"Este fic participa en el reto anual "Long Story 2.0" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black"
Disclaimer: Nada de estos personajes me pertenecer. La magia tampoco. Todo es de JK, excepto, la trama surgida de entre los recovecos de mi imaginación.
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2º parte: Magicae (buscar en mi perfil)
Sus pasos resonaron sobre el fino y liso suelo de piedra negra. El vestido de seda oscura flotaba con gracia, formando movimientos sinuosos a cada paso.
En una palabra, Narcissa Malfoy destilaba estilo y glamur, como todo Malfoy. Y, aunque los ojos de Narcissa estaban apagados, aunque su piel estaba más blanca de lo normal y su cara esgrimía una mueca nerviosa; Narcissa seguía manteniendo su porte regio.
Hacía mucho tiempo que no visitaba este lugar, la última vez todo estaba destrozado. Ahora lo habían reconstruido, la gloriosa fuente volvía a estar en su sitio y el grotesco monumento del Señor Tenebroso había sido derruido.
Narcissa agradecía el cambio, más de lo que le gustaría admitir. Sin embargo, ella no era mujer de poco orgullo y, aun habiendo estado en el lado perdedor de la Segunda Guerra Mágica, seguiría levantando la cabeza, jamás la bajaría, por nada ni por nadie.
Salvo por ella. Porque Hermione Granger era su última esperanza, y haría todo lo que estuviera en su mano por tomarla.
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Hermione Granger era una mujer triunfadora; después de todo lo acaecido en la Batalla de Hogwarts, de su papel en la Guerra y de formar parte del famoso "Trío Dorado" todas las puertas se habían abierto para ella.
Y a Hermione jamás le tembló la mano a la hora de aprovechar esa oportunidad.
Así que no tardó mucho en conseguir el puesto de Jefe del Bufete de Abogados "Libertas", cuya sede se encontraba en el Ministerio. También ayudaron sus notas, por supuesto, así como las numerosas condecoraciones que decoraban su expediente.
En resumen, Hermione Granger era todo lo que una mujer desearía; directa, segura, inteligente, culta, delicada y ambiciosa.
Pero había que fallaba en Hermione Granger, algo que poca gente sabía, algo que ella no podía arreglar.
Su corazón estaba roto, su espíritu destrozado; todo porque decidió amar a un hombre con toda su alma, porque quiso a alguien de una manera tan absoluta, que cuando Ronald Weasley desapareció en aquel accidente, una parte de Hermione murió con él.
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Narcissa se obligó a tomar aire, el departamento de Justicia Mágica olía a papel recién imprimido, a archivador nuevo, a cafetera barata.
—¿En qué podemos servirla, Madame?— preguntó la chica detrás del escritorio. Su piel era oscura y sus ojos castaños; llevaba el negro y lacio pelo recogido en una coleta alta y la piel bronce de su cara resplandecía. Padma Patil había crecido mucho en estos dos años.
Narcissa la recordaba vagamente de algunos de los comentarios que algún día hizo su hijo sobre ella. Sabía que era una simple maga más, nada a destacar; pero, la mirada de indiferencia que le profirió la dejó extasiada, aun no se acostumbraba a ese trato.
—Quiero ver a la señorita Granger— inquirió con voz calmada.
Al principio Padma no reaccionó, en su semblante se leía la pregunta "¿Por qué ibas a querer verla?";sin embargo respondió con una sonrisa tranquila.
—La señorita Granger está reunida, madame, pero le daré el mensaje que quiera dejarle.
Narcissa asintió, poco convencida de que fuera cierto; pero tampoco podía reclamar nada, no estando donde estaba.
—Dígale que necesito una cita con ella, no importa cuando, que me lo haga saber una vez que esté fijada la hora.
—Bien— Padma anotó la nota en el papel y con un pequeño movimiento de dedos, éste se transformó en avión y voló hacia el final del pasillo— Si no desean nada más…— añadió, cabeceando ligeramente para señalar la puerta.
Narcissa sopesó su mirada, alimentando en su interior los vestigios de su orgullo perdido. Suspiró, ya sabía lo que le esperaba antes de venir. No importaba el agravio ni la vergüenza. No. Todo acabaría volviendo a su cauce.
—Tarde o temprano —susurró para sí misma, girándose para desaparecer de aquel lugar.
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Hermione miraba hacia la ventana con gesto perdido, hacía ya dos meses de lo ocurrido y aún no conseguía creérselo; no era capaz de admitirlo.
Todo había sucedido muy deprisa y ella no podía evitar echarse la culpa. Tal vez si ella hubiera ido a casa antes de tiempo, si no se hubiera quedado hasta tarde rellenando el papeleo; puede que entonces Ron se habría quedado en casa, no habría cogido la red flu para ir a por ella…
Pero también había sido casualidad de que justo entonces la red flu estuviera en revisión, momentáneamente clausurada; y digo momentáneamente debido a que algún despistado había olvidado cerrar una de las chimeneas.
Tal vez si no hubiera pasado todo eso Ron seguiría con ella, esperándola con esa sonrisa amable, apoyado en el marco de la puerta, junto con un ramo de flores y una botella de vino…
Muchas cosas habían pasado, y Hermione Granger se sentía impotente. Porque no había sido asesinado, no. Había desaparecido, se había desvanecido de la faz de la tierra.
Y probablemente muerto; o eso es lo que le había dicho en el Departamento de Transporte Mágico.
Muerto, desaparecido, la palabra para definirlo no importaba. Ron Weasley no volvería a su lado y eso era lo que más le pesaba.
Entonces se percató del avión de papel, el cual se posó con delicadeza en su escritorio, de no ser por el sonido del papel, desenrollándose, Hermione no se habría dado cuenta.
Cogió el mensaje y comenzó a leerlo,
Narcissa Malfoy quiere una cita contigo, el día/hora que tú decías.
—PP—
Eso era extraño, muy extraño a decir verdad; ¿por qué Narcissa Malfoy querría verla?
Entonces cayó en la cuenta. Hacía pocos días que habían apresado a Draco Malfoy, después de dos años escondido de la justicia mágica, dios sabe dónde.
¿Es qué Narcissa Malfoy requeriría sus servicios para intentar salvar a su primogénito del beso del dementor? Y si ese era el caso, ¿Sería capaz de aceptar el empleo? ¿Podría defender a alguien que le insultó, maltrató y humilló durante su estancia en Hogwarts? ¿Alguien que estuvo del lado de Voldemort durante la guerra?
La respuesta estaba clara… ¿O no?
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La cafetería era sencilla, apartada y discreta. Al fin y al cabo Hermione Granger era una chica inteligente y sabía cómo pasar desapercibida, aún sabiendo que para Narcissa era mucho más difícil.
La divisó al final del todo, detrás de un diván. Llevaba el mismo pelo rizado, aunque ahora estaba más cuidado, y los bucles le caían con delicadeza sobre los hombros. Llevaba un traje oscuro, formal.
Hermione removía su café con una mano, mientras que con la otra sostenía un libro fino, de cubierta oscura y aspecto antiguo. Sus labios se movían esgrimiendo muecas de tensión.
Narcissa se acercó hacia ella, procurando hacer el menor ruido posible al andar, a pesar de que todas las miradas ya estaban puestas en ella. Sin embargo, Hermione seguía inmersa en la lectura y parecía ser la única que no había notado su presencia.
Sólo cuando Narcissa se sentó, en la silla que estaba en frente suya, Hermione reaccionó, pegando un ligero respingo. La matriarca de los Malfoy realizó un pequeño cabeceo a modo saludo y Hermione la imitó, cerrando el libro.
—Querías verme— dijo, no cómo una pregunta, sino como una afirmación—. Me pregunto el motivo, aunque temo imaginármelo.
—Te considero una persona inteligente— concedió, quitándose el sombrero con delicadeza, sin mover un solo cabello de su sitio—. Por ello supongo que tus cavilaciones son ciertas.
Hermione se tensó, al contrario que Narcissa.
—¿Qué te hace suponer que aceptaré?
—Nunca he sido alguien que disfrute suplicando, Granger, pero si se diera el caso sería capaz de ponerme de rodillas— La mirada de Narcissa fue mordaz, pero cuidadosa.
Hermione cogió la taza y bebió, hasta considerar que estaba acabada. Entonces la dejó en la mesa y miró a los ojos claros y serenos de Narcissa.
—¿Por qué con Draco? ¿Por qué no pediste mi ayuda con tu esposo?
Narcissa sonrió, aunque por dentro se sintiera furiosa. No toleraba que se hablara de Lucius, pero supuso que tendría que aguantarse.
—Lucius estaba condenado, daría igual que el mismísimo Potter lo hubiera defendido— susurró— Pero para mi hijo aún hay esperanzas.
—Mató a Dumbledore, aunque fuera indirectamente— Esas palabras salieron fluidas, directas, como si Hermione hubiera estado guardándolas, cuidándolas para que salieran en el momento adecuado.
—No voy a discutir contigo sus razones, que de sobra sabes, eso lo hablarás con Draco.
—En el caso de que acepte.
Narcissa estaba comenzando a perder los estribos, las opciones se estaban acabando.
—Siempre me he preguntado algo— Hermione apartó la taza, dejando que sus codos ocuparan su lugar.— En la batalla de Hogwarts hiciste algo, algo que, en cierto modo, nos salvó a todos.
Narcissa sonrió, la tenía, estaba totalmente segura.
—Y supongo que si te digo las razones que me impulsaron a salvar a Potter…
—Podría considerarlo— corroboró con un mudo asentimiento.
—Lo salvé porque de haber ganado Voldemort, mi familia había muerto— afirmó ella, irguiéndose sobre la mesa para acercarse a su acompañante—. Y ya que de todos modos parece que el apellido Malfoy va a desparecer, tienes la oportunidad de devolverme el favor.
—¿Es algún tipo de chantaje por lo ocurrido, acaso?— inquirió la castaña. Narcissa volvió a sentarse y comenzó a colocarse el sombrero.
—Como tu conciencia quiera llamarlo, Granger— dicho esto se levantó—. Pero si decides hacerlo, tendrás algo que te valdrá el resto de tu vida. Hermione la miró, expectante— El favor de un Malfoy.
