Disclaimer: Digimon pertenece a Akiyoshi Hongo.

Esta historia está basada en el reto propuesto por Digiacrb, para las "Mendigas Fickeras II" del foro "Proyecto 1-8".

Advertencia: Universo Alterno.


Alrededor de la Fogata


Mimi se posó con delicadeza en la superficie. Sabía que faltaba poco tiempo para que llegara el momento de regresar pero deseaba explorar más ese lugar que era tan desconocido y familiar a la vez. Bokomon había dicho que los humanos provenían de ese lugar y aunque ella no tenía ningún recuerdo que la vinculara con ese sitio creía en sus palabras. Mimi no conocía a un digimon más inteligente que Bokomon.

Nadie en aquel lugar parecía notar la presencia de Mimi pero Mimi sí era consciente de la gran cantidad de personas que transcurrían en ese lugar, nunca había visto a tantos juntos y eran tan diferentes. Lo que más llamaba la atención de Mimi era la forma en que vestían, algunos trajes le parecían hermosos. Mimi deseaba vestir tan bien como ellos.

Pero prefería vivir en el Digimundo.

Continuó recorriendo ese lugar, dejándose llevar por los olores agradables hasta que terminó llegando a un lugar que parecía olvidado. Había un muro con muchas fotografías, la mayoría de niños y adolescentes. Se acercó y descubrió que su rostro formaba parte de esa lista. El papel en que fue impreso se veía viejo y desgastado, detalles que resaltaban más si era comparado con otros afiches. Lo arrancó pero no encontró nada que pudiera darle una respuesta, pensó que estaba roto, la parte rasgada le hizo pensar que era de ese modo. Lo guardó, quizás no le dio respuestas pero estaba segura de que le daría una buena respuesta para la hora de la fogata.

—Mimi —la llamó Sora —. Es hora de regresar.

Mimi asintió, no parecía triste por dejar ese lugar. Se elevó y junto a Sora abandonaron el mundo humano. No fueron las dos únicas niñas que lo hicieron, cerca de otros niños se elevaron junto a ellas pero nadie los vio. En aquella ciudad todos continuaron con sus ocupadas agendas, caminando de un lado a otro sin detenerse a observar lo que ocurría, sumergidos en su rutina sin poder ver más allá.

La fogata era una tradición dentro de ese lugar. Después de un día de juegos era divertido sentarse frente al fuego y contar historias. Normalmente Petermon era quien elegía el orden y todas las noches cambiaba las reglas. En esa ocasión lo habían hecho al azar y Mimi fue quien comenzó.


Todo comenzó cuando aún vivía en el mundo humano. Estaba combinando algunas prendas de vestir cuando algo en el espejo llamó mi atención. Me acerqué, podía ver cómo la Mimi del reflejo se acercaba a mí e imitaba mis pasos. Coloqué mis manos en la superficie, contemplando como todo del otro lado se veía diferente, al revés.

Comencé a divagar en lo qué habría del otro lado. Pensé en una ciudad donde las personas cuando hablaban comenzaban con el final y terminaban con el principio, los perros maúllan y los gatos ladran y todos caminan con las manos. La lluvia caía desde el suelo y las sombrillas se usaban en los pies.

Recorrí con mi mano la superficie fría cuando noté algo extraño, se sentía algo suave y tuve la sensación de estar atravesando algo. Camine hacia adelante, adentrándome en el espejo. Cuando lo crucé no vi nada diferente, estaba en mi casa, o al menos eso fue lo que pensé. Aunque todo era igual, todo era al revés, la ropa que ordené estaba en dónde la dejé pero no tenían el estilo con las que las había ordenado, algunas prendas ni siquiera combinaban.

Me dirigí a la salida. Crucé la puerta pero no estaba en mi casa, ni siquiera en el mundo humano. Del otro lado estaba el mar. Un digivice salió de la arena y en cuanto lo tomé entre mis manos me trajo hasta el Digimundo y conocí a Palmon.


En cuanto Mimi terminó de contar su historia le pasó la antorcha a Petermon. La antorcha ocupaba un papel de gran importancia dentro de las fogatas, eran la forma que utilizaban para determinar quién sería quien contaría la historia. Quien tenía la antorcha era quien contaba la historia. Petermon le entregó a Taichi la antorcha. Durante los juegos de ese día Taichi había ganado el privilegio de contar la segunda historia.

—Mi parte favorita es cuando conocí a Mimi —comentó Palmon emocionada.

—La mía también —agregó Mimi con ilusión.


Soy un explorador. Desde pequeño me he dedicado a viajar por el mundo, recorrer sus lugares y descubrir sus secretos. No existe sitio en ese mundo que no haya explorado y conocido. El libro "Vuelta al mundo en 80" días fue basado en mí. Era pequeño pero un prodigio en lo relacionado a la exploración, mi valor era conocido a nivel mundial.

Un día me cansé del mundo humano y decidí ir a donde ningún otro humano a llegado antes. Tomé mi globo y me elevé alto en el cielo, podía ver mi casa desde el globo pero era aburrido ver algo que ya había visto tantas veces. Continué elevándome en los aires hasta que fui alcanzado por un tornado.

En ese momento pasó algo que nunca antes había ocurrido, perdí el rumbo. No fue algo que me importara, tenía la oportunidad de ir más allá y si no descubría nada nuevo podía tratarse de un desafío el salir de allí o ubicarme. Me quedé dormido esperando a que terminara, pasaron varios días antes de que el tornado termina y pudiera pisar suelo firme. En cuanto el globo aterrizó lo primero que hice fue darme cuenta que no estaba en un lugar conocido, ni siquiera estaba en el mundo humano.

No supe en que momento mi globo comenzó a descender, estaba dormido en el momento en que empezó y cuando desperté mi globo se encontraba atorado en un globo. Tenía dos opciones, quedarme allí, en la seguridad de mi globo o explorar y descubrir el sitio en que me encontraba. No fue difícil tomar una decisión, el paisaje frente a mí pedía ser explorado y mi espíritu aventurero no pudo negarse a esa petición.

Me aferré a las cuerdas y las utilicé para bajar del árbol. En cuanto estuve en el suelo noté algo brillante. Podía tratarse de algo peligroso pero también de una aventura por lo que me acerqué a esta, era un digivice. En cuanto lo tomé brilló con mayor intensidad y me mostró el camino para llegar a Agumon.


—Fue en ese momento que me conociste —comentó Agumon emocionado —. Y juntos nos convertimos en valientes exploradores.

—Descubriremos todos los rincones de este mundo y de nuestra tierra de Nunca Jamás.

Taichi le extendió la antorcha a Hikari pero a diferencia de otros niños la tomó dudosa. Ella sabía que sería la tercera en contar una historia, al ser la segunda vez que participaba en la fogata se le había otorgado ese privilegio. Mimi y Taichi le dieron palabras de ánimo y eso le hizo ganar confianza.

—No tiene por qué ser una historia real — le dijo Sora —, muchos hemos contado sobre cómo llegamos a este lugar aunque no recordamos nada, hemos vivido aquí desde que tenemos memoria.

—Más que los Tarzan de este mundo somos los niños perdidos y este nuestro país de Nunca Jamás —agregó Taichi.


La primera vez que escuché del Digimundo fue en sueños. Podía ver a niños y Digimon jugando pero no escuchar nada de lo que decían. Cada vez que despertaba me encontraba en mi casa, deseando poder estar aquí y unirme a los juegos. Intenté encontrar respuestas pero era difícil cuando nadie más parecía conocer de este sitio.

Sabía que me estaban esperando. En mis sueños vi a Tailmon separándose del grupo, recorriendo el Digimundo para poder encontrarme pero sin obtener ninguna pista. En mis sueños intenté hablar con Tailmon pero nunca pude conectarme con ella, gritaba pero mis palabras no pudieron ser escuchadas.

Vine a este mundo en una noche en la que no podía dormir. Estaba aburrida, lo único con lo que podía distraerme era con el sonido del reloj al avanzar. Escuché el sonido de una campana y supe que Tinkermon estaba cerca. Ella me extendió sus manos y juntas nos dirigimos volando al Digimundo.


—Lo hiciste bien —le felicitó Tailmon.

Hikari le agradeció por sus palabras. Había sido divertido contar su historia. Había mezclado varios detalles de su historia con otras de fantasía. En lo que no mentía era en lo mucho que había deseado llegar a ese lugar desde que Taichi había sido invitado a ese mundo. No tenía intenciones de regresar, el Digimundo era su nuevo hogar. Le extendió la antorcha a Petermon y esa pasó a las manos de Sora para que ella contara su propia historia y las historias alrededor de la fogata continuaran.