Por Navidad
Jeanne no sabe qué pedir por Navidad, exactamente, pero sus sueños hablan por sí solos cuando ella se tiende en la cama, buscando entre su ropa por puntos calientes que explotar a gusto. Sus sueños querrían ser tan respetuosos como es Jeanne con la protagonista de los mismos. Esa guerrera ataviada con prendas masculinas. Pero obedecen a sus deseos más íntimos, así que no es posible.
Semanas más tarde sonrió cuando estaba muriendo y pensó que no le quedaba mucho por poseer, incluso si era mentira lo que algunas veces oyó predicar en una Iglesia perdida en un pueblo que ya no existía, arrasado como fue por el yoma. Jeanne sonrió y Clare le preguntó por qué lo hacía, sacudiéndole y mostrándole los incisivos, que ya no eran tan filosos. Hubiera continuado clavándole sus garras, de tenerlas, por puro odio ante el silencio. Y después la perdió, sabiendo que la duda le remordería la existencia por lo que le restara de esa inútil vida.
