¡Hola! Bueno, esto se veía venir.

DISCLAIMER: Nada me pertenece. Thor es de Marvel y las estrellas son del universo(?)

Advertencias: Es lo más tonto que leerán en mucho tiempo.

Todo inquirir fracasa en el vacío,

cual fracasan los bólidos nocturnos

en el fondo del mar; toda pregunta

vuelve a nosotros trémula y fallida,

como del choque en el cantil fragoso

la flecha por el arco despedida.

Las estrellas parpadearon —coquetas y brillantes— cuando el glorioso príncipe asgardiano posó sus ojos sobre ellas.

¿Podéis ver ese azul? —Preguntó una al espacio inmenso, sabiendo que podrían sucederse siglos antes de recibir una respuesta.

Lo veo, hermana, lo veo. Son unas piedras hermosas. —Fue la contestación de otra.

No son piedras, ignorante, son planetas. ¿Que no ves cómo llueve en ellas? —una verdad absoluta. Aquellas extrañas esferas en la parte superior del príncipe eran planetas—. Mira ese azul, hermana, y dime que no es lo más brillante que has visto.

No seas tonta, parece opaco. —Las estrellas titilaron una vez más en su infinita danza. Qué envidia gigante invadía a las piedras, al ver aquella masa de agua y carne mover las llamas de su cabeza y transportar mundos en el rostro. Qué admiración rozando el odio, al saber que se vestía de estrellas y levantaba inmóviles seres antiguos.

Mira eso, hermana, ¡Observa bien! Parece buscar algo en nosotras.—largos témpanos caían a los lados del ser, moviéndose frenéticos y sacudiéndolo, le daba aspecto de reclamar algo. Se crisparon un par de veces ante la curiosa mirada de los cuerpos celestes.

¿Qué le pasará? Parece estarse destruyéndo.

¡Tienes razón! Quizá va a explotar si no encuentra aquello que busca. ¿No podemos nosotros ayudarle? —y todo fue silencio por largo tiempo. Asgard rodeó a sus soles rápidamente, muchas veces, y en todas ellas el príncipe sólo se paraba en aquel puente y observaba a las parlanchinas nubes y las chismosas estrellas flotar en el insondable universo.

No podéis darle una respuesta vosotras —una árida tierra respondió—. Porque lo que busca se encuentra en mí y jamás volverá a ser el mismo cuando lo encuentre.

Las estrellas no le respondieron. Sus cavilaciones dejaron al asgardiano y se dirigieron a algún otro cometa, con una estela brillante tras de sí, aunque jamás tanto como la del príncipe.

Está triste —volvió a interrumpir la tierra—. Busca a su hermano y aquello que le sale de los mundos no es agua sino dolor. ¿Qué no sabéis eso? Los seres supuran sentimientos mientras las rocas sólo suspiramos.

¡Pero qué horrible! —les llamó una luna cualquiera— Anda, Asgard, címbrate como una alerta. ¡Mjölnir, espíritu invencible, háblale al príncipe en nuestro nombre!

¿Y qué era aquello tan terrible, qué cosa era la tristeza? ¿Acaso el príncipe no podía saber de sus hermanos con la facilidad con que ellas lo hacían? ¿Y que cosa la distancia podía significar? Ninguna estrella lo sabía.

Hermano mío, en el impulso errante,

nunca sabremos nada...

La estrella de la tarde, Porfirio Barba Jacob.

454 palabras.

¡Muchas gracias por leer! Apreciaría muchísimo tu comentario. Sé que la historia en sí es... Ridícula, pero le tenía ganas.