Disclaimer: Supernatural no es de mi propiedad, si fuese mío conseguiría de alguna manera hacerla aún más angst…

Bueno, volviendo a ver los capítulos de SPN me encontré con el del djinn y se me ocurrió hacer este fic en el que es Sam quien cae en las manos del djinn.

Espero que les guste ^^

Capítulo I

Sam abrió los ojos. La fuerte luz que entraba por la ventana le molestaba y le impedía seguir durmiendo. Se alzó en la cama desorientado. Miró la habitación en la que se encontraba, no tenía ni la menor idea de donde estaba.

Sus ojos se encontraron con una foto en la mesita de noche, en ella aparecían Dean y él, sonriendo, cubiertos de nieve, bien protegidos de ella bajo unos gordos abrigos.

Se quedó quieto, observando la foto. Una foto que jamás había sido tomada. Debía ser una manipulación, o una alucinación provocada por un fantasma o cualquier otro ser sobrenatural. Porque otra cosa no tenía sentido.

- Buenos días Sammy –le saludó su hermano asomándose por la puerta-. Como se nota que hoy no tienes que madrugar –se rio volviendo a desaparecer de su vista.

Se frotó los ojos con fuerza, se pellizcó e hizo el amago de golpearse la cabeza contra la pared, pero se detuvo al ver de nuevo a Dean entrar en la estancia vestido con unos calzoncillos.

- Creo que eres la única persona en el mundo capaz de estar más perdido cuando puede dormir más de lo habitual.

- ¿Qué?

- El próximo día libre que tengamos te hago madrugar –dijo dándole un corto beso en los labios-. Levántate dormilón.

Sam se quedó sin respiración durante un segundo, asimilando lo que acababa de pasar. Dean le acababa de besar en la boca. Sin duda alguna debía estar soñando porque no había otra explicación posible.

Sonrió a Dean.

Si era un sueño, pensaba aprovecharse de él todo el tiempo que pudiese.

Se levantó de la cama, vestido sólo con un bóxer y una camiseta, dispuesto a ponerse unos pantalones antes de desayunar.

- No entiendo cómo es que no puedes desayunar así.

Sam continuó buscando sus pantalones que estaba seguro que tenían que estar cerca de la cama. Cuando se los puso salió de la habitación, sólo debía encontrar la cocina para hacerse el café.

En cuando puso el agua en la cafetera apareció Dean con una sonrisa y sólo con su bóxer y una camiseta que Sam se dio cuenta, le estaba demasiado grande. Sin duda alguna esa camiseta era suya. Sonrió complacido. Aquel estaba siendo el mejor sueño de todos los que había tenido.

- ¿Tienes pensado algo para hoy, o me dejas planear a mí?

- Te dejaré a ti que administres nuestro tiempo.

Y antes de poder decir nada más, los labios de Dean apresaron los suyos, demandantes y posesivos. Sam respondió con rapidez y avidez. Probar los labios de su hermano en sueños siempre era un placer que no podía desaprovechar.

Pero en aquel sueño algo había cambiado, se sentían más jugosos, más húmedos, más reales…

- Tranquilo campeón, primero cojamos fuerzas…

Dean no terminó la frase, pero su sonrisa pícara le dijo a Sam lo que estaba pensando que irían a hacer.

- O podríamos salir temprano, coger el coche y esperar a estar en un sitio… ya que hoy me dejas mandar a mí.

Sam asintió, le dejaría decidir a él, se dejaría llevar hasta donde él quisiera, hasta donde su sueño le permitiese o hasta que el propio Dean le despertara.

Desayunaron con tranquilidad, y Sam no dejó de fijarse en que aquel sueño era demasiado vívido. El olor de café le inundaba los pulmones, así como su sabor se quedaba en su boca. Sus manos colocadas alrededor de la taza sentían el calor que transmitía.

Y no podía dejar de pensar en la piel de Dean, en sus labios, su sabor fresco y su olor a almizcle que se fundía con el del café cuando se acercó a besarle de nuevo. Como tampoco podía dejar de mirar sus ojos verdes, más brillantes que nunca, más penetrante y cuya mirada estaba llena de vida y un amor dirigido a él.

Aquel era el mejor sueño de su vida.

Y tenía miedo de que terminase demasiado pronto.

Cuando se quedó sólo, cerró los ojos y rezó para que durase lo máximo posible, que pudiese ir con Dean hasta donde tenía pensado llevarle.

Se levantó y recogió su taza para dejarla junto a las cosas del desayuno de Dean. Adoraba aquello.

El vapor le golpeó cuando entró en el baño para ducharse también, Dean cubierto por una toalla, el agua aún resbalando por su piel. Sensual, peligroso… Sam suspiró extasiado.

Y Dean se dio media vuelta, sonriente y le volvió a besar, con mucha más pasión que antes. Le empezó a desvestir, le bajó los pantalones y Sam le ayudó a tirarlos a una esquina.

- Me encanta como te quedan las camisetas, siempre me dejan con las ganas de arrancártelas.

La lengua de Dean se deslizó por su cuello y sus manos bajaron por su pecho, agarrándose al final de la camiseta para a continuación ir subiéndosela con lentitud, dejando su pecho desnudo. Y en un rápido movimiento se la sacó y le volvió a besar, llevándole hasta la pared.

Su espalda tocó la fría pared y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

Sus manos, temblorosas de la emoción, se situaron en su bajo vientre, pero Dean se alejó de él.

- Aún no –murmuró en su oído.

Las manos húmedas de Dean se metieron por dentro de su bóxer, encontrándose con su miembro.

- Ya empiezas a estar duro Sammy –dijo con un tono alegre-, así me gusta…

Sus dedos rozaron su miembro y lo agarraron con suavidad.

- Un regalito antes de ir a la ducha.

Soltó su miembro y decidió que antes de continuar debía dejarle desnudo, expuesto. El ambiente húmedo hizo que se le erizase la piel de puro placer. Dean se alzó de nuevo, y Sam le observó detenidamente entre todo ese vapor que hacía todo aquello aún más irreal de lo que era, más mágico…

- Ven aquí Sammy, que te voy a hacer una buena paja.

Escuchar a Dean decir aquello, excitó aún más a Sam, que tuvo que reprimir un gemido de sorpresa cuando la mano de Dean agarró su miembro con decisión.

- Hoy te has levantado con ganas de marcha, ¿eh? –le preguntó al ver su reacción-. Me encanta cuando te despiertas listo para la acción.

Sus dedos se enroscaron en su miembro y se movieron deslizándose por él con rapidez a causa del agua. Los labios de Dean se posaron en los suyos e introdujo su lengua en su boca. Se hizo hueco entre sus dientes y encontró su lengua, demandante, y se enrolló en torno a ella.

Mientras su mano seguía ocupada en hacerle a Sam una buena paja. Un ritmo lento, apacible, con el que preparaba el camino que haría a Sam tomar. Cada vez más rápido, más rápido, más rápido…

- Oh, Dean… –consiguió murmurar entre besos.

El brazo libre de Dean pasó por detrás de su cuello, sus cuerpos se acercaron aún más. La toalla rozaba uno de sus muslos y Sam creía notar el bulto de la entrepierna de Dean, intentó acercar su mano a él.

- No Sammy, esta vez no… sólo tú, anoche fui yo sólo el que se divirtió y voy a compensarte por ser la mejor pareja que nadie podría desear –le susurró.

Dean le mordió el lóbulo de la oreja con suavidad y a continuación le lamió el cuello.

- Siempre me ha gustado tu sabor Sammy.

Sam querría haber dicho algo, pero de su boca sólo escapaban gemidos que intentaba ahogar, cada vez más erráticos, más roncos…

Su mano se detuvo en la punta, Sam vio los dientes de Dean relucir, mostrando una sonrisa sensual, malvada. Ejerció presión con el pulgar.

Las piernas de Sam temblaron, sus manos se pegaron a la pared y arqueó su espalda… La mano de Dean acarició su nuca, enterrando sus dedos en sus cabellos. Amplió aún más su sonrisa, y en sus ojos apareció un brillo que mostraban expectación.

Y Sam supo lo que tenía que decir.

- Más… Dean… necesito más…

Cuando la mano de Dean ejerció un poco más de presión y el pulgar dejó libre la punta de su polla, moviéndose de nuevo, Sam pensó que era el mejor sueño húmedo que podría haber tenido jamás. Posiblemente no podría mirar a Dean en varias horas sin excitarse ni sentirse culpable por semejante sueño, pero valía la pena.

Valía muchísimo la pena.

Podía sentir perfectamente como su cuerpo ardía, como pequeñas descargas eléctricas recorrían su cuerpo…

Se relamió los labios y casi se los mordió cuando sintió que iba a correrse.

- No te cortes Sammy –le dijo con la respiración pesada Dean y con voz cargada de lujuria.

Y Sam abrió la boca y soltó un gemido ronco, largo, seguido de una respiración acelerada, cargada…

- Bien hecho Sam, no hay sonido más excitante que tus gemidos-. Dijo antes de volver a besarle.

Soltó su miembro, la mano llena de semen.

- Ahora dúchate antes de que sea tarde.

Sam asintió débilmente, extasiado aún por aquella magnífica paja que le había hecho. Apoyando una mano en la pared fue hasta la ducha. Justo antes de meterse vio como Dean salía de allí para no entretenerle más, como si aquello pudiese molestarle.

Le dio al agua y ésta empezó a salir templada. Sam permaneció unos segundos sin moverse bajo el agua. Aquel sueño era extraño, y esperaba poder recordarlo bien cuando se despertase porque perder todo aquello sería horrible. Era demasiado real como para perder todo eso.

Cuando se espabiló, empezó a enjabonarse, a quitarse todo su semen. Dean volvió a entrar, ya medio vestido, para limpiar el suelo y volvió a salir sonriente. Y Sam estaba seguro que sólo lo había hecho para poder verle desnudo.

Todo aquello era genial.

Al salir se vistió con rapidez y salieron de la casa juntos. Sam se fijó en las pocas fotos que había colgadas en la pared, o colocadas en alguna repisa. Y Sam se dio cuenta que en aquel sueño no era hermanos… Sin duda alguna eso podía explicar la falta de culpa en todo aquello.

Dean seguía siendo mayor que él, y parecía que se conocían desde muy pequeños y que Dean en alguna ocasión había tenido que ejercer de niñero. Parecía que su familia era propensa a escribir en las fotos, algo que le facilitaba el poder adaptarse a aquel sueño.

Y aunque sabía que no tenía importancia, que era un simple sueño, o eso quería seguir creyendo él, no le gustaba el hecho de que no fuesen hermanos, que John y Mary no eran sus padres, sino esos dos desconocidos para él.

Sin embargo con lo poco que sabía, estaba seguro de que podría adaptarse a aquel sueño, todo lo que durase. Olvidando aquellos detalles que facilitaban aquella convivencia.

Se montó en el coche con Dean al volante.

- Hoy estás bastante tranquilo –dijo arrancando-. A ver cuánto te dura pequeño mandón.

- ¿Mandón?

- Sí pequeño y retorcido mandón.

Sam rio sin saber exactamente a qué se refería. Normalmente era su hermano el que estaba sobre él.

¿Qué narices pasaba en aquel sueño?

Todo era una locura, demasiado real, demasiado extraño… No sólo los hechos eran reales, sino hasta los sentimientos… ¿Y desde cuando era tan consciente de que todo era un sueño?

Observó a Dean, sonriente al volante, moviendo los labios mientras cantaba "Highway to hell".

Aquello no iba bien. No de la manera en la que debería.

Sam cerró los ojos unos segundos, necesitaba pensar. ¿Qué había hecho antes de dormir?

¿Había bebido algo?

¿Estaba en mitad de una caza?

A Sam le costaba pensar en su vida real. Aquella que recuperaría cuando abriese los ojos. Volvió a abrir los ojos, no debía preocupar a Dean.

- ¿Sabes de lo que tengo ganas?

Sam esperó a la respuesta.

- De tener un fin de semana para ir de caza. Hace tiempo que no cazamos nada y lo echo de menos…

Al escucharle se sintió extrañamente reconfortado, algo conocido.

- Últimamente has estado muy ocupado con tu trabajo y creo que nos vendría bien unos días haciendo lo que mejor sabemos hacer.

Y nueva información.

- Me gustaría cazar un Wendigo, ir a un bosque Sammy. Hacer una buena acampada y descansar cuando hayamos terminado el trabajo.

- Yo preferiría…

- No vayas a decir una mujer de blanco… con una tuve bastante. Y me dan igual los buenos recuerdos que te traiga.

Poco a poco debía ir juntando las piezas.

- Oh, vamos Dean… fue un buen caso.

- Sobre todo cuando poseyó a mi preciosidad.

Era abogado, pero seguía cazando. Aquello no tenía mucho sentido.

- Aún me pregunto cómo conseguiste convencerme para que te acompañase –aventuró a decir.

Dean soltó una carcajada.

- Jamás habrías permitido que fuese yo solito de caza. Se notaba demasiado que estabas profundamente enamorado de mí, por mucho que tuvieses novia, que por cierto te ha mandado una carta –añadió sonriente-. Jess querrá compartir su felicidad con la tuya.

Su vida seguía siendo la misma, vida de caza, estudios, Dean, Jess… Aquello no era un sueño, Sam estaba seguro de eso, demasiados detalles, demasiada vida dentro de todo aquello.

- Como si tú no me hubieses buscado –replicó.

- Necesitaba una ayudita…

- Claro…

- Y también recordarte que seguía vivo, con toda la perra de los estudios llevabas mucho tiempo sin llamarme.

Parecía que todo era igual, el único cambio era que Dean no era su hermano y que, de alguna manera, había conseguido seguir estudiando y ambos tenían una vida más allá de la caza.

- Ya sabes mis razones.

- Claro que sé tus razones, no las comprendo del todo porque ahora que tienes tu carrera no es que ejerzas mucho la profesión.

- No, pero era algo que necesitaba hacer –dijo sin saber exactamente por qué.

Dean alargó la mano y le acarició los cabellos.

- De alguna manera eso nos salvó, tenemos un hogar, un sitio al que volver, una vida casi normal.

Sam suspiró.

- Si fuésemos conocidos, seríamos la envidia de los cazadores.

Dean le dio un par de palmadas en la pierna.

- La próxima vez que Bobby nos llame, cogeremos lo que tenga –probó de nuevo suerte.

Vio a Dean asentir. Sam supuso entonces que Bobby también estaba allí. Sin embargo no dijo nada de sus padres, intuía que había cosas que habían ido poco a poco a su sitio.

Y mientras hablaban Sam se dio cuenta de qué era lo que podía estar ocurriendo. Recordó aquella vez que Dean fue atrapado por un Djinn, como había cumplido su deseo y como Dean no había sabido qué hacer exactamente al principio, la sensación de aturdimiento y el dejarse llevar.

Al pensar en el genio, algo en su cabeza se activó y vinieron a él unas imágenes borrosas de un sótano oscuro y unos ojos azules…

Al ser consciente de lo que todo aquello significaba, sus ojos volvieron a Dean… ¿Ese era su deseo? ¿Eso era lo que su corazón más deseaba? ¿A Dean? ¿Qué Dean le amase como lo hacía él?

Se mordió el labio inferior con fuerza…

El precio que debía pagar por su deseo era el hecho de que Dean no fuese su hermano.

Todas las personas que habían salvado en la realidad seguían vivas, ellos las habían salvado.

El precio a pagar era que Mary y Jonh no habían sido sus padres y Dean, por tanto, no era su hermano. Un precio muy alto para Sam, cuyos padres eran completamente unos desconocidos, también cazadores, pero unos desconocidos.

Quería a su verdadera madre, a su estricto padre y a su hermano Dean…

Sam alejó esos pensamientos, debía encontrar al genio y acabar con su vida en aquella realidad, tal como había hecho Dean…

- Te quiero –dijo intentando ahogar la pena que le estaba invadiendo.

Esperaría al momento oportuno para escaparse, pero antes estaría con Dean, se acostaría con él y le diría tantas veces como le fuese posible que le amaba con una locura, con una desesperación insana.

Le diría todo eso porque sólo en aquella realidad podría hacerlo.

- ¿Pasa algo Sammy?

- Nada Dean, simplemente me he dado cuenta del buen día que nos espera.

Una verdad a medias en la que Sam no quería pararse a pensar.

Continuaron el viaje, hablando a ratos, dormitando a otro e incluso conduciendo Sam el Impala siendo dirigido por Dean a un destino desconocido para él. Pararon a comer, e incluso se permitieron el lujo de tomar un café a media tarde. Era un viaje tranquilo, a ningún sitio al parecer…

Hasta que empezó a reconocer los trazos de la carretera, las curvas, el paisaje… incluso la puesta de sol…

- Ya sabes dónde vamos, ¿no?

Sam asintió con un nudo en la garganta… en esa realidad, también existía aquel recuerdo… aquel recuerdo perfecto.

- Siempre encuentro una ruta nueva con la que sorprenderte.

Sam paró el coche en cuanto llegaron. El sitio seguí prácticamente igual, los árboles más grandes, pero lo demás seguía exactamente igual. Sólo faltaban las estrellas.

- Vamos Sammy, hay que prepararlo todo porque este año va a ser mejor que nunca.

Dean sacó una caja de fuegos artificiales y Sam se encargó de la nevera, llena de cervezas y esperaba que algo para comer.

Se sentaron en el maletero del coche y Sam recordó aquella noche en la que robaron el coche a su padre, en la que Dean le desobedeció e hizo la mayor afrenta que se les podría haber ocurrido, robarle el coche. Se habían alejado del motel y Dean le había hecho el mejor regalo de su vida pese a no ser ninguna fecha especial.

No sabía las razones, pero estaba seguro de que la causa había sido igual de loable que en su vida real.

Dean sacó un par de cervezas.

- Por estar aquí de nuevo.

El cristal chocó y a Sam se le erizó la piel al pensar en lo que estaba viviendo, en lo que amaba a Dean y en la culpabilidad que escarbaba en sus entrañas, cada vez más honda, más profunda… más dañina.

Esperaron a que anocheciese tomando sus cervezas, hablando.

Y a cada segundo que pasaba Sam se sentía peor consigo mismo y más necesitado de aquella extraña realidad, necesitaba más detalles, más besos, más palabras… porque cuando acabase con su vida todo volvería a estar bien. Y Dean no le besaría, ni le haría una paja, ni podría pensar en follárselo, no podría aspirar a palabras de amor, ni a miradas brillantes dedicadas sólo a él.

Lo perdería todo.

- Ya es la hora –susurró levantándose.

Aquello era una tontería, dos hombres bien crecidos llevando los fuegos, viéndolos brillar en la noche, rosa, verde, azul, púrpura, verde…

Colores y colores adornando el cielo.

Una sonrisa.

Una carcajada.

Una lágrima escondida.

Una mirada.

El rostro de Dean iluminado por los fuegos a su espalda.

El ansia de hacerle suyo.

La culpa de ser un deseo abominable.

El amor que aún sentía pese a lo incorrecto que era.

Unos labios sobre los suyos.

El sonido del último cohete explotar.

Las chipas cayendo sobre ellos, iluminando toda la planicie.

Su lengua retorciéndose junto con la de Dean.

Sus manos subiendo por sus brazos.

Su cerebro trabajando en recordar cada detalle…

Mil cosas que se arremolinaban en un momento, en un único momento que Sam recordaría toda su vida. Mil sensaciones que Sam se afanaba por rememorar, por descubrir, por deleitarse con ellas por más dañinas que fuesen para él. Un momento de locura que le poseyó y que no fue capaz de luchar.

Sabía que Dean habría traído para poner sobre la hierba, sabía que había comida en el coche, sabía que había muchas cosas en el coche… pero Sam no podía esperar más. Necesitaba hacer suyo a Dean, amarle como jamás podría volver a hacer. Necesitaba hacerlo lo más pronto porque un segundo más del debido y su cordura se quebraría y no habría vuelta atrás al volver…

Pasos torpes.

Manos ansiosas.

Suspiros entrecortados.

Cabellos despeinados.

Sonrisa pícara.

Vergüenza escondida entre los besos.

Sam colocó una de sus piernas entre las de Dean, y con un brazo tiró de él contra sí, mientras que con la mano libre tiraba de sus cabellos hacia atrás, acercando su rostro para besarle, rozar sus labios.

Un apetito salvaje.

Un deseo incontrolable.

Manos ansiosas.

Labios carnosos.

Dean parecía estar divertido con todo aquello sin ser consciente de lo que estaba pasándole a Sam. Demasiado divertido por la urgencia de sexo de su pareja.

- Me encanta cuando tomas el control así Sammy –murmuró en su oído, dándole un suave bocado en el lóbulo.

Si tan sólo supiese… pensó Sam sin dejarse arrastrar por ese pensamiento. Porque ese Dean no debía saber nada, no debía saber que todo aquello acabaría, que él lo acabaría. Qué esa pasión febril era producto de la desesperación de no poder tocarle nunca más, de la agonía de saber que aquello pronto sería un sueño vergonzoso que querría enterrar en lo más hondo de su ser, pero que lo atesoraría en su corazón como aquello que jamás debió ser.

Le quitó la camiseta y cuando aún no había podido disfrutar de la visión de su pecho desnudo, Dean se deshizo de la suya. El viento golpeó sus espalda, una brisa suave agradable…

La hebilla del cinturón de Dean le rozaba con fuerza, excitándole aún más. Sam se sentía desfallecer a cada movimiento que hacían, por más sutil que este fuera.

Sus manos bajaron hasta encontrarse con sus vaqueros, con movimientos rápidos le quitó el cinturón de un tirón. Entre besos torció el rostro, alejando sus labios poco a poco de la boca de su hermano, comenzando un camino por su cuello, continuando por su pecho, dejando un rastro de saliva.

Cayó sobre sus rodillas y sus manos bajaron por sus piernas, rozando la tela del pantalón. Su rostro se apoyó sobre una de sus piernas. Alzó la mirada, perdido entre tanto amor… su hermano le observaba expectante, sus manos se enterraron en sus cabellos y Sam se removió en el sitio, sintiendo una suave oleada de placer al notar las caricias de Dean.

Sus dedos llegaron hasta las botas de su hermano, le quitó los cordones y con un poco de ayuda de Deam, se las sacó y las tiró por allí cerca. Y antes de subir se deshizo de las suyas, dejando el camino libre para los vaqueros.

Con presteza le quitó el botón y le bajó la cremallera para quitarle los pantalones. Y mientras sus manos se afanaban en esa tarea, las de su hermano se cruzaron con las suyas, con la misma pasión, prisa. Y se quitaron los pantalones y la ropa interior, quedando desnudos uno frente al otro.

Sam dedicó unos segundos a mirar a Dean; expuesto ante él con su respiración acelerada, su pecho subiendo y bajando con rapidez, sus labios entreabiertos, sus cabellos desordenados y sus ojos verdes brillantes, deseosos…

Y cuando supo que esa imagen jamás se borraría de su mente, se lazó con avidez contra aquel Dean que no era su hermano. Y Sam se sorprendió a sí mismo cuando tiró de Dean, arrastrándolo al suelo con él, colocándolo sobre él. El frescor de la hierba sobre su piel hizo que se le erizase, las ramitas que había en el suelo arañaron su piel, pero no le importó porque sobre él estaba Dean y eso era lo único para él en ese instante.

Dean estaba tan poderoso sobre él, tan sensual… sexy…

Sus manos sobre su pecho, moviéndose sobre él, haciendo a Sam anhelar más. Dean se echó sobre él y le besó.

Sam estaba nervioso por lo que iba a hacer. Iba a follar con Dean, no con su Dean, pero era él igualmente y aquello seguía siendo incorrecto y amoral, porque seguía siendo su hermano para él y su deseo era el poder estar con él de una manera tan… tan abominable…

Sus pieles rozándose, el sudor recorriendo sus cuerpos. Los suspiros, los gemidos ahogados. Las manos ansiosas, labios exigentes…

Sam acomodó a Dean sobre él.

- Quiero que seas mío Dean –dijo bajo él-. Para siempre…

Dean le sonrió.

- No sé cómo puedes ser tan cursi y dominante Sammy…

Las manos de Sam so colocaron sobre las mejillas de Dean, y acercaron su rostro.

- Prométemelo…

- Seré tuyo para siempre –dijo besándole-. Te querré para siempre.

Dean le dio besos cortos, rápidos. Sam le soltó el rostro.

- Que raro estás hoy Sammy… -murmuró-. Llevas un día raro…

- Es sólo que estoy contento Dean… por tenerte.

Durante un instante aquella mentira fue tan real, que casi pudo ser una verdad. Por unos instantes Dean dejó de ser su pareja para ser su hermano. El deseo se tornó completamente real durante un segundo.

Sam se asqueó de sí mismo al darse cuenta de que deseaba que Dean fuese su hermano, que aquel Dean con el que iba a follar, no fuese sólo su pareja, sino también su hermano, como lo era en la realidad.

Qué horrible era al desear aún más de un deseo perfecto.

Qué egoísta por su parte seguir deseando más.

Qué abominable era por haber deseado una realidad en la que poder estar con su hermano de esa manera tan pecaminosa y errónea.

Pero entre besos demandantes y peticiones lascivas, Sam alejó todo eso de su mente. En ese instante sólo debía centrarse en Dean, y en hacer lo que jamás podría hacer; en amarle hasta no poder más.

Dean se acomodó en sus caderas, apretó sus piernas contra las suyas y se alzó levemente. Cogió su miembro con firmeza. Sam se quedó estático, esperando, expectante… Dean introdujo su miembro, cerró los ojos con fuerza, boca entreabierta dejando escapar un gemido ronco, largo, pesado… Y Sam se quedó extasiado cuando Dean abrió los ojos para mirarle; expresión llena de goce, labios húmedos, ojos nublados de placer… Una imagen perfecta para Sam.

Dean le sonrió con ojos brillantes.

- ¿Te gusta Sammy?

- Siempre –susurró con voz queda.

Dean se movió y Sam abrió la boca gimiendo. Se sentía completo dentro de Dean. Agarró con fuerza las caderas de Dean, ayudándole a moverse, dándole más fuerza a sus movimientos.

- Más…

Las manos de Dean se apoyaron en su pecho para impulsarse, entrando en el con más fuerza.

- Oh… Sammy… más… más…

Sam movió sus caderas bajo Dean, ahondando aún más la penetración. No sabía cómo era él en esa realidad… pero no le importaba, sólo sabía que aquella noche tenía que ser la mejor de Dean, porque ya lo era para él al ser su primera vez.

- Te… quiero… -dijo entre gemidos-. Te quiero… te quiero… te quiero…

- …yo más…

Sam sentía su cuerpo arder, las uñas de Dean se clavaron en su piel, arañaron su pecho. Y aquel gesto intensificó aún más toda esa pasión, ese ardor que recorría todo su cuerpo. Notó como Dean temblaba sobre él.

Sam iba a correrse y Dean también.

Su bajo vientre empezó a vibrar, y una sensación de calor de instauró allí, removiendo todo su ser. Hubo una embestida más antes de que una corriente eléctrica recorriese todo su cuerpo, expandiéndose desde su entrepierna, dejando su cuerpo exhausto.

Un segundo después se vino Dean, manchando su estómago. Su rostro se contrajo un instante que Sam atesoró junto al resto de recuerdos vergonzosos y adorados que serían su maldición cuando despertase.

Dean se dejó caer sobre él, su respiración agitada chocaba contra su cuello.

Sam pasó sus brazos por su espalda, apretándole contra sí. Dean rio suavemente, divertido.

- Ansioso… me pone tanto cuando tomas el control Sammy…

Sam gesticuló una despedida que sólo escuchó la brisa que chocó contra ellos.

Lo peor que podría haber hecho nunca.

Las manos de Dean se enterraron en sus cabellos sudorosos, peinándolos hacia atrás.

- Joder Sammy… -murmuró sin añadir nada más.

- Te quiero Dean, sobre todas las cosas te quiero.

Notó como Dean asentía con la cabeza. Ya lo sabía, en aquella realidad lo sabía perfectamente. Y Sam quería que lo recordase cuando se fuese esa noche para acabar con toda esa realidad que le carcomía las entrañas por la culpabilidad que le hacía sentir, y el corazón… a base de un amor correspondido que Sam sabía, no era real.

Sam se levantó y recogió los vaqueros de Dean para que se los pusiera, empezaba a hacer fresco. Se puso los suyos y buscó en el maletero del Impala alguna manta que echó sobre ambos.

Acomodó a Dean en su pecho y le arropó en sus brazos. Jamás olvidaría aquel día, aquel sueño…

Cerró los ojos y dejó de pensar en nada. Se centró en la respiración cada vez más pausada de Dean, relajada y calma, en su pecho que se movía al compás, en sus cabellos que rozaban su barbilla, en sus brazos que rodeaban su cuello…

Sólo existió Dean.

Y esperó pacientemente a estar seguro de que Dean estaba dormido para volver a abrir los ojos.

- ¿Qué he hecho Dean? –sollozó de forma casi imperceptible.

Debería haberse pegado un tiro en cuanto se dio cuenta, no haber esperado a nada.

Sam observó a aquel Dean que dormía tranquilamente sobre la hierba, abrazado a él. Cerró los ojos con fuerza al tener que moverse de su lado. Con un movimiento rápido, pero cuidadoso, se alzó y se levantó. No podía quedarse por más tiempo. Dean debía estar preocupado por él.

Buscó en el maletero del Impala su pistola, reluciente y preparada para disparar. Observó una vez más a aquel Dean que dormía plácidamente. Sam sabía que no tenía sentido, que todo aquello desaparecería cuando muriese, pero no pudo evitar buscar en la parte de atrás una manta para cubrirle.

Y arrodillado a su lado, escuchando su respiración pausada, Sam sintió unas ganas irrefrenables de quedarse con él. Permaneció unos segundos aguantando las ganas de llorar por todo lo que iba a perder y ganar.

Le acarició la mejilla y calló todas las palabras que se moría por decirle, pero que no tenían lugar en su mundo.

Se alzó y empezó a andar, alejándose de Dean, internándose entre los árboles. No podía tardar ni un segundo más, necesitaba a su hermano, necesitaba volver a mirarle a los ojos verdes y recordar que era su hermano, sólo su hermano.

Buscó un buen sitio en el que quedarse y poder hacer lo que tenía pensado desde hacía demasiado tiempo.

Miró al cielo entre los árboles, cargó la pistola y se la metió en la boca. El frío metal rozando sus labios, el sabor metálico en su boca…

- ¿Sam…?

Sam desvió la mirada horrorizado hacia donde procedía la voz.

- ¿… qué haces…?

No supo qué decir exactamente. Aquello no debería estar pasando, no debería… ¿Cómo debía morir delante de Dean?

¿Cómo iba a ser capaz?

- ¿Por qué…? –preguntó incapaz de terminar la cuestión.

Sam se sacó la pistola de la boca con lentitud.

- No es real –dijo a duras penas-. No eres real… nada de esto es real.

- ¿De qué hablas Sam?

Sam abrió la boca, pero no dijo nada, no podía. Los ojos de Dean brillaban bajo la luz de la luna, reteniendo las lágrimas. ¿Cómo iba a enfrentarse a eso?

- Es real…

No lo era, y no podía soportar que él lo dijese. No podía engañarse a sí mismo.

- Este es mi deseo Dean, estábamos cazando un genio y me ha atrapado aquí.

- ¿Y qué importa eso Sam? –replicó con una rapidez que Sam no se esperó-. ¿Acaso tu deseo no es estar conmigo Sammy…?

- Más que nada en la vida Dean, pero no puede ser.

- Lo tienes Sam, todo lo que siempre has deseado.

- Eres mi hermano Dean, y jamás podría hacerte esto.

- No lo soy Sam, aquí no… aquí estoy contigo Sammy.

¿Dean había que tenido que luchar contra su deseo como él lo estaba haciendo? ¿Había tenido que soportar a todo el mundo insistiéndole en quedarse?

Dean se acercó a él, quedándose a dos pasos de él.

- Aléjate –casi gritó retrocediendo-. No vas a detenerme, no vas a poder.

- Olvídate de todo lo demás y quédate conmigo, tienes todo lo que deseas.

Sam negó con la cabeza.

- No voy a quedarme, Dean me necesita y él sí es real, es mi hermano y jamás le abandonaré. No por un deseo…

Debía volver con Dean.

- Te quiero –dijo con un deje desesperado impregnado en la voz.

- Ya lo sé –susurró casi con un amago de sonrisa adornando sus labios al escucharle, una sonrisa llena de culpa y amargura por todo lo que estaba sucediendo.

Tenía que terminar con todo. Tenía que hacer lo correcto… tenía…

- No te vayas, no me dejes…

Sam desvió la mirada, deseando que las cosas hubiesen sido así realmente y no de la forma que eran. Si al menos no fuesen hermanos… podría soñar con una posibilidad real, pero no podía soñar con nada, excepto a través de sueños y seres sobrenaturales capaces de otorgar los deseos más imposibles.

- Te quiero –repitió.

- Yo también te quiero –dijo Sam volviendo a chocar sus miradas-. Por eso hago esto Dean, porque te quiero.

Y antes de que aquel Dean pudiese decir nada más, Sam se apuntó al corazón con la pistola, incapaz de buscar una muerte más rápida y visualmente espantosa y sangrienta para Dean. Y disparó…

Dean corrió hasta él y se arrodilló.

- Oh Sammy… -murmuró llorando-. ¿Por qué lo has hecho…? Tenías todo lo que deseabas.

- Pero… no es… real… -dijo a duras penas, con un sabor metálico en la boca-. No eres… mi… hermano Dean…

- Eso es lo que nos separa.

- Y… es por eso… por lo que este… es… mi deseo… te quiero… por ser mi hermano…

A duras penas pudo ver como una lágrima resbalaba por su mejilla y caía sobre su rostro, pero no la sintió. Estaba muriendo, estaba volviendo a la vida. Y estaba dejando atrás su mayor deseo.

- Adiós Dean… te quiero –volvió a decir antes de cerrar los ojos y abandonarse a la muerte.

Si las cosas hubiesen sido así realmente… si pudiese tener a Dean de la manera en la que él deseaba…

Pero eso era imposible… imposible… como siempre lo sería… porque así eran las cosas y así seguirían siendo…

OoOoOoOoOoOoO

Sam abrió los ojos lentamente, intentando ignorar el dolor que le recorría todo el cuerpo. Las muñecas bien amarradas sobre su cabeza ardían a causa del roce de la cuerda, sin fuerzas para intentar moverse, ni intentar soltarse. La aguja perforaba su cuello provocándole un dolor abrasador.

Abrió la boca intentando decir el nombre de su hermano, pero de sus labios sólo escapó un quejido.

Sus ojos buscaron a su hermano, pero apenas era capaz de ver sombras a su alrededor.

Necesitaba encontrarle. Necesitaba que Dean supiese dónde estaba para que parase de buscarle.

Volvió a intentar hablar, pero su lengua parecía seguir siendo incapaz de vocalizar y su garganta se negaba a emitir sonido alguno…

Pero insistió una y otra vez hasta que finalmente el nombre de su hermano surgió de ellos, fue un sollozo al principio.

-… Dean… -le llamó.

Su garganta ardía a cada intento.

- Dean…

Pero no se detuvo, debía ser encontrado por Dean.

- Dean… Dean…

Su voz cada vez más ronca, el dolor cada vez más intenso. Y la desesperación aumentando al no poder ver a su hermano.

-… Dean…

Una voz grave llegó a sus oídos.

- Ya estoy aquí Sammy, tranquilo.

Sam suspiró aliviado, Dean estaba allí, con él… Todo estaba bien.

Todo…

Dean se colocó frente a él. Y al verle, Sam se sintió aliviado. Había vuelto a Dean. Junto a aquella felicidad apareció la culpa. Dean se había acercado demasiado a él y su respiración chocaba contra su piel, trayéndole recuerdos demasiado recientes de la mayor aberración que había cometido.

Se sintió asqueado, pero buscó los brazos de su hermano para que le sostuvieran al no ser capaz de hacerlo por sí solo. El contacto con Dean se le hizo insoportable por todos los recuerdos, pero Sam se apretó más contra él. Necesitaba a su hermano, sentir que era real, que estaba fuera de aquel sueño.

- Tranquilo Sammy, te tengo –dijo Dean al notar como su hermano se aferraba más a él como si fuese a caerse-. Te tengo.

Sam asintió con la cabeza. Le tenía… él también le tenía…

Fin del capítulo I

Bueno, hasta aquí, espero que lo hayan disfrutado.

Es un two-shot, así que espero tener el siguiente relativamente pronto y que no tengan que esperar demasiado.

Hasta el próximo ^^