Miedo

Disclaimer: Todo es propiedad de George R. R. Martin.

Esta historia participa en el reto La danza de los dragones del foro Alas negras, palabras negras.

()()()()()()()()()()()()()

Aegon tiene miedo. Su madre le ha dicho que tiene que ser valiente y él le ha prometido que lo será, pero lo cierto es que no sabe cómo serlo. Está asustado, muy asustado, y solo piensa en una cosa: escapar. Tiene que escapar. Eso sí que lo tiene claro: tiene que escapar del barco antes de que los hombres del falso rey lo atrapen porque esos hombres son malos y Aegon está seguro de que le harán algo terrible si lo encuentran.

Echa a correr sin mirar atrás. Si mira y ve a alguno de esos hombres puede que se asuste aún más y ya no pueda correr. Corre hasta que lo encuentra: Borrasca, su dragón. Se abraza al animal con desesperación. Pasa unos segundos así intentando calmarse sin éxito antes de por fin decidirse a montarlo. Se sube sobre su lomo. Borrasca no se mueve permitiéndole sentarse sobre él. Ni siquiera hace falta que le dé la orden. El dragón se eleva en el cielo y Aegon se siente inmediatamente mejor, más tranquilo, más seguro.

Hasta que se acuerda de que no estaba solo en el barco. Viserys sigue ahí dentro y los hombres que los buscan todavía pueden capturarlo a él. Un rinconcito de su mente le dice que vuelva a por su hermano, pero su cerebro es incapaz de procesar la orden. Tiene demasiado miedo. Así que sigue volando hasta perder de vista el barco. Siente una presión en el pecho al pensar en su hermano pequeño seguramente en manos de los enemigos de su madre y no puede evitar echarse a llorar. Las lágrimas caen en silencio por sus mejillas. Aegon las deja caer agarrado como está fuertemente al cuello de su dragón. Le ha fallado a Viserys y le ha fallado a su madre, lo sabe y se siente mal por ello, pero a la vez un alivio inmenso recorre su cuerpo, un sentimiento de paz por haber escapado del peligro que aumenta su culpabilidad, pero del que no puede deshacerse.

No tiene claro a dónde ir ni qué se encontrará cuando toque tierra, así que deja a Borrasca volar a su antojo mientras piensa infantilmente que quizá lo mejor sería quedarse así, volando para siempre sin tener que enfrentarse a las consecuencias de lo que acaba de hacer, sin tener que ver la mirada de decepción de su madre ni su tristeza cuando sepa que posiblemente ha perdido otro hijo. Sí, le gustaría poder quedarse allí para siempre alejado de la gente, alejado de la guerra y sobre todo, alejado del miedo.