Hola a todos, esta vez les traigo un two-shot de Unohana y Kenpachi, me ha rondado la cabeza desde anoche y pues, ya está, tenía que escribirla. Básicamente es una explicación que inventé sobre el núcleo de su poder y sus no-dichos sentimientos a Zaraki TuT creo que ya sabrán que me gustan como pareja, y a ustedes también, o no estarían leyendo xD Eh, bueno, supongo que me inspiré en Penny Dreadful para crear esta historia, (tal vez después suba algún fic de esta serie). Espero que les guste, dejen su review :3 ¡Hasta la próxima!
Los personajes de Bleach no me pertenecen, son propiedad de Tite Kubo.
SAL DE MI CUERPO
Capítulo uno: Yachiru.
Era una tarde lluviosa cuando el doctor notificó la hora de muerte de Yachiru. La enfermera asintió en silencio y terminó de llenar los datos en el acta de defunción. Una miserable más cuya vida o muerte no le afectaba a nadie. Otro nombre sin rostro para el archivo y otro cuerpo que iría a la fosa común.
Unohana observaba su cuerpo inerte desde la puerta, las llagas y cortadas supuraban pus y sangre manchando su nívea piel. El cabello revuelto, la espuma en la boca y los ojos en blanco. La imagen la repugnó, pero no se permitió desviar la mirada. A eso se había reducido su ahora nula existencia en el mundo humano.
Diez años había vivido con su familia, hasta que por motivos matrimoniales su padre asesinó a su madre y después se suicidó. Su alma se fue al infierno por los crímenes atroces en vida, claro está, pero su madre fue enviada a la Sociedad de Almas y fue entonces cuando Yachiru presenció el primer entierro del alma. Su corta edad no le permitía hacer conjeturas sobre lo que estaba sucediendo, pero el shinigami le había dicho que no se preocupara, que todo iba a estar bien.
Tres años más viviendo con parientes lejanos que se preocupaban por su bienestar y cuando no pudieron o no quisieron hacerse cargo de ella la enviaron al orfanato. El Estado ni siquiera se molestó en introducir su información en el instituto, sólo era un refugio temporal hasta que fuera mayor de edad y pudieran echarla a la calle sin remordimientos. Nadie iba a adoptar a una niña de trece años, no valía la pena hacer el papeleo.
Yachiru se volvió retraída y taciturna, antisocial. Era difícil entablar una conversación con alguien al tiempo que se preocupaba por no parecer un bicho raro. Las encargadas del lugar solían hacer comentarios del tipo "cuenta regresiva para deshacernos de esta mocosa".
Tenía diecisiete años cuando su vida dio un giro inesperado. Se encontraba en el dormitorio del orfanato, una noche sin luna si bien recordaba. Unos minutos después de que se apagaran las luces y los niños se fueran a sus respectivas camas, Yachiru escuchó que la llamaban.
Fue apenas un susurro, pero lo percibió como si se lo hubieran dicho al oído.
Se sentó en la cama y giró la cabeza a ambos lados en caso de que fuera algún niño jugándole una broma, pero no había nadie prestándole atención. Algunos ya estaban en los brazos de Morfeo, no se atrevían a contradecir las reglas de la directora. "No estar despiertos después de que se apaguen las luces, no deambular por el dormitorio y no armar escándalo."
La voz la llamó nuevamente, esta vez pudo escucharla mejor.
Yachiru.
Sabiendo que era contra las normas pero al mismo tiempo presa de su curiosidad, Yachiru bajó de la cama y se acercó a la ventana. El aire de afuera hacía chocar las ramas contra el cristal, provocando un tamborileo y un rasguño persistente. Se quedó algunos minutos observando la ornamentación del marco y entonces decidió que era mejor volver a la cama y tratar de conciliar el sueño. Era probable que la directora fuera a hacer una visita y si la encontrada levantada las consecuencias serían muy malas.
De pronto sintió un escalofrío en la espalda. Únicamente el delgado camisón la cubría aquella noche. La temperatura descendió ocho o diez grados, asemejando el suelo a un lago congelado.
Yachiru.
La voz de nuevo, esta vez estaba segura que no había sido su imaginación.
-¿Quién anda ahí? –susurró.
Yachiru.
Sintió otro escalofrío y se apresuró a regresar a la calidez de su cama. Apenas había terminado de taparse con las cobijas cuando vio que una sombra en forma de serpiente se arrastraba hacia ella. Se le heló la sangre y se quedó petrificada cuando vislumbró que una mano surgía de la sombra, reptando lentamente por la cama. Se tapó hasta la cabeza y repitió en modo de mantra que la dejara en paz. No sabía lo que era, pero algo que provocaba esa sensación no podía ser bueno.
-Déjame, déjame…
Yachiru.
Yachiru.
Yachiru.
La mano arrancó de un jalón las cobijas y Yachiru chilló de terror. Un grito desgarrador que les puso la piel de gallina a los presentes.
-¡Yachiru!
Tardó unos segundos en reaccionar y enfocar la vista en la niña que le hablaba. Miró a su alrededor, consciente del público y del espectáculo que había armado. El grito sonó distante para ella, pero si todos estaban despiertos y cuchicheando sin dejar de señalarla, supuso que no había sido de ese modo. Las luces se encendieron de súbito y la directora entró enojada al dormitorio atándose el albornoz alrededor de la cintura.
-¿Qué está pasando aquí? –el enojo en su voz era perceptible.
-Es Yachiru, señorita –respondió una niña de cabello rubio.
-¿Ahora qué te pasa, Yachiru? Conoces bien las reglas.
-L-Lo siento, señorita –tartamudeó-, había…había algo en el dormitorio.
-¿Qué cosa?
-Era…como una sombra…un…
-Si dices "fantasma" te quedarás sin cenar dos días –exclamó la mujer-. Ya estás grande para creer en esas cosas. Deja de inventarte historias de terror para espantar a los niños. Deberías comportarte a la altura y dejar esos juegos.
-Pero sé lo que vi –replicó Yachiru.
-¡Silencio! Ni una palabra más. Vuelvan todos a sus respectivas camas, es mi única advertencia. Si vuelvo a escuchar un ruido después de que haya salido por esa puerta todos estarán castigados.
Salió a paso rápido del dormitorio y cerró con llave. Los niños veían a Yachiru como si fuera un fenómeno, como si tuviera alguna enfermedad contagiosa. Yachiru se tapó con las cobijas y trató de ignorar los murmullos a su alrededor.
Luego de algunas horas despertó empapada en sudor al sentir que alguien la observaba. Probablemente fueran los niños, pero se sentía diferente, opresivo, como si no pudiera respirar ni moverse. La temperatura era casi insoportable, pero al parecer era la única que sentía el cambio. Temblaba de pies a cabeza, y no sabía si era sólo el frío o también el miedo.
¿Miedo de qué? De la sombra.
No temas, susurró.
Debajo de la cama. La voz había salido debajo de la cama. Se armó de valor y se puso boca abajo. Es sólo mi imaginación. Asomó la cabeza lentamente, como si temiera lo peor. Únicamente estaban sus zapatillas y algunas motitas de polvo. Dejó salir la respiración sin ser consciente de que la había estado reteniendo hasta ese momento. Volvió a su posición original y se tapó nuevamente tratando de relajar su semblante. Un fantasma, qué tontería. Sentía los párpados pesados, como si estuviera sosteniendo un yunque en cada uno.
Y de nuevo esa sensación. No podía moverse, no podía gritar, no podía respirar. Se abrió un hueco en medio de la cama justo donde Yachiru reposaba y comenzó a succionarla. El terror corría por sus venas y llenaba todo su cuerpo, nadie parecía consciente de su estado. La sombra surgió nuevamente y tomó forma de serpiente, de gárgola, de gato, de cabra y finalmente de hombre.
Eres mía, Yachiru.
No, no, no, no. Déjame en paz. Ayuda, por favor, alguien. Ayuda, ayuda, ayuda…
-¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Ayuda! –el grito rasgó el aire de la habitación, provocando un sobresalto general.
-¡Yachiru! ¡Yachiru!
La directora la sacudió por los hombros y golpeó varias veces sus mejillas para que reaccionara. Yachiru pataleó y lanzó golpes a diestra y siniestra, sintiéndose presa y al mismo tiempo consciente de que podía moverse sin problemas. Abrió los ojos aterrada por la presencia del hombre, pero ahí únicamente estaban los niños y la directora viéndola como si hubiera perdido el juicio.
La explicación fue innecesaria, o mejor dicho no se molestaron en tomarle declaración. La mujer llamó a las autoridades y arreglaron el traslado al hospital psiquiátrico esa misma noche. Yachiru entonces supo que estaba perdida. Si la historia era poco creíble cuando estaba en el orfanato, en aquel lugar ni siquiera la tomarían en cuenta. Sobrevivió dos años más sumida en un estado entre la inconsciencia y la alerta permanente. Dormía poco, comía poco, gritaba mucho por las noches al recordar aquel suceso y la violencia en su comportamiento se incrementó considerablemente. Los medicamentos que le suministraban no hacían más que derretirle el cerebro poco a poco y la terapia de shock la dejaba aturdida y babeando por horas hasta que sus neuronas volvían a hacer sinapsis correctamente.
Yachiru yacía en la cama con las correas atadas en las muñecas. Las lágrimas secas y la mirada perdida en un punto fijo en el techo. No percibía nada, no pensaba con claridad y no quería hacerlo porque era de vuelta a lo mismo. La sombra, la sombra, la sombra…
Te ves deplorable, no había burla en su voz.
Yachiru giró la cabeza, sin ánimos para gritar ni mover un sólo músculo más.
Mírate, ¿qué te han hecho, Yachiru?
-¿Qué es lo que quieres de mí? –su voz salió áspera, sin fuerza.
Tu cuerpo.
Yachiru frunció el ceño, un movimiento apenas perceptible. Sabía que el personal del hospital la estaba observando, pero no se esforzó por disimular el movimiento de sus labios hacia la nada.
-¿Por qué?
Necesito de ti tanto como tú necesitas de mí. Yo puedo sacarte de este lugar. Yo puedo regresarte tu libertad.
Yachiru lo consideró un momento. ¿Por qué se molestaba siquiera? Aquella figura no era real, no tenía caso darle vueltas al asunto, era una pérdida de tiempo.
Y hablando de tiempo, respondió la sombra leyéndole la mente, nunca más tendrás que contarlo.
-¿Quién eres?
Tengo muchos nombres.
-¿Qué eres?
La sombra se personificó entonces de la misma manera que lo había hecho aquella vez. Ya era un hombre, ya era un monstruo, una serpiente, una araña, un cuervo…
Soy un demonio. Comprenderás que mi poder es superior, inimaginable.
-¿Por qué necesitas de mí?
El alma humana es sorprendente. ¿Alguna vez te has preguntado lo que hay después de la muerte?
Yachiru recordó al shinigami que tantos años atrás había venido a llevarse el alma de su madre. Le había dicho que no se preocupara, que todo estaría bien. ¿Había sido real? El recuerdo parecía provenir de una dimensión desconocida, muy lejana en tiempo y espacio.
Ese hombre se llevó a tu madre a un lugar mejor. ¿No te gustaría ser como él? ¿No te gustaría conocer aquel lugar? ¿No te gustaría volver a ver a tu madre? ¿No te gustaría, Yachiru?
La voz adquiría diferentes tonos en cada oración, pero a Yachiru todos le parecían monótonos, como si los produjera una especie de máquina. ¿Qué responder? En primer lugar, ¿por qué creerle a un demonio? La tradición decía que eran malos. Pero, ¿qué tenía que perder? ¿Qué podía ser peor que estar en su lugar en esos momentos? Movió la mano y se hizo consciente de las correas que la sujetaban a la cama.
Acéptame en tu cuerpo y juntos haremos grandes cosas, Yachiru.
Por primera vez en casi diez años, Yachiru sonrió. El demonio la observó fijamente y se acercó a ella. Le acarició el cabello negro, que caía sobre sus hombros como dos cortinas. El rostro estaba pálido y las mejillas succionadas haciendo más notorios sus pómulos. La piel casi traslúcida y los ojos de un tono azul sin brillo.
Yachiru no dijo nada, pero el demonio lo supo. Lo había aceptado en su cuerpo con esa simple sonrisa. Con las manos etéreas la tomó del rostro y besó sus labios, resecos por la deshidratación. Sabía a sangre y a desesperación, era un vacío asombroso. El demonio se introdujo lentamente por su cavidad y extendiéndose dentro de ella hasta cubrir cada célula de su cuerpo bebió su sangre y aspiró su oxígeno. Yachiru se retorció como si la piel le quemara por dentro. Gritó tan fuerte como sus pulmones desgastados se lo permitieron y empezó a sudar de tal manera que parecía derretirse ante las llamas del infierno.
El doctor y la enfermera la observaron sin dejar de tomar notas sobre lo que veían.
-No hay avances –exclamó el doctor.
Cuando el demonio abrió los ojos a través de Yachiru un destello rojo se hizo presente por sólo unos segundos antes de desaparecer.
Ahora era suya, lo había conseguido.
Continuará…
Hasta aquí la primera parte. En la semana subiré el otro. Gracias por leer, bye-bye!
