Wola, muy buenas.
Antes de nada, quería señalar un par de cosas sobre esta historia para que luego nadie se lleve un desengaño.
Como muchos sabréis (más que nada, porque ya lo había dicho en otros capítulos), la frecuencia con la que escribo las historias va condicionada a la inspiración que tenga, lo mucho o poco que guste la historia, o según me apetezca escribir. Esto provoca que, frecuentemente, escriba capítulos de historias que no tenía pensado colgar porque, francamente, tengo ya bastantes historias empezadas y estoy empezando a sentir que se me acumula el trabajo. Sé que esto no va con presión por parte de nadie, pero yo no puedo evitar sentirme así.
Empecé a escribir esta historia el verano de 2016, coincidiendo con la época en que me compré el Overwatch y, obviamente, me inspiró para escribir mi propio fanfic del universo de este juego. Sin embargo, no contaba con toda la información que Blizzard ha ido añadiendo luego, como los personajes nuevos (Ana aún no había salido cuando empecé a escribir esto), algunos indicios de pairings oficiales, entre otros detalles. Todo esto, si bien se que no afecta al fandom más que para echar por tierra alguna que otra teoría, me ha condicionado mucho en el hecho de que, francamente, me ha ido pisando la historia una y otra vez. Varios detalles que yo había escrito…BAM, Blizzard pone que lo oficial es todo lo contrario. Como habréis intuido por la introducción, mi OC será un Chatarrero, y fue la poca información disponible y sus múltiples posibilidades lo que me animó a escribir un personaje así. Sin embargo, recientemente Blizzard colgó el video de Junkrat y Roadhog en el que se mostraba, entre otras cosas, la razón del viaje de este, un posible mapa de Junkertown, entre otros detalles que contravienen lo que yo ya he escrito en mi historia, pero que no había publicado.
Así pues, para evitar que más capítulos sean brutalmente pisoteados, voy a publicar la historia y rezar para que sea lo que tenga que ser. Si algo veis que, aparentemente, no tiene sentido porque "no es oficial", o "Blizzard ya ha dicho que…", solo decir que cuando yo lo escribí no lo era, ni oficial ni más mierdas.
Así que, a disfrutar como siempre. Corto la chapa aquí mismo.
Prologo: El gordo, el flaco, y el del sombrero.
Páramo australiano, en un futuro lejano:
Australia. Hogar de cosas tan maravillosas como las arañas venenosas, las serpientes venenosas, las medusas venenosas, los propios australianos (algunos mas venenosos que otros), cocodrilos, tiburones, koalas (pequeños monstruitos…), canguros y demás especies asesinas que, por raro que parezca, parecen atraer bastante al turismo a esa "pequeña" extensión de tierra situada en el culo de los mapas. Con sus preciosos ríos plagados de fauna salvaje, sus praderas que parecen eternas, sus grandes montañas y terraplenes y su árido paisaje, Australia parece el paraíso para cualquier aventurero que se aprecie, repleto de múltiples lugares que explorar y secretos que conocer.
Claro que, esos eran otros tiempos. Hoy día, Australia es un poco diferente.
La guerra contra los ómnicos, por desgracia, había afectado seriamente al antes bello paisaje australiano. Los antaño bellos paisajes naturales ahora estaban plagados de escombros de metal y tierra, formando enormes cráteres o altísimas colinas donde la destrucción acontecida hacia años había golpeado con más fuerza. Por si fuera poco, la radiación resultante de todo aquello seguía arraigada en la tierra, envenenando las reservas de agua, matando a los animales, y enloqueciendo a cualquiera que decidiera o intentara vivir y prosperar en aquel lugar de mala muerte. Australia más parecía un infierno de arena tóxica y metal irradiado que el decorado de una película antigua de Mad Max.
¿Cómo, preguntareis, podía un hombre atravesar dichas tierras sin volverse loco? Fácil: ya estando loco de antes.
Jamison Fawkes, también conocido como Junkrat, caminaba tranquilamente por los desolados páramos interiores conocidos por el rebuscado nombre de "los Páramos", recorriendo las viejas carreteras y las destrozadas autopistas mientras tarareaba para sí una vieja melodía, observando entre nostálgico y divertido los retorcidos pedazos de metal que una vez fueron edificios y que ahora decoraban como altísimas columnas de arte abstracto la antes salvaje sabana. A modo de equipaje, portaba una caja de madera de medidas pequeñas bajo su brazo sano, el otro reemplazado por una prótesis de metal. Del mismo modo, un pequeño lanzagranadas colgaba de su cadera, y su espalda estaba totalmente cubierta por una enorme y espinosa rueda de aspecto bastante inusual. Sus pasos levantaban el polvo y resquebrajaban la seca tierra a medida que avanzaba, procurando no meter su pata de metal en ningún agujero, ya que si tenía suerte se trataría de un simple hoyo que amenazaría con rompérsela y dejarle allí tirado para que muriera de hambre y de sed, y si tenía mala suerte seria la guarida de alguna alimaña que le subiría por la pierna, le entraría en el cuerpo royéndole por el estomago, y lo devoraría desde dentro.
Ah, Australia… Había cosas que ni la radiación podía cambiar…
Finalmente, Junkrat acabó por llegar a su destino: Junkertown.
Junkertown, la "ciudad" más extensa y poblada de todo el nuevo continente australiano. Construida, fundada y habitada principalmente por los Chatarreros, Junkertown era el hogar y base de operaciones la banda de ex-granjeros que, no contentos con que el gobierno les quitara sus tierras para dárselas a esas latas andantes en un intento de "obtener una paz duradera", se habían alzado en armas y habían tratado de, muy al estilo de sus compatriotas pueblerinos en el pasado, echar a los nuevos inquilinos de sus hogares. Finalmente, la rebelión había acabado con la explosión del núcleo ómnico, cuya detonación lo destrozó todo en kilómetros a la redonda y irradió el continente con su mortífera aura purpura.
Los niños nacieron muertos. La carne del ganado se volvió incomestible. La tierra se secó. Y las mentes y almas de muchos de aquellos pobres ciudadanos, tanto los Chatarreros como los demás, se hicieron pedazos. Australia tuvo que ser reconstruida de cero, convirtiéndose en una sociedad donde imperaba la ley del más fuerte, a medida que múltiples bandas aparecían y luchaban por obtener el control.
Junkertown era un claro ejemplo del cambio que sufrió el país. Numerosas chabolas echas de chatarra reciclada y ruinas a medio reconstruir formaban una ciudad rodeada por un muro de metal lo bastante alto como para proteger a sus alocados habitantes de los monstruos mutantes (o como ellos los llamaban, los koalas) e impedir a los turistas el interesarse por el paisaje. Sus habitantes pululaban de esquina en esquina mientras procuraban apartarse de ojos indiscretos, tratando de llevar a cabo el negocio turbio que se trajeran entre manos. Innumerables negocios que giraban alrededor del desguace de maquinaria (la única manera de ganarse la vida en esos tiempos sin que tuviera que derramarse sangre en el proceso…no tanta, por lo menos) ocupaban la ciudad, con sus cuerpos formados a partir de todo aquello a lo que los Chatarreros le habían echado el guante o que le habían quitado a otro. Los pocos que caminaban libremente por las calles eran los miembros de las bandas, que lo destrozaban todo a su paso entre tiros y risas al ver que nada ni nadie les iba a detener. Cuando dos bandas se cruzaban, no era demasiado extraño que unas se liaran a tiros con las otras, tratando de destrozar a los demás por el simple hecho de pasar el rato.
Junkrat contempló uno de esos altercados desde una esquina, valorando si unirse o no mientras el intenso tiroteo proseguía. Por un lado, sería una manera agradable de pasar el rato, pero ni había ido allí por aquel motivo, ni le apetecía malgastar sus explosivos con aquellos pardillos. "Panda de novatos sin pasión ni estilo…" pensó, alejándose de allí y dejando atrás el caos que él, para variar, no había provocado. "¿Dónde está la emoción? ¿Dónde está la diversión?…Parece que hoy día le dan el carnet de Chatarrero a cualquiera. ¡Ay!, lo que daría yo porque volvieran los buenos tiempos…".
Junkrat prosiguió su camino, alejándose del centro de la ciudad en dirección a las afueras, atravesando callejones con la experiencia de alguien que lo lleva haciendo muchos años. Poco a poco, las apiladas casuchas fueron quedando atrás, distanciándose unas de las otras hasta que llegó al círculo exterior de la ciudad, situado en el exterior del muro y formado principalmente por antiguas granjas, viviendas particulares, y alguna que otra chatarrería. A una de estas, precisamente, era a la que se dirigía Junkrat en aquellos momentos.
Personificándose a la entrada del vasto complejo, notó divertido que alguien había colgado un cartel que decía: "NO PASAR. LOS INTRUSOS SERÁN…", y una larga lista de espantosas maneras de morir, con descripciones morbosamente precisas, algunas escritas con pintura y otras añadidas posteriormente con lo que parecía sangre (o pintura roja. El oxido del cartel no le dejaba distinguirlo muy bien). Un par de marcas de quemaduras adornaban las gruesas puertas de hierro que barraban el paso al enloquecido australiano, mientras que el inconfundible eco de un solo de guitarra eléctrica le llegaba desde el otro lado de la puerta.
-Ah, el viejo y antisocial Billy de siempre…-comentó Junkrat, sacando una mina de su bolsillo y tirándola a sus pies. Tras posicionarse encima cual bailarina de ballet (aunque no con su misma gracia), sacó un control remoto y lo accionó con una sonrisa. El explosivo lo catapultó por los aires, permitiéndole sortear la puerta y aterrizar de culo al otro lado.
El vertedero se abría con todo su esplendor para el excéntrico amante de las explosiones. Amontonada en diferentes montículos de alturas variables habían toneladas y toneladas de desperdicios de todo tipo: coches, electrodomésticos, ropa vieja, piezas de recambio, aparatos de toda clase… Los montículos se encontraban repartidos sin orden ni cuidado por la enorme finca, llegando a alcanzar alturas tan bajas como los tres metros de alto, hasta las más altas, que podían llegar a triplicar esa medida. Sin pararse a contemplar el espectáculo, Junkrat prosiguió con su camino, haciendo uso como guía del animado rock que resonaba alto y claro desde el otro extremo del lugar.
Junkrat atravesó las grandes extensiones de terreno que formaba la chatarrería, pasando junto a las altas pilas de escombros que ocupaban el lugar. De vez en cuando, notaba que alguna de las piezas más grandes de metal parecían haber sido cortadas, atravesadas o reventadas con algo muy caliente, a juzgar por el cadillac partido en dos, la grúa cortada en rodajas, la nevera troceada como un pescado, la pared de hierro con un agujero en el medio, los pedazos de microondas que plagaban un pequeño cráter… También notó que alguien había estado fabricando estatuas, todas hechas con basura y metal fundido, de personas, animales y demás seres que Junkrat no alcanzó a distinguir.
Finalmente, el psicótico terrorista australiano llegó a su destino. Ante él, se alzaba otro de los montículos de basura, pero algo en él lo hacía diferente del resto. Si bien no era el más alto del lugar, lo que lo diferenciaba de los demás era que su basura, curiosamente, había sido colocada a modo de escalera, con sus desgastados componentes dispuestos como espinas que sobresalían del cuerpo de la pequeña montaña. Alrededor de esta, una pequeña fosa de agua verdosa discurría plácidamente, con su origen en uno de los agujeros en el muro de la chatarrería, y su final en otro agujero más alejado. En la cima, varios altavoces de gran tamaño proyectaban su estridente rock&roll a los cuatro vientos, con el volumen tan alto que Junkrat no tuvo ni que dudar que habían sido trucados.
¿Trucados por quien, diréis? Obviamente, por el tipo que se encontraba estirado en la hamaca de la cima, bajo un discreto parasol, dándolo todo con una vieja guitarra eléctrica en sus manos.
-¡Eh, Billy!-gritó Junkrat, tratando de hacerse oir. No obtuvo respuesta, y el solo de guitarra prosiguió sin alterarse-. ¡Billy! ¡BILLY!
El susodicho Billy, a pesar de estar en cuerpo y mente sumergido en su música, consiguió distinguir finalmente los gritos de su compadre (quien, harto de gritar, se había puesto a lanzar bombazos por la chatarrería, hundiendo un par de montículos de basura). Cuando detuvo su solo, los altavoces se silenciaron de repente, permitiendo a Junkrat notar que, en la cima, aun se oía música, solo que esta parecía provenir de una pequeña y desvencijada radio casera.
Sin salirse de la hamaca, Billy se giró para ver a quien era el aspirante a suicida que le había interrumpido. Su cabeza, cubierta con un pequeño bombín negro decorado con plumas, engranajes y un par de ases, oscurecía parcialmente un par de ojos color azul grisáceo que, perezosos, se clavaron en los alocados ojos ámbar de Junkrat. Al reconocerlo, Billy sonrió, rascándose un poco su barbilla, ocupada por una puntiaguda perilla muy descuidada y rojiza, y algo de mosca.
-¡Hombre, Jamie, compadre!-exclamó, poniéndose de pie. Vestido con sus largos tejanos azules repletos de agujeros y remiendos (le faltaba el extremo inferior de la pernera izquierda, dejando al descubierto la pierna por debajo de la rodilla), su camiseta negra y su gastado chaleco beige de cuero adornado con colmillos, pequeños huesos y bordados de llamas por los bordes; Billy se movió hasta el borde mismo del montículo, con su vieja guitarra al hombro, mientras de sus gruesas botas negras salía el sonido del metal resonando el uno contra el otro a cada paso que daba. Colgando de su pecho había varias baratijas de aspecto peculiar, como más huesecillos, plumas e incluso un pequeño medallón hecho de chatarra, todo sujeto a él con una pequeña cadena que rodeaba su cuello. Sus brazos estaban cubiertos de tatuajes, pequeños dibujos negros de marcas tribales y siluetas de animales peligrosos que serpenteaban su piel como si de víboras se trataran, yendo desde la base de su mandíbula hasta sus muñecas. En sus manos había dibujos de huesos y falanges, como si de una radiografía se tratara, además de más símbolos tribales, tatuados con la misma tinta que el resto de sus otras marcas. Alrededor de su cintura se encontraba una larga cadena, la cual le daba varias vueltas y colgaba algo holgadamente por un costado. Un par de abultadas bolsas colgaban de la cadena, su contenido un misterio para todos excepto para su dueño-. ¿Qué demonios haces aquí? ¿Dónde has estado? Todos te dábamos por muerto.
-Oh, he estado ocupado-comentó como si nada Junkrat, quitándole importancia al asunto con un ademan de su prótesis metálica-. Supongo que es lo normal. Después de todo…-Junkrat sonrió ampliamente-…no mucha gente va a saquear al Cráter.
Billy se quedó de piedra al oir a su amigo. ¿El Cráter? ¿Había ido a buscar chatarra…a ese lugar?
-¿El Cráter? ¿Y qué diantres hacías allí, si se puede saber?-quiso saber Billy, acomodándose la guitarra en el hombro-. Joder, Jamie… Ya sabes que está prohibido rebuscar allí.
-Sí, lo sé, lo sé…-dijo Junkrat, tratando de apaciguar a su compañero-. Mira, ya sé que está prohibido, pero… No te puedes ni imaginar lo que he encontrado allí.- El tono emocionado y confidencial de su amigo despertó la curiosidad de Billy, superando con creces su cabreo porque su amigo de la infancia hubiera decidido saltarse las normas que ellos mismos habían contribuido a que se implementaran.
-¿Y qué has encontrado en ese lugar de mala muerte?-preguntó Billy, cogiendo su vieja radio y bajando del montículo a saltos, pasando de un "peldaño" al otro. A medida que bajaba, Junkrat pudo notar que lo que su amigo del alma Billy había estado acompañando con su rock era…música de ópera.
Decidió no preguntar.
-Será mejor que lo veas por ti mismo, porque si te lo cuento yo… ¡creerás que estoy loco!-comentó en broma Junkrat, riéndose como un descosido de su propia broma. Sonriendo, Billy negó con la cabeza un par de veces, antes de llegar junto al exaltado experto en bombas.
Tirando la guitarra y la radio a un lado como si nada, Billy cogió la caja de madera que Junkrat había llevado con él. Tras apoyarla en el suelo, se arrodilló ante ella, y después de dedicar una breve mirada a su amigo, quien parecía impaciente y ansioso porque él la abriera, finalmente abrió la caja.
Una luz azulada brotó del interior de la caja, iluminando el sorprendido rostro del joven, quien reconoció con algo de horror y fascinación el contenido de aquella caja. Casi con la boca abierta, Billy cerró de pronto la caja, y se giró poco a poco hacia Junkrat.
-J-Jamie…-dijo, el miedo palpable en cada una de sus palabras-… ¿Es…es lo que c-creo que es?
-Oh, ssíiiiii…-dijo Junkrat, sonriendo de pura maldad y locura, mientras sus manos se agitaban la una contra la otra malévolamente-. ES lo que crees que es.
-¿De dónde demonios…? ¿Cómo lo has encontrado?-preguntó Billy, abriendo de nuevo la caja y metiendo la mano como si quisiera tocar el objeto de su fascinación, pero sin atreverse a hacerlo.
-Un presentimiento me guió, y resultó ser uno bueno.- Poco a poco, la cara de impresión e incredulidad de Billy empezó a cambiar, a medida que sonreía solo de pensar en las implicaciones que aquel descubrimiento acarrearía al mundo entero, y la de cosas que podrían hacer con eso.
-Te van a matar por esto-murmuró Billy, incapaz de despegar sus ojos de aquel peculiar objeto-. Van a ir a por ti, te perseguirán… ¿Qué digo…? ¡Seguro que YA te están persiguiendo! Caza recompensas, ejércitos, saqueadores,…los otros Chatarreros…-Fue entonces cuando Billy tuvo una revelación, y miró receloso a Junkrat a la cara-. ¿Para qué has venido exactamente? Y quiero la verdad. Dudo que te hayas pateado todo el camino hasta aquí solo para presumir de tu pequeño tesorito.
Junkrat se paseó divertido hasta donde estaba Billy, y le rodeó los hombros con el brazo.
-Billy, tengo un plan-le dijo en tono solemne y soñador, como si se tratara de un fanático que trataba de venderle su creencia a un oyente, o de un orador dando un emotivo discurso-. Y créeme, es un plan increíble. Un plan como no ha habido otro antes. Un plan que, como bien has comentado, presenta un buen puñado de obstáculos y metomentodos de por medio…- dijo Junkrat, como si pretendiera decir que en realidad no era para tanto. Billy asintió, entendiendo a donde quería llegar su amigo.
-Así que es eso: quieres que vaya contigo y te saque de encima a los plastas que van tras tu cabeza, ¿verdad?
-¡Es mucho más que eso, mi buen amigo! Si te quiero en mi equipo, es por tres razones. La primera, porque eres la única persona en todo el maldito continente en quien confío.
-Jamie, vas a hacer que me pongo rojo…-comentó, provocando que ambos se rieran por su peculiar comentario-. Además, lo contrario me ofendería, Jamie. De pequeños fuimos vecinos durante mucho tiempo, y supongo que al final se me coge cariño.-Junkrat y Billy sonrieron al recordar los viejos y buenos tiempos, cuando Australia aun era fértil y hermosa, y el aire era un poco menos tóxico y letal que en aquellos tiempos. Tiempos en los que corrían salvajes por los campos, molestando a las ovejas, atrapando y lanzándose sapos, o compartiendo el castigo que, inevitablemente, les acababa imponiendo el padre de alguno de los dos cuando les pillaba. Ah, los buenos tiempos…
-La segunda, ¡es porque me encanta eso que haces con tus huesos!-comentó Junkrat, riendo como un descosido. Billy, si bien sonrió, no compartió su risa. Hacer lo de los huesos dolía cantidad-. Y tercero…porque sin ti, sé que esto no saldrá bien-le confesó Junkrat, pegando su mejilla a la de él y poniéndole ojitos de cachorro a su amigo, que le devolvió la mirada algo escéptico-. ¡Por favor! ¡Porfavorporfavorporfavor! Hazlo por mí, porfi…
Billy suspiró, apartando la cara de su amigo con una mano mientras hacía rodar sus ojos. Si es que… En el fondo era un blando.
-Está bieeeeen…-Junkrat dio un saltito de alegría al oir aquello, abrazando a Billy de pura alegría. Este, si bien suspiraba y miraba con una ceja encarnada a su amigo del pelo en llamas, no pudo evitar sonreírle. Cuando le soltó, metió la mano en una de las bolsas de su cintura y extrajo un cigarro de su interior, que fue a parar a su boca. Como por arte de magia, la punta empezó a humear y se encendió por si sola-. Y dime, ¿quién más forma parte de nuestro "pequeño equipo de elite"?
-Para este trabajo, lo que necesitamos es un grupo pequeño, algo que no llame la atención, no más de tres personas: tú, yo, y…-Junkrat se hizo a sí mismo un redoble de tambores-. ¡TACHAN! Lo creas o no, he conseguido convencer a Roadhog para que se venga con nosotros-le informó Junkrat, con tono de evidente orgullo. Billy, por su parte, se quitó el bombín, mostrando su mata de rebelde pelo naranja y puntiagudo, y lo sacudió un poco para quitarle el polvo. Un solitario mechón, más largo y adornado con numerosas cuentas de colores y demás bagatelas, le cayó del sombrero al hombro, anclado aun a su cabeza por la nuca.
-¡Venga ya…! ¿Roadhog? ¿Mako "Roadhog" Rutledge? ¿"Apocalipsis" Rutledge? ¡Me tomas el pelo!-dijo incrédulo, exhalando una bocanada de humo al aire mientras volvía a colocarse el bombín en la cabeza. Junkrat, por su parte, se limitó a reír como un…bueno, como el loco que era.
-Venga, acompáñame a la salida. Te lo explicaré todo por el camino…
-Jamie, Jamie, Jamie…-dijo Billy, con tono condescendiente-. Parece que ya lo hayas olvidado, viejo amigo-dijo, dándole la espalda a Junkrat y apuntando con su mano a la montaña de escombros de la que había salido-. Yo no sigo mas camino…-El iris de los ojos de Billy se puso rojo sangre, brillando de manera antinatural a medida que sus tatuajes empezaban a brillar de igual modo, pasando del negro de antes a un rojo tan brillante como un lingote recién sacado de una forja. La punta de su cigarro se iluminó brevemente, mientras el resto se consumía en cuestión de dos segundos y se volvía humo-… ¡que el que me abro yo mismo!- Billy sonrió ampliamente, el aire a su alrededor ondulando a causa del tremendo calor que desprendía su cuerpo. Junkrat se apartó un poco.
De la mano extendida de Billy salió un poderoso torrente de llamas y calor, una lanza de luz y fuego que bramó cual bestia herida al entrar en contacto con el aire, estallando y tragándose en un instante la montaña de escombros y la pared del fondo de la chatarrería. Al igual que un rio se lleva por delante cualquier cosa en su camino, el poderoso ataque de Billy abrió un boquete de metal fundido entre el montón de basura, destrozando la montaña y abriendo un agujero en la pared del complejo, con su suelo negro completamente y con un par de focos de fuego muy localizados.
Junkrat se limitó a soltar un silbido, y a palmear brevemente con su prótesis la espalda de Billy, cuyos tatuajes empezaron a volver a la normalidad a medida que volvía a su temperatura normal. Quitándose un momento el sombrero, Billy se agitó el pelo, cuyo color había pasado del naranja puro a un rojo intenso, con la base brillando de amarillo debido al gran calor que desprendía. Realmente parecía que tuviera la cabeza en llamas. Tras sacudirse lo que parecía sospechosamente hollín, Billy se volvió a colocar el bombín con una floritura, escupiendo el ya gastado cigarro al suelo y riendo brevemente ante la destrucción que había ocasionado.
-¡Ese es mi Hellhound!-exclamó el psicópata rubio, acompañando a su amigo a medida que ambos atravesaban la senda de metal fundido y destrucción que el pelirrojo había abierto. Mientras Junkrat le hablaba a Billy/Hellhound de los detalles de su plan, este pasó distraídamente la mano por el lateral de uno de los pocos coches que la explosión no había alcanzado, fundiendo su superficie allá por donde pasaban sus dedos.
De esta manera, el par de lunáticos abandonó la zona, marcando el inicio de su próximo episodio de violencia y destrucción con una alta columna de humo negro, y el eco de sus carcajadas reverberando por los páramos de Australia.
Y hasta aquí, el prologo de esta historia.
Espero que os guste tanto como las demás, y que sepáis juzgar a mi pobre OC con algo de compasión, ya que meterme en la piel de un lunático es un tanto más complejo de lo que me había esperado.
Os prometo que habrán situaciones de risa, de acción, aventura, y algún que otro tanteo de romance (esperemos).
Chao chao.
