Guardián de tu alegría
Hessefan
Disclaimer: Katekyô Hitman Reborn! No es mío —sería muy diferente, créanme—, todo le pertenece a Akira Amano.
Aclaración: contenido tanto BL como Hetero.
Prompt: Buenos días, tristeza.
Yay!, nervios MUCHOS, es el primer fic por capítulos que hago para KHR!
Situado en medio de la nada XD Podría decirse que después del Arco de la maldición de los Arcobalenos. No obstante se lo podría considerar un What if! Salvo que Amano haya censurado esto en su manga XD
No iba a empezar a subirlo hasta mucho después de marzo, pero… hoy es 14 de febrero y hay que darle amor a la OTP de uno.
Capítulo 1
No es que no se hubiera dado cuenta antes, sólo que en ese momento no había podido darle forma a lo que sentía; simplemente se limitaba a sentirse agraciado de poder considerarse la Mano Derecha del Décimo.
Aunque debía admitir que cayó en la cuenta de que no estaba solo y que tenía amigos —o al menos alguien a quien considerar como tal— recién cuando Tsuna le dijo que quería volver a ver los fuegos artificiales todos juntos.
Esa vez Gokudera supo que el sentimiento era compartido, que la camaradería fluía en un sentido recíproco. Él había estado dispuesto a dar su vida por Tsuna, pero este le había dejado bien en claro que eso no le haría feliz, de hecho, ni siquiera lo reconfortaría; porque para el décimo más elemental era conservar a sus amigos. Primero eran eso, antes que guardianes y antes que mafiosos.
Sin embargo no fue hasta su pelea con Gamma que se dio cuenta por vez primera que no se trataba sólo del jefe, del décimo, ni siquiera de la mafia y de todo ese mundo. Que iba más allá de todo eso, que hasta incluso todo eso lo hacía parecer superficial. Una mera excusa.
"La diferencia es nuestra determinación", le había dicho Gamma antes de hacer verbal parte de sus recuerdos más preciados. En ese momento no, no lo entendió de esa forma. Desangrándose en el suelo sólo podía pensar en Tsuna, en la voluntad de él y en la de los Vongolas.
Recién ante al sacrificio de Gamma durante la batalla contra Byakuran pudo enfrentarse por primera vez a esa revelación interna. Y es que Gokudera en ese entonces no se había detenido a analizar lo que implicaba haber superado la determinación del otro guardián. Y no, no significaba en absoluto que su amor por Tsuna fuera más grande que el amor que Gamma le tenía a la princesa, sólo que por ser más joven la ilusión era más grande, no hay dudas en el corazón y el amor puede ser tan ciego y tan fuerte, que no tiene necesidad de medirse con un corazón viejo y gastado como el de Gamma.
—¿Me creías muerto? —Le había dicho el guardián del Arcobaleno del Cielo, pero Gokudera no le respondió, tenía en su mente no sólo la lucha contra las coronas fúnebres y lo que implicaría perder ante Byakuran, sino las razones que podía tener ese guardián para dedicarle unas escuetas palabras antes del gran desenlace.
Escuetas, pero efectivas. Y es que Gokudera no necesitó de más para entender lo que había querido decirle.
—Una determinación como la tuya está a años luces de compararse a la mía.
Incluso se atrevió a asegurar que el espíritu de pelea que le dedicaba al décimo era distinto al de él, cuando bien podían ser muy similares. Y lo eran, aunque no se atrevió a reconocérselo siquiera a sí mismo. Pero al desobedecer el pedido de su jefe reparaba en que si luchaba por él no se trataba simplemente por todos esos asuntos, sino para poder volver al presente junto a Tsuna, reír junto a Tsuna y llorar junto a Tsuna.
Y cuando vio el sacrificio del guardián entendió finalmente a lo que se refería con eso de la determinación. Quizás Gamma estaba en lo cierto. Quizás no. A fin de cuentas la vida es irónica y cuando menos lo pretendes más duro te golpea.
La segunda vez que Hayato caviló hondamente al respecto no tenía muchos meses más encima, pero la experiencia hace al hombre. Tuvo que aparecer ese tal Kozato Enma para sentirse vilmente desplazado en la vida de su décimo, se había sentido igual cuando Dino apareció. Le alegraba —al principio— contar con una familia aliada para protegerlo, pero le molestaba ver que Enma, poco a poco, lograba congeniar tan bien con Tsuna.
Eran los dos tal para cual, y por Dios, Gokudera no sería capaz de enfrentar a su jefe y exigirle explicaciones al respecto. No era quién. Y bien que los sentimientos de Tsuna podían ser puramente fraternales.
¿Cómo podía pensar así? Tsuna no era esa clase de chico. Fue esa tarde, en la que se reprendió duramente que se dio cuenta de por qué le molestaba tanto. Y no quiso ahondar demasiado en esos por qué, pero la imagen de Gamma surcó su mente como un cometa.
Dicen que la tercera es la vencida. Para Gokudera así fue y tuvo que darse por vencido antes de empezar esa batalla personal y solitaria, no tenía fuerzas ni intenciones de luchar contra eso. ¿Y cuando fue que se dio cuenta de que sus sentimientos hacia el décimo no eran tan sencillos como creía? ¿Que, después de todo, los rumores infundados sobre su dudosa vocación hacia Tsuna fueran verdaderos muy en el fondo? Cuando Tsuna se animó a confesarle eso que sólo se le confiesa a un amigo muy cercano.
En realidad no había sido la intención verdadera de Tsuna, pero se había visto acorralado por un pequeño malentendido que necesitó aclarar una vez que Yamamoto los dejó solos.
—¡No, no, Enma es un amigo! —Suspiró, ¿por qué Gokudera le salía por segunda vez con el tema?—A decir verdad… ya sabes que me gusta una chica —sonrió, pensando que de entre todos sus amigos sólo a Gokudera se atrevía a serle tan sincero.
No es que Yamomoto fuera capaz de reírse de él o Ryohei de pegarle, pero Gokudera parecía tan interesado en su vida sentimental que se sentía seguro al confesárselo. Así el nombre de Kyoko surgió de sus labios por primera vez de esa particular manera. Que todos sabían que a él le gustaba, era una realidad, pero nunca antes había hablado de "amor" con tanta profundidad, porque una cosa es "gustar" de una chica, otra muy distinta era confesarle a un amigo que estaba perdidamente enamorado de ella.
Se sentía tonto al estar diciéndoselo a su guardián y al principio cuando este guardó un sepulcral silencio pensó que había hecho mal en revelarlo.
—¿Go-Gokudera?
—¡Es genial, décimo! —Fue en ese punto que Hayato decidió hacer tripa corazón y, adiós ilusión, hola tristeza. Se trataba de la felicidad del décimo, nada más y nada menos—¡Es genial que la quiera tanto y hasta ese punto!
—No se lo dije nunca a nadie, hasta ahora… aunque Reborn se dio cuenta de que Kyoko no sólo me gustaba sino que... en fin.
Más motivos para que Gokudera se sintiera afortunado, dichoso y enervante de ser el fiel confidente del décimo; pero no podía sonreír. Aunque lo hacía, esta mueca era falsa. Demasiado. Sin embargo Tsuna miraba al frente, preso del nerviosismo y ajeno al dolor de su amigo.
—¿Y tú, Gokudera? ¿Te gusta alguna chica? —Tsuna se sintió en el estúpido derecho de estar al tanto de los asuntos sentimentales de su guardián; sabía que este era muy popular entre las chicas del curso.
—No me interesan.
—Le gustas a todas —rió bajito.
—Pero a mí no me gustan ellas.
—¿Ninguna? —Tsuna lo miró arqueando las cejas. Eso era raro.
—No, no me gustan. Son molestas, entrometidas y ruidosas.
—Ah —Tsuna lo tomó tan natural que no reparó en la oración. Se quedó con eso, con que a Gokudera no le gustaba nadie de la escuela y mucho menos alguna de las chicas de su curso, sin embargo con el correr de los segundos, minutos, horas, acabó por decirse que quizás a su guardián no le interesaba el género femenino por igual. Y no es que Gokudera se hubiera dado cuenta mucho antes tampoco.
Al llegar a la puerta el aire estaba tan enrarecido que no se sintió seguro de ofrecerle pasar a merendar, pero fue el mismo guardián quien se auto-invitó.
Durante todo el trayecto si bien se mantuvo en silencio reflexionó profundamente al respecto y había llegado a una férrea decisión. Porque si Tsuna era feliz, él lo sería doblemente.
—Supongo que querrás pasar a tomar una taza de té —dijo, viendo como pasaba a su lado para meterse dentro de la casa.
—¡Claro, décimo! ¡Tenemos mucho que planear!
—¿Pla-Planear? ¿Qué tenemos que planear?
—¡Los pasos a conquistar a Kyoko! ¡Verá que en unos días la tendrá cayendo a sus pies!
Tsuna palideció. Comenzaba a arrepentirse profundamente de haber sido tan sincero con Gokudera. Algo le decía que nada bueno podía salir de todo eso. ¿Por qué, que alguien le explicase, cuando lograban salir vivos de una situación extrema, la vida diaria no podía ser calma de ninguna manera? Parecía mentira, que esos días de clases en medio de la batalla lucieran como días soñados, pero mientras estaba en el ojo de la tormenta —con nombre y apellido: Gokudera Hayato— no podía verlo más que como un suplicio. Casi rogaba que Reborn apareciese con alguna misión suicida e imposible.
Había sido duro para Gokudera darse cuenta de sus sentimientos hacia Tsuna al mismo tiempo que este le confesaba los suyos hacia Kyoko. No, si tenía un motivo más para detestar al cabeza de césped; ¡por tener una hermana tan linda y noble que no era competencia para nadie!
Y no se trataba de competencia igualmente, Gokudera era lo suficientemente fuerte para hacerse a un lado si la prosperidad del décimo estaba al lado de esa chica. No iba a competir, no porque se sintiese en desventaja —que sí, era un factor importante— sino porque la cara de Tsuna al hablar de ella era una que nunca antes le había visto. Lucía tan enamorado, estaba tan estúpidamente encantado con ella. Y no era para menos…
Haría lo imposible para juntar el cielo con la tierra. Sólo por Tsuna. Es lo que haría una mano derecha, ¿verdad?
Cuando Gokudera se fue esa noche, lo único que le quedó en claro a Tsuna había sido un horripilante dolor de cabeza y muchas preguntas. ¿Qué saldría de la particular ayuda que podía brindarle Gokudera? Lo peor de todo es que este era como un auténtico huracán: imparable. Por más que le rogase que no hiciera nada, sabía que Hayato lo haría sólo por el bien de él. Al menos eso creería Gokudera vehementemente aunque no lo fuera ni remotamente.
Al otro día despertó sintiendo que ir a la escuela no era para nada una buena decisión, pero tampoco podía faltar por un mal pálpito. Al llegar trató de evitar por todos los medios a su guardián, pero este lo tomó de un brazo y lo arrastró por los pasillos sin darle respiro.
—¡¿Gokudera?
—¡Buenos días, décimo! —Frenó ante la enfermería y toda esa férrea decisión pareció irse de vacaciones. Tsuna aprovechó la calma momentánea para preguntarle la razón de tal arrebato.
—¿Qué hacemos aquí? ¿Te sientes mal?
Gokudera negó con la cabeza.
—Estuve toda la noche pensando, no pude dormir… —Lo creía a Gokudera tan capaz de eso—y llegué a la conclusión de que ese idiota nos puede ser de ayuda.
¿Shamal? Tsuna tuvo otro mal pálpito, pero no pudo quejarse ya que su guardián siguió hablando.
—Va a ser incómodo, pero déjemelo a mí —se metió dentro de la enfermería y su jefe lo siguió por detrás, no muy convencido.
—No es necesario, Gokudera. A decir verdad estoy bien como estoy. —Hayato lo miró enarcando las cejas, por lo que Tsuna se explicó—: Llevo enamorado de ella desde hace mucho tiempo, me acostumbré a que las cosas sean así.
—Pero, décimo —reprochó tomándole de los hombros para sacudirlo—estamos hablando de su felicidad, ¿cierto? No puede dar todo por perdido sin antes presentarse a la batalla.
—Espero que tengan una buena razón para estar aquí —interrumpió una voz cansina.
—Shamal —musitó Gokudera con una pizca de desprecio—, tenemos una buena razón para…
—Saben perfectamente que no atiendo hombres, así que si vienen aquí para eso pueden irse por donde llegaron —se sentó en la silla y apoyó un codo en la mesa para recargarse perezosamente.
—No es nada de eso —explicó Gokudera, acaparando la atención del doctor.
Miró por un breve intervalo al joven Vongola notándolo apocado. Solía vivir apocado así que no le sorprendió más de la cuenta.
—Oh, ¿y entonces?
—Pues… —Gokudera tosió para aclararse la voz y le echó una ojeada a su jefe, pero este bajó la vista al suelo.
—Ya sé —dijo Shamal con displicencia—vienen por consejos amorosos. —Gokudera abrió tanto los ojos que Shamal sonrió internamente. Touché. Había dado en la tecla. —Les aclaro que si lo que buscan son consejos amorosos del corte gay han venido con el hombre equivocado.
—¡Nada de eso, idiota! —se molestó el guardián mientras Tsuna volvía a palidecer.
—Me gusta una chica —se apresuró a aclarar—, y Gokudera pensaba que —su voz fue perdiendo fuerza—, que tal vez usted pueda darnos unos consejos.
Shamal volvió a arquear las cejas y suspiró.
—Bien —accedió. No tenía nada mejor que hacer por los próximos cinco minutos. Con eso de no atender a los varones no tenía demasiado trabajo—Tomen asiento.
Eso hicieron los chicos, se arrimaron a una camilla y esperaron pacientemente por las palabras del adulto.
—¿Y puedo saber quién es la afortunada futura esposa del jefe Vongola?
Se preguntó si sería la belleza de Haru o la dulzura andante de Kyoko-chan. Miró a uno y luego al otro.
Tsuna había pasado ya por todas las gamas del rojo, en cambio Gokudera lucía con esa mirada vacía que Shamal le conocía desde pequeño. Era la mirada que indicaba que algo se estaba apagando dentro del chico. Apatía, o más bien resignación.
Esto es todo por ahora. A medida que avance el fic irán apareciendo más personajes que tendrán relativa importancia en la historia ;). Me va a divertir escribir este long fic porque hasta la fecha hice fics pura y exclusivamente con Gokudera y Tsuna con muy poca interacción por parte de otros personajes (Y adoro extremadamente a Ryohei y a todos los guardianes). Y si hay algo que me gusta hacer es tratar de reflejar a la mayor cantidad de personajes posibles :) Ustedes me dirán si les parece alguno OOC, como no estoy muy metida en este fandom me cuesta bastante sentirme segura a la hora de escribir sobre ellos.
No sé, tampoco, cuántos capítulos tendrá el fic (dudo que sean muchos) y puede parecer al principio un poco chabacano, pero tengo fama de A: terminar todo lo que empiezo (mientras siga viva), B: ser una fanficker realista (hasta la fecha sigo tratando de averiguar qué quieren decirme con esto, pero en teoría creo que se refieren a que toco temas comunes y cotidianos). Por eso el fic va a ir enseriándose, pero sin llegar al drama de ese que te cortas las venas con una cuchara. Por lo general me gusta equilibrar —o intentar, que lo logre es otra cosa— el drama con la "comedia".
No los aburro más, soy de hablar mucho *se aferra a sus piernas y se hamaca*.
Muchas gracias por leer ^^.
14 de febrero de 2012
Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.
