El trueno rompió el cielo. Desde lo alto descendía el Dios, elevándose con firmeza sobre el azulado firmamento.
Los aves revoloteaban sin rumbo fijo, yendo de un lado a otro. Debajo se pintaba de verde vivo el pastizal, más al oeste, la potente cascada que hacia eco con sus frías aguas celestiales.
Se podía observar el horizonte a lo lejos; no había nubes que obstruyeran el paso; sólo los destellos dorados como ráfagas de luz provenientes del Sol que, poco a poco, se iba ocultando. Marcando lentamente el fin del día. Un maravilloso atardecer.
Sus pies hicieron contacto con el suelo. De pronto, se sintió más diminuto, más liviano. En un abrir cerrar de ojos, el Dios que una vez fue, ahora se hayaba siendo un niño.
A escasos metros, la silueta de un hombre se hizo presente.
— ¿Padre? —Preguntó, con aquella dulce voz.
El hombre volteó levemente, dejando al descubierto el parche dorado que yacía en su ojo. La barba blanquecina caía de su barbilla.
—Padre. —Volvió a repetir con más entusiasmo. Pero no hubo respuestas. Avanzó con pasos lentos, cada vez que lo hacia, sentía que su padre se alejaba más. Aquello lo desesperó por completo— ¡Padre! —Gritó. Asustado. Corrió tan rápido como sus cortas piernas le permitían.
Y, en el momento de tenerlo frente a él, de estar tan cerca, Odín volvió a voltear, con una sonrisa formada en su rostro. Thor estiró su brazo en un intento de tocarlo, pero en el instante en que su mano hizo contacto con la de su padre, éste desapareció, transformándose en destellos luminosos.
El niño, con frustración angustia, cayó de rodillas al suelo.
—Padre . . . —Susurró, sintiendo un gran vacío en su pecho. Apretó sus párpados, reprimiendo las lágrimas. Al volver a abrirlos, había dejado de ser un niño. Se colocó de pie, ¿Acaso era una ilusión? Se sintió tan real.
Cogió su Mjolnir del suelo.
«Aquel que empuñe este martillo, si es digno, poseerá el poder de Thor».
Lo sujetó con fuerza orgullo. Entendía bien el significado. Entendía bien su poder.
Lo hizo girar vacías veces, para luego arrojarlo así poder elevarse.
El Dios del Trueno desapareció de entre los cielos. Y nuevamente, la figura de Odín se presentó en el extremo de la cascada, desapareciendo en segundos. Como un fantasma. Como un recuerdo.
