Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Bueno, esta vez vengo con Levifem x Erenfem, un fic lleno de mensajes subliminales (?), no, es broma. La idea nació de salir de mi zona de confort y de reflejar cientos de miles de realidades donde las mujeres estamos acostumbradas a seguir órdenes y "normas sociales" como ganado que va al matadero. En fin, espero que abran su mente y le den una oportunidad porque está hecho con mucho amor!
Disclaimer: Los nombres de los personajes no me pertenecen, son de Isayama Hajime, esto es sin fines de lucro, el resto de la historia si es de mi invención.
Advertencias: Una que otra palabra altisonante o un poco de lenguaje vulgar, situaciones explícitas, nada más.
DEDICATORIAS:
Para Yaoi´Blyff, que me abrió los ojos en muchos sentidos, espero honrarte con esta historia
Para Agatha Cris que hizo la maravillosa portada, GRACIAS PRECIOSA!
Para LeonoCassiopea, porque la quiero muchísimo y me dijo que
nunca le había dedicado un fic, bueno ahora éste te lo dedico.
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"Los que niegan la libertad a otros no la merecen para ellos mismos".
Abraham Lincoln
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Se sentó en el sofá, desinflándose ante el cansancio y quedando desparramada allí. El techo blanco e inmaculado la observaba desde su altura. Miró el reloj de la sala percatándose que ya eran las once. Había estudiado temprano, y luego se había dedicado a la limpieza con verdadero ahínco, la casa brillaba por todas partes.
¿Qué podría hacer para cocinar? ¿Carne asada? No, no tendría tiempo de ir a la tienda y volver, tal vez para la noche ¿Milanesas? Mmm, no, las había hecho el día anterior, y a Jean no le gustaba repetir menú de un día para el otro. Bueno, tendría que ser pollo asado con verduras gratinadas en salsa blanca y queso.
Sonrió satisfecha de haber elegido un menú tan bueno y se puso de pie para ponerse manos a la obra. Estuvo una hora adobando la carne, pelando y cortando las verduras. Les dio un toque de cocción al vapor, para que estuvieran crocantes y no perdieran su bonita forma. Luego hizo la salsa realmente rápido y metió todo en dos bandejas al horno, el pollo abajo para que se cocinara mejor. Para entonces ya se le habían hecho las doce y media. Justo a tiempo para tomar una ducha y estar impecable.
Luego de asearse, se tomó su tiempo para poner la mesa, perfumar el ambiente prendiendo una vela aromática y justo en ese momento se abrió la puerta. Fue corriendo a su encuentro con una sonrisa enorme y los ojos brillantes. Debía hacer las paces con él, el día anterior las cosas no habían terminado bien, todo por sus caprichos y su egoísmo. El pobre de Jean trabajaba incansablemente, la mantenía y le compraba regalos.
La discusión fue por un horrible vestido color morado, bastante ancho y largo que parecía sacado de una revista de modas de los setenta. Erin no quería usar eso, era horrible, además con el calor que hacía iba a transpirar. Jean le decía que tal vez la tapaba mucho, pero que era mejor así, después de todo no quería andar con ella en el centro de la ciudad y tener que agarrarse a trompadas con todos los pervertidos que se daban vuelta a mirarle el culo. Pobre Jean, tenía razón, a veces sus atuendos eran un poco reveladores, aceptaba eso. Claro, ella estaba acostumbrada a vivir en un pueblito pintoresco donde todos se conocían. No había tenido problemas para usar sus pantalones cortos, o las calzas que eran tan cómodas, pero no estaba en su pueblo, ésta era una ciudad enorme y todo era complicado, todo.
Ella se había enojado porque no quería usar esa cosa horrible, y había herido a Jean con sus palabras. Su novio solo la estaba protegiendo, la estaba cuidando, pero ella había sido egoísta. Se fueron a dormir sin cruzar palabras. Y a la mañana él desayunó sin decirle ni siquiera buenos días. Tenía que arreglar la situación.
Jean se sorprendió cuando su bonita novia, usando el precioso vestido que él mismo le había elegido pero que ella torpemente había rechazado, lo abrazó eufóricamente besando sus labios con cariño.
—Te extrañé —le dijo entornando esas tupidas pestañas que enmarcaban unos ojos gatunos entre verde y turquesa, característica que resaltaba siempre en su bello rostro.
Suspiró y le devolvió el abrazo. Amaba cuando ella reconocía sus errores y luego volvía cariñosamente a su lado, pidiendo su perdón de esa manera. La amaba.
—Yo también te extrañé, abejita —le soltó, remarcando ese apodo íntimo que a ella le gustaba mucho—. Estás hermosa, ¿viste? Tenía razón, ese vestido te queda genial.
—Sí, bebé, tenías razón. Lamento haberte hecho enojar anoche. Pero ahora vamos a almorzar, dame eso —dijo tomando su maletín y su saco.
—Iré a lavarme las manos —anunció su novio mientras se dirigía al baño.
Erin sacó las bandejas humeantes, el pollo se veía apetitoso y dorado. Cortó las patas y parte de los muslos para servírselos a él. Ella amaba comer las patas, pero Jean venía cansado del trabajo, era justo que comiera las mejores partes, quería demostrarle que le importaba, que podía cuidarlo a su manera, aunque solo fuera cocinando y limpiando. Decoró el plato, le tiró queso rallado encima y lo llevó a la mesa. Sirvió el suyo, hizo lo mismo y luego llevó la jarra con jugo de naranja exprimido para servir los vasos. Quedó esperando contenta a que su novio viniera a sentarse.
Jean regresó a paso cansado, tomó asiento y prendió el televisor. Erin se persignó y rezó antes de comer. Estuvo observando a su novio para ver sus expresiones ante cada porción.
—¿Te gusta? —le preguntó sin resistir más. Jean estaba enfrascado atendiendo lo que decían en el noticiero.
—Sí, sí, amor, está delicioso, como siempre. Gracias ¿Qué estuviste haciendo en la mañana?
—Bueno, cuando te fuiste me puse a estudiar, hasta las nueve y media y luego a limpiar. Ordené la biblioteca de la sala de estudios. Luego ya se hicieron las once y me puse a cocinar.
—¡Ah! —Soltó un suspiro sentido mientras apoyaba la espalda en el respaldo de la silla—. Tú sí que eres afortunada, me gustaría que mis días fueran así de sencillos. Yo estuve de reunión en reunión y trabajando muchísimo. Esta semana fue fatal —Le contó mientras se sobaba en los hombros con muecas de dolor.
—¿Quieres un masaje en la espalda? —le sugirió su novia preocupada.
—Sí, por favor, no doy más. Y encima esta tarde otra vez lo mismo.
Erin soltó los cubiertos y se puso de pie para atender a su novio como correspondía. Las tensiones, la mala posición frente a la pantalla y el estrés en general siempre le generaban muchas contracturas, por lo que había tomado un curso de masajes relajantes y cuando él lo necesitaba se ofrecía para aliviarlo.
Su madre siempre le decía que su hombre debía estar feliz. A pesar de que aún no se habían casado, debía esforzarse para ser perfecta, o al menos lo más cercano a la perfección.
Erin venía de un pueblito en el interior del país. Pocos habitantes, todos conocidos. Desde pequeña que vivía pegada a su madre aprendiendo todas las virtudes de una mujer decente, cocinar, limpiar, coser, estar siempre dispuesta y sonriente para cualquier necesidad de su marido. Un marido feliz era la base de una familia feliz.
—Oye, se te enfriará la comida —le dijo Jean luego de algunos minutos, tomando su mano y besándola.
—No te preocupes, luego la calentaré —respondió bajando su cabeza para besarlo en los labios.
—Tengo media hora —dijo Jean poniéndose de pie—, podemos hacer un "rapidito", ¿mmm?
Erin estaba completamente exhausta, pero solo era media hora. Sabía que el sexo a Jean lo ayudaba a canalizar sus problemas en el trabajo, y a ella no le costaba nada, por lo que volvió a sonreír y asintió.
Retozaron unos quince minutos y luego Jean tomó una ducha rápida para volver al trabajo, al final no había comido bien tampoco, por lo que le hizo un emparedado para que se llevara.
—Oh, joder, casi lo olvido, esta noche vendrán unos compañeros a beber unas copas, ¿podrías hacer unas pizzas? —dijo sacando la billetera y dejándole dinero sobre la mesa.
—¿Esta noche? Jean, el lunes tengo examen, pensaba quedarme estudiando.
—Mi amor, siempre te estás preocupando tanto y al final siempre rindes bien. Te quedan dos días más, vamos, solo serán unas horas —pidió acercándose y dejándole un beso sobre los labios.
Erin suspiró no muy convencida. Pero bueno, el último mes no habían salido a ninguna parte porque ella estaba rindiendo, debía concederle al menos eso. Además era una buena oportunidad para conocer gente. La última vez que había ido a las reuniones había estado recluida en un rincón sin poder integrarse demasiado. Y la verdad es que necesitaba contacto humano, además de Jean y las vecinas.
—De acuerdo, haré las pizzas ¿Compro algo más?
—Cerveza, al menos unos cuatro pax, unas papas, alguna cosa así para comer rápido, si puedes haz algún rollo de esos dulces con cobertura de chocolate, ¿son fáciles, no? Seguro después de las pizzas vamos a querer algo dulce. Bueno, me iré o llegaré tarde, adiós mi amor —se acercó y la besó rápidamente sonriéndole—. Estuviste tan deliciosa, prometo que mañana te compensaré muy bien —y luego de una palmada en el trasero se fue.
Erin fue a darse una ducha. Se puso ropa deportiva y se quitó el horrible vestido morado, y lo puso en el lavarropas. Le hubiera gustado dormir un poco, pero tenía menos de cuatro horas hasta que Jean volviera. Lavó los trastes, comiendo un par de frutas en el proceso y luego salió al supermercado.
Aparte del encargo de su novio, compró dentífrico, unas toallitas sanitarias y preservativos. Si bien tomaba pastillas anticonceptivas, ya habían pasado seis meses y tenía que tomarse su mes de descanso.
Llegó cargadísima de regreso y sudando la gota gorda, hacía un calor de los mil infiernos. Prendió el aire acondicionado del living y se puso manos a la obra. Estuvo cerca de dos horas solo para amasar y cocinar las pre pizzas. Le había escrito a Jean quien le dijo que serían al menos unos diez. Miró la casa con tristeza, y justo ella ese día había limpiado como posesa, con seguridad todo iba a quedar como un chiquero y mañana tendría que limpiar otra vez.
Puso la mesa, abrió otras tres velas aromáticas de limón y vainilla, y puso un CD de Lana del Rey en el smartTV. Para entonces ya se había cocinado la salsa, de forma que comenzó a embadurnar las 7 pre pizzas, luego las fue llenando de jamón algunas, queso roquefort otras, huevo duro, para luego poner el queso muzzarella y el orégano. Al fin estaban listas.
Puso los vasos, varias bandejas con papas, doritos y maní salado. Miró la hora, carajo apenas le quedaba una antes de que Jean llegara. Puso el chocolate a calentar en agua hervida, estiró los dos piononos y loe llenó de dulce de nutella, nueces y almendras, los enrolló y les puso el baño de chocolate para luego llevarlos a la heladera. Revisó todo una vez más y finalmente fue a darse una ducha rapidísima. Se calzó con unos pequeños zapatos boca de pez negros y ese vestido blanco algo entallado con flores lilas y amarillas, encima se puso un saco negro porque no tenía mangas. De seguro Jean la reñiría por no vestirse como le había pedido, pero no quería morirse de calor.
Se hizo un rodete alto y apenas tuvo tiempo de ponerse rímel y labial rojo que ya estaban tocando la puerta. Fue corriendo a atender, pero se sorprendió al ver que no era Jean.
—Hola, ¿tú eres Erin? ¿Me ayudas?
—Sí, ho-hola.
Era una mujer bajita, o bueno, más baja que ella al menos. Vestida de negro, con un choker en el cuello con tachas y un par de pulseras haciendo juego y con cadenas. Aceptó una de las dos cajas que portaba, ¡joder! Casi se va al piso de lo pesada que era. Las pusieron en la mesada de la cocina.
—Lo siento, no me pude presentar, soy Levi.
Habló al fin la chica misteriosa, mientras abría la heladera con una confianza aplastante y comenzaba a mover todo para abrir la caja y empezar a sacar toda la bebida para acomodarla dentro.
¿Levi? No conocía ninguna Le… ¡Ah! Ahora que recordaba, Jean le había hablado escuetamente de una compañera de trabajo que se llamaba así. La observó detenidamente mientras le iba alcanzado las bebidas para ayudarla ¡Qué corte de cabello más peculiar! Tenía rapados los costados y una cresta un poco larga que caía a un costado, la piel era pálida, increíblemente blanca, y no era muy femenina, aunque tenía un bonito cuerpo, parecía que hacía ejercicios. La miró de reojo al sentir su intensa mirada y Erin le sonrió de esa manera que siempre utilizaba.
—Jean me habló de ti, estoy feliz de conocerte finalmente.
—Ajá ¿Tú hiciste todo eso? —dijo mirando las pizzas ya listas para calentar, Erin asintió—. Se nota que te gusta cocinar.
—Bueno, no mucho, pero le pongo todo el ánimo —contestó la chica con entusiasmo.
—Bien, listo. Eh, ¿se puede fumar aquí? —consultó la más baja sacando un paquete de cigarros de su pantalón negro.
—Sí, sí, pero espera que abro la puerta del balcón —dijo haciéndolo, al igual que las ventanas—. No es de quisquillosa, es para que no quede impregnado el olor, aquí tienes un cenicero.
—Gracias, Erin, eres muy amable.
—¿Sabes? Estoy estudiando —empezó a contar la chica mientras se ubicaba a su lado—. Estoy en tercero de la facultad de ciencias exactas, quiero ser maestra o profesora, me gusta enseñar.
—Ah, qué… interesante.
—¡Qué peinado más extravagante que tienes!
—Ni tanto, pero es fresco, ya sabes por el calor.
—Te sienta bien.
—Gracias, supongo —soltó antes de tomar una pitada de su cigarro—. ¿Y, qué es lo que estudias?
—Profesorado de Matemáticas, ¡ah, es muy interesante! Aunque ahora está un poco difícil. Bueno, yo en realidad quería estudiar medicina, como mi padre, mi padre es médico rural ¿sabes?, pero bueno, no les alcanzaba para pagarnos la educación terciaria a todos. Así que se lo pagaron a mi hermano Zeke —continuó con su parloteo rodando los ojos ante el nombre de su hermano—. Pero Matemáticas está bien, a mí me gusta mucho, en la Universidad Estatal es prácticamente gratis.
—Oh, ¿pero y por qué no estudias medicina ahora?
—Es que… es costoso —aseguró levantando las cejas y riendo nerviosamente—. Jean nos mantiene ahora que yo estudio, pero no es sencillo, ya sabes, hay que hacer economía.
—Mmm, ¿y si tomaras un trabajo de medio tiempo?
—Sí, sí, sería genial, pero, ahmm… Jean no quiere que descuide mis estudios, él dice que uno empieza a ganar dinero y ya te cansas y es mucho más difícil, y después ya no tienes las mismas fuerzas y todo te cuesta. Bueno, él sabe, tiene experiencia.
Levi enarcó una ceja y asintió aburridamente, mientras se terminaba su cigarro, notó que Erin seguía el camino que el tubo de papel encendido hacía de sus dedos a su boca.
—¿Quieres? —preguntó y ella negó con fuerza.
—No, no, no queda bien que una mujer fume —Erin abrió los ojos ante lo que acababa de decir y trató de rectificarse—. Pe-pero a ti te queda super bien, sí. Oh, ¿quieres un poco de jugo? Tengo de durazno y manzana.
—Mmm, sí, un poco de durazno —Se quitó la campera de Jean que tenía mientras apagaba el cigarro que ya se había consumido.
—¡Oooh, woww! Mira todos esos tatuajes —dijo sorprendida Erin mientras se acercaba y los observaba más de cerca—. ¡Qué bonitos! Me gustan mucho los tatuajes.
—¿De verdad? ¿Cuántos tienes?
—Ninguno, pero los tendré. Tengo unos ahorros, un poco más y me haré uno, sí, uno —luego terminó de servirle y le acercó el vaso.
—Gracias ¿Y…? ¿Qué te vas a tatuar?
—El nombre de mi prometido —le contó muy entusiasmada, Levi enarcó una ceja y se rió torpemente—. Va a ser una sorpresa, para su cumpleaños.
—Sí, supongo que será una gran sorpresa para él. Y, solo digo, ¿es necesario que sea algo tan permanente como un tatuaje?
—Bueno, él se hizo uno con mi nombre hace un tiempo, quería otro que fuera a juego.
—Ah, claro, ya veo, ¿y en qué parte te lo harás?
—Bueno, él se lo hizo en la espalda, así que, no sé, tal vez en la nuca o un poco más abajo, ¿tú qué opinas?
—Mmm, no querrás escuchar mi opinión —dijo sonriendo levemente y abriendo la heladera para sacar una cerveza. Erin la miró desconcertada.
—¿Es muy cursi? —preguntó al fin la más alta notándose un poco avergonzada.
Levi se quedó disfrutando de esa expresión. Los pómulos levemente coloreados, los ojos enormes, algo turquesas enmarcados en las espesas pestañas, las cejas fruncidas en franca preocupación. Así que el bastardo de Jean tenía razón en todo lo que les había contado, andaba con una chica bellísima, digna de ser hija de Afrodita.
—No, es decir, están enamorados, es bastante habitual hoy en día que las parejas se hagan tatuajes, es una decisión muy personal, sin embargo, si quieres mi opinión, yo jamás me tatuaría el nombre de otra persona, al menos no de forma permanente.
—¿Por qué?
—Porque la gente va y viene, Eren.
—Es Erin, con "i" —la corrigió la joven.
—Lo siento, Erin. Como te decía, las personas son inestables, van y vienen, hoy les gusta rojo, mañana verde, hoy te adoran, mañana te crucifican, y sinceramente las relaciones son complicadas. Oye, es lindo, el amor y toda la cosa, pero cuando se termina duele, entonces vienen los arrepentimientos…
Se quedaron unos momentos en silencio mientras Levi bebía de la cerveza fresca.
—Entiendo —dijo la más alta, que se acercó a Levi para seguir conversando—. Pero Jean y yo nos vamos a casar. Tenemos algo muy profundo, muy serio, así que estoy segura de hacer esto.
—Bien, genial. No es que yo dude de… la relación que tienen, pero, Erin, eres bastante joven, no creas que firmar un papel ante un juez te garantizará el amor eterno, because no es así. Igual, no te tomes en serio mis palabras, yo ya me golpeé bastante y ya sabes, el que se quema con leche, ve la vaca y llora —le dijo a modo de consuelo, para entonces sintieron que sonaba el timbre.
—I-iré a atender —se excusó la jovencita y se fue de la cocina.
El celular de Levi vibró en su bolsillo, lo sacó y miró el remitente, largó un suspiro y volvió a guardar el aparato. Jean ingresó con otras dos bolsas llenas de frituras. Con él venían Josh y Armin.
Entró con Erin a la cocina y saludó a Levi con un cabeceo. Luego le susurró por lo bajo a su prometida con bastante molestia.
—¿Qué carajos te pusiste? ¿No te dije que detesto esos vestidos cortos?
—Pe-pero estamos en casa, además hace mucho calor —trató de excusarse, pero recibió una mirada reprobadora de su parte.
—No quiero que te vistas como una puta, ¿entendiste? Ve a cambiarte, ponte un pantalón.
—O una sotana —soltó Levi mientras encendía un cigarro y miraba con suficiencia a su compañero.
—Lo hago por su bien, no quiero malos entendidos con mis amigos si los veo mirándola de una manera que no corresponde, eso es todo —trató de justificarse, mientras dejaba las bolsas y Erin se iba a cambiar.
—La ropa no hace a las personas, y si ella fuera mi novia, a los que ubicaría sería a mis amigos y no al revés.
—¿Verdad que tengo una novia hermosa? —comentó con una sonrisa idiota y cambiando completamente el tópico de la conversación.
—No te la mereces.
—No seas mala, Levi. Si quieres te la presto un día de estos —continuó con tono coqueto pero la mujer lo miró reprobadoramente—. Siempre que me dejen mirar.
—Me voy al living, no sé ni para que acepto venir a tu departamento, a veces eres tan desagradable —comentó con apatía saliendo de la cocina.
Jean solo se rió y comenzó a acomodar las cosas. En menos de una hora el departamento parecía lleno, serían unas quince personas y Jean llamó al delivery para pedir tres pizzas más porque no iba a alcanzar.
Erin estaba otra vez en un rincón cerca de la ventana, tomando un daikiri de frutilla, con un pantalón largo verde oliva y una solera gris. Jean había acaparado la cocina con otros dos de sus compañeros y estaban sacando las últimas pizzas del horno. Levi notó el semblante incómodo de la chica y se acercó.
—Las pizzas estaban deliciosas —le dijo y le sacó una sonrisa.
—Me alegro que te gustaran. No tuve mucho tiempo pero también hago de otras variedades.
—Me gustaría cocinar como tú —le soltó con un suspiro—. Realmente soy muy mala cocinando.
—¿Y qué comes?
—Delivery, fideos instantáneos, arroz, algo al paso, sándwiches, frutas, ensaladas listas, cualquier cosa fácil y que no me haga prender la cocina.
—Eso no es muy saludable.
—No todo, pero dije que como frutas, ensaladas, solo que ya listas para meter a la boca.
—¿Vives sola?
—Sí, por el momento ¿De dónde eres, Erin? Digo porque tienes un leve acento del norte, creo.
—No, soy del sur, de Minatown. Vine con Jean hace como tres años. De tanto en tanto vuelvo a mi pueblo —contó con los ojos brillando—. Es tan tranquilo, y de noche subes a las colinas y puedes ver todo el cielo repleto de estrellas, es silencioso. Tenemos una granja, ¿sabes? Con todo tipo de animales, ayudaba a mi madre con las tareas, ah, es duro vivir allí, pero lo prefiero.
—¿Lo prefieres?
—Me cuesta hacer amigos, soy un poco tímida, además no tengo mucho tiempo, entre la casa, los exámenes y el gimnasio.
—Quién diría que eres tímida, al menos a mí no me lo pareces.
—Sí, bueno, es raro, tal vez porque estamos en mi casa, pero generalmente no soy de iniciar conversaciones. Tú tampoco hablas mucho.
—Yo no soy tímida, tengo un carácter de mierda, eso es lo que pasa.
—A mí me caes bien —se apresuró a decir Erin con una sonrisa más natural, no tan fingida.
—Mmm, ¿sabes? El otro sábado harán una reunión sobre derechos de la mujer en el Centro de Convenciones de la ciudad, iré con algunas amigas, ¿te gustaría venir?
—Oh, umm, el sábado… rindo a la mañana, por la tarde estaré libre, Jean se va a jugar al fútbol los sábados, supongo que no habrá problema —dijo mirando hacia arriba para repasar sus actividades.
—Bueno, no hace falta que me digas ya mismo, hagamos una cosa, te daré mi número de celular y tú me avisas por si quieres ir, nos encontramos en la plaza central y de ahí te llevo.
—¡Sí, genial! —soltó emocionada de no tener que pasar otra tarde más encerrada. Tomó su celular e intercambiaron sus números.
Levi fue de los primeros en irse, cerca de las cuatro Jean roncaba en la cama mientras Erin terminaba de lavar los trastos después de tirar agua en el baño donde Josh había vomitado un rato antes. Prefirió hacer la limpieza de inmediato o al otro día la suciedad estaría pegada y sería peor.
Una vez que terminó con todo, se sirvió un vaso de agua fresca y se fue a la terraza a mirar la ciudad y tomar un poco de aire. Su celular vibró, era Levi avisando que había llegado a su casa. Ella le había pedido que lo hiciera para quedarse tranquila.
Le agradaba mucho Levi, la había visto interactuar, ella no decía las cosas para agradar a los demás, decía lo que pensaba aunque fuera un poco ruda, era segura, tenía unos pechos grandes a comparación de los suyos. Tenía muchas ganas conocerla mejor, ojalá pudieran llegar a ser buenas amigas.
Luego de terminar el agua se fue a descansar. Mañana tenía mucho que estudiar. Internamente estaba ansiosa de que el sábado llegara de una buena vez.
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By Luna de Acero.
