UNA ROSA EN NAVIDAD

Hola de nuevo, como han estado, últimamente lo único que he podido traer son puros one shots, y uno que otro fic, pero con pocos capis, de todos modos se que me comprenden ne?, por que esta vez les traigo otro mini fic, si así se le podría llamar, consta de dos capis, demo, lo bueno es que contiene lemon, je jeje XD. Algo cortito, demo fue lo mejor que pude hacer, snif, snif, en fin, solo espero que lo disfruten como siempre nn, y recuerden, espero ansiosa sus reviews o criticas. Díganme que tanto les gustó ¿vale?

Los dejo con el fic nn

UNA ROSA EN NAVIDAD

Capitulo 1. Te regalo una rosa

D gray man- Musician

Su niñez no fue una muy bonita que digamos, pues desde que nació había tenido la mala fortuna de llevar consigo una maldición en su brazo izquierdo. A causa de eso sus padres lo rechazaron, y terminó trabajando en un circo. A la edad de aproximadamente 5 años.

Se la vivía haciendo actos malabarismo, y muchas otras cosas mas, mas sin embargo nunca estaba feliz por ello, al contrario, lo único que mas le pedía a las estrellas era encontrar el calor de un hogar una vez mas, ahora que sus padres lo habían echado de su vida.

Lamentablemente su estancia en el circo no fue grande, pues los pescaron en la movida, ya que el circo no tenía el permiso para funcionar. Así entonces el niño se volvió a quedar solo, aunque gracias a la ayuda de aquella poderosa justicia fue como llegó a parar a un orfanato, era un buen hogar para empezar, pero no lo que realmente deseaba, pues pocos días pasaron para que los demás niños de ahí le odiaran, creyéndolo fenómeno. La única compañía que tuvo en aquél entonces fue una hermosa niña de 8 años, que formaba parte de entre todas las monjas, ella era la única que lo comprendía, y muy a pesar de su corta edad llegó a sentir un profundo y desconocido sentimiento hacia ella (le era desconocido por que era la primera vez que lo experimentaba). La chica se llamaba Ángela.

Sin embargo, su estancia tampoco fue larga, pues después de discutirlo decidieron llevarlo a un hospital, con tal de hacer que esa "enfermedad" desapareciera de su brazo, cosa que no les resultó para nada fácil a los doctores, quienes de verdad creyeron que se trataba de una maldición.

El chico permaneció dentro de esa lúgubre y húmeda habitación de hospital una larga semana, sin la compañía de nadie. Pero al parecer la soledad se había ido al haberle traído una visita mas a su pequeña vida. Se trataba de un niño de más o menos la edad que la de Ángela, 8 años; lucía ropas extrañas para aquél chico de castaños cabellos: parecía una especie de chal o "cobija" según así lo interpretaba el más pequeño. De color verde, al igual que unos largos botines cafés, y un parche en su ojo derecho. Sus cabellos eran pelirrojos, y al parecer se veía que era un chico demasiado alegre, ya que al ver al niño le regaló una tierna sonrisa que hizo que instantáneamente se sonrojara.

--hola, ¿Por qué estás tan solo?, ¿Y tus padres, que ha pasado con ellos?, ¿Por qué has llegado a parar a este hospital?—eran preguntas sin duda algo complicadas de responder, puesto que la primera ni el sabía su respuesta, mientras que la segunda prefería no mencionar nada de eso, y en cuanto a la tercera, eso le entristeció mucho mas, sombreando con ello la mirada.

--p-perdón, no era mi intención, es que soy algo curioso—seguía sonriéndole.--¿Cómo te llamas?—esa si la podía responder

--Allen

--¿Allen?, es un bonito nombre, yo soy el número 49, no tengo un nombre en particular, pero tu me puedes decir tu amigo nn—extraño nombre para alguien, pues sonaba a nombre de experimento, cosa que le causaba escalofríos.

Se la pasaron así un buen rato, y después de todo el pequeño sintió que ya no estaba solo, por primera vez se sentía tan a gusto al platicar o escuchar a alguien durante horas, le parecía sumamente entretenido que el otro niño le contara un sin fin de cosas. Aunque aún así el creyera que solo fueran piñas, por eso se soltaba riendo muy a menudo.

Después de un largo rato de entretenimiento el mayor de los dos escuchó el llamado de su "abuelo", cosa que le entristeció un poco, pues llegaba la hora de marcharse.

--¡o.o, es mi abuelo!, lo siento, temo que te tendré que dejar solo una vez mas, ¿podrás perdonarme?—se acercaba a su lado, para acariciarle la mejilla, la cual ahora lucía sonrojada y llena de lágrimas. El pequeño simplemente sin saber como reaccionar supo decirle que si, que no se preocupara con una fuerte y gran sonrisa, pues sentía que tarde o temprano se tendría que acostumbrar a la soledad.

El pelirrojo, al ver esa hermosa sonrisa decidió darle como agradecimiento por ella y por su valioso tiempo una rosa roja, la cual le colocó entre sus manitas, después se despidió de él, extrañamente, con un tierno beso en la mejilla. Y por último le regaló también él una sonrisa.

--espero que nos podamos volver a ver una vez mas nn—le decía adiós moviendo su manita.

Para ser tan pequeño apenas logró entender el significado de ese beso, pero no quería creer que por ser un niño llegara a sentirse como cuando estaba con la linda Ángela.

Hubo pasado una semana, para darse cuenta de que tal ves ya no volvería a ver a ese agradable niño, pues por fin había llegado el día de la visita por parte de aquellos sus futuros padres. De entre todos los niños, el había sido el único que había sido adoptado por únicamente un hombre. Peculiar, pero sin duda sentía que se iba a llevar muy bien con él, pues cuando este lo saludó, le dieron ganas de sonreírle.

Después de aquél día, hubo pasado un mes entero al lado de esa persona su nuevo padre, quien no dejaba de sorprenderlo por lo finamente que vestía y sus raros pero atractivos modales. Esta persona mas que nadie fue quien le enseñó una manera de protegerse ante la adversidad y sus problemas, mas que nada le enseñó a ser fuerte.

Para él tal ves no significó mucho esa navidad, no mucho como los otros niños de su edad lo pensaban, y es que en realidad no tenía con quien pasarla, pero si, terminó descubriendo el amor a la vida y a las personas que te rodeaban, comenzaba a descubrir y a comprender que en este mundo no solo había personas malas, si no también personas con un gran sentido del humor y buena manera de ser, personas que valía la pena guardar en el corazón.

Hubo pasado una semana, cuando él y aquél su padre llamado Mana, decidieron dejar la ciudad, recorriendo un largo camino a pie, desafortunadamente el lugar al que querían llegar se encontraba mucho muy lejos todavía, y el pequeño sentía que se le acababa cada vez el mundo de lo cansado que se sentía. Sin embargo, no se pudo rendir, pues con las palabras de su padre fue como llegó a superar ese cansancio.

La mala suerte no tardó en llegarle cuando se dio cuenta de que su padre yacía ahora en el suelo, con un terrible dolor en el pecho. Quiso hacer algo por ayudarlo, pero ya había sido demasiado tarde como para pedir ayuda a alguien, pues minutos después él se había marchado.

Con el corazón destrozado y lágrimas en los ojos volvió de nuevo a aquella eterna oscuridad que siempre le había seguido: la soledad. Y lo malo era que a partir de ahí todo traería consigo un sin fin de malezas y desgracias que algún día terminaría por lamentar. Y es que al haber matado a su padre con sus propias manos, jamás se lo perdonó el simple hecho de haber caído en la cruel trampa de aquél demonio a quien todos conocían como el Conde del Milenio.

Nunca en su corta niñez tuvo la ayuda de alguien que lo orientara para no llegar a caer en ese error, y lamentablemente la maldición se le extendió más, con una terrible herida en su ojo izquierdo.

Con el pasar de los años hubo crecido y madurado, llegándose a dar cuenta de que después de todo no había sido tan malo el haber nacido con esa maldición, pues había llegado a aspirante de exorcista, y mas que nada seguía caminando por el duro camino de la vida como se lo había prometido a su padre, Mana.

Habían pasado 10 años desde que vio a aquél pequeño pelirrojo, de quien ya no se acordaba, pero tras haber sufrido un accidente que lo dejó medio ciego, al perder por un tiempo su ojo izquierdo, una sorpresa le llegó de nuevo a la vida, pues ese día al abrir los ojos se encontró con que en la entrada de la habitación en la que yacía descansando estaba un extraño chico de pelirrojos cabellos y loca sonrisa.

--¡Hola, yo soy Lavi, mucho gusto!—tenía tanto tiempo que no lo veía, y cuanto había crecido, sin duda, pero lo que mas le había sorprendido era el hecho de que algo diferente había en él que hace 10 años y eso era: el color de su cabello.

--mucho gusto—él simplemente se sorprendía de ver a alguien "nuevo".

Mucho tiempo fue el que pasaron juntos, y sin duda se hicieron muy buenos amigos, siempre se ayudaban en las misiones, y parecía ser que nunca se guardaban ni un solo secreto, aunque, ¡esperen un momento!, ¿ninguno? Lavi les había mencionado que era aprendiz de Bookman, mas sin embargo no lo que esto significaba. Todo el tiempo estaba rompiendo las reglas de lo que era exactamente su papel, ya que siempre terminaba por familiarizarse con aquello que pronto se convertiría en recuerdos más de la historia del mundo. Así fue como llegó a conocerse como un exorcista mas, cuando ni siquiera tenía derecho a serlo, por que él ya tenía un papel en esta vida, y uno muy importante. Tantas veces se lo había mencionado el anciano que con él iba. No te llegues a emparejar y encariñar con ellos. En pocas palabras, un Bookman no debe tener sentimientos.

¡Si, claro, que patético, no podía hacer eso, en todo caso ya no sería un humano, puesto que tenía muy en claro sus sentimientos, y mas por que desafortunadamente, para mala suerte del Bookman, su pelirrojo aprendiz ya se estaba empezando a enamorar de aquél peliblanco!

Un día de navidad en la orden, decidió decirle todo lo que tenía guardado a ese hermoso niño, algo que no era información, si no sentimientos que llenaban su corazón.

Y eso fue justo después de la gran cena, cuando llegaba el momento de dar y recibir regalos.

Para el peliblanco esa era la primera navidad que convivía en compañía de otros, y sin duda se le hacía muy melancólica, pues una navidad atrás, la primera para él, había tenido el regalo de ser adoptado por Mana, y conocer por primera vez el amor fraternal.

Habiendo recibido todos sus respectivos regalos el gran comedor se fue vaciando, dejando a un muy alegre Allen con su inseparable amiguito Tim sentados en una de las mesas y colocándose el regalo que Lenalee le había dado, una calientita y acogedora bufanda roja.

--Que bonito, ¿no Tim?, este día. Es la primera vez que no la paso solo……Mana—después de haberse levantado se dirigió hacia una de las ventanas que tenía el comedor, y al quedarse muy entretenido viendo la luna se acordó de Mana, y así sin razón alguna comenzó a llorar, enterrando la cabeza entre sus manos. Poco tiempo después sintió que una mano le tocaba el hombro. Se trataba de su mejor amigo, Lavi.

--¿Estás bien?—sabía sin duda lo doloroso que en parte podría ser un día tan especial como este para aquél peliblanco, y mas que nada deseaba estar con él para evitar que se volviera a sentir tan solo como aquella vez en el hospital.

--¿Recuerdas que te hice una promesa hace mucho tiempo?, en un día como este. Te prometí que nos volveríamos a ver, para volver a platicar como aquella vez—yacía abrazándolo del cuello mientras que ambos volteaban a observar a la luna. Instantes después de mencionar todo eso, colocó su cabeza en la espalda del chico mismo.

--n-no. No me acuerdo—simplemente respondía, mientras sentía como era envuelto por un inmenso calor que sin duda lo llenaba. Era la primera vez que experimentaba algo así, tan cálido, tan lleno de paz.

--entonces, ¿con esto lo podrás recordar?—dejó de abrazarlo para colocar una rosa roja en sus manos, y después darle un beso en la mejilla. Terminando por sonreírle.

--¡O.O!, ¡n-no es posible, tu…tu eras…!—al haberse tocado la mejilla pudo recordar aquella escena, que difícilmente le llegó a la mente. El misterioso niño con el nombre de no. 49. y si, al parecer cuando lo miró a los ojos pudo darse cuenta de que tenían el mismo brillo que los de aquél niño.

--¿p-pero por que?, ¿Por qué tenías en aquél entonces ese nombre?

--Es una larga historia, y es parte de ser un Bookman. Verás…--ambos se sentaron en el suelo con la ventana a sus espaldas—El ser Bookman trae una gran responsabilidad, y mas que nada requiere tiempo, pero sobre todo, una cosa muy importante que no se debe nunca olvidar: Toda la información que recolectes, y a las personas que conozcas, algún día habrás de olvidarlas, pues no son mas que simple tinta en el papel de la historia.

Es difícil hacerlo, y mas ahora que he conocido a unos grandes amigos, por eso yo no quería ser un Bookman, pero el abuelo ha estado insistiendo mucho que un día voy a terminar por marcharme de nuevo y cambiar mi nombre una vez mas—el peliblanco quedó por demás desilusionado, pues no sabía que Lavi tendría que irse, y no quería que eso sucediera. Sus ojos entonces comenzaron a llenarse nuevamente de lágrimas, entonces se paró del suelo, y sacudiéndose se marchó del comedor, el Bookman lo siguió hasta que hubieron llegado a la habitación del primero

--¡Allen, espera, no te vayas, tienes que entenderlo!

--¡Entender que, que te irás, que nos olvidarás!, ¡Por que, por que debo entenderlo!—yacía con las mejillas totalmente encendidas por que lo que en esos momentos sentía era algo sumamente indescriptible, no deseaba perder su amistad, no así, y mas que nada, no deseaba dejar de sentir eso que lo estaba carcomiendo por dentro.

--¡Allen, vamos, no te pongas así!—cuando lograron entrar a la habitación la puerta se cerró detrás de ellos, y sin querer el peliblanco casi cae al suelo, a causa de haber tropezado con el amarillo Golem, esto causó que también quedara en los brazos del pelirrojo y sumamente rojo este último terminó por besarle los labios.

--¡No, no hagas eso!—lucía asustado y muy molesto, tenía miedo de lo que sentía, y no sabía si era bueno o malo, pues ambos eran chicos.

--¡por que lo niegas, no lo hagas, ambos sabemos el significado de esto!—terminó por acorralarlo en la pared y así se quedaron durante unos minutos, viéndose a los ojos profundamente.

--¡Lavi, yo…!

--¡No, yo soy el que te debería de pedir perdón!, por no haberte dicho esto antes, por haberte lastimado así, perdóname, Allen—lo volvió a abrazar, esta vez el que salió llorando fue él. Y otro rato de silencio los acompañó, para después romper el hechizo volviendo a unir sus labios, esta vez mas lentamente y con un deseo enorme. Permanecieron pegados un buen rato, saboreándose el uno al otro, sintiendo aquél calor dentro de sus cuerpos. Y experimentando una sensación muy placentera.

Después se daban espacio para respirar, y continuaban haciéndolo, sin parar. Eso que estaban sintiendo era increíble. Pero cuando hubieron parado por última vez sin saber por que decidieron seguir más allá de solo eso. Convirtieron aquél momento en un poco de caricias que a cada momento se tornaban placenteras.

El pelirrojo comenzaba a jugar con su cuerpo, quitándole la playera y acariciándole el pecho, él solo se derretía ante el contacto de la lengua de aquél chico, y ambos terminaron en el suelo.

--No te vayas—decía entre cortadamente, mientras sentía como el pelirrojo jugaba con sus tetillas, lamiéndolas y chapándolas suavemente.

--Quédate…q-quédate—bajaba un poco mas, hasta llegar a sus caderas, donde el pantalón terminó por detenerlo y hacerlo dudar un poco.

--¿Por qué?, ¿Por qué quieres que me quede?—sabía por que, pero deseaba escucharlo de los labios de aquél niño.

--por que…por que…--la duda se había ido, cuando por fin logró escuchar eso que tanto resonaba en su cabeza.

--Te amo—entonces fue así como decidió empezar con la parte más difícil, le desabrochó y bajó los pantalones, descubriendo a su ahora erecto miembro, el cual introdujo en su boca después de lamerlo un poco.

--aah…La-Lavi

--Yo también…Te amo, Allen—y sin más olvidaron las palabras, para dar paso a lo más importante. Demostrando lo mucho que lo quería, después de hacer eso, comenzó por estimularlo un poco, al meterle dos dedos a su entrada, lo suficiente como para hacerlo venirse. El chico solo pegó un grito y comenzó a gemir poco a poco. Para entonces no pudo detenerse cuando sin saber como, comenzó a sentir como se movía el miembro del pelirrojo dentro de si. Cada vez más rápido, haciéndolo llorar del placer que sentía. Al final, terminó por venirse mientras abrazaba fuertemente a aquél el amo de su corazón: Lavi.

Un mes entero fue el que pasaron juntos, y sin que nadie lo notara cada día comenzaban a quererse un poco mas, siempre iban agarrados de la mano, por petición del pelirrojo, y sin duda las mañanas a la hora del almuerzo eran muy agradables, sobre todo las noches, que a veces solían dormir juntos en una misma habitación. El amor los tomó por sorpresa, y los flechó a ambos, pero Lavi había olvidado por completo cual era aquí su principal misión, y que algún día tenía que marcharse para seguir llevándola acabo.

El día de su partida llegó una mañana nevada de invierno, donde dejó muy acurrucado y profundamente dormido al peliblanco. Para cuando este hubo despertado recordó aquellas palabras y rápidamente se vistió para salir corriendo hacia la entrada de la orden, donde vio al pelirrojo por última vez. Desafortunadamente se habían hecho la promesa de no despedirse en persona, pues no querían encontrarse llorando y que el pelirrojo se fuera con una cara de tristeza por parte de su chico favorito.

Al cabo de unos minutos de que lo vio alejarse corrió con lágrimas en los ojos hacia la ciudad, donde se detuvo en aquél lago favorito del pelirrojo. Por unos instantes se puso a contemplar aquél su triste rostro, y muy molesto le lanzó una piedra para que se desvaneciera, ahí segundos después se tiró al suelo y se quedó sentado, llorando, mientras salía el sol a acompañarlo. En su cuarto yacía aquella hermosa rosa roja que el chico le había regalado, extrañamente no se había marchitado, y es que esa rosa era muy especial, pues permanecía abierta y siempre viva gracias al amor que ambos le habían dado. Ahora Allen se encargaría de cuidar de ella por siempre, por que eso significaba cuanto era lo que su amor por Lavi duraba….

CONTINUARÁ