar con otras personas.
