Disclaimer: creo que la misma palabra lo define todo: fanfiction
( Nada de Naruto y sus personajes me pertenece, míos son sólo esta historia… y Shikamaru.)
…
Características del fic:
- Pareja: Kakashi Hatake x Yūgao Uzuki
- Universo ninja/Canon divergent
- Género: Romance/Acción/Drama (Debido a la naturaleza de los personajes, esta historia califica como un slow-burn romance)
- Rated: T por lenguaje, violencia, y eventual cambio a M por futuro lemon, etc, etc.
BAJO LA MISMA LUNA
PARTE I. EL CAMINO QUE NOS HA TRAIDO HASTA AQUÍ
1. Rastro equivocado
Un silencio sepulcral se instaló entre ellos y Hatake Kakashi supo que estaba en problemas. En muy, muy serios problemas.
Podía notarlo por la forma en que la figura ante él se había tensado, como un gato a milímetros del agua. Todo rastro de expresión desapareció de las delicadas facciones del rostro que lo miraba a unos pasos de distancia, y aquellos ojos castaños habían adoptado un brillo de seriedad mortal que rara vez estaba dirigido a él.
—Bromeas, ¿cierto?
Él sacudió la cabeza de manera apenas perceptible y estaba bastante seguro de que ella podía imaginar con claridad la expresión de ignorante inocencia que ahora esbozaba debajo de la máscara.
Aunque eso no aligeraría la situación ni tampoco lo salvaría, también lo sabía.
—¿Recuerdas con exactitud cada fecha de publicación de esos espantosos libros tuyos y no puedes…?! —Ni siquiera podía terminar de articular aquel reclamo a modo de pregunta. Así de molesta se encontraba.
—¿Y si me das una pista?
El movimiento de las manecillas del reloj era un sonido hueco que se percibía como los golpes a un enorme gong.
Tic, tic, tic…¡bong!
La vio apretar un puño frente a su rostro mientras presionaba los párpados con fuerza en un intento por sofocar su carácter, apelando a la paciencia que todos los años de carrera shinobi le debían haber dado, a pesar de que Kakashi era plenamente consciente de que en ella, la kunoichi y la mujer eran dos entes perturbadoramente separados la mayor parte del tiempo.
—¡Es suficiente, me voy! —Exclamó haciéndole dar un respingo. —¡Ya sabrás dónde encontrarme cuando lo recuerdes!
La vio girar sobre sus talones, un andar regio e indignado guiándola hacia la salida mientras la escuchaba soltar entre dientes unas cuantas imprecaciones más antes de salir dando un portazo.
Le quedó a Kakashi más silencio enfriando todo a su alrededor y la ligera nota del aroma a lilas flotando en la habitación, un sello característico de su presencia cuando no se encontraba en servicio.
Tras unos cuantos segundos, no pudo evitar sonreír despacio.
Tal vez debió decirle que estaba bromeando y que, en realidad, sí lo recordaba…
La primera vez que Kakashi había visto a Uzuki Yūgao, ni siquiera sabía que se llamaba así. Tampoco había sido como si le interesara, en realidad. Pero aun así, viéndolo en retrospectiva ahora que se encontraba a solas mirando la aldea alzarse ante él, podía decir que lo recordaba, incluso cuando ella no hubiera sacado el tema a colación.
…
14 años atrás...
Había sido un 11 de Octubre y al igual que muchas tardes previas y otras tantas más futuras, aquella había sido un suplicio para él.
El problema no había sido el clima algo frío que comenzaba a asentarse en Konoha a causa de la próxima llegada del otoño. Tampoco lo había sido la quietud que envolvía aquella parte del bosque cerca de la ribera del río.
El problema había sido él. Así de simple.
Siempre era él y su incapacidad de convivir consigo mismo.
La culpa y el tiempo libre habían sido crueles verdugos que habían hecho de él su principal divertimiento, en especial, porque Kakashi había creído firmemente que lo merecía: los recuerdos constantes de sus errores se lo habían confirmado. Así había terminado convertido en una amarga dicotomía donde, tanto como detestaba abrazar la feroz tortura que le significaban sus memorias, también era incapaz de permitir que el contacto de otras personas saltara la barrera que había instalado a su alrededor.
No es como si en el pasado hubiera sido diferente, lo sabía.
Desde siempre se había caracterizado por no ser un niño 'normal', no al menos del tipo que jugaba con otros niños y compartía vivencias infantiles llenas de risas y travesuras; por el contrario, tras la muerte de su madre se había formado como un niño silente, algo arisco y frío. Asocial. Ese había sido el término con el que lo había definido su padre preocupado en más de una ocasión cuando creía que Kakashi no lo escuchaba.
El problema era que las pérdidas no habían dejado de acumularse desde entonces y que dolían de una manera en que el entrenamiento shinobi no le había advertido jamás, así que, como no sabía qué hacer con ese dolor, había preferido enterrarlo. Hundirlo profundamente hasta que había sido tanto que simplemente no había rastro de él, aunque al hacerlo había aislado también otros tantos sentimientos que sólo habían dejado un enorme hueco.
Pero el hueco en el pecho había estado bien. Enfocarse en el trabajo había sido algo bueno, le había impedido terminar en la prisión que era su apartamento y mantener la mente fija en las misiones, en su deber como ANBU, incluso cuando sospechaba que tal vez éste no duraría demasiado ahora que su maestro estaba muerto y el Tercer Hokage había retomado el cargo.
En medio de aquel sector del bosque donde se había decidido a vagar para llenar el tiempo libre que le habían obligado a tomar luego de casi un mes ininterrumpido de guardia, tomó una profunda exhalación y dejó que el aire alborotara su cabello mientras se distraía con las tonalidades naranjas que comenzaban a inundar el cielo sobre su cabeza.
Mentiría si dijera que su intención inicial no hubiera sido encontrar un lugar lo bastante alejado de la aldea para poder entrenar sin tener que preocuparse de interrupciones poco bienvenidas, pero aquello había quedado de lado cuando se dio cuenta de la fecha que marcaba el calendario y entonces las horas habían pasado a su alrededor envueltas en sus cavilaciones.
El hijo de su maestro debió cumplir un año el día anterior.
Y aunque Kakashi había fijado como meta velar por el niño, lo había visto poco después de nacer y había sido doloroso reconocer el cabello rubio y los ojos azules de Namikaze Minato en aquel bebé.
"Sé que tus intenciones son buenas, Kakashi, pero considero que sería mejor que mantuvieras tu distancia con el pequeño Naruto. Al menos por ahora. Todo el mundo sabe que eras alumno del Cuarto Hokage, su colaborador más cercano, y tarde o temprano levantarás sospechas sobre tu repentino interés por un pequeño huérfano. Eso podría comprometer su seguridad…"
Meses atrás habría estado dispuesto a contradecir las palabras del Tercer Hokage, pero había bastado una mirada alrededor del hospital para darse cuenta de que había más ojos puestos ahí de los que normalmente había. Ojos indeseados, definitivamente. Así que por mucho que le sacudiera el pecho, había tenido que apretar los puños, dar un paso atrás y acatar la orden tácita de la máxima autoridad de la aldea; aunque eso no había evitado que se sintiera como una completa basura mientras lo hacía.
"Estoy fallándote de nuevo, sensei…", suspiró con pesar mientras bajaba la mirada. ¿Acaso no dejaría nunca de fallarle a las personas que habían sido importantes para él?
La única respuesta para esa pregunta no iba a gustarle así que prefirió no repetírsela.
En vez de eso, tomó una profunda respiración y todo quedó guardado bajo llave a una velocidad digna de un experto evasor.
Sus manos hicieron los sellos que ya conocía de memoria, presionó la palma contra el suelo y con un puff! envueltos en una pequeña nube de humo, sus ocho ninken aparecieron ante él. Bueno, si a ese montón de carne y gruñidos que conformaban sus cachorros ya se les podía llamar así.
Cuando su sensei le había sugerido que tal vez podría añadir una invocación a su repertorio de técnicas, Kakashi había considerado seriamente la posibilidad de pedirle añadirlo al contrato con los sapos del monte Myōboku; pero aquello no había llegado a concretarse debido a la partida inesperada del Cuarto y a la reticencia de Kakashi a aceptar la sugerencia.
Los sapos no parecían ser lo suyo… aunque tampoco lo había parecido adoptar cachorros recién destetados.
Últimamente él no se sentía compatible con ninguna otra criatura viva, para ser sinceros.
Sin embargo, cuatro meses después, el avance en su entrenamiento ya era más que notorio, así que podía decir que estaba haciendo un buen trabajo con los cachorros.
Aguardó con paciencia durante unos cuantos segundos a que terminaran de asentarse en su nuevo entorno y entonces los felicitó internamente porque esta vez hubieran aparecido los ocho de manera más ordenada a como lo habían hecho en las ocasiones pasadas que lo habían intentado.
Una vez que tuvo la atención de todos, puso ante ellos un diminuto trozo de tela y su pulgar acarició la fría superficie del pequeño silbato que llevaba consigo. De inmediato los cachorros se enfocaron en el objeto, olisqueando con especial ahínco durante un instante para luego aguardar expectantes a recibir la orden que ya sabían que vendría.
—Bien, ya conocen el ejercicio. ¡Comiencen! —El silbato produjo un sonido que no era percibido por oídos humanos normales y entonces los cachorros desaparecieron en un parpadeo, tomando direcciones distintas mientras se internaban entre el espeso bosque.
…
La vida de un shinobi es evolución constante.
Esas habían sido las palabras que su abuelo le había dado como parte de las felicitaciones de su graduación de la Academia Ninja, aunque Uzuki Yūgao no las había entendido a la primera.
Sus abuelos y su madre habían estado presentes aquel día, no así su padre quien se encontraba luchando en el frente junto con los demás miembros de las fuerzas armadas de Konoha durante la Tercera guerra. Sin embargo, a pesar de no hallarse presente, sus deseos sí que lo habían estado.
Yūgao sabía lo que su familia y sus superiores esperaban de ella, incluso antes del inicio oficial de su carrera como shinobi. Era la última descendiente de uno de los mejores clanes especializados en kenjutsu, su padre y abuelo habían servido a tres hokages, después de todo. Y si a eso se le agregaban sus cada vez más notorias habilidades como ninja sensor, su ágil mente y su alto compromiso con la aldea… la vara estaba puesta muy en alto.
En parte, ella la había colocado ahí.
"La vida de un shinobi es evolución constante", le había dicho su abuelo, haciéndola fruncir el ceño al no saber qué significaban exactamente sus palabras. El hombre había sonreído, con las arrugas en su rostro acentuándose como pequeñas grietas llenas de la experiencia que una larga trayectoria guerrera le habían dado, y le había tendido el mango de su katana nueva.
"Significa cambio, mi niña. Un shinobi que no mejora constantemente, no sirve para ser shinobi. Así que no te olvides de hacerlo cada día."
Y así lo había hecho. Tan arduamente como había podido.
A su corta edad formaba parte de uno de los grupos genin más prometedores de Konoha e Inoichi-sensei les había dicho en más de una ocasión que el progreso de ella y sus compañeros era uno de los más destacados en las últimas generaciones.
A veces… bueno, la mayoría de ellas, Yūgao había creído que su sensei exageraba un poco o que lo decía por el evidente avance de sus compañeros de equipo. Uno que la había dejado como la rezagada del grupo, incluso cuando no había sido mas que una alumna sobresaliente desde que había ingresado a la Academia.
Gruñó con frustración cuando el chakra se desvaneció entre las yemas de sus dedos y el movimiento de la katana quedó interrumpido de manera poco grácil. La ligera brisa de la tarde acarició su cuerpo y le obligó a soltar un siseo de dolor cuando se dio cuenta de que la piel en sus palmas ya se encontraba muy lacerada producto del flujo de chakra desde sus manos hacia la hoja de su katana y de regreso.
Quizás la intensidad de su entrenamiento también había tenido que ver. Pero es que, así era ella. Si aún no dominaba esa nueva técnica era porque no lo había intentado lo suficiente y si volvía a casa con el nivel que tenía en ese momento, su padre le recordaría la importancia de la práctica para alcanzar la perfección junto con su usual discurso sobre los Uzuki y su tradición en kenjutsu para proteger al Hokage en turno y a Konoha.
Se inclinó para levantar su katana y sus suposiciones sobre el nivel de entrenamiento de aquel día se confirmó cuando sintió que el suelo se movía ligeramente debajo de sus pies.
"Bien, un último intento. No me matará.", se dijo a sí misma con resolución una vez que recuperó el equilibrio.
Había pasado todo el día entrenando, abandonada por su compañero de equipo genin al parecer, y ahora que había llegado a este punto, no iba a renunciar cuando estaba tan cerca de lograrlo. El hambre, el dolor punzante en las manos y el cansancio eran meros efectos secundarios que podía soportar.
Tomó una profunda respiración, aferró el mango de su katana y cerró los ojos para concentrar sus menguadas reservas de chakra. Podía hacerlo. Tenía qué.
Abrió los ojos de golpe y elevó la hoja de su katana, moviéndola en una elegante secuencia de movimientos que hizo destellar el reflejo tornasolado de su chakra infundiendo la hoja mientras daba un salto para alcanzar la altura adecuada.
Sintió un chakra que se acercaba a toda velocidad a ella desde un punto al sur.
Quizás no era tan pequeño, tal vez su dueño quería ocultarlo de sus poderes de sensor y sí así era, entonces…
—¡Cuidado!
El inesperado grito le hizo perder la concentración; pero más lo hizo la diminuta sombra que apareció a sus espaldas y a la que había reaccionado como si se tratara de su compañero de equipo. Apenas pudo desviar el movimiento de su katana en la última fracción de segundo para evitar el contacto, pero al hacerlo perdió control de su propio aterrizaje, lo que le valió caer de manera incorrecta sobre su tobillo izquierdo y golpear con fuerza el suelo con su costado.
—Eso… dolió… —Se quejó entre dientes mientras intentaba incorporarse sobre su brazo lastimado.
"Si esto fue un intento de broma tuyo, juro que voy a…"
—¡Fiuuu! Eso estuvo cerca, ¡casi me cortas la pata!
Un momento.
Ese no era su compañero de equipo.
Le tomó un segundo completo darse cuenta de que la vocecilla infantil pertenecía al pequeño perro parado ante ella. El cachorro estiraba sus cuatro patas, mirándolas atentamente como si estuviera comprobando que todas estuvieran en su lugar y completas.
—Yo… lo- lo siento… no te vi.
—Sé que soy pequeño, pero debiste olerme. —Le reprendió como si eso fuera obvio antes de sentarse sobre su trasero e inclinar la cabeza, ahora mirándola con ojos curiosos. —Soy Pakkun, ¿y tú eres?
—Uh… Yūgao. —Logró articular. —¿Qué…? ¿De dónde saliste?
Era plenamente consciente de que existían animales que hablaban, pero ésta era la primera vez que entablaba conversación con uno de ellos y eso, de alguna manera, acentuó el mareo que volvió a su cuerpo producto del vértigo originado por la caída. Sin embargo, el cachorro parecía ajeno a su malestar, pues seguía hablándole animadamente.
—…Aunque también fue mi culpa, yo estaba siguiendo un rastro y entonces olí… olí… —Tomó unas cuantas respiraciones entrecortadas para captar el aroma que lo había desviado de su ruta y entonces volvió a reparar en la chica. El olor metálico provenía de ella, de… —¡¿Qué le pasó a tus patas? —Preguntó alarmado acercándose para mirar sus manos de cerca. —¿Te duele mucho?
Yūgao siguió la línea de su mirada, notando que el daño en sus palmas se había intensificado por su aterrizaje forzoso y ahora sangraba. Hizo una pequeña mueca.
Estaba lista para mentir y decir que no era nada —un shinobi jamás expresaba debilidad ante desconocidos, después de todo; no importaba que se tratara de un perro —, pero las palabras no alcanzaron a formar una frase coherente en su cabeza, mucho menos pudo expresarlas porque repentinamente sintió como si tuviera la boca llena de algodón.
Entonces el bosque a su alrededor comenzó a perder nitidez y su visión disminuyó hasta oscurecerse totalmente mientras ella admitía que tal vez, sí, sólo tal vez, se había excedido un poco con su entrenamiento y ahora se había quedado completamente sin chakra.
…
—Oye, Pakkun. ¿Qué estás haciendo? Debiste volver hace mucho, el resto terminó antes que… tú… —La reprimenda de Kakashi se desvaneció cuando al salir a aquel pequeño claro en el bosque descubrió que su ninken no estaba solo.
El pequeño cachorro giró la cabeza para mirarlo, pero rápidamente devolvió la mirada a la niña inconsciente recostada contra el tronco de un árbol.
—Es que… Kakashi-kun, mira… algo muy malo le pasó a sus patas.
—Manos, Pakkun. Los humanos tenemos manos, no patas. —Le corrigió mientras veía a la chica desde arriba con gesto impávido. Ni siquiera se iba a molestar en recordarle al cachorro que no usara el -kun con él, porque sabía la respuesta que obtendría: a Pakkun le parecía divertido pronunciar "Kakashi-kun".
A simple vista no parecían haber otras lesiones que pudieran indicar algún riesgo para aquella desconocida, salvo las heridas que tanto habían alarmado a su cachorro. Ahora que lo pensaba… ésta era la primera vez que Pakkun veía sangre en un humano. Tal vez por eso parecía tan preocupado.
—¿Puedes curarla?
—Mmm… no. Eso lo hace un ninja médico. —Explicó con calma hundiendo las manos en los bolsillos.
Apartó la mirada del rostro inconsciente y al enfocarla en el cachorro, supo al instante lo que estaba a punto de decir.
—¿Podemos conseguirle uno?
Ni siquiera su insensibilidad lo hacía del todo inmune a esos enormes ojos ni a la legítima contrariedad que veía en ellos. Tampoco era como si él fuera tan desalmado como para dejar a alguien inconsciente en medio del bosque cuando ya estaba anocheciendo, mucho menos si era un compañero shinobi de Konoha. La banda atada en su cuello le habían delatado.
Kakashi se agachó para pasar un brazo detrás de la espalda de aquella chica y la otra por debajo de sus rodillas, levantándola del suelo. Le dio una mirada a Pakkun que el cachorro pudo interpretar a la perfección y entonces ambos iniciaron el camino de vuelta a la aldea.
—Entonces, ¿no sabe su nombre? —Preguntó la médico que los recibió en el hospital. Era la tercera vez que le hacía esa pregunta desde que había salido de la habitación, luego de revisar a la desconocida.
Kakashi negó despacio.
—Uno de mis ninken la encontró en el bosque inconsciente. Jamás la había visto.
—Nee, Kakashi-kun… —Le susurró Pakkun al oído. —La señorita se llama Yūgao.
—¿Yūgao?
—Bueno, sus heridas no son de consideración. —Retomó la médico desestimando cortésmente la información provista. Al parecer no lo consideró una fuente fidedigna. —La dejaremos descansar unas horas y estará bien.
—¡Gracias!
—¡Oye, Pakkun!
Kakashi apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el cachorro bajara de un salto desde su hombro derecho donde se había acomodado y apresurara el paso hacia el interior de la habitación cercana. Para ser un cachorro que aún estaba en entrenamiento, vaya que era rápido.
Sin más remedio, Kakashi lo siguió al interior, teniendo cuidado de no hacer demasiado ruido mientras se acercaba. Su ninken ya estaba sentado sobre la camilla mirando con curiosidad a la desconocida. Bajo la luz blanca, el cabello femenino había adquirido una tonalidad purpúrea que él erróneamente había juzgado como castaño mientras se encontraban bajo la pobre iluminación del ocaso en el bosque.
—Bien, ya la viste. Despídete de la señorita y vámonos.
El cachorro lo miró como quien está a punto de pedir algo, pero la mirada firme de Kakashi lo contuvo.
—Adiós, Yūgao-chan. —dijo despacio, agachando la mirada. Bajó de la cama con un ágil salto y siguió a Kakashi de vuelta a la puerta. —Qué te mejores pronto.
…
Los oídos le pitaban como si hubiera estado en el alcance de una explosión y tenía el estómago apretado en un nudo. Nauseas, reconocía la sensación. ¿Dónde estaba? Intentaba recordar lo que había sucedido, también distinguir algo más en la oscuridad que la envolvía, pero con cada esfuerzo la punzada dentro de su cráneo se volvía más aguda.
Abrió los ojos despacio y soltó un pequeño quejido cuando la luz blanca que bañaba la habitación lastimó sus pupilas e incrementó el dolor de cabeza
—¡Vaya, por fin despiertas! —Aun en medio de la confusión, Yūgao pudo reconocer con facilidad aquella voz y la sonrisa fácil que acompañó sus palabras. También reconoció el diseño de las habitaciones del hospital, y de nuevo trató de recordar cómo había terminado ahí. —Comenzaba a creer que tal vez tendría que pedir permiso para ocupar la cama de junto.
Con algo más de esfuerzo, apoyó una palma contra el colchón y se impulsó para levantar medio cuerpo mientras parpadeaba para alejar la molestia en sus retinas y por fin pudo enfocarse en el rostro de su compañero de equipo.
—Llegas tarde… —Se quejó mirándolo con un pequeño puchero acusador.
Por toda respuesta, la sonrisa siguió ahí, afable y sincera, dándole un nuevo matiz a sus profundos ojos negros y como siempre ocurría, Yūgao no pudo evitar corresponderla con una propia.
«Continuará…»
¡Hola mundo!
En fin, aquí estoy yo de nuevo con un crack!pairing porque quienes me hayan conocido en mis proyectos previos saben que eso es lo mío. Me gusta juntar personajes que contrasten, no sólo en la típica dicotomía de bien-mal sino en otros aspectos, como ideologías, personalidades, historias, reacciones, etc., etc., y desde hace algunos ayeres tenía la espinita de esta idea clavada, así que ahora que empecé a escribir de nuevo, decidí tomarla como un reto personal y a ver qué tal sale.
Como consideración final… bien, básicamente esta historia se trata de retazos inspirados fuertemente en el anime, el manga y las novelas (probablemente más en el primero dado que Yūgao tuvo mayores participaciones en él) y que confluyen en una trama principal para ellos por lo que, aunque traté de hacer mi trabajo y mantenerme lo más apegada posible a la cronología del canon, es posible que existan variaciones al respecto porque… bueno, he de admitir que soy pésima para las fechas y la organización, así que permítanme apegarme a la 'libertad creativa' en ese aspecto para sacar adelante esta rareza, ¿si? x)
¡Muchas gracias por leer y hasta la próxima!
