Katekyō Hitman Reborn! No me pertenece.

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Idilic sky

Prólogo del génesis

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Cerró sus ojos llorando, respirando lentamente mientras sus últimos minutos de vida se iban en cada latido. Un hilo de sangre corría de sus labios, caía sobre su pecho y se mezclaba con las múltiples heridas de bala que su maltrecho cuerpo había recibido. Se sentía extrañamente tranquila pese a que su vista, su tacto y demás sentidos le estaban fallando.

Ya faltaba poco. Dejaría de sufrir.

Con su último esfuerzo apretó lo que llevaba en la mano, como ocultándolo o salvándolo. Era un objeto pequeño pero de muchísimo valor, era algo por lo que valía la pena morir.

Era un nuevo ciclo, un nuevo cielo. Y él tenía que protegerlo.

Sonrió. Sonrió una sonrisa con sabor a sangre. Pero la amargura se esfumó. Su alma se liberó de las ataduras y abandonó la tierra.

Dejó el tesoro más hermoso ahí, en un bello día con cielo azul.

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Cerró sus ojos llorando por la frustración. No sabía que demonios hacer, realmente no esperaba tal responsabilidad, los sentimientos encontrados lo estaban abrumando.

Estaba demasiado cansado y adolorido, tanto por la reciente pérdida como la masacre que se había dado antes de esta.

Y aquel pequeño ser no ayuda en nada.

Lo tiene en sus brazos mientras lo observa aún con gruesas gotas en sus ojos. La luz del sol ilumina sus rasgos, haciéndolo parecer un ángel o un regalo de Dios. Ese pequeño no era natural, parecía demasiado perfecto.

Es entonces que recuerda el sacrificio que se hizo y decide, con un poco de miedo o inseguridad, que tenía que hacerse cargo de la criatura.

Porque no quiere abandonarlo, se parece mucho a ella.

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Llegó a la mansión con el niño en brazos, tapado en una improvisada manta hecha con su saco. Los guardianes que se encontraban, salieron disparando a recibirlo, querían saber el estado de su jefe.

-Décimo, ¿cómo se encuentra? -preguntó alterado Gokudera.

Los demás obviaron la pregunta, no había necesidad de preguntar por lo mismo.

Tsuna tenía el semblante oscuro y los ojos ligeramente perdidos. Los guardianes notaron eso y repararon en el objeto bien tapado que protegía con sus brazos.

-¿Qué es eso? -Yamamoto se acercó, curioso.

Tsuna, un poco ido, se echó para atrás. Entonces el pequeño chilló por la brusquedad. Ese pequeño sonido alertó a las mujeres presentes, que se acercaron tan rápido que el castaño no pudo hacer nada más que quedarse arrinconado contra la puerta.

Chrome lo miró a los ojos pidiendo permiso para destapar a la criatura. Tsuna no pudo negarse.

De una manera delicada descubrió al ser, un pequeño bebé de rasgos bellísimos casi efímeros igualados a un fresco atardecer de otoño.

¿De dónde había salido semejante bebé?

Chrome como Hana se quedaron boquiabiertas. La belleza del pequeño las había aturdido.

Gokudera, Yamamoto, Ryōhei y Lambo se acercaron con cautela, los dos últimos más curiosos.

Aún sin llegarlo a ver, Ryōhei habló.

-¿Alguno de los dos está herido? -ahora él era el doctor de la familia y se encargaba de todo respecto a la salud de sus compañeros. Gracias a las llamas de sol él podía "sanar" o acelerar el proceso de recuperación y curación de heridas.

Tsuna negó, la sangre seca de su traje no era suya y el bebé no recibió ningún tipo de daño desde que lo había encontrado.

-Tsuna-nii, ¿qué harás con "bebé-chan"? -cuestionó un Lambo adolescente mirando con ojos incrédulos a tal maravilloso ser.

El castaño se lo pasó y en el acto cayó desplomado. Rápidamente fueron a su lado, menos Lambo que no podía dejar de observar al bebé en sus brazos. Entendió el cansancio de su hermano mayor y el esfuerzo por llegar hasta ahí. Sus ojos esmeralda se encontraron con unos de color celeste cielo. Tan claros casi transparentes reflejan inocencia y armonía puras, ¿de dónde había salido semejante bebé? Se preguntó él también.

-Él es mi hijo.

Fue lo último que escucharon antes de que Tsuna fuera llevado a emergencias.

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Despertó unas horas más tarde, acostado en una camilla dentro de una habitación blanca. Observó por la ventana, a juzgar por el color del cielo, eran la de la tarde. Luego se observó a sí mismo, no tenía sondas ni nada, sólo se desmayó del cansancio.

Observó a su alrededor y en una esquina, sentado y dormitando, estaba Lambo con el pequeño ya vestido con un enterizo de vaca.

Sonrió.

Esos eran su hermano menor y su pequeño… hijo.

Se sentía muy mal por la muerte de la mujer y psicológicamente no se sentía preparado para criar a un niño todavía, pero sentía que debía hacerlo, que esa tarea le era encomendada desde el firmamento. La intuición le decía con fuerza que ese niño no era cualquier cosa, tendría un destino importante a futuro.

Se incorporó y ese ligero sonido alertó a Gokudera, que esperaba afuera. Entró a una gran velocidad.

-¡Décimo! -se arrodilló frente al castaño y le tomó la mano. -Yo no sé por qué no me lo ha contado antes, pero quiero que sepa que confío mi vida en proteger a ese niño.

-Descuida, ni yo lo sabía. -Tsuna admitió con una ligera sonrisa. -Pero no serás el único, Lambo parece empecinado en querer soltarlo. Además, creo que ya tienes niños para proteger.

-¿Cómo? -preguntó sin entender pero la mirada que recibió de su jefe le hizo comprender qué era.

Gokudera salió de la habitación corriendo, parecía emocionado.

Tsuna, un tanto más relajado, se río de todo. La vida definitivamente no le estaba jugando una mala pasada, es más, de ahora en adelante las cosas estarían mejor que nunca.

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Nota de autor: Hasta aquí la "introducción" de este nuevo fic. Me gustaría saber qué opinan.

¿Quién será la madre del bebé?

Tengo muchísimas ideas para este fic, espero que la inspiración no me falle.

Cualquier duda se irá resolviendo tras pasar los capítulos.

Gracias por leer, nos vemos pronto.